Francia 1914. Un espléndido plano espectral retrata a las tropas que se dirigen a la batalla, muy expresionista, presagiando su muerte. A partir de aquí la película desvela su estructura. Una aparente desviación de guión, la trama cambia por completo y el drama familiar se transforma en épica aventura bélica, vertebrado todo por el caballo. Un caballo que hace las veces del Winchester 73 en la cinta de Mann, vertebrando toda la historia y dejando un fresco de la época. “War horse” se convierte de improvisto en el “Winchester 73” (Anthony Mann, 1950) de Steven Spielberg.
Un nuevo cambio de amo y un nuevo vínculo con otro caballo al que Joey protegerá en todo momento siempre que pueda. La fidelidad y la amistad, dos valores más a tener en cuenta. Una relación con el otro caballo que tiene su evolución, pasaremos de las confrontaciones iniciales a la fidelidad absoluta.
La práctica de carga donde Joey muestra todo su potencial está planificada a lo Kubrick. Un transitar hacia la batalla que es puro John Ford.
El talento visual de Spielberg, bien, muy bien, aprendido de los maestros, podemos verlo en la muerte del nuevo dueño de Joey, una preciosa elipsis que nos omite la caída del jinete. Una mirada, como siempre en Spielberg, que presagia su destino, un plano corto de una metralleta y de nuevo vemos a Joey, entrando en plano, como tanto gusta también a su director en otro rasgo estilístico característico, sin nadie que lo monte ya. Ejemplar, puro Ford, puro Hawks, pura poesía.
La derrota de los cargadores vendrá reseñada con un espectacular contrapicado sobre el general vencido, el plano de la derrota. El plano general con las consecuencias de la batalla recordará al de “Lo que el viento se llevó” (Victor Fleming, 1939).
Joey pasa a un nuevo dueño, un soldado alemán con un hermano al que quiere proteger a toda costa. Albert por su parte sabrá de la muerte del capitán y abandonará su familia para buscar a su caballo en medio de la guerra, y así reencontrarse de nuevo con dicha familia de forma totalmente distinta.
Nuevo eco en la escena en que Joey muestra cómo ponerse un arnés salvando la vida a los caballos de guerra, recordando aquella en la que Albert se lo puso a él, un nuevo gesto puramente humano que contrasta con los comportamientos deshumanizados de la guerra. Un caballo visionario, que es más que un caballo. La relación entre ambos caballos sigue su curso.
Una nueva relación familiar ocupa de forma momentánea la trama de la cinta, los dos hermanos alemanes, donde el más joven debe ir a luchar, algo que el mayor no quiere consentir por prometerle a su madre, otra promesa más, que no dejaría que le pasara nada. Una nueva familia en suma, un nuevo conflicto familiar en los dueños de Joey. Las escenas en el molino con ambos hermanos ocultándose recuerdan de alguna manera a aquellas de “La guerra de los mundos” (2005) del propio Spielberg, donde Cruise y su hija se ocultan en el refugio de un alocado Tim Robbins.
La muerte de ambos hermanos con las aspas del molino ocultando la escena intermitentemente es otro ejemplo de la maestría visual del director. La belleza pictórica de la película es abrumadora, en los planos generales del molino tenemos otro ejemplo de esto.
El ojo de Joey, su mirada, una vez más los ojos tan claves en Spielberg, nos presentará a su nuevo dueño, una chica francesa delicada físicamente que queda prendada del caballo.
La cinta va desvelando sus temas, como toda cinta clásica, de narración maestra, aquí tenemos una extraordinaria reflexión sobre la pérdida, en todos sus aspectos, que supone una guerra, ejemplificado en los distintos dueños que va teniendo Joey, la pérdida de sueños, ilusiones, de esperanzas, tanto en los hermanos alemanes como en la chica francesa, de las promesas por cumplir…
Una chica francesa que no tiene padres y la cuida su abuelo, Niels Arestrup, una nueva familia en suma, disfuncional, como casi corresponde a una guerra, y a los que Joey traerá una nueva ilusión y significado, al fin y al cabo ese caballo los personifica. La chica querrá que Joey salte y apelará a su valor para hacerlo. No hace falta aplicar ningún valor en esos momentos. Cuando salte será significativo.
