Crítica: LA NOCHE DEL DEMONIO (1957)

JACQUES TOURNEUR

 

Es justo y a la vez injusto que a Jacques Tourneur se le recuerde básicamente por sus películas de terror. Justo porque son, en muchos casos, obras maestras e injusto porque Tourneur es uno de los grandes de la historia, independientemente del género, ya que no solo demostró su maestría y estilo personal en el género fantástico, sino también en el negro o el western, por poner algún ejemplo.

“La mujer pantera” 1942, “El hombre leopardo” 1943, “Yo anduve con un zombie” 1943, fueron las colaboraciones de Tourneur con el productor Val Lewton, las que le dieron la fama. “La noche del demonio” no llega hasta el 57 y es considerada una de las mejores muestras de terror de la historia del cine, especialmente de temática demoniaca.

Las atmósferas en el cine de Tourneur son algo único, inigualable, y que han influido en muchísimos directores posteriores.

“La noche del demonio” fue muy novedosa en su época, ya que el tema demoniaco apenas se había tocado hasta entonces, y sorprende que se tocará con esta maestría, sin caer en la auto parodia, ni siquiera vista hoy día, resultando fresca y viéndosela como referente para multitud de películas posteriores, incluso en sus planteamientos. Toda la película está repleta de imaginería demoniaca, incluida la barba del chivo del doctor Karswell.

Un psicólogo americano, interpretado por Dana Andrews, que se dedica a desprestigiar todo lo que tenga que ver con la brujería o la magia, a las cuales considera una mentira o un fraude, investigará el caso de un profesor que murió en extrañas circunstancias. Este profesor, en un principio, tampoco creía en sectas demoniacas, pero al verse inmerso en una investigación sobre las actividades del doctor Karswell (Niall MacGinns) fue cambiando de opinión. John Holden, el psicólogo, verá como se tambalean sus creencias conforme se adentra en dicha investigación.

Aunque hay cierto interés en mantener ambigüedad en algunos aspectos, esta ambigüedad se mantiene más con respecto a los personajes más ajenos a la trama o directamente accesorios que a los que están inmersos en la misma. Con respecto a esto, la película toma partido sin lugar a dudas por lo paranormal, por la fe, por lo mágico. Que la historia esté construida sobre el conflicto entre la fe y el escepticismo es un acierto y resulta sumamente interesante con respecto a la evolución de los personajes y dicha historia.

El comienzo plantea esa ambigüedad a la vez que marca el tono de la película, su ambiente y atmósfera. El escéptico profesor llega alarmado a la casa de Karswell reconociendo su equivocación, es decir, dando veracidad a las tesis del Dr. Karswell.  Después de hablar con él, el profesor se va más calmado, pero acaba muriendo al ver una aparición que surge de la nada, la personificación del demonio le ataca y acaba con él (muere electrocutado huyendo de la aparición, pero posteriormente se dirá que su cuerpo estaba destrozado sin saber muy bien por qué. Interpretaron que sería por animales que rondaran la zona). No sabemos si lo que hemos visto es verdadero o si el profesor estaba sugestionado por las artes del Dr. Karswell. La ambigüedad del comienzo queda matizada o directamente eliminada si atendemos al punto de vista. La muerte según la autopsia fue provocada por el accidente contra el poste de la electricidad, pero posteriormente a su muerte nosotros seguimos viendo a la manifestación demoniaca acercándose al cuerpo.

El protagonista, Dana Andrews, es el único escéptico, de los que le rodean, de manera radical, la sobrina del profesor fallecido no desecha posibilidades paranormales y por eso insiste en investigar los cabos sueltos de la muerte de su tío. Así otros personajes que hablan con el psicólogo manifiestan que ellos sí creen.

 

La puesta en escena y los encuadres de Tourneur son clave para entender su maestría a la hora de crear atmósferas y sumir al espectador en tensión, hacerle partícipe de un ambiente enrarecido, extraño, donde cualquier cosa puede pasar en cualquier momento, así de forma sutil vemos ligeros picados, como el que hace a Karswell cuando habla por primera vez con Holden por teléfono, o ligeros contrapicados en otras escenas. En la biblioteca hay varios ejemplos de estos encuadres y también cierta neblina, muy preciada a Tourneur, que da siempre, en muchas películas suyas, un halo mágico, onírico, perfectamente usado. Ese tono, con mínimos elementos, más detalles como las letras que se borran de la tarjeta, son ejemplos de cómo meter al espectador en la trama y no soltarlo. Tourneur además usa distorsiones de imagen varias veces, desenfoques y efectos similares, como cuando Karswell se va de la biblioteca por un lúgubre túnel (son varios pasillos largos los que aparecen en la cinta, perfecta forma de mostrar visualmente el vínculo o enlace entre dos mundos, al que se suman las escaleras o las vías del tren) o cuando Holden visita la casa rural. La iluminación en el funeral del profesor Harrington (Maurice Denham) es una muestra más de la multitud de recursos que tenía Tourneur para crear ambientes y atmósferas.

La escena donde John Holden visita al Dr. Karswell con la tormenta repentina sigue en la línea de esa tensión creciente, la ambigüedad es cada vez menor, aunque ya quedara desmontada anteriormente como comenté, porque las extrañas circunstancias que se van presenciando cada vez tienen menos explicación en un sentido no sobrenatural. Se mantienen en el estilo del film los picados y contrapicados constantes, acentuando esa tensión y mostrando la alteración paulatina de las circunstancias y de los personajes, sus cambios en los estados de ánimo y conflictos interiores. Es interesante el retrato amable del Dr. Karswell (siempre acompañado de un gato, otro vínculo con el más allá) rodeado de niños haciendo magia y entreteniéndolos, disfrazado además, como subrayado de su falsedad. Los efectos especiales, si bien son antiguos y la película tampoco contaba con muchos medios, son totalmente eficaces.

