Es evidente que se ha pretendido ser fiel en muchos aspectos a la original, mostrar respeto con mucho eco, homenaje o paralelismo, que es un tópico, pero todo esto no es más que un gesto.
El periplo general de la historia es similar al de la película de 1982. Un encargo, en este caso a un replicante moderno y sofisticado, que sabe que lo es, de terminar con replicantes antiguos y descarriados. Se le encargan cinco en concreto. Y luego borrar todo rastro que pueda dar a conocer el hecho de que los replicantes pueden tener hijos. Iremos a esa corporación, Wallace, que sustituye a la Tyrell, calcando los pasos de la original; recordaremos la prueba de Voight-Kampff de Deckard a Rachel; habrá un cameo de Edward James Olmos, que por supuesto seguirá haciendo figuritas de papel (un toro o algo parecido en este caso); la llegada de K al hotel donde se encuentra Deckard, bañado en naranjas, recuerda, con ese pausado tempo, a la del propio Deckard acudiendo al edificio Bradbury, el hogar de J. F. Sebastian, para su encuentro con Batty. Supongo que la referencia a “La isla del tesoro” se refiere a esa rareza buscada que se pretende encontrar, un tesoro, un niño.
K morirá bajo la nieve, como Batty bajo la lluvia, en un poético momento tras otro acto generoso, pero en el que volvemos a carecer de profundidad y simbolismo como en la original, aunque sí hay una emotividad amarga en ese ser que realiza un acto generoso asumiendo que es alguien vulgar al que casi nadie recordará.
La historia es básicamente la misma pero dirigiéndola hacia las manías de Scott, aquí productor. Los antiguos replicantes salieron rana, se rebelaban, lo que llevó a la prohibición de su construcción y, por tanto, a la quiebra de la Tyrell. Un industrial llamado Niander Wallace fue vital para solucionar la hambruna gracias a la creación de cultivos sintéticos. Se hizo millonario, compró la Tyrell y se puso a crear replicantes, pero estos eran obedientes. El caso es que hay replicantes sueltos por ahí, sin fecha de caducidad (uno de esos detalles que van forzando para que Scott continúe con su manía de replicar al bueno de Deckard), que son a los que los nuevos replicantes deben exterminar…
Nuestro nuevo protagonista es el detective KD6-3.7. Su presentación es opuesta a la de Deckard, aunque el primer plano de la película es el mismo. Un ojo. K, por su parte, duerme, mientras que Deckard estaba muy despierto mientras llegaba a su destino… Estamos en California, en 2049…
La tensión remarcada con esa cazuela al fuego y su sonido en la primera secuencia es un guiño a recursos similares en la original de Scott. El ojo como señal de identidad, de nuevo delatora de replicantes, pero con otro sistema más sencillo, desde 2020, vuelve a remitir al clásico. Eso sí, aquí el replicante más moderno no tendrá problema en deshacerse del más antiguo, entre otras cosas porque es más fuerte…
De hecho, los ojos estarán también muy presentes en la película, como lo estaban en la original. Edward James Olmos los mencionará (“tenía algo en su mirada”), referido a Deckard (desesperante). Niander Wallace estará cegado, a Freysa (Hiam Abbass) le faltará un ojo. Los ojos fallarán en la réplica de Rachel ante Deckard…
“Sus ojos eran verdes”.
El uso de la tecnología, de máquinas, para descubrir pistas o datos, es otro guiño a la original, en el que se redunda con ganas. Una máquina descubrirá un número de serie, girando, volviendo, adelantando… Nos recuerda a la que usa Deckard en su casa con una foto o a la que usan en el mercado para descubrir una escama de serpiente… Aquí descubrirán el embarazo de una replicante muerta a la que el humano replicante que mató K en la primera secuencia (Dave Bautista) enterró. También se analizará el caballito de madera, leit motiv del film… El piano, las fotos… son elementos de la mitología original que aquí también aparecen.
“Nacer significa tener alma, supongo”.
Hay cierta terminología que recuerda a la original, como esas referencias religiosas ocasionales: “un ángel jamás debería entrar en el reino de los cielos sin un presente”, “sí, una vez hubo ángeles malos, ahora creo ángeles buenos”, “podríamos asaltar el Edén y recuperarlo”… Todo esto es de Jared Leto, el místico...
Siendo menos nocturna, los paseos por esa urbe en la noche recuerdan de nuevo a la obra maestra de Ridley Scott con esos anuncios (Sony, Coca-Cola, Peugeot, Atari, Pan-Am), la lluvia y su sonido, los paraguas luminosos, los restaurantes de comida rápida, las prostitutas, los coches voladores (que ahora tienen un vigía adherido), lo oriental, el tema de las colonias, las megafonías, neones, y a lo que se le añade nieve o niebla y variantes de esos anuncios en holograma (aspecto que vimos antes en la versión en imagen real de “Ghost in the Shell” de este mismo año).
El retrato de la soledad pretende ser el mismo en K que en Deckard, la soledad urbana, que en la original era mucho más pura. Aquí se compensará con esa chica virtual, una inteligencia artificial sensual y complaciente que deja bellos momentos, a pesar de robar, literal y completamente, la idea de “Her” (2013), la joya de Spike Jonze (lo de la prostituta con la que se filtra para adquirir corporeidad es descarado ya). El anhelo del amor y una vida convencional, humana. El momento bajo la lluvia es muy bonito, retratando lo efímero, frágil, delicado y autoconsciente de esa chica y esa relación falta de corporeidad…
Hay una sensualidad en las formas, en esa intangibilidad, que no había en la original. Y es interesante, a la par de bello, que el ser virtual, Joi (Ana de Armas), sea el contenedor de los secretos y pensamientos, como confidente y confesor, del alma del replicante. Capaz del llanto. Es bello y con un punto patético, cuando descubrimos que el rostro de Joi está sacado de uno de los anuncios callejeros.
