jueves, 3 de abril de 2014

Crítica: LA FIERA DE MI NIÑA (1938) -Parte 4/5-

HOWARD HAWKS












Cebos. Ecos.

-Como en toda buena comedía el uso de cebos y ecos también es muy socorrido para crear humor, aquí Hawks da una nueva lección de cómo usarlos y además de forma multiplicada y recreándose en el hecho. Uno de los más significativos lo tenemos con el robo del coche de Susan y David tras comprar carne para “Baby”. Este robo será al psiquiatra que vimos al inicio en el restaurante y con el que ya hubo un enredo con otro supuesto robo, el del bolso. Por si fuera poco esta huida remite a la escena del campo de golf, cuando Grant también huye montado en el lateral del coche, así Hawks en esta secuencia humorística funde mediante ecos y cebos dos de las anteriores. Siempre habrá un remate inesperado para los gags.

Oh está bien, lo devolveré, además el modelo no me interesa”.

-La aparición de George, el perro, añade más elementos al enredo y supone un eco del cebo que se puso al inicio de la cinta, con la mención al gusto de “Baby”, el leopardo, por los perros. El juego con el perro también será excelso.


-El rapto de violencia de Grant hacia Hepburn lo tomará ella como señal de amor extremo, en otro eco de un cebo anterior, cuando el psiquiatra dijo que el enamoramiento se manifestaba de forma violenta en ocasiones. Su grito y su pisotón suponen una evolución en David. Un momento inolvidable, de hecho las agresiones físicas de Grant a Hepburn son momentos míticos de la más alta comedia, recordemos “Historias de Filadelfia” (George Cukor, 1940).

-Comenté con anterioridad como se creaban cebos y ecos con los diálogos. La escena de la cena con el Mayor Applegate (Charles Ruggles) es un buen ejemplo de esto. A Susan se le ocurrirá inventarse algo, una afición a la caza para David, lo que le acarreará problemas, como siempre, en la escena mencionada cuando el Mayor confiese ser gran aficionado, precisamente, a la caza mayor. Toda invención o mentira se vuelve en contra del pobre David.

-Veremos a Susan y a David bajo una ventana en dos ocasiones, la primera para despertar al señor Peabody (George Irving) y la segunda intentando bajar un leopardo del tejado de la casa del psiquiatra.



En la escena del robo, como en la del campo de golf, no se explica cómo se llevan los coches, aunque tampoco importa.

Inversiones.

En la casa de la tía Elizabeth, la futura mecenas de David, Hawks nos deleitará con otra de sus señas de identidad anunciadas al inicio del análisis, las inversiones de los roles. Así la juguetona Susan se pondrá el sombre de David mientras le roba descaradamente la ropa y David se verá obligado a ponerse una bata femenina.

El plano de Cary Grant abriendo la puerta del baño tras darse una ducha, donde vemos su sombra, y su posterior aparición estelar con la mencionada bata femenina es hilarante, una escena perfectamente modulada.




No tenemos prisa Ana, ninguna prisa”.

Por supuesto, una vez Hawks ha vestido así a nuestro protagonista, con una elegante bata femenina, es evidente que no podrá evitar llamar a la puerta para que alguien le vea.

El hombre que se quede con usted no tendrá más que problemas”.

Muy sencillo, ¡porque de pronto me he vuelto gay!

Esas frases juguetonas... La última en concreto está chapuceramente cercenada en el doblaje, que suprimió la palabra “Gay”. La censura y su sentido del humor…

 Ni siquiera conozco el Brasil”.

¡Naturalmente que no! ¡Lo único que quiero es casarme!”.

La que desde luego está realmente sexy con bata es Kathatine Hepburn, con sombrero masculino o sin él. La enamorada mirada de Hepburn a Grant tras esa última frase es difícil de resistir. Matices y equívocos deslumbrantes.


El caos generador de vida.

