Esta segunda conversación nos regala la escena más bella del
año, una exquisitez absoluta, de sencillez e intimidad suprema, de lirismo, autenticidad,
romanticismo y profundidad sublimes.
Esta secuencia se inicia con reflexiones sobre el empacho
sensitivo de la vida moderna, como especifican las bellas frases señaladas en
rojo justo encima. Un mundo que lo da todo demasiado pronto, al instante, sin
medida y cuando queremos, todo gracias a la tecnología que va matando los
sentimientos hasta suplirlos por sensaciones, que son las que intentan saciar
ese vacío.
Samantha desarrollará su angustia vital en esta escena,
comienza a sentir, a emocionarse, a comportarse como un ser humano, a
entenderlo todo y no entender nada, y a anhelar un cuerpo con fuerza, algo
frustrante para ella. Quiere sentirlo todo, quiere ser física, quiere sentir lo
físico, el tacto de una piel, la caricia de una mano, la calidez de un beso, la
embriaguez de un abrazo… Ella reflexiona sobre la autenticidad de sus propios
sentimientos, si al ser ella virtual sus sentimientos lo son también, son
falsos, son mera programación… Sufriendo.
“Eres real para mí, Samantha.”
Una vez dicho esto tenemos un momento sublime, el clímax de
la escena, con la relación sexual de la pareja, sugerida, sugerente. Auténtica,
íntima, sentida, maravillosa. Una escena y un momento tan arriesgados como bellos
que se hacen increíblemente reales y emotivos. Una escena que engloba buena parte
de la esencia de la cinta, la idea del amor como algo intangible, invisible,
mental, esos hilos invisibles que tejen los sentimientos, que nos unen, que
tocan el corazón. Jonze fundirá a negro cuando comiencen las palabras
sensuales, cuando aumente la excitación, cuando Theodore vea y sienta ese
vínculo con Samantha, cuando descubra que sus palabras la hacen vibrar, sentir,
gozar… La genialidad radica en que el director mantiene el fundido por largo
rato, mientras el clímax se va desarrollando en la pareja, los oímos disfrutar
en off, sus gemidos de placer, su orgasmo, respetando su intimidad. No somos
voyeurs, compartimos y sentimos lo mismo que ellos, ese fundido nos obliga a
imaginar, a crearnos una intimidad, a sentir lo que sentimos en esos momentos
con nuestra pareja, con nuestro ideal. Un recurso extraordinario, ese fundido,
que nos hace sentir como reales los sentimientos y sensaciones de Samantha, un
Sistema Operativo, así como los de Theodore.
Esta escena da un giro a la historia. Se inicia una historia
de amor especial, distinta, donde todo es nuevo. Aquí surge otro tema muy usado
por Jonze, la ingenuidad, la inocencia, como algo a conservar, esa idea de
seguir siendo niño, de no caer en el cinismo y el descreimiento adulto, no
perder la capacidad para sorprenderse, fascinarse, disfrutar… Así lo vimos con
Max en “Donde viven los monstruos” (2009), por ejemplo, así lo vemos con
Theodore y Samantha.
Esta pareja está naciendo, creciendo junta, descubriendo
algo inexplorado, haciéndole perder los miedos a Theodore cuando al inicio de la
escena temía no poder sentir algo nuevo ni intenso.
Un mundo futurista no muy lejano.
Jonze crea un universo futurista muy realista y cercano, que
nos es muy reconocible. Una estética con muchos tonos suaves, dulces, pastel,
un mundo virtual agradable y acogedor donde los colores juegan parte importante
en la evolución del personaje y donde todo nos envuelve para cobijarnos y
acogernos, hacernos sentir a gusto. Una estética New Age donde la música, los
tonos pastel, la puesta en escena y decorados, los reflejos lumínicos… en una
dirección básicamente sobria, discreta y clásica, nos hipnotizan.
Un colorido estético fascinante, blando, tenue, agradable,
luminoso, que tienen en las camisas, cazadoras y polos naranjas de Theodore
(Joaquin Phoenix), nuestro protagonista, el elemento más importante, además de
suponer un rasgo diferencial con respecto al resto. Le veremos deambular por
las calles donde el resto de la gente viste en tonos claros, por lo que él
sobresale de manera evidente.
Theodore siempre suele tener un vestuario llamativo, naranja sobre todo, el naranja es el color más habitual en Theodore, pero habrá excepciones. Al inicio de la cinta esa prenda colorida será más exterior, la cazadora, como una coraza que lo vincula al recuerdo de su mujer. Luego se irá interiorizando según se enamora de Samantha y avanza en su relación, con camisas y polos naranjas. Cuando tenga su cita con Olivia Wilde cambiará el naranja por el amarillo, otro juego con el color y el vestuario significativo… el naranja está destinado a Samantha y a los sentimientos verdaderos. También irá de amarillo en la fiesta cuando habla con una niña que remarca de forma sutil la falta de cuerpo de Samantha. Tras hablar con su mujer Theodore se cuestionará su relación con Samantha, momento en el que le veremos con colores más neutros y sobrios, apagados. Cuando se reconcilie con Samantha los naranjas aparecerán de nuevo, en la siguiente escena.
