La película entra en una fase puramente narrativa, donde se
explican muchas de las claves del pasado de los personajes de Banderas y su
madre. Una fase de romanticismo viciado, pervertido, turbio…
También estará presente el tema de la creación, Marisa
Paredes, que tiene muchas de las frases clave de la película, interpreta a la
madre de Banderas y dirá que ella lleva la locura en las entrañas, por ello sus
dos hijos han nacido así.
Esta fase narrativa y de confidencias entre la madre de
Ledgard y Vera es ante el fuego, un tono visual muy adecuado. Fuego como el que
quemó a la mujer del personaje interpretado por Banderas.
Cabe pensar que el hecho de que el personaje de Marilia
(Marisa Paredes), que tanto odio tiene hacia esa chica, hasta el punto de
desear su muerte tanto antes como después de esta conversación, se sincere y
confiese cosas, que no ha dicho ni a su propio hijo, a Vera, no acaba de encajar
del todo.
Como se puede comprobar ya estamos de lleno en el universo
de personajes obsesivos y lindantes con la locura, “al borde de un ataque de
nervios”, característicos de Almodóvar.
Es el mundo de Frankenstein, como he comentado, y del que
también forma parte la novia de Frankenstein.
El fallido intento de relación sexual, evidente por falta de
lubricación, está tomado en otro picado típico de Almodóvar (también el final
de las confesiones), así como el inicio de los sueños que se nos mostrarán
posteriormente explicándonos la verdadera identidad de Vera y cómo se llegó a
la situación actual.
No se engaña a nadie. Cuando Ledgard diga “mi amor”, Vera
abrirá los ojos en señal de sorpresa. Sus conquistas van progresando.
Los sueños son como una versión truculenta de los de
“Bienvenido, Míster Marshall” (Luis García Berlanga, 1953).
Con la incursión de estos sueños y recuerdos la película se
hace caleidoscópica, con varias vías que dividen su narración, una vez más el
fraccionamiento, tanto en la estructura como en los detalles de la trama, como
el cuerpo dividido en partes de la protagonista.
Vera es Vicente.
El sueño de Banderas nos lleva a 6 años antes y está contado
en un estricto punto de vista subjetivo.
El de ella tiene alguna licencia de punto de vista en esa
idea mencionada que parece obligar a Almodóvar a dejar rasgos de su personalidad
en los diálogos, a menudo divertidos, de sus películas o escenas pintorescas. Aquí lo tendremos con la aparición de los familiares que venden la ropa de la
mujer de uno de ellos, que ha huido, sin que Vicente esté presente.
“No es viejo es vintage”.
Entendemos en el sueño de ella el porqué de su afición a vestir
figuritas, y los rasgos de su personalidad.
Magnífico detalle de director fetichista, al estilo
Hitchcock o Buñuel, en la escena donde la hija de Banderas (Blanca Suárez) queda inconsciente,
cuando su agresor recompone el vestuario de ella, que estaba desnuda. Todo
acorde, de nuevo, con su trabajo.
La hija identificará a su padre con el violador. Lo es, pero
en otro sentido. Los decorados donde se introduce a Vicente, (Jan Cornet), una
vez ha sido raptado por Ledgard, llevan una evolución similar a la de la
relación de ambos. De decorados míseros a los más acogedores que vemos
posteriormente.
La vagina siempre es un elemento importante en el cine de
Almodóvar, es fácil recordar la enorme que hizo para la historia que se inserta
en “Hable con ella” (2002). También lo son las violaciones, que en Almodóvar, en no
pocas ocasiones, son actos de amor. Por supuesto también las madres.
Robert Ledgard usará una máscara, sin rasgos, algo muy
significativo y una gran idea de guión, en el secuestro a Vicente.
Extraordinario es el momento en que un aterrado Vicente pregunta “¿qué más me
va a hacer?”, encuadrado en el ojo de buey de la puerta mientras se sostiene
el primer plano de Banderas. Es un mero objeto para él. Pero todo cambiará.
Brillante también es el bautizo de Vera. Un trabajo de
genio, Vicente convertido en el cuerpazo de Elena Anaya, culminado con una
frase memorable. “Ya no puedo seguir llamándote Vicente”.
Uno de los referentes más evidentes de la cinta es “Ojos sin rostro” de Georges Franju (1960), como ya comenté en el blog, una espeluznante
y brillantísima cinta de terror que tiene con “La piel que habito” no solo
rasgos comunes estética y temáticamente, sino también en la trama misma de la
historia.