El caos es la columna vertebral de “La fiera de mi niña”, el caos y la locura, un caos y una locura generadoras de vida, a través del caos nacerá el amor, se derribarán complejos y suprimirán represiones, se destruirá el formalismo y apostará por la vitalidad. Toda la trama es desquiciada, el comportamiento de Hepburn para encerrarla en su psiquiátrico más pronto que tarde, la tendencia al sadomasoquismo de Grant digna de estudio y los elementos excéntricos abundando por doquier.

La escena que mejor retrata ese caos a nivel sensitivo la tenemos con la presentación de la tía Elizabeth (May Robson), una escena repleta de grandes diálogos y matices en medio de un caos absoluto y ensordecedor de gritos y ladridos, con todos hablando a la vez y George ladrando sin parar.

Es impagable ver correr a Hepburn y Grant en bata delante y detrás de un perro. Además, en ese juego constante de Hawks con el público, al que hace cómplice de manera permanente con esos momentos de suspense cómico, por ejemplo, pondrá en boca de Susan el sentir del espectador ante el aturdimiento provocado por los continuos ladridos del perro George.

Me ama, no me ama, me ama, no me ama… ¡Me ama! ¡David!”.

Si encuentra ropa se marchará de aquí. Es el único hombre al que he amado”.

Es una escena y plano memorable tras otro, sacándole todo el jugo a ese elemento excéntrico que acaba de aparecer, el perrito, que de dar la lata con sus ladridos se callará para robar, como es lógico y normal, el imprescindible hueso de David, la clavícula intercostal.

Robos.

Uno de los elementos con los que se juega en varias ocasiones en la película, que sirve estructuralmente a varios momentos de la trama y en la gestación de gags, son los robos.

Susan (Katharine Hepburn) es la principal ladrona de la película, lo primero que se apropiará será la pelota de golf de David y acto seguido su coche… En el restaurante será David el que se apropie por error y por culpa de Susan del bolso de la mujer del psiquiatra. Tras el accidente con el camión de las gallinas Hepburn quedará algo frustrada por no haber salido corriendo y verse obligados a pagar el desaguisado provocado por “Baby”. Otro coche será víctima de esta divertida cleptómana, el del psiquiatra, que sufre en sus carnes sus malos diagnósticos. En casa de tía Elizabeth (May Robson), Susan le robará, momentáneamente, la ropa a David para así retenerlo en su casa. George, el perro, hará un “robo impulsivo e inconsciente” al llevarse la clavícula intercostal del dinosaurio de David… Todos y cada uno de estos robos creará un enredo, una situación divertida o tendrá incidencia esencial en la trama.



Ahora que sabes dónde encontrarlos, ¿por qué no pides que te envíen otro?”.

En la última escena Susan, en plan gangster, inventará una surrealista historia sobre una banda de ladrones, Susie “La veleta”, Jerry “El tenazas”… y amagará con robar la pitillera del psiquiatra y volverá a robarle el coche para sublimar un nuevo aspecto en el clímax.

“…es la costumbre”.

¡Ha vuelto a robar mi coche!”.

En cualquier caso, por mucho que Katharine Hepburn robe, si acaba mirándote con esa cara de enamorada con la que mira a Cary Grant poco puedes hacer para resistirte, aunque los despistados científicos que interpreta Grant para Hawks tiendan a fijarse más en el material del que están hechas las medias que cubren las piernas de Marilyn Monroe que en las propias piernas… (“Me siento rejuvenecer”, 1952).



Estas tan guapo sin gafas”.

Películas previsibles versus películas imprevisibles.


