En el año 4018 la muerte no tiene el mismo sentido que antes,
no es lo que era. Ahora la muerte sufre revancha. No se la teme, de hecho es
algo que la mayoría de la población ha experimentado o quiere experimentar
incluso.
Sí, siguen muriendo algunas personas, pero muchísimas menos
que antes. Quizá personas tan destrozadas que no merece la pena intentarlo (tienen
que estarlo mucho para que no puedan arreglarlo), que no se encuentren a tiempo,
por alguna enfermedad muy extraña aún sin remedio o porque la idea de un
retorno no es precisamente la noticia que desea la familia… Os cuento esto para
que sepáis lo que os espera.
Fallecer ya no es un problema, la tecnología ha llegado a
tal punto que el retorno es la práctica habitual en todas las familias, que
pueden conocer a sus antepasados nacidos varios siglos antes sin problemas. Es
mi caso. Tengo casi 2000 años, conservo a casi todos mis hijos y nietos, más un
número insoportable e indecente de otros parientes. Vamos, lo que se dice una
auténtica tortura en vida…
Pocos límites tiene la ciencia. Es capaz de recomponer
cuerpos desmembrados, reparar muertes violentas o cualquier tipo de fallo
orgánico, siempre que el cuerpo se trate en las primeras 48 horas tras su
muerte. Los conocimientos que tiene cada habitante son vastísimos gracias a los
implantes cerebrales, igual que las mejoras físicas, que hacen de los deportes
algo que ni imaginaríais. Como en cualquier época, es un mundo que tiene sus cosas
buenas y sus cosas malas, al que te adaptas irremediablemente porque es el mundo
que conoces.
¡El problema es que aquí ya no cabemos! El planeta es
grande, ¡pero es que no se muere nadie! A mí me sobran varios millones de
personas, sinceramente… Debo ser de los más longevos del planeta, aún quedan
bastantes de las generaciones cercanas a la mía, los “bimillennials”, pero es que
los hay de 1000 años, de 500... Apenas hay niños, sólo un pequeño cupo en un
número muy controlado, y los que hay se comportan como auténtico viejos,
rodeados de personas mayores casi en exclusiva. Las operaciones anticonceptivas
son generalizadas. Lo bueno es que no han prohibido el sexo… Tampoco hay
hambrunas gracias a los cultivos sintéticos y el uso de la clonación.
Aunque los avances son increíbles, las pulsiones animales
siguen tan presentes como al principio de nuestros tiempos. Yo, por ejemplo,
era un hombre francamente intrépido y vitalista, que he muerto en varias
ocasiones, unas cinco o cincuenta y dos, ya no sé (cayendo desde una cascada, escalando
en la nieve, intentando rescatar un gatito de un árbol…). He perdido el pie
derecho y los dedos del izquierdo… He perdido mi pene…
Mujeriego por devoción, quedé desolado cuando la prótesis
que vino a sustituir a mi inseparable amigo (inseparable hasta que lo perdí,
claro), no funcionaba nada bien. Me han puesto una cantidad ingente de ellas,
pero no hay forma. No siento lo más mínimo ni esto responde como debería… ¡con
lo vigoroso que yo he sido! Y es que cuando mueres no siempre vuelves igual. Es
como si otras versiones de ti mismo se fueran manifestando con cada retorno. O
directamente has quedado peor que antes.
–Me quiero morir –decía yo.
–¡Pero si ya te has muerto muchas veces! –se reían los estultos
que tengo por nietos…
Sí, en 4018 siguen existiendo las frases hechas. Son como el
Espidifen, que 2000 años después sigue existiendo y sabiendo igual de mal, lo
que me deja perplejo…
Las familias se aferran a la vida y a los sentimientos de
una manera desesperante. ¡Y yo lo que quiero es morirme! ¡Pero aquí me tenéis,
vivito y encima sin colear! No es sólo que no me funcione lo que me tendría que
funcionar, es que estoy hecho un desastre, cada vez me puedo mover menos, no ya
por la edad, que eso ya no es problema, sino porque he tenido unas muertes
extrañísimas y violentas que me han dejado el cuerpo hecho unos zorros, lo
tengo muy baqueteado… Además, cada vez estoy más depresivo. Tengo un despertar
muy malo. No sé cómo decirles que me dejen en paz, no paro de repetirles que no
me vuelvan a despertar, pero ni suicidándome, algo que he hecho en unas 5 o 6
ocasiones, se dan por enterados. Ellos se quejan de mi mal humor al despertar, ¡como
si volviera de una siesta!, y de mis achaques. Me dicen: “Abuelo, si vas a
matarte, hazlo con mesura ¿no ves que cuando vuelves estás peor?”.
–¡Hijos del cilindro! –les digo yo. Es un insulto moderno,
ya lo entenderéis.
Cuando alguna enfermedad no tiene aparente cura, su utiliza
la llamada “Pausa”. Es una especie de criogenización muy avanzada que permite
conservar los cuerpos en letargo cuando aún están vivos, sin que se desarrollen
las enfermedades.
Esto le ocurrió a uno de mis más preciados amigos de
juventud. Después de 300 años en barbecho, nada más despertarse y asimilar lo
que le había ocurrido, quiso saber de inmediato cuántas “Champions” tenía el Madrid…
Cuando le dieron la información, bastante exhaustiva, no lo asimiló bien, le
dieron convulsiones y volvió a palmar…. Su familia creyó conveniente no volver
a despertarlo, pasadas tantas centurias el shock era demasiado... Una pena, porque
no pudieron decirle nada del Barcelona, que también había conseguido algunos
logros, y que era su equipo... No dio tiempo a probar si el remedio funcionaba…
Ahora se tiene todo lo que se quería, un anhelo largamente
buscado, pero del que estoy francamente harto. Harto de todo. He visto y
experimentado todo cientos de veces, y lo que no he hecho es porque no tengo el
menor interés en hacerlo. Pero lo que más detesto es la compañía, esas mismas
caras siglo tras siglo…
Muchos vaticinaban que con las nuevas tecnologías la
sociedad se aislaría, que la soledad sería un mal endémico… pero la realidad es
que estamos muy bien acompañados. Infernalmente acompañados. Siempre.
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