Todos los componentes van cobrando sentido, descubrimos por
qué hace yoga Vera, hecho básico para entender al personaje. “Un lugar en
nuestro interior a quien nadie tiene acceso, que nadie puede destrozar, que nadie
puede destruir”. Algo básico para Vera/Vicente, que ha sido pervertido y
ultrajado en todo lo demás. “No confundir la forma con el fondo”.
Esta última frase, sobre la que hemos reflexionado antes,
nos descubre que estábamos en lo cierto y entronca con la idea
metacinematográfica que de forma consciente o inconsciente contiene “La piel
que habito”.
Una vez más la presencia de una pantalla, que además dará el
mensaje que influirá en Vera de forma definitiva.
El destrozo de la ropa femenina por parte de Vera simboliza
su frustración con su exterior, desgarra los aderezos que no puede destruir de su propio cuerpo.
Extraña la poca sorpresa que produce al personaje de Marisa
Paredes el parecido de Vera con la ex mujer de Robert Ledgard. En esta parte
final los planos de armas o armas potenciales, cuchillos, pistolas, se
multiplican.
Lo que condenará finalmente al personaje de Banderas será el
confundir forma y fondo, en dar prevalencia a la forma sobre el fondo y que
éste vincule a aquel. La identidad, la reflexión que hace Almodóvar, no está en
el rostro, como cree el personaje de Banderas, está en el odio que mantiene
Vera hacia él. El rostro es una identidad superficial, necesaria, pero al final
prescindible.
Todo el encierro en la casa de Ledgard nos remite al teatro
del premio Nobel Harold Pinter, que nos dejó junto a Kenneth Branagh hace poco
el remake de “La huella” (2007), tan innecesario como interesante en muchos
aspectos. Los que sospechen o intuyan que el cine de David Cronenberg está
cerca, en especial el de la primera época, están también en lo cierto.
Vera se manifestará artísticamente, lo cual no deja de ser
lógico al personaje como a la concepción de la obra, que lleva en su interior
un discurso metafórico que reflexiona sobre el propio arte.
El final es un triple salto mortal con tirabuzón arriesgadísimo donde
Almodóvar clava la salida. Un final que logra emocionar en su contención y
sobriedad, con un fundido a negro magistral. Una escena que podría rozar el
ridículo pero a la que Almodóvar logra dar el tono perfecto. Un final agridulce. Vera, quizá, sí conquiste a su compañera de trabajo.
Vera usa su conocimiento de la psicología masculina para
usarla en su favor y comportarse como le gustaría que se comportara con él una
mujer. Pero esta “interpretación” que hace Vicente, que radica en su refugio
logrado con el yoga, lo que le permite guardar su rencor, no está exenta, como
cualquier trabajo actoral que se precie, de cierta conversión en dicho
personaje. Vicente adquiere también esa psicología femenina de forma real, es
decir, se convierte un poco en mujer en su interior, aunque no quiera.
El asesinato será el de una dama negra con ese camisón negro cuando baja por el
arma. Una confianza ganada para que nadie sospechara lo que quería hacer desde
el principio.
Marisa Paredes, que tiene algunas de las frases clave de la
película, dirá “con las mujeres siempre te ha pasado igual…”
Esta idea de interpretación también entronca, una vez más,
con la mencionada de la reflexión metacinematográfica, y sobre el propio
arte, que subyace en “La piel que habito".
Almodóvar reflexiona sobre el cine, el cine actual y el
suyo propio, un cine que ya no debe buscar la originalidad sino la verdadera
asimilación de las grandes obras maestras y los grandes clásicos para,
usándolos, transformándolos, fusionándolos con otros y con el propio estilo,
dar una nueva visión y tratamiento a los
grandes temas. Lo hizo con “Tacones lejanos” (que usaba a “Sonata de otoño”,
Ingmar Bergman, 1978), “Átame” (que usaba “El coleccionista”, William Wyler,
1965), “Todo sobre mi madre” (que usaba “Eva al desnudo", Joseph L. Mankiewicz,
1950), o aquí a “Ojos sin rostro” de Georges Franju (1960)… Un uso no
disimulado, homenajeado explícitamente en muchas ocasiones y al que dota de su
personal estilo para construir algo nuevo. Como se hace con Vera, se cogen
distintas partes, se la divide y se genera una obra nueva. Una obra que no
tiene que estar contenta consigo misma y a la que Almodóvar mira con la misma
comprensión que al doctor, que es el creador, él mismo. Almodóvar reconoce la
verdadera genialidad de los maestros en un gesto humilde pero que no implica
renunciar al discurso y el sello personal, es el reconocimiento de que en la
mirada a los maestros está la evolución del cine, del arte en suma.
