Buen thriller el que nos entrega Jim Mickle con una primera
parte francamente estupenda, magnífica, y una segunda que, aunque mantiene el
interés, se hace convencional, previsible y baja el nivel. Un pulp fiction que
homenajea el estilo ochentero en la onda de John Carpenter y los primerizos
hermanos Coen con talento.
Un padre de familia mata una noche a un intruso en su casa,
cuando se entera de que el padre de la víctima ha salido de la cárcel temerá
por su vida y la de su familia, lo que desembocará en una espiral de muerte y
giros imprevistos.
La primera secuencia de “Frío en julio” marca a la
perfección el tono del film, especialmente en su parte más brillante, hasta la
mitad de película. Estamos en Texas, en 1989, y un cuadro será el objeto
protagonista en estas primeras secuencias, un cuadro que preside la estancia de
la familia Dane que parece va a ser robada. Un modulado y magníficamente
regulado suspense inicia el film. La noche, un ruido mientras la familia
duerme, una fría fotografía azul, un ladrón, travellings lentos y depurados por
los pasillos, expectantes, una furtiva luz en el salón de la familia, Richard
Dane (Michael C. Hall) temeroso con su arma dispuesto a cuidar y proteger a su
familia, sobriedad y un disparo casi fortuito con acaba con el extraño intruso
y salpicando el cuadro a su espalda…El orden y la tranquilidad familiar pervertidos.
El retrato de la Texas de finales de los 80 es bueno en su
sutileza, aunque no hubiera estado de más que se profundizara en él. Una
sociedad que sigue conservando ciertos valores del pasado, que recibe casi con
orgullo lo que hizo el protagonista. Es normal que se le apoye y vea lógico lo
que hizo, pero de ahí a enorgullecerse va un trecho. Dane, en cambio, entra en
conflicto, necesita una lógica, respuestas, una explicación, es un padre de
familia pacífico y temeroso que se irá transformando según vaya descubriendo el
lado más oscuro de la naturaleza humana, según se sumerja en una espiral de
muerte, sadismo y falta de valores.
La mujer de Dane, Ann Dane, representará la vida cotidiana
del protagonista. Ella se tomará el suceso de una manera más frívola, sobre
todo porque no fue ella quien mató al intruso. Ella es profesora. Sus mayores
problemas y conflictos serán volver a dejar la casa como estaba, limpia, y
cambiar el sofá que eligió su marido porque no le gusta. Toda esta cotidianeidad
va aislando a Richard Dane, expectante, inquieto. La pareja buscará la
apariencia de seguridad y normalidad, con lo que a la limpieza se añadirá la
compra de una reja para la puerta.
El director Jim Mickle mantiene un escrupuloso respeto por
el punto de vista subjetivo, el del protagonista, Richard Dane, del que no se
saldrá en ningún momento, una de las coordenadas clave en el cine negro. Del
mismo modo utilizará de forma brillante y efectiva las angulaciones sobre Dane
en esta parte, picados en forma de amenaza latente, que parece cernirse sobre
él, o contrapicados cuando esta aparezca en la forma del supuesto padre del
fallecido, Russel (Sam Shepard)… También en ese sentido irán los planos sobre
la nuca del protagonista. Otro rasgo que se observa de forma habitual en la
película son los planos de objetos sueltos con sentido narrativo y atmosférico,
con ellos se acrecienta el suspense y escenifica el miedo invisible, la amenaza
sugerida y sentida… Una mesilla, un teléfono que suena, una llamada silenciosa,
un buzón, un osito de peluche, unas balas en la habitación de un niño… Los
relojes tendrán bastante presencia en la película, marcando la inquietud del
personaje o con carácter meramente narrativo. Un rasgo estilístico más, los
travellings de ida y vuelta, un travelling que se acerca y luego se aleja del
mismo lugar sin corte, lo vemos tras la llamada de Dane a la policía para
mostrar su inquietud por la identidad del fallecido; también lo apreciaremos en
la escena donde salva a Russel en las vías del tren…
Las apariciones de Russel (Sam Shepard) en esta primera parte de la película son escalofriantes y amenazantes, francamente bien resultas y mostradas. La primera, en el cementerio mientras entierran a su supuesto hijo, en contrapicado, cumple todos estos parámetros. Un primer encuentro con buenas formas y amenazas veladas a la familia de Dane, especialmente a su hijo. La segunda aparición en la escuela del pequeño vuelve a resultar eficaz y terrorífica, pero la que acontece en el cuarto del niño, mientras duerme, en la noche lluviosa y haciéndose presente gracias al refulgir de un rayo, es el clímax de todo esto. Una aparición expresionista, siniestra y espeluznante que es uno de los mejores momentos de la película.
