La polémica y la expectación estaban servidas ante el biopic de la que fuera Primer ministro británica, Margaret Thatcher, la dama de hierro. El resultado en general no puede ser más decepcionante.
Phyllida Lloyd, la directora de la estupenda ¡Mamma mia! (2008), no se muestra tan acertada y segura como en la comedia. Aquí nos deja un relato simplista, desorientado, superficial y mal narrado.
La mejor forma de definir “La dama de hierro” es como un gran mousse impresionista, simplista y superficial en el retrato íntimo e igual de superficial y además sectario en el público y político. Tan ligero y anodino como un vaso de agua. Eso sí, se ve del tirón y resulta entretenida.
El material que Lloyd tenía a su disposición era tremendo para haber hecho algo realmente interesante, profundo y complejo pero nos deja algo tan ligero como una compresa con alas.
Impresionista porque se basa en flashes y pequeñas pinceladas con las que se pretende mostrar un todo, una opción como cualquier otra si no fuera porque las pinceladas están mal trazadas y el todo queda difuso, confuso y borroso. Superficial. Retazos mínimos tanto en lo íntimo como, especialmente, en lo público que son incapaces de mostrar una imagen mínimamente presentable del personaje.
Es un mousse porque esa ligereza, superficialidad, prisas y narración puntillista se digiere tan fácilmente como se olvida. Ni llena, ni marca, ni emociona, ni hace reflexionar ni tiene el peso y la enjundia que cabría suponer a un biopic de este personaje.
Es simplista porque sus reflexiones o conclusiones sobre el carácter y la política, sobre sus decisiones y manera de ser tienen el mismo calado de un retrato psicológico hecho por los Teletubbies. Todos sabemos de la influencia del padre (Iain Glen), pero no puedes agarrarte a eso en exclusiva para definir un carácter, además de mostrar esa influencia en dos breves escenas. Todos sabemos que la guerra en Las Malvinas fue un empuje en su popularidad, pero no te puedes agarrar en exclusiva a eso para explicar que fuera la Primer ministro que más tiempo estuvo en su cargo… y así hasta el infinito. Muy mal narrada.
Sectaria porque su retrato impresionista no sólo está en la forma, sino en el fondo, de ahí sus problemas de superficialidad, pero cuando le da por pararse en algún aspecto algo más de tiempo siempre es omitiendo información indispensable para explicar todo el contexto personal y público. Una vez más provocando profundas lagunas en la historia desde el guión.
No funciona ni en el retrato político ni en el íntimo.
Una profunda decepción.
Pero por encima de decepciones o mediocridades se eleva una actriz descomunal, casi insultante para el resto de compañeras de profesión. Una actriz que cada vez que aparece en pantalla acumula todo tipo de nominaciones y premios y que desde luego por currículo debe considerársele una de las mejores actrices de todos los tiempos. Por currículo, pero si analizas su trabajo tendrás que confirmar que estamos ante una de las mejores actrices que ha dado el cine, a situar en el puesto que se quiera del top 5. Meryl Streep.
Casi dan ganas de pedirle que regule sus apariciones para dar opciones al resto de actrices a conseguir galardones, porque como ella aparezca las opciones se reducen al mínimo.
Aquí vuelve a estar majestuosa, espectacular, sublime.
Centrándonos en la cinta empezaremos por comentar que el uso del apodo, “La dama de hierro” es una buena elección que sirve como contraste a la vulnerable guerrera en que se ha convertido ahora Margaret Thatcher.
Los espejos tendrán su peso en la película, una recurrente idea para mostrar la paulatina evolución del deterioro mental de la que fuera Primer ministro el Reino Unido, el símbolo que explica esas constantes visiones e imaginaciones producto del alzhéimer.
Lloyd plantea la vida pública y política de Thatcher como un simple marco para lo que le interesa verdaderamente, su retrato más íntimo, especialmente en la actualidad, el retrato de su personalidad y como se forjó. Pincha en hueso desde luego. Lo plantea desde flashbacks, recuerdos que basculan desde la nostalgia al orgullo, lo que acaba resultando además profunda y estúpidamente condescendiente con el personaje. Ese retrato íntimo es el que dará sentido, en teoría, al mencionado marco, o sea lo público y político.
