-Plantea Spielberg la disyuntiva entre la libertad de
prensa, la calidad y los contenidos en la conversación que mantienen Kay Graham
(Meryl Streep) y Ben Bradlee (Tom Hanks) en uno de sus desayunos al principio
del film, en una escena rodada en su mayor parte en un solo plano.
-En otra magnífica escena, Spielberg desnuda las hipocresías
periodísticas. Vuelve a ser en un diálogo entre los dos protagonistas,
maravillosamente dramatizado con los movimientos de cámara como explicaré
posteriormente. Allí se echarán en cara los pasados en los que confraternizaban
con determinados personajes, aspecto que vinculaba su opinión luego, más allá
de la predisposición de cada periodista, haciendo primar su afinidad o amistad
a su deber por pura conveniencia. Queda desnudo de valor convertirse en adalid
de la libertad de prensa sólo cuando te conviene… Pedir a otros la integridad
que tú no tuviste. Finalmente, y por muchos errores que cometas en el pasado,
cumplir con tu deber nunca debe ser negativo…
-¿Dónde están los límites? ¿Se puede tener amistad con los
poderosos, se debe? Bradlee aparece aquí como un insistente defensor de la
libertad de prensa, pero no siempre fue así. Todo le parece poco en el presente
de la película, pero no fue así con su amistad con Kennedy. Lo mismo ocurre con
Katherine y su relación con Johnson, otro presidente, también mencionada. Los
egos, las ambiciones, el agradable olor del poder, su embriagadora naturaleza… Esa
es otra idea dentro del desarrollo reflexivo sobre el periodismo, la
dificultad de separar lo personal de lo profesional, la amistad de la fuente…
la seducción de codearse con el poder chocando con la responsabilidad con tu trabajo y
lectores… Perder la perspectiva, por interés, por sentimientos, por ideología, de tu deber de control al poder, esencia del periodismo.
La amistad de Katherine y McNamara (Bruce Greenwood) es sincera incluso en la
decepción que suponen las mentiras del ex Secretario de Defensa. Ella intenta
ser comprensiva, pero no interpondrá ese sentimiento a su deber finalmente. Estupenda
su conversación en pie alrededor de una
mesa redonda.
Además, y como no podía ser de otra forma tratándose de
Spielberg, se nos muestra paso a paso la evolución en la creación de un
periódico o algo publicable... Lo hace en sucesivas escenas, pero en perfecta
evolución.
La investigación, la búsqueda de fuentes y su protección (recordamos
al personaje que nos presentan en la primera secuencia, Daniel Ellsberg, interpretado
por Matthew Rhys, que será la fuente principal, y siempre lo vemos como en un
segundo plano, entre las sombras, en la clandestinidad, testigo de la
hipocresía que le rodea), esa sensacional idea de que la verdad y la
transparencia se busquen y encuentren en asfixiantes estancias secretas, a
veces clandestinas; ese seguimiento que se hace al artículo una vez terminado en
casa de Bradlee, metido en una carpeta, camino de la redacción para su edición,
corrección y posterior publicación.
Luego veremos la imprenta, colocando cada letra, una a una,
para plasmar todo en el papel. Y ese momento, detalle de auténtico genio y casi
referencial, de Spielberg, cuando las rotativas comienzan a rugir, momento que
el director recalca en off, con el retumbar de las mismas en la redacción,
haciendo temblar las mesas, como ocurría justo antes de presentar al
Tiranosaurio Rex en “Parque Jurásico” (Steven, Spielberg, 1993).
Por supuesto, luego veremos a los periódicos, una vez
terminados, siendo empaquetados, con el aroma de lo recién hecho y la tinta aún
húmeda, para su reparto. Lo vemos todo…
Spielberg transmite la pura pasión por la información, por
la prensa, por los periódicos, que aparecen por todas partes, en ese ansia que
demuestran Bradlee y sus ayudantes comprando desesperadamente el New York Times,
el periódico de la competencia, leyéndolo con avidez, escenificando esas
paradojas: el interés, la admiración y la frustración por los éxitos del rival.
En las protestas que vemos, donde los periódicos que les han
informado vuelan por los aires, en un contraste marcado con los acomodados
periodistas que siguen casi ajenos con su trabajo…
En la casa de Katherine, en las redacciones…
Aunque nos centremos en el Washington Post, fue el New York
Times el que encabezó la denuncia de este escándalo, de la mano de Abe
Rosenthal. Un New York Times que se anticipaba siempre a todos. Michael
Stuhlbarg, omnipresente en las películas nominadas (está en tres, esta, “Call
me by your name” y “La forma del agua”), se encarga de interpretar a Rosenthal,
en un papel poco significativo.
“… el periódico se dedicará al bienestar de la nación y a
los principios de la libertad de prensa”.
Spielberg, si se lo propone y tiene una buena historia escapaz de todo, de transmitir pasión, de hacer vibrar y sobretodo de rodearse de los mejores (como en esta ocasión). Se nos pasó en cartelera, pero la veremos sin lugar a dudas. Muy buena crítica.
ResponderEliminarHemosVisto!
Muy de acuerdo, Joan, y gracias por la valoración. Un saludo.
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