“Tú eres real para mí”. “Joe. Tu madre te habría puesto un nombre”. “Nacido, no fabricado”.
Aparte de esta pseudo originalidad, tendremos que nuestro protagonista vive en un piso de un edificio poco recomendable con vecinos poco agradables hacinados unos sobre otros…
“¡Jódete, pellejudo!”
Se enfatiza cierta idea opresora, fobia, que tendría lectura en cualquier intolerancia, especialmente la racial, contra los replicantes. Lo vemos en los vecinos y K, pero también en sus compañeros en la comisaría…
Humanidad.
El tema de la humanidad, vertebral en “Blade Runner”, aquí también pretende ser uno de los aspectos importantes. La humanidad que busca K. Lo que ocurre es que apenas nada resulta novedoso con respecto a las ideas y conceptos desarrollados en la película de 1982. Una reflexión sobre la humanidad y dónde radica esta que cobraba todo el sentido con el personaje humano de Deckard, pero que Scott se esmera en adelgazar de contenido y sentido, además de lastrar y hacer redundante su película, como ocurre en esta secuela. No hay nada en esta búsqueda de K, un replicante que sabe que lo es, que llega a plantearse su humanidad por haber nacido de mujer, que no viéramos en Roy Batty o Rachel.
K carecería de alma, aunque nada de lo que vemos nos indica tal aspecto, sus dudas y anhelos delatarían ya un alma, pero en ello se define la esencia del racismo y los totalitarismos. La negación de la humanidad en el prójimo para poder acometer atrocidades. Negar así la igualdad.
El mismo anhelo de K al tener ese recuerdo del que va siguiendo las huellas, en el que se vería de niño siendo perseguido por otros por un juguete de madera, un caballo, que esconde en unas calderas, que confirmará como real, que insinuaría un origen en el que podría haber nacido de mujer, con fechas que se corresponden… pero que será un implante. El impacto y emoción, con un gran plano de Gosling, cuando ve derrumbadas sus creencias al encontrar ese caballito donde recordaba…
Hay rasgos que entroncan a esos replicantes con la humanidad, como ya vimos en la original. K oliendo la cazuela y la flor, el olfato; Sapper Morton (NK68514), el replicante interpretado por Dave Bautista, enterrando a Rachel, cultivando gusanos, siendo agricultor…
Con la humanidad se relacionan los recuerdos, tema básico en la original. El pasado. En este sentido tenemos varios puntos, desde esa visita a la creadora de recuerdos, que también vive en la soledad, y que ha desarrollado una gran imaginación como rasgo diferenciador desde su mundo burbuja del que no puede salir, por tanto. Personaje clave. Las apariciones retro: la canción que Joi le pone a K a su llegada a casa, las imágenes casi espectrales en el hotel de Deckard, donde vemos a Elvis, Frank Sinatra o Marilyn…
El apagón es como la falta de recuerdos de los replicantes. Unos recuerdos que si son reales serían ilegales, aspecto que variaría convenientemente respecto a la original, donde Deckard recuerda a Rachel que sus recuerdos pueden ser de la sobrina de Tyrell… Con ellos se pretende un equilibrio psicológico, controlarlos mejor. Recuerda en cierto sentido a las ideas de “Un mundo feliz” (Aldous Huxley) o la película “Equilibrium” (Kurt Wimmer, 2002). Lo vemos en esas revisiones rutinarias que tiene K.
“Si uno tiene recuerdos auténticos, tiene respuestas humanas reales”.
El recuerdo de Rachel, a la que oiremos junto a Deckard en su primer encuentro, de la que visualizaremos aquella escena, y que reaparecerá recreada…
“El dolor le recuerda que la felicidad que sintió fue real”. “A veces, para amar a alguien debes ser un desconocido”.
En ello también destaca esa mezcla de lo hipermoderno con una naturaleza muerta, muchas veces conviviendo en plano general. Una naturaleza que es un recuerdo y a la que se pretende remedar, como a esos animales que muchos recrean compulsivamente.
Ese basurero en San Diego, al que acude K, nos remite a la novela. Es un mundo que fue, un mundo derruido, pero extrañamente vivo…
Es interesante la relación entre K y Joi. Dos seres efímeros, que aspiran a no serlo, a algo más. Una buscando ficciones de fisicidad, el otro pensando que es especial… condenados los dos a morir olvidados. Él morirá sin saber quién es, o sabiendo que es uno más, alguien vulgar.
Sí, reflexiones sobre lo efímero, sobre la humanidad, sobre la humanidad difuminada, sobre la identidad, el ser… a la que le sobra metraje, contando menos en más tiempo que la original y al mismo ritmo… Falta de simbolismo y profundidad verdadera, pero aceptable en líneas generales si la cogemos como cinta independiente. Su gran mérito es técnico, exclusivamente.
Ryan Gosling está bien, más que correcto en un papel que le va como anillo al dedo. Jared Leto, en fin… Harrison Ford… más allá de la nostalgia y cariño por el personaje y el atractivo de verlo de nuevo, no debería haberse prestado a continuar un clásico que no necesitaba ninguna secuela.
Lo dicho, correcta película independiente, indigna como secuela, que en su aspiración de ser un gran replicante, se quedó en holograma.
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