Agradable comedia navideña que tiene en su trasgresión y
perversión de tópicos su principal originalidad. Supone además una nueva
alianza entre el director Michael Curtiz y el actor Humphrey Bogart tras trabajar juntos
en “Kid Galahad” (1937); la soberbia obra maestra “Ángeles con caras sucias”
(1938); el western “Oro, amor y sangre” (1940), sí, Bogart aparece en algún
western, por supuesto; la mítica y absolutamente imprescindible “Casablanca”
(1942) y “Pasaje a Marsella” (1944). Es además una de las últimas películas que
rodaría Bogart en su vida, la última sería “Más dura será la caída” (Mark
Robson, 1956) un año después, y podemos disfrutar de su vis cómica más
desenfadada, algo poco habitual en su filmografía.
Tres presos que se acaban de fugar de la cárcel de Isla del
Diablo, Joseph (Humphrey Bogart), Albert (Aldo Ray) y Jules (Peter Ustinov)
deben esperar el momento adecuado para salir en barco de allí. Mientras, para
pasar desapercibidos, convencerán al dueño de una tienda, Felix Ducotel (Leo G. Carroll) no muy próspera para
arreglar el tejado y ocuparse de otros deberes con la idea de robarle y
conseguir dinero que les ayude en su huida. Según vayan conociendo a la familia Ducotel
los planes iniciales irán cambiando cada vez más.
Humphrey Bogart interpreta a Joseph, el líder del trío de
presos evadido de la cárcel de Isla del Diablo, y en este inicio se nos
presenta en su rol habitual de malo duro y sin dobleces, irónico, aunque con un
toque cómico en sus diálogos, como no podía ser de otra forma. Albert (Aldo
Ray) es el mujeriego del grupo, un ligón despistado, mientras que Jules es el
más inseguro y afable, tímido y miedoso, un maestro abriendo cajas fuertes.
Tres clichés definiéndose en su presentación.
Es Navidad, estamos en una cinta religiosa y cristiana,
aunque trasgreda los tópicos. Así una llamada a la Providencia traerá una
lluvia que elimina su rastro cuando la policía usa los perros. Tres presos
que parecen tener en Dios a un poderoso aliado. Esta primera escena en el
puerto tiene un decorado realmente magnífico y una magnífica lluvia. Un
personaje en apariencia intrascendente aparece brevemente y no lo volveremos a
ver hasta el final, un joven oficial médico del barco atracado al que nuestros
presos quieren subir, interpretado por John Smith, y que será providencial
también en la parte final. Cuando el médico aparezca en la conclusión se volverá a
mencionar a la Providencia, como Dios manda…
-Albert: No, es aquel chico del barco.
La Providencia ayuda a nuestros presos de igual forma que
ellos actúan como Providencia con la familia y ese chico que se enamorará al
final de la película.
Los tres presos serán identificados por el espectador casi
de inmediato con ángeles, enviados divinos, tres Reyes Magos sacrílegos destinados
a ayudar a la familia que pretendían robar, tres Reyes Magos en la época de Papa
Noel. La imagen que mejor define todo esto la tenemos cuando el trío arregla el
tejado, mirando desde la altura, como si de deidades se trata, los
acontecimientos que les suceden a la familia, sus relaciones, problemas, sobre
todo económicos, y grandes valores. De hecho se mencionará posteriormente y de
forma explícita a los tres Reyes Magos.
El sentido del humor de la película es muy eficaz, efectivo,
siendo blanco en líneas generales, estamos en una cinta amable que defiende los
valores familiares y… cristianos en líneas generales. Así lo comprobamos al ver
la emoción y satisfacción de los tres presos en el tejado viendo el cariño que
se profesa esa familia.
Si los presos quedaron eficazmente dibujados, también
quedará perfectamente retratada la familia, el despistado, inseguro
y bondadoso padre de familia, la tímida e inocente niña y la decidida e
inteligente madre, Amelie (Joan Bennett). El espejo estará muy vinculado a la niña, que tiene en su
presencia e imagen una de sus obsesiones, todo para dar la mejor impresión
posible a su enamorado. Los espejos serán significativos también con el
personaje de Paul (John Baer), cuando lo veamos frente a uno retratarán su
falsedad.
