Ser además de uno de los directores más talentosos de la
historia, el contenedor de las esencias clásicas, heredero de Ford,
especialmente, pero también de Welles, Hawks, Capra, Hitchcock, Wyler, Mann… se
nota.
Spielberg, en su fase de depuración, ha decidido examinar y
adentrarse en los resortes de la democracia americana, sus pilares y valores,
para ver sus claroscuros y defender ideas que deberían ser incontestables.
Todo empezó con “Lincoln” (2012), como no podía ser de otra forma, obra
mayúscula, continuó con “El puente de los espías” (2015), una auténtica
maravilla, y se rubrica, en plan trilogía, por el momento, con esta “Los
archivos del Pentágono”.
La democracia y la política como vehículo de justicia y
cambio a mejor, las cloacas de los servicios secretos sometiéndose a luminosas
voluntades individuales, la libertad de prensa…
Es osado, en realidad, hablar de depuración en Spielberg,
porque ha demostrado desde sus inicios un conocimiento y lucidez en el lenguaje
cinematográfico fuera de rango, no hay más que recordar lo que hizo con “E.T. El extraterrestre” (1982), sin parangón en la historia, pero ahora su cine
quizá ha adquirido una aparente sobriedad.
Y es que si por algo destaca “Los archivos del Pentágono” no
es por sus interpretaciones, magníficas, ni su guión, ni su mensaje, ni su
fotografía, sino por la dirección, por la capacidad de contar y decir más cosas
con el lenguaje del cine, con el movimiento de la cámara, con lo que muestra o
deja de mostrar, por cómo lo muestra, por su uso o no uso del corte y el
montaje… cosas que seguramente al público medio se le escaparán, pero que
están, ¡y de qué manera! Todo está magníficamente contado y explicado.
¿Cómo se narra? Pues como lo hace Spielberg. Fíjense en la primera secuencia, para no esperar más. Vietnam, 1966. Panorámicas y retrato general de los preparativos bélicos en un campamento y tres momentos sugerentes: de los varios soldados que vemos, portando armas y demás, se mencionará a uno, “el del pelo largo”, poniendo el foco en él; luego lo veremos como al resto también, pero una leve panorámica nos muestra su máquina de escribir, es un observador. Todo esto en un minuto de metraje. Por último, una vez se ha colocado y definido el foco en este personaje, oiremos en off el sonido de las teclas de su máquina de escribir golpeadas, para terminar viéndolo hacer su crónica sobre el horror vivido… todo en tres minutos. Una presentación “made by Spielberg”. Tenemos al hombre, su trabajo y lo que desencadenará las circunstancias.
No significa todo esto que la película sea perfecta, ya que
peca de evidente, de enfática, es decir, de redundante en su principal postulado
a favor de la libertad de prensa y el periodismo. Del mismo modo, su mirada
feminista, maravillosamente tratada, queda también demasiado en evidencia al
centrar la mirada en el Post, sobre todo cuando fue el New York Times el medio
que inició todo y se vio censurado, pero supongo que no había una figura como
Katherine Graham por ahí rondando.
No suele explayarse mucho Spielberg en las escenas de acción
en este tipo de películas, son como amagos, esbozos, un resumen de un contexto
que será importante en la historia, como ocurría al inicio de “Lincoln”.
Estas reflexiones e ideas que se defienden, como se hacía en
“Lincoln”, pueden parecer evidentes ahora, casi de Perogrullo, pero hace nada,
un guiño, eran absolutamente revolucionarias, contracorriente incluso. Es por
ello que estas situaciones, aunque sea paradójico, estas circunstancias dentro de
la historia, deben darse, aunque sean injustas, aunque causen dolor, porque
desde el trauma se sanea y se madura en muchos casos, hasta el punto de no
volver hacia atrás. Así maduran, crecen y mejoran las democracias, que tienen
imposible rescatar instituciones como la esclavitud…
30 años de mentiras desde la Casa Blanca. Vietnam del sur y
su defensa, el comunismo como enemigo, no hacer el ridículo ante la opinión
pública… Todo junto creó un caldo de cultivo para justificar el engaño. El demócrata
Harry S. Truman, el republicano Dwight D. Eisenhower, el demócrata John F.
Kennedy y el demócrata Lyndon B. Johnson mintiendo descaradamente sobre Vietnam…
hasta la llegada del republicano Nixon y 1971, año en el que se centra la película.
Aunque en el cine, también en el americano, se tiende a
presumir de partido demócrata y criticar al republicano, no se encuentra
excesiva tendenciosidad en este título, si bien es cierto que se cuidan muy
mucho de no pronunciar los partidos… Un Vietnam que se vincula mucho con
Nixon, si bien él llegó con el lío montado, y al que es normal que se cite en
muchas ocasiones durante el film, ya que este escándalo salió a la luz durante su
administración… Nixon convertido en un saco de boxeo en el que colocar todos
los males de aquella época, omitiendo las virtudes de su gestión, que las hubo
y muchas, siempre.