El mundo creado por Jonze es de un futurismo realista,
podría ser dentro de pocos años, muy semejante al nuestro, sólo distinto en
ciertos avances tecnológicos.
Es un mundo virtual, lleno de tecnología de aísla y a la vez
relaciona a las personas, que pierden tiempo hablando con máquinas y a la vez
desarrollan relaciones con múltiples personas, aunque empiecen la relación a
distancia, un mundo complejo y calcado al actual.
-Así veremos pantallas, súper ordenadores personales,
tablets, pequeños reproductores, Sistemas Operativos reducidos al tamaño de un
Ipod, consolas… Veremos muchas escenas de personas hablando a pantallas, algo
predominante.
-Theodore pasará sus ratos de ocio en la soledad de su casa
jugando a la consola. Algunos juegos también interactúan de forma divertida con
él.
-Theodore se informará virtualmente, el papel brilla casi
por su ausencia, los libros están en peligro de extinción, por eso su trabajo,
con cartas escritas a manos, en hojas de papel, es casi una excentricidad, un
síntoma de autenticidad, una bocanada de realidad, que de alguna forma es lo
que más define a Theodore, un personaje integrante perfecto de ese mundo donde
prima lo virtual pero auténtico de pies a cabeza. Por supuesto el erotismo y el
porno, la estrella de internet, serán la principal tentación al oír las
noticias, las sensuales fotos de una presentadora embarazada serán lo único que
llame la atención de Theodore mientras viaja, aislado, con sus auriculares y su
pequeña pantalla en el metro. Un metro donde todos hablan solos, no se
relaciona y van con auriculares o mirando hacia sus pantallas. Como en
cualquier metro de la actualidad casi.
-La tecnología como compañera de la soledad… o quizá parte
de la causa. Lo cierto es que el cine ha investigado y explorado en muchas
ocasiones la soledad urbana, la soledad en la sociedad moderna, en casa “La
semilla del diablo”, por poner un ejemplo (Roman Polanski, 1968), o en el
extranjero “Lost in translation” (Sofia Coppola, 2003), pero sin vincularla a la
tecnología, por lo que es más un sustitutivo, que quizá puede servir para
aliviar esa soledad o incluso hacerla desaparecer forjando relaciones, aunque
también es posible que en determinados casos amplifique el problema. En cuanto
a tono y atmósfera esta cinta sí tiene muchas similitudes con la magnífica
película de Sofia Coppola.
Theodore siente por y para esa conciencia que es virtual
pero real, sobre todo para él, que le ayuda y acompaña.
-Cuando Theodore juegue a la consola junto a Samantha la
cosa cambiará, todo será más divertido y cobrará nuevas perspectivas. Ella le
instará a invitar a una chica, irá poco a poco haciéndole salir del cascarón
donde anda metido. Ella, que lo revisa todo, descubrirá que dejó su relación
con su mujer y deducirá que necesita un nuevo aliciente. El juego que se hace
con los mails, los correos y las revisiones de Samantha es muy bueno y está muy bien
integrado desde el guión. Theodore aceptará el reto de salir con esa chica que
le propone su Sistema Operativo. Una relación personal. Como curiosidad
comentar que la voz del alien que aparece en la consola e interactúa con
Theodore y Samantha es del propio Spike Jonze.
-El trabajo de Amy consiste en crear videojuegos, la veremos
haciéndolo junto a Theodore, fan de ellos, y divirtiéndose con uno junto a su
Sistema Operativo, un nuevo amigo. La escena donde descubrimos el trabajo de
Amy se inicia con Theodore solo en el plano jugando a un videojuego donde
controla a una ama de casa, para luego descubrir que Amy le acompaña. Una idea
similar a la de la primera secuencia. Aquí le explicará el voto de silencio de
6 meses de su marido, que se ha hecho budista.
-Amy también congenia con su Sistema Operativo, aunque en
principio la cosa no va más allá de una hermosa amistad. La conversación sobre
Sistemas Operativos que rechazan a sus compañeros, las relaciones románticas
con Sistemas Operativos que son poco frecuentes según las estadísticas, las personas
que se ligan a los Sistemas Operativos de otros etc… es muy divertida y define
un mundo virtual donde Sistemas Operativos y personas están al mismo nivel y
actúan de la misma forma. Amy y Theodore sincerándose con respecto a su
relación con sus Sistemas Operativos.
