domingo, 25 de febrero de 2018

Crítica LOS ARCHIVOS DEL PENTÁGONO (2017) -Parte 1/4-

STEVEN SPIELBERG













Ser además de uno de los directores más talentosos de la historia, el contenedor de las esencias clásicas, heredero de Ford, especialmente, pero también de Welles, Hawks, Capra, Hitchcock, Wyler, Mann… se nota.

Spielberg, en su fase de depuración, ha decidido examinar y adentrarse en los resortes de la democracia americana, sus pilares y valores, para ver sus claroscuros y defender ideas que deberían ser incontestables. Todo empezó con “Lincoln” (2012), como no podía ser de otra forma, obra mayúscula, continuó con “El puente de los espías” (2015), una auténtica maravilla, y se rubrica, en plan trilogía, por el momento, con esta “Los archivos del Pentágono”.

La democracia y la política como vehículo de justicia y cambio a mejor, las cloacas de los servicios secretos sometiéndose a luminosas voluntades individuales, la libertad de prensa…

Es osado, en realidad, hablar de depuración en Spielberg, porque ha demostrado desde sus inicios un conocimiento y lucidez en el lenguaje cinematográfico fuera de rango, no hay más que recordar lo que hizo con “E.T. El extraterrestre” (1982), sin parangón en la historia, pero ahora su cine quizá ha adquirido una aparente sobriedad.

Y es que si por algo destaca “Los archivos del Pentágono” no es por sus interpretaciones, magníficas, ni su guión, ni su mensaje, ni su fotografía, sino por la dirección, por la capacidad de contar y decir más cosas con el lenguaje del cine, con el movimiento de la cámara, con lo que muestra o deja de mostrar, por cómo lo muestra, por su uso o no uso del corte y el montaje… cosas que seguramente al público medio se le escaparán, pero que están, ¡y de qué manera! Todo está magníficamente contado y explicado.



¿Cómo se narra? Pues como lo hace Spielberg. Fíjense en la primera secuencia, para no esperar más. Vietnam, 1966. Panorámicas y retrato general de los preparativos bélicos en un campamento y tres momentos sugerentes: de los varios soldados que vemos, portando armas y demás, se mencionará a uno, “el del pelo largo”, poniendo el foco en él; luego lo veremos como al resto también, pero una leve panorámica nos muestra su máquina de escribir, es un observador. Todo esto en un minuto de metraje. Por último, una vez se ha colocado y definido el foco en este personaje, oiremos en off el sonido de las teclas de su máquina de escribir golpeadas, para terminar viéndolo hacer su crónica sobre el horror vivido… todo en tres minutos. Una presentación “made by Spielberg”. Tenemos al hombre, su trabajo y lo que desencadenará las circunstancias.






No significa todo esto que la película sea perfecta, ya que peca de evidente, de enfática, es decir, de redundante en su principal postulado a favor de la libertad de prensa y el periodismo. Del mismo modo, su mirada feminista, maravillosamente tratada, queda también demasiado en evidencia al centrar la mirada en el Post, sobre todo cuando fue el New York Times el medio que inició todo y se vio censurado, pero supongo que no había una figura como Katherine Graham por ahí rondando.




No suele explayarse mucho Spielberg en las escenas de acción en este tipo de películas, son como amagos, esbozos, un resumen de un contexto que será importante en la historia, como ocurría al inicio de “Lincoln”.



Estas reflexiones e ideas que se defienden, como se hacía en “Lincoln”, pueden parecer evidentes ahora, casi de Perogrullo, pero hace nada, un guiño, eran absolutamente revolucionarias, contracorriente incluso. Es por ello que estas situaciones, aunque sea paradójico, estas circunstancias dentro de la historia, deben darse, aunque sean injustas, aunque causen dolor, porque desde el trauma se sanea y se madura en muchos casos, hasta el punto de no volver hacia atrás. Así maduran, crecen y mejoran las democracias, que tienen imposible rescatar instituciones como la esclavitud…


30 años de mentiras desde la Casa Blanca. Vietnam del sur y su defensa, el comunismo como enemigo, no hacer el ridículo ante la opinión pública… Todo junto creó un caldo de cultivo para justificar el engaño. El demócrata Harry S. Truman, el republicano Dwight D. Eisenhower, el demócrata John F. Kennedy y el demócrata Lyndon B. Johnson mintiendo descaradamente sobre Vietnam… hasta la llegada del republicano Nixon y 1971, año en el que se centra la película.

Aunque en el cine, también en el americano, se tiende a presumir de partido demócrata y criticar al republicano, no se encuentra excesiva tendenciosidad en este título, si bien es cierto que se cuidan muy mucho de no pronunciar los partidos… Un Vietnam que se vincula mucho con Nixon, si bien él llegó con el lío montado, y al que es normal que se cite en muchas ocasiones durante el film, ya que este escándalo salió a la luz durante su administración… Nixon convertido en un saco de boxeo en el que colocar todos los males de aquella época, omitiendo las virtudes de su gestión, que las hubo y muchas, siempre.