La fiera de mi niña” menos previsible es cualquier cosa. Suele mencionarse la “previsibilidad” como un defecto en muchas películas, especialmente mencionado por gente a la que no le gusta dicha película o porque aciertan el final. Curiosamente en otras que el final se acierta de igual forma, pero que gustan ese supuesto defecto se omite sorprendentemente. Hay que aclarar que esa valoración de vincular previsibilidad al final es completamente errónea, salvo en la de supuestos finales sorpresa, y aún en estos con muchos matices, ya que en la mayoría de cintas el final se conoce incluso antes de iniciarse la película, especialmente en algunos géneros. Incluso si no se sabe la cosa puede variar entre dos opciones, con lo que apostando por una hay grandes posibilidades de acertar, (viven-mueren, quedan juntos- se separan…). Cuando uno ve una comedia romántica sabe que la pareja quedará junta, es así en el 95 por ciento de los casos, pero eso no la hace previsible porque lo importante es el trayecto, el cómo se llega a esa conclusión. Una película tiene el defecto de ser previsible cuando las situaciones y su desarrollo lo son, cuando vemos venir cada paso que acontece, cada situación, enredo o complicación, no porque el final sea el lógico y habitual. Por el contrario, una película que altere el final habitual, por ejemplo que los enamorados no queden juntos en una comedia romántica, no se convierte en sorprendente o poco previsible si su desarrollo ha sido monótono, poco original y el espectador ha ido siempre por delante, aunque se pueda llevar una sorpresa al final o alguna ocasional durante el metraje. Esa película sí tendrá el defecto de ser previsible. Así, la locura en la que está instalada esta obra maestra, “La fiera de mi niña”, hace de ella algo absolutamente imprevisible, una de las comedias más imprevisibles jamás hechas… aunque sepamos que Grant y Hepburn acabarán juntos desde el inicio.

Por supuesto nos sorprenderá el hecho de que la tía de Susan, Elizabeth, sea la posible patrocinadora de David y sus estudios. El azar, el destino y las coincidencias son parte fundamental de la cinta, como he comentado.

A la trama con el perro no se le puede sacar más partido, Hawks siempre dando más, estirando las cosas hasta el paroxismo. La surrealista búsqueda, los agujeros en el jardín, los diálogos semi perrunos… Imposible no reírse. Escenas al límite. Hawks hará un breve travelling por el jardín mientras Hepburn y Grant buscan al perro, uno de los pocos travellings de la película.




-David: ¡George!

-Susan: ¡George!

-David: ¡Basta ya, Susan! Pareces el eco.

Bueno, en casi todos los lugares a donde nos ha llevado hemos encontrado algo”.

Necesitaríamos un arado”.

La relación entre el Mayor Applegate (Charles Ruggles) y la tía Elizabeth (May Robson) también deja momentos encantadores y diálogos magníficos, sobre rugidos y leones, por ejemplo.



Es tal el talento del guión que incluso se permite el lujo de corregir y juguetear con las licencias o pequeños trucos que complican las situaciones. Uno de los ejemplos más evidentes de esto lo tenemos cuando un personaje que hasta ese momento no habíamos visto libera sin querer a “Baby”, el leopardo. Es evidente que el leopardo debía ser liberado para que todas las tramas y elementos confluyeran, por lo que este truco es tan válido como otro cualquiera, aunque evidentemente gratuito, a priori. Lo bueno de esta película es que en su apuesta por la locura y el caos como generador vital estas licencias son plenamente coherentes, pero Hawks y su guionista no querrán que este truco sea vulgar, así que lo corregirán dando presencia a ese personaje a partir de ahora y recurriendo a una broma excepcional que acaba por "subsanar" y hacer coherente la mencionada licencia. Así, la excusa para que el jardinero furtivo libere a “Baby” es que tiene escondida una botella de licor donde está encerrado el animal… Si Hawks lo dejara así quedaría artificioso y arbitrario, como he comentado, pero el director nos lo mostrará posteriormente, refunfuñón y borracho, sacando botellas que tiene guardadas por toda la propiedad, con lo que convierte un aparente truco en un brillante gag.