Con la aparición de Russel en la vida de Dane, la película
parece sumergirse en las aguas de “El cabo del terror” (J. Lee Thompson, 1962), con un ex presidiario que viene
a vengarse amenazando a una familia normal y corriente. No es extraño que
Richard Dane entre en pánico ante tal circunstancia. El insomnio marcará su
transitar desde ese momento. Una progresión del suspense excelente en esta
primera parte, con amenazas veladas, allanamientos, atmósferas inquietantes…
La mejor escena de la película la tenemos en la noche donde
la policía pretende emboscar a Russel en la casa de Dane. Pura atmósfera y
estética de cine negro repleta de suspense. La noche, la lluvia, su sonido
golpeándolo todo, planos y travellings suaves, inquietantes, sugerentes, planos
espías, el coche que parece observar la casa, la vigilancia de la policía, el sueño
inquieto del protagonista, la terrorífica aparición de Russel en la habitación
del niño comentada anteriormente, giros y sorpresas, inteligencia, el armario y
su eco con las gotas de agua cayendo y sugiriendo la entrada y presencia del
extraño y amenazante Russel, ingeniosas explicaciones… Un portento a nivel
técnico donde apenas pasa nada, pero el suspense llega a niveles extremos. Puro
cine negro y de suspense lindante con el terror más sugerido.
Curiosamente lo que más me sorprendió de la película, un
impacto gozoso, es justo después de esa virtuosa escena, cuando un satisfecho y
contento Dane se monta en su coche tras recibir la noticia de la detención de
Russel. En el radiocassette del protagonista suena, nada más y nada menos, que “Arms of a stranger” de Signal, aunque en versión de Aaron Daniel Jacob, un tema y un
grupo desconocidos, pero que sonará a los asiduos del blog. Signal sólo sacaron
un disco que es, por derecho propio, uno de los mejores dentro del género, el
AOR y el Rock melódico, comandado por la portentosa voz de Mark Free y
publicado, precisamente, en 1989, año en el que se ambienta la película. Una
auténtica sorpresa que me hace tener especial simpatía a la película. Por si
fuera poco también podemos oír a White Lion y su “Wait”, además de una banda sonora
puramente ochentera de sintetizador. Ahí queda eso.
La fotografía, también de reminiscencias ochenteras, es
excelente. Mencionar especialmente los momentos monocromáticos con predominio
en los azules y los colores fríos, pero también con verdes o rojos para la
violencia tiñendo todo el encuadre.
La actitud y el desarrollo del personaje de Dane,
complicándose paulatinamente la vida, no acaba de resultar convincente, no
encaja con lo que vimos de él, su motivación al final queda muy indefinida, de
querer saber la identidad del hombre al que mató, a formar parte de un grupo
asesino y justiciero sin que su primer propósito se resuelva… De querer
descubrir al hombre que mató a ¿vivir una aventura? ¿Sentir protegida a su
familia? Poco claro…
La rutina cotidiana cada vez se hace más breve a nivel narrativo y, sobre todo, más incómoda para Dane, que va cayendo en una espiral obsesiva. En su casa sentimos su angustia, aburrimiento, tiempos muertos antes de emprender su obsesión y aventura. De alguna forma se siente vivo, aislándose y alejándose de ese entorno familiar, de ese orden rutinario. Parece incapaz de mantener esa rutina. El coche, con Dane dentro, tendrá una enorme y constante presencia en la narración, símbolo de esa burbuja que lo aísla. El mismo sentido tendrá para Russel cuando descubra que su hijo es un psicópata asesino que graba sus asesinatos a desvalidas chicas, snuffs movies, su negocio. Se meterá en el coche amagando con el suicidio para aislarse, reflexionar y decidir.
Otro símbolo, el tren. De las vías recogerá, salvándole la
vida, Dane a Russel, adquiriendo el significado de destino, de cruce de caminos.
Poco después veremos otra escena donde Dane espera junto a su mujer en el coche
a que pase otro tren, símbolo del no retorno, de un destino y una aventura, una
obsesión, que no va a evitar.
La conversación entre Dane y su rehén Russel irá a planos
cada vez más cortos, primeros planos, paulatinamente, sellando un pacto. Un
pacto que se sella definitivamente en otra magnífica escena, nocturna por supuesto, en el
cementerio profanando la tumba del chico que mató Dane para confirmar que no es
el hijo de Russel.