Si bien se acaba colocando a Nixon como un loco, se admite que simplemente siguió una tendencia que llevaba 30 años produciéndose. También se coloca mucho el foco en él en la parte final del film, pero tiene el sentido comentado, era su administración. De los demás no se habla tanto, salvo de Kennedy y la decepción que provoca sobre todo en Bradlee (Tom Hanks), que lo consideraba amigo… Las referencias a la actualidad y esa lucha del poder con los medios, a Trump, son evidentes.

¿Hasta qué punto las acusaciones sobre Nixon que se ponen en boca de McNamara son sinceras? ¿Dice la verdad o pretende salvar su trasero? El caso es que se dicen. Un Nixon despiadado y vengativo.




Cine periodístico.

Si algo me gusta del cine sobre periodismo es oír el impacto frenético de las teclas de las máquinas de escribir al ser golpeadas… y el humo del tabaco envolviéndolo todo en las redacciones. Gracias a Dios puedo disfrutar de esto en el nuevo trabajo de Steven Spielberg, que ya es un placer, sobre todo porque las redacciones ahora no suenan igual…

Ha habido varios títulos sobre periodismo en los últimos tiempos con cierta fama, un microgénero que ha dado varias obras maestras y cintas notables, más o menos conocidas. Esta inmersión de Spielberg en el cine periodístico es una buena excusa para recordar algunas de ellas y recomendarlas, siguiendo la senda de una tradición que merece reseñarse.

Son muchos los clásicos del género periodístico que desde los años 30 han ido apareciendo en nuestras pantallas. En unos casos la visión es reivindicativa, pero en otros prima la visión crítica hacia una profesión que, efectivamente, es uno de los poderes clave en cualquier democracia.

Hay que diferenciar entre las películas que hablan de periodismo, de sus entrañas, para reivindicarlo y vanagloriar sus virtudes, o para criticarlo y exponer sus vilezas, y las que tienen el periodismo como mero contexto o excusa dentro de una trama que se dirige hacia otros menesteres.

Obras maestras eternas han alabado y reivindicando esta noble y necesaria profesión.

Un gran reportaje” (Lewis Milestone, 1931), (primera de las adaptaciones de la obra de Hecht y MacArthur, que luego se sublimaría en “Luna Nueva” y en la también excelente “Primera plana”), que da una visión global del periodismo como pocas, para lo bueno y lo malo; “A Dispatch from Reuter’s” (William Dieterle, 1940), con el periodismo como vocación real y necesaria; “Luna nueva” (Howard Hawks, 1940), una de las más descomunales obras maestras sobre el tema que lo abarca todo; “Yo creo en ti” (Henry Hathaway, 1948), el periodismo y su labor social y comprometida, en desarrollo detectivesco en esta joya; “El cuarto poder” (Richard Brooks, 1952), un título fascinante que pretende redimir ese periodismo que ha muerto a manos de otro amarillista y sensacionalista; “La voz de la primera plana” (Samuel Fuller, 1952), que iría, en cierta medida, en la línea de la anterior, con el surgimiento del periodismo independiente americano enfrentándose al que sirve al poder o los intereses económicos;  Trágica información” (Phil Karlson, 1952), un estupendo y paradójico título, donde un periodista asesino será acosado por su propio periódico; “Mientras Nueva York duerme” (Fritz Lang, 1956), una película global, que desenmascara virtudes y vilezas del periodismo, su necesidad y sus mezquindades; “El hombre que mató a Liberty Valance” (John Ford, 1962), donde sin ser uno de los temas protagonistas, sí tiene importancia vital definido como uno de los pilares de la democracia que se iba construyendo en Estados Unidos; “Corredor sin retorno” (Samuel Fuller, 1963), en un brutal retrato vocacional de la labor periodística…