Es magnífico el retrato del protagonista, como siente que algo le ocurre, como sus sensaciones de que algo pasa van aumentando conforme avanza el metraje y a la vez se resiste a reconocer nada hasta el final de la cinta, cuando se hace inevitable lo contrario.

Uno podría estar poniendo detalles y ejemplos sobre la maestría de Tourneur sin que se agoten. Una cena entre el psicólogo y la sobrina del profesor fallecido, un plano desde fuera donde vemos una cortina movida por un viento intenso, ambiente tormentoso, mesa con velas, habitaciones bastante oscuras, iluminadas apenas con las mencionadas velas y un fuego…solo para empezar. Impecable. Antes de comprobar si en su maletín tiene los símbolos rúnicos que ha podido pasarle Karswell, tenemos un extraordinario contrapicado que acrecienta la tensión y amenaza al personaje de Dana Andrews. Esos contrapicados son constantes en la escena (y la película, como ya he comentado). Luego otra vez el viento por una ventana que se lleva el pergamino con los símbolos y hechos inexplicables con mínimos elementos. Ejemplar.

Los grandes angulares que usa Tourneur durante gran parte de la cinta, donde se ven los escenarios con gran amplitud y cómo los personajes se mueven en ellos, acentúan toda esa sensación de misterio y extrañeza, planos que en muchas ocasiones también están en ligero contrapicado o picado. La visita a la casa rural es un buen ejemplo, techos opresivos (también algo muy usado en la película), atmósfera extraña, toques oníricos, desenfoques y trucos visuales, puesta en escena muy simétrica… La escena concluye y tenemos un plano espectacular de la puerta del coche siendo mecida por el viento en un campo donde hay piedras con símbolos rúnicos. Esa puerta, la despreocupación por no cerrarla, que se meza por el viento, crea una atmósfera inquietante, amenazante, tensa… todas las características habituales de sus atmósferas. Por supuesto las nieblas también tendrán su presencia, algo imprescindible. 

Personajes que al hablar exhalan vaho en calles donde gatos se mueven en las cornisas y mientras coches entran en escena en pronunciadísimos picados… Todo remarcado por una fotografía espectacular. Fotografía intensísima y con fondos lechosos que dan ese aire onírico, fantasmal, siniestro. Perfecto.

La escena de la sesión de espiritismo es muy divertida e irónica. Una contrapunto de relax en la tensión constante y creciente de la película. Con ello no digo que en la película se diga que es un fraude.

La secuencia en la casa de Karswell, que sigue posteriormente, es uno de los puntos álgidos de “La noche del demonio”, secuencia llena de suspense, terror en estado puro rodado a la perfección. Desde que empieza hasta que acaba una gozada para el espectador. Diez minutos terroríficos y magistrales, con una breve pausa en medio para relajar la tensión.

Es asombroso el talento de los clásicos, sobre todo de los más grandes, para el encuadre y para lograr con casi nada las emociones más diversas, toda la película está repleta de lugares fantasmales y la sensación de amenaza constante. Un ejemplo, de la multitud que podríamos enumerar, lo tenemos en el descenso de Holden por la escalera en la casa de Karswell y la repentina aparición de una mano en la barandilla en la parte superior de la misma.

Después de la estupenda escena de la hipnosis, (hay que observar que la gran mayoría de las escenas concluyen con un climax muy marcado, sobre todo conforme avanza la película y se acerca al final), llegamos a la secuencia final.

Dicha secuencia no puede ser más minimalista, con los personajes sentados en un tren y el juego del intento de pasar el pergamino magistralmente resuelto con una naturalidad muy conseguida. En el secuestro a la sobrina del profesor, Joanna (Peggy Cummins) la brusca elipsis que se produce puede crear confusión o resultar algo tramposa, ya que vimos a Karswell en su propia casa y acto seguido vemos como secuestra a la chica en la de ella. Con todo no debe considerarse un defecto. Algo más ilógico es el hecho de por qué secuestra a la chica, no parece tener una explicación del todo coherente. Aunque es una forma de justificar la presencia de los protagonistas en la escena final poco elaborada, no merma en absoluto la resolución, estupenda por otra parte. El plano final del tren, siempre símbolo de vida, que también contiene la muerte, tapando a los protagonistas, es soberbio, y las imágenes del monstruo ajusticiando a Karswell absolutamente terroríficas.

Destacaremos las relaciones entre los protagonistas, la de John Holden con Joanna, una historia de amor sutil y a la que apenas se le da importancia, y la de Holden con Karswell, impecablemente elaborada.

Quizá por ser el género de terror uno de los más denostados a Tourneur no se le ha acabado de valorar como creador absoluto, pero lo que no se puede negar es que lo es. Ver sus grandes películas en distintos géneros y como están hechas son argumentos más que suficientes para incluir siempre, y sin ninguna duda, a Jacques Tourneur en el Olimpo de los mejores directores de la historia.

El tema más polémico que se podría achacar a la cinta es que se muestre al demonio. Parece ser que Tourneur no estaba de acuerdo con que se le viese en pantalla, lo que acrecentaría la ambigüedad y sería coherente con su estilo basando el terror en el fuera de campo, pero aunque no le falte razón a Tourneur, lo cierto es que la película resulta igualmente aterradora.