Un objeto, la carta que robaron los presos al oficial
médico, traerá una buena nueva, o quizá no tan buena, pero será el motivo que
movilizará e impulsará a nuestros en apariencia despiadados protagonistas a ayudar a
la familia. Bogart hablará mucho de asesinatos, pero él es un falsificador. Un
nuevo elemento manejado por la providencia.
“Para mí falsificar no es una afición, es un arte”.
Hay un paralelismo físico y simbólico entre la divinidad y
nuestros tres presos, es con los angelitos que Isabelle pone en el árbol de
Navidad, tres angelitos con las alas dañadas, evidente metáfora que se corresponde
con nuestros protagonistas, angelicales pero delincuentes, sus alas dañadas.
Además aparecen en lo alto del árbol, como les vimos a ellos en lo alto del
tejado, observándolo todo. Incluso cantarán un villancico.
-Las bromas sobre los presos y sus delitos son constantes,
la mayor parte mentiras. Bromas sobre ladrones, violadores o “los mejores por
corteses”, los asesinos. Unas tendrán a los propios presos como protagonistas,
con Bogart liderando este tipo de bromas, pero en otras ocasiones serán
personajes como la robusta mujer, la señora Parole (Lea Penman) que despierta
instintos eróticos en Jules (Peter Ustinov).
-Habrá inspirados gags, como el del agua para animar a la
joven hija del matrimonio encargado de la tienda, Isabelle (Gloria Talbott),
que los presos usan para bebérsela, o la venta de un peine a un señor calvo por
parte de Joseph (Humphrey Bogart). Ver a Humphrey Bogart con un delantal rosa
no tiene precio, es otro de esos grandes momentos cómicos que tiene la cinta.
-Los recuerdos con los que Jules salpica la narración también resultan muy simpáticos.
-La reacción de nuestros protagonistas al saber que la
serpiente además de morder a André también mordió a Paul es tronchante.
Se usa el mal, la mentira, la manipulación, el engaño, las
habilidades delictivas… para hacer el bien, para ayudar a la familia, es la
transgresión del tópico y la perversión de la cinta. Jules abrirá cajas
fuertes, Joseph falsificará, Albert intimidará, todos ellos facilitarán el
crimen de la serpiente… Así la idea de los presos actúa como metáfora pervertida.
“Sólo les quiero a ustedes… porque me mintieron”.
-El gag de las flores cogidas del jardín del gobernador
también es destacable, un nuevo robo para el bien.
-El enredo del último tercio es muy divertido, con ese
cadáver que nadie parece querer descubrir a pesar de los esfuerzos de nuestro
trío protagonista.
“Mientras duren los deseos no pierda la esperanza”.
Curtiz mueve su cámara con total fluidez por los decorados,
con encuadres muy generales y un movimiento de los actores, precisos y
calculados, muy natural. Una magnífica puesta en escena del gran Michael
Curtiz.
“Si se viera el crimen en la cara del hombre sobrarían los
espejos”.
Estos tres presos también servirán para que la inocente
Isabelle vaya adquiriendo conciencia de su sexualidad y sensualidad, inicie su
camino para convertirse en mujer. Una escena muy simpática con respecto a esto
la tenemos en el pellizco que Albert da a la joven en el trasero, recibido con
felicidad y alegría por ésta al entender el efecto que puede llegar a producir
en un hombre y tomar conciencia de su belleza.
“Embotellado en 1888, como yo”.
Curtiz y su guionista, Ranald MacDougall, que adapta la obra
de teatro de Albert Husson, sacan un gran partido a sus actores y la química
que tienen entre ellos, a destacar la que chispea entre Humphrey Bogart y Peter
Ustinov, se lo debieron pasar muy bien juntos y se nota, una complicidad
evidente. La procedencia teatral se nota en exceso en algunos momentos.