Se comenzará con la influencia paterna, conocida por todos, idolatrado por ella, perteneciente a una familia cristiana y de ideas liberales y conservadoras, y que le enseñó todos sus principios y valores, que defenderá siempre tenazmente en el futuro.
El planteamiento y su interacción con sus visiones recuerdan de alguna forma a “Una mente maravillosa” (Ron Howard, 2001). Con todo son más las diferencias que la similitudes con aquella película, que sin ser nada excepcional, es bastante más brillante que ésta, tratando a su personaje de manera algo hagiográfica, como suele ocurrir en algunos biopic, pero cinematográfica y narrativamente de forma más que aceptable.
También recordaremos a “El discurso del rey” (2010) en las escenas de preparación para la vida pública del personaje.
Como no podía ser de otra manera tratándose de una historia sobre la vida de Margaret Thatcher términos como “obstinarse”, “terco”, “tozuda”… abundan en la cinta.
Varias veces veremos al personaje de Thatcher viendo “El rey y yo” (Walter Lang, 1956) y se muestra además conocedora de toda la trayectoria de Yul Brynner en la historia de Margaret Landon, sus infinitas representaciones etc. Un autoritario monarca que queda cautivado y que madura gracias a la institutriz de sus hijos, como referente cinematográfico.
Curiosamente “La dama de hierro”, seguramente de forma involuntaria, tiene una de las escenas que mejor defienden a la señora Thatcher, en una confrontación en el Parlamento con los miembros del partido laborista da un buen número de datos y argumentos ante lo que sus rivales replican burlándose de las formas y uso de su voz. Ella contraargumentará que si se fijase más en el fondo que en la forma aprendería algo. Así es, el signo de los tiempos y la propaganda. Con ella el debate filosófico-económico quedó finiquitado. Lo bueno de esto es que Lloyd en esta ocasión podría haberse aplicado el cuento.
Thatcher vive una continua lucha por defender sus principios e ideas, que cree pueden mejorar el país, aunque Lloyd, eligiendo regular de nuevo, se centra en una idea feminista, al ser ella una mujer en un mundo de hombres, la primera mujer en ser Primer ministro en la historia del Reino Unido y en entrar en la Cámara de los Comunes. Bien es cierto que también rompió esa barrera. Se impuso a todo, salvo a las confabulaciones de su propio partido. Una persona decidida, tozuda, intransigente en muchas ocasiones, firme y nada temerosa en ejecutar lo que cree correcto aunque no sea popular.
Existe un buen contraste entre las agresivas manifestaciones de ciudadanos contra Thatcher, cuando ésta está en su coche, por decisiones políticas, con las peticiones de sus propios hijos para que no los abandone en busca de su carrera política. Una decisión absoluta.
Thatcher verá videos de su pasado con su familia en una idea metalingüística de la propia concepción de la película.
Phyllida Lloyd recurre a ciertos toques surrealistas, unas veces simbólicos otras humorísticos, como la escena donde se prohíbe el paso a Thatcher a todas las salas menos a la especialmente encomendada a mujeres que contendrá una plancha en pleno senado, o la de la linterna, una luz donde los demás no ven.
Se retrata una crisis económica, heredada, casi como si fuera responsabilidad de ella, nos paramos en los problemas y conflictos pero luego se nos omiten los méritos y la recuperación, ese toque sectario.
En la Guerra de Las Malvinas se hace hincapié en las bajas y se pretende dar la sensación de que el éxito en aquel conflicto es la única base de la popularidad de Thatcher, en un simplismo evidente de las causas que la llevaron a ser el Primer Ministro más duradero en el cargo. Un nuevo ejemplo de simplismo sectario. El pueblo la apoyó por su gestión global, especialmente la recuperación económica.
Lloyd prefiere dar poca relevancia a la labor imprescindible que tuvo Thatcher en la caída del muro de Berlín por ejemplo, lo plantea más bien como un hecho histórico donde enmarcar los que ocurre ajeno casi a la historia.