La aparición de los alemanes saqueando el molino se resuelve con una breve escena donde Spielberg encuadra a los actores tras un estante repleto de tarros que poco a poco van desapareciendo a manos de los saqueadores, una manera perfectamente minimalista de retratar lo que acontece. Conforme desaparecen los tarros más claramente vemos la escena.
La estructura se repite, hermosas escenas truncadas e interrumpidas por la crudeza de la guerra.
Joey, el caballo, representa, y es importante tenerlo en cuenta, el valor, el coraje, la fidelidad, el amor, la generosidad… La familia. Todos los valores que merecen la pena en el ser humano y que escasean, especialmente, en la guerra o en los momentos difíciles. Por esta razón los personajes ven en él algo distinto de forma instintiva, lo necesitan, es justo lo que les falta en una época donde faltan muchas cosas. Joey transmite esos valores perdidos, los devuelve. La mirada de la determinación.
Así le veremos tener otro rasgo humano y de generosidad al sacrificarse por el otro caballo herido.
El azar, las conexiones, Joey cargando las armas con las que los alemanes atacarán al ejército en el que sirve Albert. Una unión a través del sacrificio. Estamos ya en 1918.
Rememoraremos, guardando mucho las distancias, las batallas de “Salvar al soldado Ryan” (1998), en la magnífica secuencia bélica de la toma de una posición enemiga por parte del ejército inglés. En esta secuencia Albert arriesgará la vida por su amigo, como hace el corcel con el otro caballo, lo protegerá. De igual a igual, la identificación como en “E.T. El extraterrestre”.
Llega una de las escenas clave de la película, la huida desesperada de Joey al quedarse solo, su compañero de travesías muere y el cuidador de ambos es separado de ellos también. Solo, desubicado, desorientado sin saber qué hacer y con la amenaza de un tanque que se dirige hacia él hará lo que nunca hizo. Saltar. Escena abstracta y profundamente simbólica, un tanque anónimo que representa la amenaza de la guerra a lo que significa Joey.
Joey atravesará inmune la batalla, como representante de los mejores valores, y solo parará cuando deje de saltar y se vaya hincando los alambres de espino que están situados entre los dos bandos, en tierra de nadie.
Como símbolo de la familia el caballo abandonado pierde su razón de ser, su sentido, hasta quedar en tierra de nadie. Una huida frenética del representante de los mejores valores que en guerra corren el peligro de perderse, y es ahí, en medio de una batalla, en una confrontación idealista, que es la que Spielberg nos ofrece, donde se produce la disputa entre esos valores y la destrucción de la batalla. El caballo volverá a sacar lo mejor de la gente que se cruza con él y la batalla parará por el único motivo de rescatarle de sus alambres.
La soledad, la falta de vínculos es la muerte de la sociedad, la familia para Spielberg se erige en pilar básico de la misma y de sus valores.
Toda esta parte es fascinante, la secuencia que sigue, maravillosa, mágica y surrealista es una por la que más se recordará la cinta. El cese de las hostilidades para rescatar a Joey de sus alambres, con un soldado de cada bando en colaboración para lograrlo y rifándose a cara o cruz quién se queda con el maltrecho caballo milagroso. Sin valor, coraje y demás valores, los que representa Joey, es muy difícil continuar una contienda. La estética, como la mayoría en los campos de batalla o relacionadas con la guerra, será fantasmagórica.
De paso dejamos la absurdidad de la guerra al desnudo. Gran momento de humor cuando el alemán propone resolver quién se queda con Joey boxeando.
“No es un caballo cualquiera”, “Es un caballo milagroso”. Estas frases que se dicen durante toda la película, en la parte final tendrán mayor resonancia. La figura simbólica se hace clara y cuando caballo y dueño, Joey y Albert, se reúnan la guerra, como no podía ser de otra manera, concluirá. La guerra los separó y puso en jaque lo verdaderamente importante, cuando esa separación concluya y los dos protagonistas se vuelvan a unir la guerra ya no tendrá sentido, lo que vale la pena se habrá impuesto.
Es idealista, pero también es cierto.
La alegoría, la simbología, no funciona de forma tan perfecta ni es posible mostrarla de forma tan genial como en “E.T. El extraterrestre” por ejemplo, pero funciona realmente bien. Sin entender esta simbología los comportamientos de muchos personajes y su fascinación con el caballo resultarían algo forzados o estrafalarios, donde se le da más importancia al animal que a los hombres o se arriesgan a la ruina sin pensarlo. El reconocimiento de gente buena a lo que supone el caballo es lo que da sentido a todo.