La película se acaba convirtiendo en una reflexión sobre la
paternidad, su esencia protectora, cuidadora, de guía, de referencia, de
ejemplo a seguir… Dane hará todo eso como forma de protección a su familia,
especialmente a su hijo. Russel viene a vengar la muerte del suyo, al que
desatendió. Cuando sepa la realidad sobre su hijo entenderá su fracaso, su
decisión final en realidad es un acto de amor, pero no de paternidad personal,
sino más globalizada. Es por ello que Russel, aunque entra en la habitación del
hijo de Dane, no le hace nada. Matar a su hijo es una forma de proteger a otros
hijos. Los hijos, hay muchos planos de niños, son la motivación, el motor, de
los personajes.
Hay un gesto significativo del amor de Russel por los niños, además de respetar la vida del hijo de Dane. Será cuando le entregue una figurita hecha con una pajita a un chaval en un restaurante, le veremos hacerla pero no para qué, cobrando sentido al final de la secuencia. Russel acaba convertido en un protector puro y duro, como veremos en el cine al aire libre donde ponen “La noche de los muertos vivientes” (George A. Romero, 1968), cuando defienda a Dane de un borracho. De amenazar a su familia a protector incondicional. Simpático el rudimentario teléfono móvil que le vemos a Don Johnson.
Con la llegada de Don Johnson, que está muy correcto en la
película, se inicia la segunda parte del film, la más floja. Es la trama de las
snuff movies con el hijo de Russel, que es protegido por el gobierno para que
testifique en un juicio contra la mafia, de ahí todo el plan de la policía para
fingir la muerte de otro. Se pierde intensidad y atmósfera, el personaje de
Johnson, un detective vaquero, competente y aficionado a los cerdos, introduce
el humor, que al entrar tan repentinamente y en esa cantidad provoca que se
pierda la atmósfera. Además la cinta se hace más diurna hasta el clímax final.
Con la entrada de Don Johnson la película se hace anticlimática y desconcierta
en su tono, más ligero, si bien no exento de truculencia, momentos dramáticos,
violencia seca e interés.
Toda la parte en Huston buscando y encontrando al hijo de
Russel, la escena con el musculitos y el descubrimiento de las cintas de video
en su coche, bastante artificiosa, y la misión de acabar con toda esa banda que
se dedica a hacer snuff movies, resulta previsible y algo forzada. Con todo, el
clímax está muy bien rodado y resulta eficaz, aunque el tono general haya
perdido fuelle. Un clímax muy en la onda del western fronterizo. También es
notable a nivel dramático el descubrimiento del hijo de Russel como asesino
protagonista de las snuff movies descubiertas. Russel es un personaje tremendamente
estoico.
Un buen thriller que satisfará a los amantes del género, que
retomando elementos de “El cabo del terror” (J. Lee Thompson, 1962) entronca
con el cine negro ochentero y muy en la onda de los primerizos hermanos Coen,
de “Sangre Fácil” (1984), por ejemplo. Una película más que notable en su
primera parte, de atmósfera fría y sugerente, que pierda fuerza en la segunda y
que padece la falta de definición en las motivaciones del protagonista, sus
grandes defectos, pero que resulta satisfactoria a nivel general. Como
curiosidad añadir que el autor de la novela en la que se basa la película, Joe
R. Lansdale, sale en la escena del cementerio.
Interesante!!!
ResponderEliminarQué desasosiego el fotograma del osito y las balas…eriza el vello.
Muy acertado el estudio de los colores en las escenas. Y como siempre muy detallado con imágenes q acentúan y fijan la explicación.
Tu atención a los elementos de todo tipo, entre ellos los d acompañamiento musical, siempre me deja atónita. Q reconozcas y puedas comentar grupos (aún sabiendo tu dominio del AOR) es notabilísimo y marca diferencias.
Y Don Johnson ha envejecido bien. M gusta q sea correcta su interpretación. Me cae simpático.
Gracias por tu trabajo.
Bss
Jajaja gracias Reina, me encanta que valores eso, yo me quedé flipando cuando oí el tema. Supongo que allí tuvieron más éxito y son más conocidos, como todos esos grupos que me gustan, especialmente porque en aquella época el estilo tenía muchos adeptos.
EliminarYo con lo de la música era fanatismo y algo muy friki, ya te contaré!!!
Don Johnson está muy bien, lástima que sea su aparición la que coincide con la peor parte de la película.
Muchas gracias por tus palabras. Besos