miércoles, 8 de febrero de 2012

Crítica: THE ARTIST (2011) -Parte 3/4-

MICHEL HAZANAVICIUS






Nuestros protagonistas pasarán de ser amigos a rivales en taquilla.
En casa veremos el único momento donde Valentin sube una escalera, tras hacer caso omiso a su mujer, pero ese momento no se ve en plano ya que Hazanavicius nos mostrará el gesto desesperado de ella. Nunca le vemos subir.
Mencioné anteriormente los intertítulos maravillosos que aparecen en pantalla y elogié el montaje. El montaje de estilo clásico es de una fluidez y armonía majestuosa y con el uso de sobreexposiciones rinde pleitesía al estilo clásico de este arte. En el apasionado rodaje de la película de Valentin veremos un buen ejemplo de ello.
Esa decisión de coger él el toro por los cuernos y dedicarse a la dirección de su propia película nos lleva a otra referencia como es “Cautivos del mal” (Vincente Minnelli, 1952), película con la que tiene más puntos en común, por ejemplo la escena donde Valentin ve la audición sonora de una actriz o el final que ya comentaré.
Peppy Miller triunfa con “Beauty Spot” en referencia a su peca, todos los títulos serán simbólicos y tendrán que ver con los personajes, y es que no se puede escindir la obra del autor, como nosotros no podemos liberarnos del influjo que el arte nos provoca.


Un matrimonio al borde del precipicio, el derrumbe del matrimonio y su vida personal va muy ligado al derrumbe de su vida profesional, la ruptura definitiva se corresponderá con el fracaso de Valentin y su película.



En una comida en un restaurante otro encuentro casual de los protagonistas pondrá sobre el tapete las distintas concepciones sobre el progreso y la defensa del arte de cada uno, será el primer encuentro tenso de la pareja. Ella despreciará en un entrevista las formas y modos de los actores mudos mientras él la escucha, sin que ella lo sepa, en la mesa de al lado.
Una confrontación en la forma de ver las cosas perfectamente mostrada en la puesta en escena con las sillas dándose la espalda, un plano general lo mostrará de forma contundente. Aquí la disparidad de discursos es clara, de la firmeza obcecada de Valentin en mantenerse fiel al mudo y sus tremendos prejuicios a las innovaciones, a las ansias de novedad que representa Peppy, unas ansias que la llevan a despreciar el pasado y a los maestros que han logrado que ella esté allí de alguna manera, ella representa la modernidad y faltará al respeto, es decir, se muestra a las claras la absurdidad de unos prejuicios en un sentido o en otro, especialmente subrayado por la decisión de Hazanavicius de realizar una cinta muda en pleno siglo XXI, una cinta muda refrendada por el éxito y multitud de premios. La absurdidad de negar lo opuesto. Un bellísimo discurso en fondo y forma.


Valentin bajará de nuevo sus escaleras para recibir el periódico que anuncia el crack del 29, se le enfocará en ligero picado, tras enfocar al periódico sobre la mesa, al recibir la noticia de su quiebra, que salvo éxito de su película como director será un hecho. Pero la película fracasará.
La lluvia, simbólica de nuevo, creará el ambiente adecuado.
El estreno de “Tears of love”, la película como director de Valentin, es otro de los inolvidables momentos que “The artist” deja para la historia del cine. El título, simbólico de nuevo, indica a las claras el tono que va a tener el film. En él veremos como un valeroso héroe, al final de la película, queda atrapado en unas arenas movedizas, poco a poco se irá hundiendo en ellas. Personaje y actor fundidos una vez más en otro ejemplo maestro de metalingüismo y metacine. Valentin se hunde en su carrera igual que el personaje que él mismo interpreta en su película. Peppy será de los pocos espectadores que asistirán al estreno y se identificará con la mujer que nada puede hacer por salvarlo. Él la dirá que no la ama para que lo deje hundirse solo. Peppy llorará desconsolada, la vida, el arte, una vez más fundidos. Y nosotros, identificados con ambas capas de significación, emocionados también. El viejo actor, la joven y moderna actriz y nosotros más modernos aún, emocionados por ese momento mudo de celuloide. Sin palabras.