Si bien se acaba colocando a Nixon como un loco, se admite
que simplemente siguió una tendencia que llevaba 30 años produciéndose. También
se coloca mucho el foco en él en la parte final del film, pero tiene el sentido
comentado, era su administración. De los demás no se habla tanto, salvo de
Kennedy y la decepción que provoca sobre todo en Bradlee (Tom Hanks), que lo consideraba
amigo… Las referencias a la actualidad y esa lucha del poder con los medios, a Trump, son evidentes.
¿Hasta qué punto las acusaciones sobre Nixon que se ponen en
boca de McNamara son sinceras? ¿Dice la verdad o pretende salvar su trasero? El
caso es que se dicen. Un Nixon despiadado y vengativo.
Cine periodístico.
Si algo me gusta del cine sobre periodismo es oír el impacto
frenético de las teclas de las máquinas de escribir al ser golpeadas… y el humo
del tabaco envolviéndolo todo en las redacciones. Gracias a Dios puedo
disfrutar de esto en el nuevo trabajo de Steven Spielberg, que ya es un placer,
sobre todo porque las redacciones ahora no suenan igual…
Ha habido varios títulos sobre periodismo en los últimos
tiempos con cierta fama, un microgénero que ha dado varias obras maestras y
cintas notables, más o menos conocidas. Esta inmersión de Spielberg en el cine
periodístico es una buena excusa para recordar algunas de ellas y
recomendarlas, siguiendo la senda de una tradición que merece reseñarse.
Son muchos los clásicos del género periodístico que desde
los años 30 han ido apareciendo en nuestras pantallas. En unos casos la visión
es reivindicativa, pero en otros prima la visión crítica hacia una profesión que,
efectivamente, es uno de los poderes clave en cualquier democracia.
Hay que diferenciar entre las películas que hablan de
periodismo, de sus entrañas, para reivindicarlo y vanagloriar sus virtudes, o
para criticarlo y exponer sus vilezas, y las que tienen el periodismo como mero
contexto o excusa dentro de una trama que se dirige hacia otros menesteres.
Obras maestras eternas han alabado y reivindicando esta
noble y necesaria profesión.
“Un gran reportaje” (Lewis Milestone, 1931), (primera de las
adaptaciones de la obra de Hecht y MacArthur, que luego se sublimaría en “Luna
Nueva” y en la también excelente “Primera plana”), que da una visión global del
periodismo como pocas, para lo bueno y lo malo; “A Dispatch from Reuter’s”
(William Dieterle, 1940), con el periodismo como vocación real y necesaria; “Luna
nueva” (Howard Hawks, 1940), una de las más descomunales obras maestras sobre
el tema que lo abarca todo; “Yo creo en ti” (Henry Hathaway, 1948), el
periodismo y su labor social y comprometida, en desarrollo detectivesco en esta
joya; “El cuarto poder” (Richard Brooks, 1952), un título fascinante que pretende
redimir ese periodismo que ha muerto a manos de otro amarillista y
sensacionalista; “La voz de la primera plana” (Samuel Fuller, 1952), que iría,
en cierta medida, en la línea de la anterior, con el surgimiento del periodismo
independiente americano enfrentándose al que sirve al poder o los intereses
económicos; “Trágica información” (Phil
Karlson, 1952), un estupendo y paradójico título, donde un periodista asesino
será acosado por su propio periódico; “Mientras Nueva York duerme” (Fritz Lang,
1956), una película global, que desenmascara virtudes y vilezas del periodismo,
su necesidad y sus mezquindades; “El hombre que mató a Liberty Valance” (John
Ford, 1962), donde sin ser uno de los temas protagonistas, sí tiene importancia
vital definido como uno de los pilares de la democracia que se iba construyendo
en Estados Unidos; “Corredor sin retorno” (Samuel Fuller, 1963), en un brutal
retrato vocacional de la labor periodística…
Y en títulos más modernos… “Noticia de una violación en
primera página” (Marco Bellocchio, 1972), de nuevo con el meritorio trabajo
detectivesco de dos periodistas; ”Primera plana” (Billy Wilder, 1974), nueva y
brillante adaptación y remake de la historia creada por Hecht y McArthur; “El
reportero” (Michelangelo Antonioni, 1975), retratando el arriesgado y necesario
trabajo periodístico; “Todos los hombres del presidente” (Alan J. Pakula,
1976), una de las películas más conocidas sobre los méritos periodísticos y su
servicio público; “El año que vivimos peligrosamente” (Peter Weir, 1982), de nuevo
periodistas en su vocacional y arriesgado trabajo; “Los gritos del silencio”
(Roland Joffé, 1984), el periodismo como principal mecanismo de denuncia de las
atrocidades e injusticias; “Sostiene Pereira” (Roberto Faenza, 1996), y su
vocación desde distintas generaciones y puntos de vista; “Territorio comanche”
(Gerardo Herrero, 1996), el periodismo de guerra, su valor y necesidad; “El
dilema” (Michael Mann, 1999), en su vertiente divulgadora y denunciadora, capaz
de cambiar las cosas; “La flores de Harrison” (Elie Chouraqui, 2000),
enfrentándose a los conflictos para mostrarlos al público, crear conciencia; “Veronica
Guerin” (Joel Schumacher, 2003), llevando tu deber y vocación hasta las últimas
consecuencias; “Buenas noches y buena suerte” (George Clooney, 2005), en
defensa del periodismo independiente contra el poder; “El desafío: Frost contra
Nixon (Ron Howard, 2008), con la misma esencia que otras mencionadas, la independencia y la investigación
para lograr la denuncia y la justicia; “Fortapàsc” (Marco Risi, 2009), otra
vocación que termina en tragedia al desarrollarse; “Spotlight” (Tom McCarthy,
2015), periodismo de investigación y denuncia buscando hacer justicia…
Otras, en cambio, han puesto el foco en sus abusos,
mezquindades, vicios y corruptelas.