Vera además, como he comentado será múltiples veces mostrada
en televisores y ella será consciente de que la observan, es su razón de ser,
como toda película, ser observa, como toda obra de arte. Una obra de arte que
trasciende al autor, que una vez realizada es prescindible, una obra de arte
que pasa a ser de los demás.
Es también una reflexión sobre la adaptación dramatúrgica, el
revestir con nuestra personalidad respetando la esencia de la obra original,
una esencia que Vera conserva a pesar de que Robert la adapta a su medida, a
imagen y semejanza de su mujer.
Una lucidísima reflexión y una verdadera consciencia sobre
el cine en general, el contemporáneo en particular y sobre su propia obra. Una
reflexión exigente, autocrítica, brillante y verdaderamente inteligente.
“La piel que habito”
es una película que entronca con el cine negro más psicótico y el terror de
ciencia ficción y psicológico, todo con el sello y al estilo Almodóvar, es
decir profundamente personal.
La consciencia del artificio siempre debe considerarse una
virtud en la dramaturgia. En todo arte incluso. Casi obligado.
El artificio es innato al cine de Almodóvar, no es algo
gratuito o esteticista, aunque caiga en ello en ocasiones. Es la idea de
exprimir lo estrafalario o irreal, lo extravagante, lo artístico, lo
artificioso y pintoresco para sacar gotas de verdad y autenticidad, algo que
Almodóvar logra en muchas ocasiones. Esto es común a grandes maestros del cine,
su consciencia del artificio que supone el arte, huyendo de todo realismo, pero
alcanzar una mayor verdad en su trasfondo y conclusiones (Hitchcock, Buñuel…).
Es obligado destacar la obra de arte que ha ejecutado
Alberto Iglesias, una banda sonora, una partitura inolvidable y brillantísima.
Banderas está irregular y Elena Anaya inconmensurable.
En definitiva, una obra brillante, lúcida y con multitud de
recovecos que da una vuelta de tuerca novedosa a las obsesiones, y que
reflexiona sobre la propia obra, de Almodóvar, yendo un paso más allá que en
otras películas donde simplemente usaba y pervertía referentes. Ahora reflexiona sobre ese
acto, haciéndolo extensivo al mundo del cine y el arte en general.
Dedicada a Cisco y su chica.
Pensé q la peli era más mala, pero leyendo tu crítica lo reconsideraré. Especial interés x ver a Elena Anaya, un rostro fresco, y a Marisa Paredes, q me parece muy solvente...
ResponderEliminarGracias x tu trabajo, sensei!! Ayer la tesnica se alió en mi contra!!!
Beso!
R
Hola Reina. Pues sí, es una muy buena película. Almodóvar, como todo director con un estilo personal, o para ser más exacto, con un estilo muy llamativo, levanta rechazo o pasiones muy viscerales. Esto es irremediable ya que es el ámbito estético que queramos o no tiene un mayor componente subjetivo... Pero se suele obviar el fondo, que es lo que hace que una obra SEA. Y Almodóvar unas ocasiones acierta y otras la caga, como todos. Aquí, como explico, ha dado en la diana en forma y fondo.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu apoyo. Elena Anaya está pletórica.
Wow! Me ha encantado la crítica, siempre he disfrutado con el cine de Almodóvar y esta película no es la excepción. Puedo comprender que para quienes no están habituados al particularísimo universo del direcctor esta película resulte un sinsentido pero si le quitas lo excéntrico quedan los conflictos humanos más básicos: el dolor por la pérdida, la traición que es más dolorosa por venir de quien viene, la mentira, representada en la pélicula en múltiples formas: Una madre que toma el papel de criada buscando lo mejor para su hijo, un hijo que niega y se niega que el rostro de Vera le lleve a la locura, Vivente comprendiendo por fin que para salir de allí tendrá que jugar a ser Vera, y como la obsesión nos lleva a la locura.
ResponderEliminarPara mi un buen ejemplo de como Almodóvar se ha ido superando,un giro, un nuevo camino a explorar.
Nur.
Hola Nur, me alegra mucho que te haya gustado, siendo además seguidora de Almodóvar. Un comentario muy bueno y aciertas en las reflexiones y temas que comentas. Muchas gracias
ResponderEliminaresta pelicula es mi respeto
ResponderEliminarMe alegra que le guste, Gregorio.
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