Joey, como también lo era E.T., es una figura íntimamente relacionada con Cristo, nace, si bien solo vemos a la madre, dejará su impronta, desaparecerá de la vida de los personajes, de Albert especialmente, incluso casi morirá, para renacer y eternizar su mensaje.
La estética del film es deslumbrante, no sería raro que Spielberg se empapase de paisajistas ingleses, muchos románticos, como el eterno Turner o John Constable, es muy posible que “El caballo blanco” de Constable fuese una referencia clara para la película. Turner seguramente ha estado también muy presente en la estética del film, sobre todo en esos paisajes y su foco naranja bañándolo todo. Incluso puede que pintores flamencos y holandeses en esas estampas costumbristas y paisajes naturales y rurales como Jacob Ruysdael. En cualquier caso la película es de una belleza prodigiosa, un deleite para los sentidos y las sensibilidades más artísticas. Es tan deslumbrante que resulta hipnótica y la potencia de Spielberg es tal que casi sobran los diálogos.
En este sentido los planos finales son deslumbrantes, esos rojizos de guerra, de la postguerra, nos recuerdan a los de “Lo que el vientose llevó” (Victor Fleming, 1939), un deambular fantasmagórico e indiscutiblemente bello.
Una vez el caballo sea rescatado y conducido a la trinchera británica volveremos a asistir a una situación peculiar, un médico que deja de ocuparse de los enfermos, así como el soldado que trae al caballo insistiendo para que lo atienda antes que a los heridos, todo porque sí, y porque el caballo es “milagroso”. Son varias las ocasiones en las que Joey es amenazado de muerte, primero por el padre de Albert, luego por soldados alemanes que deciden prescindir de los caballos que no sirvan a sus intereses, en esta secuencia por el médico… En ninguna de las ocasiones la amenaza se cumplirá. Es inmortal.
Nuevos ecos, la llamada que Albert enseñó a Joey le salvará la vida y aquí volverá a ser importante, así como una nueva puja donde se dilucidará el futuro del caballo. Las imágenes en la enfermería donde el futuro, la vida, de Joey corre peligro son propias de Dickens, esa incesante ceniza que cae, los marrones y la miseria… Una vez más una estética espectacular.
Albert en esta escena está privado de la vista pero actuará como un Tiresias del siglo XX.
El abuelo de Emilie, la niña francesa que tuvo a Joey por un breve tiempo y que murió, compra el caballo porque “la guerra lo quita todo a todo el mundo, esto es lo que me queda de ella”. Al final, entendiendo lo que es y lo que significa, entendiendo quién es su verdadero dueño, renunciará a su compra. Será además el que devuelva el pañuelo del padre a Albert.
El abuelo, el capitán, la propia Emilie, los hermanos a través del pañuelo que rescatan y mantienen en el caballo, incluso el cuidador alemán al hacer subir las bombas que caerán sobre Albert a Joey, tendrán relación directa o indirecta con el chico.
John Williams vuelve a estar pletórico, su partitura es magistral una vez más. Parece que este hombre nunca pierde su musa.
Mención especial tiene el caballo infográfico, podría estar perfectamente nominado a mejor actor. Ese carácter infográfico es un detalle más de la idea no realista con la que Spielberg quería dotar a su criatura. Mas humana que muchos humanos.
Spielberg hará alcanzar el entendimiento y la madurez a sus personajes con una aventura, no con diálogos, fiel a su mirada de niño grande.
El círculo se cierra simbolizado en el pañuelo que el hijo devuelve al padre, ya no tendrá el mismo significado que cuando se lo llevó, ahora entenderá a su padre. La reconstrucción familiar, las distancias se cierran, como Spielberg cierra la cinta con un abrazo familiar, junto a un inserto de Joey, el caballo milagroso, casi una deidad que observa su obra. Dos planos separados porque son la misma cosa, un caballo de batalla para la guerra y una familia para la batalla de la vida. De Joey será el último plano de la película en esta última escena sin palabras.
Una cinta que está lejos de ser perfecta, que transita por lugares ya tocados por Spielberg y no alcanza la perfección alegórica de otras obras suyas, pero que resulta excepcional sin duda y emocionante en su arrebatado sentimentalismo, que supongo, molestará a algunos. Merece la pena, como siempre.