Y en títulos más modernos… “Noticia de una violación en primera página” (Marco Bellocchio, 1972), de nuevo con el meritorio trabajo detectivesco de dos periodistas; ”Primera plana” (Billy Wilder, 1974), nueva y brillante adaptación y remake de la historia creada por Hecht y McArthur; “El reportero” (Michelangelo Antonioni, 1975), retratando el arriesgado y necesario trabajo periodístico; “Todos los hombres del presidente” (Alan J. Pakula, 1976), una de las películas más conocidas sobre los méritos periodísticos y su servicio público; “El año que vivimos peligrosamente” (Peter Weir, 1982), de nuevo periodistas en su vocacional y arriesgado trabajo; “Los gritos del silencio” (Roland Joffé, 1984), el periodismo como principal mecanismo de denuncia de las atrocidades e injusticias; “Sostiene Pereira” (Roberto Faenza, 1996), y su vocación desde distintas generaciones y puntos de vista; “Territorio comanche” (Gerardo Herrero, 1996), el periodismo de guerra, su valor y necesidad; “El dilema” (Michael Mann, 1999), en su vertiente divulgadora y denunciadora, capaz de cambiar las cosas; “La flores de Harrison” (Elie Chouraqui, 2000), enfrentándose a los conflictos para mostrarlos al público, crear conciencia; “Veronica Guerin” (Joel Schumacher, 2003), llevando tu deber y vocación hasta las últimas consecuencias; “Buenas noches y buena suerte” (George Clooney, 2005), en defensa del periodismo independiente contra el poder; “El desafío: Frost contra Nixon (Ron Howard, 2008), con la misma esencia que otras mencionadas, la independencia y la investigación para lograr la denuncia y la justicia; “Fortapàsc” (Marco Risi, 2009), otra vocación que termina en tragedia al desarrollarse; “Spotlight” (Tom McCarthy, 2015), periodismo de investigación y denuncia buscando hacer justicia…

Otras, en cambio, han puesto el foco en sus abusos, mezquindades, vicios y corruptelas.

Sed de escándalo” (Mervyn LeRoy, 1931), señalando al amarillismo periodístico y sus consecuencias; “Una mujer difamada” (Jack Conway, 1936), que en tono divertido muestra el poder de la prensa; “Amor y periodismo” (Tay Garnett, 1937), otra comedia que ridiculiza y pone ante el espejo al periodismo sensacionalista; “Juan Nadie” (Frank Capra, 1941), con Capra retratando las manipulaciones mediáticas; “Historia del hampa” (Cy Endfield, 1950), sobre la hipocresía y ciertas actitudes de una prensa consciente de su poder para conseguir sus objetivos; “El gran carnaval” (Billy Wilder, 1951), en el que es uno de los retratos más descarnados sobre el amarillismo periodístico en la desvirtuación plena de su esencia; “Más dura será la caída” (Mark Robson, 1956), con los amaños e intereses utilizando a la opinión pública y el poder mediático; “Chantaje en Broadway” (Alexander Mackendrick, 1957), uno de los más descarnados retratos sobre las mañas de esos hombres pertenecientes al cuarto poder, así como una exposición desoladora de la fauna nocturna de Broadway; “La dolce vita” (Federico Fellini, 1960), que tiene más de retrato objetivo que de crítica, en el desencantado transitar de ese periodista que busca historias de famosos…

Y en títulos más modernos…“Network (Un mundo implacable)” (Sidney Lumet, 1976), uno de los retratos más despiadados y contundentes sobre el amarillismo mediático, donde todo vale por la audiencia; “El ojo público” (Howard Franklin, 1992), en un retrato explícito del morbo y el sensacionalismo periodístico, así como de su amoralidad; “El cuarto Ángel” (John Irvin, 2001), donde el periodismo es utilizado para cumplir venganza; “Nightcrawler” (Dan Gilroy, 2014), el morbo y al amarillismo, unido a la competencia, elevado a la quintaesencia…

Y otras donde el periodismo está inevitablemente presente...

"Historias de Filadelfia" (George Cukor, 1940), y la caída de los prejuicios a través del conocimiento y el trabajo periodístico; “Ciudadano Kane” (Orson Welles, 1941), una de las mayores obras maestras del cine con el periodismo como excusa para adentrarnos en una personalidad abrumadora; “La mujer del año” (George Stevens, 1942), dos periodistas de distintas ramas para retratar la lucha de sexos en esta esplendida comedia; “Vacaciones en Roma” (William Wyler, 1953), donde lo que empieza siendo un posible reportaje legendario termina en una historia de amor imposible; “El americano tranquilo” (Joseph L. Mankiewicz, 1958, o su remake, adaptaciones ambas de la novela de Graham Greene, de 2002 dirigida por Phillip Noyce), donde exploramos un conflicto en Saigón a través de dos corresponsales que viven un triángulo amoroso; “El fuego y la palabra” (Richard Brooks, 1960), donde el personaje del periodista supone una amenaza para ese sinvergüenza sin escrúpulos que interpreta Burt Lancaster; "Philomena” (Stephen Frears, 2013), donde el periodismo decepcionado sirve para otras buenas causas...




Aunque Spielberg saca en determinados diálogos ciertos conflictos sobre los que han profundizado las películas más críticas, se decide por dejarlos de lado ante una idea particular y concreta: la necesidad del periodismo, del bueno, para defendernos de los mecanismos y desmanes del poder político y, más allá de estar informados, la libertad de prensa como uno de los valores irreductibles de la democracia.







Lee aquí la 3ª Parte del análisis.

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