Mientras esperamos el “Lincoln” de Steven Spielberg, la
película sobre el décimo sexto presidente de los Estados Unidos, nos toca
conformarnos mientras con ésta otra aparición de tan ilustre personaje.
Mediocre cinta de acción y fantasía donde se ha convertido a
uno de los presidentes más grandes de la historia de Estados Unidos, si no el
más grande, en un cazador de chupasangres. La originalidad al poder. Esta vía
da para mucho, quizá veamos a un Papa cazando zombis o a un pacífico Mahatma Gandhi
intentando domar hombres lobo.
El mayor problema de la cinta es que no logra congeniar los
aspectos históricos con los fantásticos en ningún momento, no encajan, el
espectador no acaba de entender qué tiene que ver el contexto histórico y el
tema de la esclavitud, por ejemplo, con toda la trama vampírica… y lo que es
peor, que si intenta buscarle sentido puede acabar molestándose por la estupidez
de todo, historia y personaje.
Hay una evidente simplificación y superficialidad tanto en
lo que corresponde al contexto histórico, la esclavitud etc. como con respecto
al personaje, pero esto, en una cinta de este tipo, es completamente secundario
o intrascendente.
La película la disfrutarán todos aquellos que gusten de la
acción “adrenalítica”, los salpicones de sangre y la violencia exagerada, eso
sí, se trata de un gore light y una violencia muy asumible.
El otro gran defecto de la película es que lejos de lanzarse
y explorar sin temor su estrafalario argumento, un Abraham Lincoln cazando
vampiros, se toma todo demasiado en serio, lo que provoca el descacharre total.
Un Sam Raimi en su estado más gamberro podría haber hecho con este argumento
algo muy potable y divertido, potenciando el humor que la propia historia
podría provocar, pero se ha preferido ir sobre seguro, timoratos, hacia una
cinta tópica y mil veces vista sobre vampiros y sus cazadores.
Escenas de acción que, siendo lo mejor de la cinta, no
llamarán especialmente la atención, recurriendo al manido efecto bala y cámaras
lentas para dar un “look chulo”, humor ocasional bastante pobre, trasfondo
frívolo e incoherente, progresión dramática completamente fallida en un guión
poco elaborado y esquemático, personajes planos y sin fuerza, especialmente el
protagonista (Benjamin Walker), y ni asusta ni tensa ni crea emoción.
Es decir, que mucho rollo pero no hacía falta usar el nombre
de Lincoln para esta película, ya que no se aparta ni un ápice de cualquier
otra similar del género donde un tipo se dedica a cazar vampiros, “Van Helsing”
(Stephen Sommers, 2004), por ejemplo.
Ejemplos de mala progresión dramática y guión deslavazado,
pues en las motivaciones del protagonista, se inicia como una persecución al
asesino de su madre que se generaliza al resto de vampiros por la amenaza que
suponen, pero se da el paso a la actividad política del personaje sin mayor
desarrollo ni explicación, sin que se entienda nunca en qué influye todo eso en
su lucha contra los vampiros y si aparte de dicha lucha contra los chupasangre
le importa verdaderamente otra cosa al bueno de Lincoln. Eso sí, tiene un amigo
negro de la infancia, al que ya defendió en su niñez, que lo muestra como un
hombre que lucha contra las injusticias y suponemos contra la esclavitud,
aparte de todo. Muchos saltos y trompicones en una historia que se sustenta,
básicamente, en la sucesión de escenas de acción y encuentros con vampiros.
Los efectos especiales son buenos y tiene una notable espectacularidad,
lógica por contar con un buen presupuesto, además tiene algunos aspectos
interesantes de puesta en escena, pero nada especialmente reseñable.
La estética gótica, que tiene ciertos ecos al bueno de Tim
Burton, productor de la cinta, es bastante potable, se relaciona en el inicio a
los vampiros con las sombras, en clara referencia al expresionismo y al
“Nosferatu” (1922) de Murnau.
Resulta interesante, de los aspectos dramáticos más
rescatables de la cinta, la relación entre Lincoln y su amigo vampiro Henry
Sturges, bien interpretado por Dominic Cooper. Un vampiro que lucha contra los
vampiros como puede, ya que entre ellos no se pueden matar, y del que nuestro
protagonista desconoce inicialmente su verdadero ser. Este aspecto resulta simpático
ya que desde el principio sabemos que el bueno de Sturges es un vampiro, y en
la escena en su casa las pistas salen por todos lados mientras nuestro ingenuo
protagonista no se entera de nada. Veremos sólo su sombra al iniciar el
descenso por la escalera, beberá ansioso un líquido rojo, que no resulta vino
(momento subrayado por la música), y cuando apure su copa el ansia cesará, se
pondrá protector solar… Vamos, blanco y en botella. Tras alguna conversación el
mentor se decidirá a entrenarle, oponiendo poca resistencia a las peticiones de Lincoln, bien es cierto.