A la salida del cine, Valentin verá su fracaso aún más resaltado por el éxito de la película de Peppy Miller. En el travelling que sigue al actor veremos sutiles y brillantes matices de puesta en escena cuando vemos a algunos de los futuros espectadores de la película de la actriz reconocer, en segundo plano, a nuestro protagonista, sin más hincapié.
La lluvia sigue siendo eterna.
Abatido, fumando y bebiendo, como el Rhett Butler de “Lo que el viento se llevó”, nuevamente, cuando sufre por la muerte de su hija, nuestro actor se lame las heridas. La visita de ella, con buenas intenciones, no hace más que aumentar el dolor. Es muy profunda la relación aunque parezca estar tratada con ligeros esbozos. Ella, a la que ama y le fascina, representa de forma humillante lo que le ha dejado obsoleto y fuera del estrellato. Luego aprenderá que lo que ella representa no es lo importante, si no la persona que es en realidad.
La visita de Peppy a George es cerrada con un plano general del actor, apesadumbrado, que recuerda a los porches que tan magníficamente rodaba John Ford.
Dos imágenes rematan las distintas trayectorias, los posters de George Valentin pisados bajo la lluvia como símbolo de su caída, y la mirada al espejo antes de pintarse su postizo lunar de Peppy Miller, que precede a un montaje de las sucesivas películas que va rodando y encumbrándola en la cima. “Shadows”, “Young and pretty”. Todo rematado con un zapato a lo Cenicienta, que se encadena con el zapato de él, que será lo opuesto.
De la lujosa mansión nada queda, ahora es un modesto piso y su acomodada vida ahora depende de los préstamos y empeños. Estamos en 1931.
James Cromwell, el fidelísimo chófer, una especie de Sancho de ese Quijote que vivía la ficción del éxito, será despedido en contra de su voluntad a pesar de llevar un año sin cobrar. Un personaje que ejemplifica la fidelidad, la tradición y los valores clásicos, que siente afecto por su empleador y se marchará profundamente decepcionado cuando éste le eche, aunque sea, aparentemente, por su bien. Preciosa la escena donde espera todo lo que puede a que su jefe, y amigo, rectifique.
Todo su patrimonio subastado, todas sus obras de arte e incluso su gigantesco retrato, con su perro, vendido para poder pagar deudas. Una caída libre sin red. Evidentemente a la salida de la subasta le veremos bajar más escaleras. El descenso interminable. En esta escena no lo veremos con el perro.
Como en la gran mayoría de escenas, nada es lo que parece, como simulando una planificación cinematográfica, del primer plano que nos muestra una información limitada, pasamos a abrir el plano para ver toda la verdad. Aquí uno de los pujadores era un chófer de la mismísima Peppy Miller, que sin olvidar a su mentor le observa y vigila. Todos y cada uno de los planos encierran algo, por ello cuando vemos cómo Peppy mira a su idolatrado actor venido a menos, veremos un plano general desde su punto de vista donde él vaga distraído y apesadumbrado, lo que provoca que casi le atropelle un coche, mientras se pierde por una calle que tiene al fondo del encuadre un cine donde proyectan una película, “Lonely Star”. Una vez más un título simbólico con respecto a los personajes.
Despojado de todo.
La partitura de la película es una auténtica maravilla.
1932. Nuevo uso de un espejo, Valentin no aguanta mirarse, le ofende su retrato, verse acabado, por ello derramará licor sobre su reflejo. No le gusta quién es. Divertidos momentos de humor surrealista en su alcoholizado lamentar en el bar. Incluso un cuadro mal colocado mostrará su desequilibrio. Su fiel chófer reaparecerá momentáneamente para llevarle a su casa tras caer borracho allí. Seguidamente veremos un colosal poster con el título de la nueva película de Peppy Miller, “Guardian Angel”, título nuevamente simbólico, ya que tanto ella, como el chófer que acabamos de ver lo son para George Valentin.