¿No jodas que vas a hacer los Oscars?
ResponderEliminar¿De qué modo y manera?
Aquí sin dormir, mañana hacemos una entrada especial, mi prima se la ha currado mucho, y según vayan cayendo premios cambiaremos los nominados por los ganadores e iremos comentando lo que se pueda, junto a los que se pase, ya sea en comentarios de la entrada o en el chat de la derecha.
ResponderEliminarMadrugada de domingo a lunes...me viene bien, estaré por aquí aunque no he visto ninguna de las películas nominadas. Los Oscars son un circo para mí.
ResponderEliminarOye, tremendo vuestro empeño, tenéis toda mi admiración.
Saludos.
Y cuídate, jodío, ¡se puede dejar de hacer cualquier cosa menos dormir!
JAJAJAJA ya te digo, menuda semanita, y creía que había acabado hoy y logro la de HUGO, así que toca currársela a cascoporro... Lomismo me tomo un descanso la próxima semana porque pffff.
ResponderEliminarDormir es uno de los mayores placeres de esta vida jajaja.
Muchas gracias y aquí te espero, aunque sea para comentar los modelitos de la alfombra roja jajaja
arcanus
ResponderEliminarFelicidades por el esfuerzo.
Saludos
Muchas gracias Arcanus y también por las recomendaciones del otro día. Un abrazo.
ResponderEliminarun saludo Mr sambo ,para los oscars por dios que no se lo den a clooney menudo bodrio de pelicula.Un telefilm con horario de sobremesa en a3.Esperemos que the artist arrase.
ResponderEliminarYo tampoco se lo daría pero me temo que tiene muchas papeletas para llevárselo, tiene muy buena prensa entre los miembros de la academia.
ResponderEliminarPásate el día de los Oscar si puedes, comentaremos e iremos poniendo todo a tiempo real. Criticar es un vicio y ese día se pasean para que lo hagamos jajaja
The Artist TOP. Ojo con Hugo que es maravillosa. Un saludo Tommy
Buenas tardes,
ResponderEliminarLa entrada es muy buena....e ir viendo la película a la par que se leen tus aportaciones es fantástico....no había visto la película, me resisti a hacerlo en el momento de su estreno, quizá porque me dio la imagen de ser un pelin ñoña...y personalmente no estaba yo para eso....pero la verdad es que viéndola ayer me encanto....y me encantaron tus referencias a la gran película ET....el momento de la música de Williams....puffff....que se me saltaron las lagrimitas....
Me gusto especialmente el hecho de considerar al caballo el soldado, y tratarle como tal en el momento de su cura, algo muy cierto hasta "la gran guerra"....aunque también es cierto que fue en este conflicto cuando se vio que los animales eran ciertamente vulnerables, sobre todo al fuego de las ametralladoras....algo que también puede apreciarse en esta película...
la importancia de estos animales en la I Guerra Mundial y el reconocimiento que hacia ellos se tuvo hizo que hasta se erigiesen monumentos en su honor y que incluso la literatura belica de manos de Alfred Munnings se hiciera eco de su indudable papel....la verdad es que eran los grandes soldados en las batallas....
Como en todas las películas de Spielberg los valores de la amistad, la lealtad, la familia, el cariño....forman parte de su eje conductor....no es una gran película en lo que a su contexto histórico se refiere pero desde luego es una gran película para amar estos valores.
Fue uno de los puntos de interés, la cantidad de caballos usados en el conflicto y que fueron muertos. Además la Gran Guerra no ha sido muy tratada en el cine en comparación con la segunda, lo que resulta satisfactorio. Por lo demás se trata de una notable peli spielbergiana sin complejos.
EliminarMe alegra y satisface que te gustara y en especial con mis comentarios :))
Un beso.
Como ya te comenté ayer, me gustó mucho la película.
ResponderEliminarAdemás de todo lo que citas, yo también me quedo con la idea de que con perseverancia y trabajo se consiguen las cosas, solo hay que ver a Albert para conseguir que Joey terminara arando.
Perfecta crítica como siempre. Besos MrSambo!!
Muchas gracias Merce, me alegro mucho que te gustara. Sí, el sacrificio, la tenacidad, el esfuerzo, la perseverancia... son valores y temas que se defienden y explicitan en la película, muy cierto.
EliminarBesos Merce.