“Creo que todo el que se enamora es raro. Hacerlo es una
locura. Es una forma de locura socialmente aceptada”.
La música acompaña a la perfección, en esa atmósfera New Age
que tiene la cinta, incluso Theodore pedirá temas nostálgicos, para regodearse
en su estado de ánimo. Es un envolvente mundo virtual.
Es divertida la escena donde Theodore instala a Samantha. Parece que le van a hacer un interrogatorio exhaustivo para definir la
personalidad del Sistema Operativo, pero tras hacerle una pregunta sobre su
madre que apenas logra contestar quedará instalado para sorpresa nuestra y de
Theodore.
Mientras Samantha explica su funcionamiento y desarrollo
veremos un plano distorsionado de Theodore reflejado en un cristal, es como su
renacimiento, una personalidad rota que va a comenzar a recomponerse.
La descripción de los dos personajes y su desarrollo es
magnífico, vamos viendo esa empatía que tiene Theodore, el conocimiento que
logra de las personas por y para los que escribe cartas, el paulatino
enamoramiento de ambos, los complejos y miedos que surgen por distintos motivos
y de distintas formas en función de sus problemas e inseguridades…
Amy (Amy Adams), es un personaje importante en este
entramado de relaciones y el conflicto entre realidad y ficción porque supone
la relación personal más desarrollada de la película, la más íntima y profunda,
esencial conceptualmente para el fondo de la historia, para abarcar todos los
aspectos de ese universo creado por Jonze. Es la amiga íntima de Theodore y
está felizmente casada… en apariencia. Esta relación es curiosa porque tiene el
tema de la evolución, el desarrollo y el crecimiento como aparte esencia de la
misma. Es por ello que los veremos a menudo vinculado a alturas o elementos que
los hacen ascender, sobre todo ascensores, pero también escaleras, hasta llegar
a la resolución lógica y definitiva de la última escena, subiendo juntos a la
azotea del edificio.
-Se nos presentará a Amy y su pareja, también amigo de Theodore,
Charles (Matt Letscher), precisamente en un ascensor… Ella crea videojuegos y
está preparando un documental, un proyecto que mantiene en secreto y dará para
un simpático gag… Consiste en un plano fijo de su madre durmiendo… sin más. El
sueño como metáfora de la plena libertad, tema que de alguna forma se relaciona
con los personajes de Amy y Theodore, que deben desprenderse de sus lastres y
cuerdas que los atan para sentirse libres. Así se sentirá Amy tras el divorcio,
así lo manifestará.
-En un ascensor Amy contará a Theodore que se ha separado de
su marido… Una discusión rutinaria, cotidiana, rompe con todo. Jonze de nuevo
minimalista, retratando la fragilidad del amor, de las relaciones.
-Una escalera también será importante en la relación de Theodore
y Samantha, de hecho todas las relaciones van encaminadas a la madurez y
evolución del protagonista. Es la de la reconciliación de Theodore con su
pareja virtual, una bonita escena con él sentado en el escalón de una escalera,
con su camisa de tono neutro, gris. Aceptándose, compartiendo soledades. Otra
hermosísima escena, sentida y emocionante, en una película repleta de hermosas
escenas íntimas.
-Una escalera más, la que sirve de contenedora y testigo al
conflicto definitivo de la pareja, cuando Theodore recibe la confesión de la
nueva realidad de Samantha, en lo que se ha convertido, enamorada de 641
personas. Es una nueva metáfora de la evolución y el desarrollo de la pareja,
en especial de Theodore. Una nueva escalera, una nueva realidad, una nueva
transición.
-Las últimas escaleras son las de la escena final, las que
suben Theodore y Amy, juntos, hacia la azotea. Es el final del viaje, la
superación de la apatía, de los lastres, llegando a la madurez juntos, con una
relación permanente, la de su amistad. Dos amigos maduros mirando desde lo más
alto la ciudad.
La importancia o intrascendencia de “lo físico” también es
uno de los temas sugerentes de la cinta. Que incita reflexiones muy
interesantes.
LLORANDÍSIMO.
ResponderEliminarJajaja bueno, llora, pero que sea para bien!!!
Eliminar“Creo que todo el que se enamora es raro. Hacerlo es una locura. Es una forma de locura socialmente aceptada”.
ResponderEliminarY que fantástico es ser raro y sorprendente y más si lo compartes con personas con las que sientes afinidad. Que sería de la vida sin las locuras... Si es eso lo que nos llena de vida! Ya venga por el medio que venga :)
Enganchada estoy! Sigo...
Gracias!
Y que lo digas... una locura irremediable además!
EliminarGracias a ti.