Nuestro protagonista irá a ver la mencionada película, y disfrutará con la joven actriz. En la cinta tendremos un nuevo guiño metalingüístico cuando el personaje de Peppy choque con un hombre, lo que resulta un eco del primer encuentro entre nuestros dos protagonistas, algo que le llevará a bonitos y nostálgicos recuerdos. Una escena que posiblemente impusiera la propia actriz, que tampoco olvida a George.
Si más salida que regodearse en su desgracia, George se sumirá en sus recuerdos viendo sus antiguas películas que nadie parece recordar. El éxito pasa a velocidad de vértigo y películas con un par de años ya son consideradas antiguallas.


Tendremos un extraordinario uso del blanco y negro en sentido expresionista en la escena de la sombra proyectada en la pantalla. Otra memorable escena imborrable. En la pantalla ahora no se ve al clásico héroe del cine de aventuras, sólo a su sombra, una sombra que lo dejará también solo. Asumiendo defectos. El orgullo. Una catarsis que comienza en ese momento. No se aguanta a sí mismo por tanto no le importa morir. Ahí está Murnau, ahí está “Nosferatu” (1922), “Amanecer” (1927)…
La locura, evidentemente, no está muy lejos, que le pregunten a la Norma Desmond de “El crepúsculo de los dioses”. Comenzará a destrozar todos sus recuerdos, su pasado, un pasado que le recuerda la esplendorosa imagen que tenía, algo que no aguanta. Debe destrozarlo porque es un pasado opresor de sí mismo.



Su perro, una vez más, demostrará que es la parte positiva de él, y en un momento dramático Hazanavicius se saca una escena de humor clásico de cine mudo a lo Buster Keaton, con ese perro salvador que avisa a un policía. Un perro que salvará a su amo, como en “Umberto D” (Vittorio De Sica, 1952)
Como en la escena donde Peppy usaba un fetiche, el traje de Valentin, para simular una seducción agarrándose fuerte a él, el mismo Valentin tendrá su propio fetiche y entre todas las películas destrozadas se agarrará con fuerza a una de ellas en exclusiva. Un fetiche más cuando no nos queda otra cosa.
Esta película será la que contenga la escena que rodó con Peppy, esas tomas falsas que vimos. La película del amor. Los sentimientos.
En el destrozo la sombra volverá en su desenfreno enajenado, como la habitación que destroza Charles Foster Kane en “Ciudadano Kane”.
Peppy Miller jamás se muestra orgullosa con respecto a él, y sin duda hará primar sus sentimientos a su carrera. Nuestro actor protagonista, en cambio, es puro orgullo de estrella vanidosa, pero que por encima de eso es un profesional que añora su trabajo, hacerlo bien.
La vitalidad y expresividad de ambos actores es una maravilla, enamoran en cada escena.


Dedicada a Parisina, apreciada y fiel seguidora, y a O'Flint, ese fan de Buster Keaton.


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4 comentarios:

  1. MrSambo, ¿Te has dado cuenta que a partir del momento en que el sonoro triunfa las esquinas de la pantalla se ven completas? Al principio se ven difuminadas como en las pelis mudas de los 20. La secuencia del incendio es un homenaje puro a Lang.

    El chófer está sacado de "Sunset Boulevard" totalmente. Por cierto, pedazo de actor, está al menos en 4 obras maestras de los últimos años.

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  2. Expresionismo de calidad jajaja. ¿Qué 4 obras maestras?

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  3. "Babe", "L.A. Confidential", "Space Cowboys" y RKO 281. Al menos... O a lo mejor me he pasado con lo de obras maestras ;-)

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  4. No sé si obras maestras, alguna sí, pero desde luego todas estupendas.

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