Es una forma sibilina de tratar al personaje, las conclusiones pueden ser las mismas tratando el tema con un poco más de profundidad y talento y sobre todo dando todos los datos. Los apuntes dictatoriales o despóticos fundamentados en su tenaz y decidido carácter están bien, pero la falta de datos, ambigüedad y profundidad tiran el andamiaje.
Otro detalle significativo es que se plantean los asuntos críticos desde un punto de vista objetivo, en cambio cuando hay algún argumento positivo se pone en boca de la protagonista de forma subjetiva, lo que de forma sibilina, una vez más, trata de diferenciar, dando por sentados los hechos negativos mientras que los positivos valen lo que la opinión de la responsable, a la que desprestigia en líneas generales. Pequeños detalles.
El aspecto ideológico es secundario pero no lo es que se omitan sucesos si se da importancia a otros sesgando el retrato de la protagonista. Está bien tomar partido pero siempre mostrando los hechos completamente. Se trata de un biopic que omite aspectos esenciales de la vida de la protagonista resultando narrativamente un desastre, dejando múltiples lagunas que desconciertan y provocan la incomprensión del espectador, que no entiende cómo y por qué méritos llega donde llega, al hurtarse su currículo, sus estudios y valores. Una simplificación fallida.
Con todo la cinta no puede ocultar que en las batallas dialécticas ni en los hechos Thatcher saliese vencedora, y muestra que salió vencedora en todas sus batallas y propósitos teniendo a menudo todo en contra. Salvo la confabulación interna de su propio partido.
El retrato que se da del padre es positivo y bueno, así como el de Denis Thatcher (un entrañable Jim Broadbent), su marido, realmente entrañable, sobre todo en la imaginación de ella. Se la humaniza aunque, como comenté, con actitud condescendiente.
La película a pesar de sus innumerables defectos se deja ver bien, es entretenida y técnicamente aceptable, de fluido ritmo, pero no contiene nada verdaderamente reseñable salvo la inconmensurable interpretación de Meryl Streep. Es entrañable recordar cuando a esta actriz sólo se la valoraba por asimilar bien los acentos… Angelitos.
Una decepción que deja una interpretación para el recuerdo, una más, de esta maravillosa actriz.
Je. Ya sabes lo que opino. Fetén!
ResponderEliminarYo comentaría la macabra crueldad de presentar como última escena a la Thatcher lavándose su taza de té. Justo lo que le pide a su marido que no sea su vida cuando éste le pide matrimonio. Revanchismo, diría yo... Una especie de "da igual lo que seas, terminarás siendo una mierdecilla más".
Ayer vi J. Edgar. Me gustó. Mucho. Aconsejo verla y ponerla en contraste con ésta. Pobrecita Phyllida... Un pero, y grande a mi juicio: QUÉ MAL MAQUILLAJE POR DIOS!!!!
TDK, Me alegra este comentario sobre manera, y en especial que hagas mención a esa escena porque ya la habías comentado brillantemente por Twitter, y sirve como complemento ideal a la crítica. Muchas gracias.
ResponderEliminarSí, he oído que el maquillaje era lastimoso y opiniones muy encontradas sobre la peli de Eastwood, la veré en breve. Santiago Navajas tenía una explicación para el maquillaje tan poco currado. Deseando verla. Agobiado por postear 3 películas de los Oscar antes del viernes jajaja
Nunca me han gustado los biopics. Suelen pecar de incompletos o maniqueos. Así q no tenía pensado ir a ver esta propuesta.
ResponderEliminarNi siquiera x Meryl, a quien tengo en gran estima.
Por si fuera poco, no puedo con la Tatcher.
Por todo ello, gracias x traerla aquí, ya q tu como siempre detallado trabajo me aporta el conocimiento suficiente como para suplir en parte el visionado de la cinta.
Un beso sensei!
R
Muchas gracias R, si no te va Thatcher lo mismo no te disgusta tanto pero como película deja que desear. La verdad es que es un placer leer mensajes así. Muy satisfactorio. Muchísimas gracias.
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