“Sed de escándalo” (Mervyn LeRoy, 1931), señalando al amarillismo
periodístico y sus consecuencias; “Una mujer difamada” (Jack Conway, 1936), que
en tono divertido muestra el poder de la prensa; “Amor y periodismo” (Tay
Garnett, 1937), otra comedia que ridiculiza y pone ante el espejo al periodismo
sensacionalista; “Juan Nadie” (Frank Capra, 1941), con Capra retratando las
manipulaciones mediáticas; “Historia del hampa” (Cy Endfield, 1950), sobre la
hipocresía y ciertas actitudes de una prensa consciente de su poder para
conseguir sus objetivos; “El gran carnaval” (Billy Wilder, 1951), en el que es
uno de los retratos más descarnados sobre el amarillismo periodístico en la
desvirtuación plena de su esencia; “Más dura será la caída” (Mark Robson,
1956), con los amaños e intereses utilizando a la opinión pública y el poder
mediático; “Chantaje en Broadway” (Alexander Mackendrick, 1957), uno de los más
descarnados retratos sobre las mañas de esos hombres pertenecientes al cuarto
poder, así como una exposición desoladora de la fauna nocturna de Broadway; “La
dolce vita” (Federico Fellini, 1960), que tiene más de retrato objetivo que de
crítica, en el desencantado transitar de ese periodista que busca historias de
famosos…
Y en títulos más modernos…“Network (Un mundo implacable)”
(Sidney Lumet, 1976), uno de los retratos más despiadados y contundentes sobre
el amarillismo mediático, donde todo vale por la audiencia; “El ojo público”
(Howard Franklin, 1992), en un retrato explícito del morbo y el sensacionalismo
periodístico, así como de su amoralidad; “El cuarto Ángel” (John Irvin, 2001),
donde el periodismo es utilizado para cumplir venganza; “Nightcrawler” (Dan
Gilroy, 2014), el morbo y al amarillismo, unido a la competencia, elevado a la
quintaesencia…
Y otras donde el periodismo está inevitablemente presente...
Y otras donde el periodismo está inevitablemente presente...
"Historias de Filadelfia" (George Cukor, 1940), y la caída de los prejuicios a través del conocimiento y el trabajo periodístico; “Ciudadano Kane” (Orson Welles, 1941), una de las mayores
obras maestras del cine con el periodismo como excusa para adentrarnos en una
personalidad abrumadora; “La mujer del año” (George Stevens, 1942), dos
periodistas de distintas ramas para retratar la lucha de sexos en esta
esplendida comedia; “Vacaciones en Roma” (William Wyler, 1953), donde lo que empieza
siendo un posible reportaje legendario termina en una historia de amor
imposible; “El americano tranquilo” (Joseph L. Mankiewicz, 1958, o su remake,
adaptaciones ambas de la novela de Graham Greene, de 2002 dirigida por Phillip
Noyce), donde exploramos un conflicto en Saigón a través de dos corresponsales
que viven un triángulo amoroso; “El fuego y la palabra” (Richard Brooks, 1960),
donde el personaje del periodista supone una amenaza para ese sinvergüenza sin
escrúpulos que interpreta Burt Lancaster; "Philomena” (Stephen Frears, 2013), donde el periodismo decepcionado sirve para otras buenas causas...
Aunque Spielberg saca en determinados diálogos ciertos
conflictos sobre los que han profundizado las películas más críticas, se decide
por dejarlos de lado ante una idea particular y concreta: la necesidad del
periodismo, del bueno, para defendernos de los mecanismos y desmanes del poder
político y, más allá de estar informados, la libertad de prensa como uno de los
valores irreductibles de la democracia.
Lee aquí la 3ª Parte del análisis.
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