La relación es interesante porque ambos tendrán continuos choques y formas
distintas de ver las cosas desde que Lincoln emprenda su caza a los vampiros, el
mentor acabará por no dar ni un solo consejo bueno, hasta el punto que Lincoln
irá a su bola prácticamente desde el inicio, sin que por ello se pierda la
fidelidad entre ambos personajes.
Comprenderemos las motivaciones de Sturges cuando mediante
un flashback nos cuente la desgraciada historia de su amada, muerta a manos de un
estupendo Rufus Sewell, que además fue quién le convirtió en vampiro.
“El verdadero poder no viene del odio sino de la verdad”.
También tendremos el obligado componente amoroso, Lincoln se
enamorará y casará contradiciendo, como tantas otras veces hará, a su mentor,
del que se alejará cuando conozca su secreto. Con todo tendremos chorradas de
guión como ese arrepentimiento de su relación con Mary Todd (Mary Elizabeth
Winstead), una vez está enamorado, en vez de anticiparse a la jugada…
Veremos esos pequeños apuntes biográficos que nos regala la
película… ejem, como los estudios de derecho de Lincoln, algo de lo que
intentará sacar partido su amigo negro, Will Johnson (Anthony Mackie), en su
reencuentro. Nuestro futuro presidente va logrando un fiel grupo para sus
propósitos. Guardará el hacha y se dedicará a las palabras. Y del derecho…
derecho a la política.
Supongo que una de las escenas que más llamará la atención
será la de la venganza de Lincoln con el asesino de su madre, Jack Barts
(Marton Csokas), rodeados de caballos en estampida, caballos sobre los que se cabalga, se
salta, se tumban o saltan, a los que hay
que esquivar o incluso a los que se puede lanzar estilo boomerang contra el
enemigo… Completita y desfasada. Interesante fotografía en dicha escena.
Rufus Sewell realiza una buena interpretación, sacando
partido a ese rostro tan inquietante que tiene sin mayor dificultad.
Otro personaje interesante es el del empleador de Lincoln,
el que le contrata y da un lugar donde alojarse, Joshua Speed (Jimmi Simpson),
un personaje que apesta a traidor, que el director se esmera en que parezca un
traidor, con esos pequeños desplantes que Lincoln le hace (menciona a todos
como “su familia” menos a él etc), para luego mostrarse como el más fiel de sus
aliados. Hará las veces de deus ex machina en alguna ocasión, como en la escena en
la que el malísimo Sewell, Adam, quiere convertir en vampiro a Lincoln.
Visitaremos Nueva Orleans.
Siempre me ha gustado ver lugares y edificios clásicos o no,
antes de su creación o en proceso, lugares reconocibles por todos donde en esa
máquina del tiempo que es el cine podemos verlos a medio construir. Hay una
magia especial en todo ello y en esta cinta puedo disfrutar de algunos
ejemplos, como con El Capitolio. Parece que han estado ahí siempre, pero hubo
un tiempo donde no estaban. Lo mismo siento con el reloj de “Regreso al
futuro” (Robert Zemeckis, 1985), y ni siquiera es un edificio famoso.
Buena escena la del asesinato del hijo de Lincoln, sin voz,
con sólo una suave música, planificada de forma similar a la escena de la
muerte de la madre. Escena pudorosa.
Como es de recibo la palabra “libertad” estará en la boca
del bueno de Lincoln en todo momento durante la película.
“Hasta que todos los hombres sean libres, todos somos
esclavos”.
Las diferencias del matrimonio tras la muerte del hijo se
mostrarán en ciertos detalles de puesta en escena, como esa larga mesa donde
cena la pareja con cada uno de ellos en una punta. Esa lejanía se corregirá posteriormente
para mostrárnoslos juntos en la cama, una vez reconciliadas sus diferencias.
La parte final es para el derroche de acción, la
recuperación del hacha del protagonista, su reinicio del entrenamiento… Ambos
líderes, Lincoln y el vampiro Adam, serán mostrados en un encadenado con la
misma postura, los puños sobre una mesa. El duelo mediante ese vínculo.
El clímax será exageradísimo, como mandan los cánones. La
muerte de los dos vampiros principales, Adam y su chica, Vadoma (Erin Wasson),
será a manos de los dos protagonistas respectivamente, Lincoln y su mujer, que
usarán objetos personales e íntimos para llevarlas a cabo, el reloj familiar de
Lincoln y la cadenita con la espada del juguete del hijo asesinado.
Acción, fantaterror light, salpicones de sangre, exageración
y excentricidad para los menos exigentes.
Pues esta para una tarde de domingo sin nada mejor que hacer, me motiva. No hay que pensar, se puede dormir uno a la hora de la siesta y si hace mal tiempo no está mal el plan.
ResponderEliminarAl tiempo.
Para eso creo que es ideal Pablo jejeje
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con la critica. Encuentro de muy mal gusto utilizar el nombre del presidente. Podian haber cogido otro nombre.
ResponderEliminarY por otro lado que he visto muxas peliculas de vampiros y esta deja muxo que desear. Saludos:)
Un saludo Anónimo, gracias por el aporte.
EliminarUna de esas películas sin las que puedo seguir viviendo.....
ResponderEliminarHaces muy bien jejeje
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