La justificación a los arranques de bondad de los tres
presos la tenemos en que se sienten identificados con esa familia, de igual
forman anhelan pertenecer a una y siempre les removerán recuerdos agradables
sobre lo que pudo ser su vida. A pesar de todo es normal que chirríen estos
excesos generosos, aunque si no la película no tendría sentido.
La llegada de la noche trae la verdadera maldad. Curtiz
juega con la dualidad, día y luminosidad para la bondad personificada en la
familia y los buenos sentimientos que despiertan en los presos, y la noche para la maldad y
la llegada del primo André (el mítico Sherlock Holmes, Basil Rathbone) y su sobrino,
el enamorado de Isabelle, Paul (John Baer).
“Todo el mundo es amable con todo el mundo, esto ya está
mejor”. Esta frase es una buena broma casi metalingüística, ya que bromea con
la estructura de la obra y su tono, e incluso puede que el espectador pensara
lo mismo.
Paul está dominado por su dictatorial tío, parece sentir
interés por Isabelle, pero superficial, aunque la atracción se haga patente en
muchas ocasiones. Su tío lo maneja como quiere, él es sumiso, pero también se
descubrirá como un interesado y egoísta sin escrúpulos. Ambos villanos acabarán
recibiendo su merecido según la moral de los presos y apoyados por la
Providencia. El primo André resulta demasiado paródico, un estereotipo en
exceso vulgar.
-Albert: No deberían dejar a esa gentuza venir a la Isla del
Diablo.
-Jules: No. Le dan mala reputación.
La transgresión y la perversión.
He comentado en varias ocasiones los recursos utilizados
para transgredir los tópicos, usando la delincuencia, la mentira, la estafa…
para el bien e incluso elementos sacrílegos a los que se les da la vuelta y
acaban resultando sagrados o beatíficos. Uno de los mejores ejemplos de esta
idea la tenemos con el uso de la serpiente de Albert (Aldo Ray), habitual
símbolo demoniaco pero que aquí participa activamente a favor de la virtud y la
bondad, acabando con los desaprensivos, maleducados y tiránicos André y Paul.
Símbolo pervertido y tergiversado. Del mismo modo muchas de las conversaciones
de los tres presos irán en esta línea, pervirtiendo elementos, el juicio, la
deliberación, la condena, la decisión de ejecución serpiente mediante… pero
sin involucrarse mucho, sin evitarlo…
La idea del testamento resulta absurda, poner en manos del
sobrino un testamento que le perjudica no es una idea brillante. También era de
suponer que la serpiente no salió de la habitación, con lo que tanta búsqueda
resulta absurda igualmente.
Es un buen detalle que la relación que se insinúa entre el
preso Albert y la inocente Isabelle no vaya a ningún lado.
Sobre estos tres personajes, los presos, es fácil caer en la
tentación de ver alegorías en ellos, enviados divinos en esta perversión, que
regresan a la cárcel, o sea el cielo, ya que estamos en el mundo al revés, un
universo transgresor. Los cuatro halos, ellos y la serpiente, así lo
confirman. De igual forma no es descabellado suponer que nuestros protagonistas
en realidad son meros ángeles, muertos, en misión especial.
Una agradable cinta, blanda pero entrañable, ideal para la
época navideña o cualquier momento donde apetezca pasar un rato entretenido con
una buena comedía. Original y que aunque no resulta genial en casi ningún
momento deja una sonrisa satisfecha en el espectador.
Q raro Humphrey en delantal!!
ResponderEliminarEse punto de comedia…recuerdo escenas simpatiquísimas en la Reina de África…
Gracias sensei!
Besos!
Gracias a ti Reina. En LA REINA DE ÁFRICA está esplendoroso también, esa dureza le hacía muy efectivo en la comedia cuando se ponía.
EliminarGrandiosa película, maestro. No sabes cuánto echo de menos en este película, donde lo casual es, efectivamente, casual y no todo tan forzado como ahora. Una disección perfecta. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias amigo mio! Los que entendemos el placer del clásico apreciamos esto como si fuera ambrosía!
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