Además el jardinero cuestionará la “civilización” de los comensales, desarrollando esa idea de la cinta que vincula a animales y personas, a sus instintos reprimidos que luchan por salir, en una ironía maravillosa, ya que él guarda botellas de licor para luego recuperarlas de la misma manera que George guarda sus pequeños tesoros para luego disfrutarlos.



Caza y aventura.

La caza y la aventura son elementos indispensables y muy recurrentes en el cine de Hawks, aunque no suelen aparecer de una forma tan evidente como en los westerns o las cintas de aventuras, lógicamente, en la comedia. “La fiera de mi niña” vuelve a ser una excepción en esto, por algo es una de las piezas angulares de la filmografía del director americano. Así, las menciones a la caza, las imitaciones a los gritos de los leopardos en la cena, la búsqueda de los leopardos y la propia estructura de la cinta remiten de forma directa a la caza. La odisea de Hepburn y Grant buscando el hueso junto a George y las continuas peripecias que les acontecen, con un nuevo leopardo incluido, se entroncan con el relato de aventuras. Además la aventura, que es lo que viven David y Susan en esta parte de la película, afianza y fortalece sus lazos, como en los westerns o películas de aventuras del director, aunque siempre en tono distendido y más sutil.





La metáfora perfecta que fusiona esa guerra de sexos y la idea de caza la tenemos en ese plano, mencionado, del cazamariposas portado por Hepburn en la cabeza de Grant… el hombre cazado.

Todo el mundo verá a “Baby” menos nuestros protagonistas, que se encontrarán con otro leopardo distinto. Cada detalle es hilarante, aunque esté mezclado con toques de aventura, por ejemplo ver a Grant secarse su ropa tras el chapuzón en el río.

-David: Susan, ¿hay alguna forma de cruzar este río?

-Susan: ¡Claro! Es poco hondo, podemos vadearlo.

Oh David, se está quemando tu calcetín…”

-Susan: Es una situación divertida estar aquí los dos juntos con esta luna. Además, me gusta estar contigo.

-David: Gracias, a mí me gusta la paz y el silencio.







Por si fuera poco un circo se sumará a la fiesta, además un elemento muy adecuado con el tono de la cinta, una nueva ironía de Hawks. Los elementos que se añaden y se usan son infinitos y a todos se les saca el máximo partido, es sorprendente que la película nunca haga aguas, manteniendo un ritmo y pulso narrativo ejemplar y siempre coherente. Es aquí, precisamente, cuando aparecerá el otro leopardo, éste nada manso ni domesticado, temible y agresivo, una auténtica bestia que queda definido en unas pocas frases.

Se recurrirá a otro truco de guión para liberar a este segundo leopardo, los conductores parándose justo donde se encuentran Hepburn y Grant para consultar un mapa… Este es, posiblemente, el momento más artificioso de toda la cinta, aunque como apología del loco destino hay que admitirla sin problemas.


¿Quiere que lo atemos, señora?”.

¿Y asegura usted que ha acariciado a esta bestia?”.

Las escenas con actores y animales juntos en plano son excelentes. Hawks dándolo todo en esa confusión con los dos leopardos, como si uno solo no fuera suficiente.

Hawks no ha acabado con el psiquiatra ni la psiquiatría, que tendrán que soportar un par de humillaciones más. La primera de ellas es otro de los momentos más recordados de la cinta, Grant y Hepburn cantando al leopardo equivocado en el tejado del doctor (Fritz Feld). En realidad no es un dúo el que canta sino un trío, ya que George, el perro, también se suma a la pegadiza canción. “Todo te lo puedo dar menos el amor, Baby”. Esto acabará con otro diagnóstico equivocado del psiquiatra, que cree que Susan ve visiones en forma de leopardo, aunque lo cierto es que quizá a la encantadora chica no le vendría mal un par de sesiones, por lo que terminará secuestrándola para tratarla. 



 


Dedicada a Juanitoj, al que no le puedo dar amor pero sí este análisis






2 comentarios:

  1. Me la tengo que ver, Sambo. Menuda forma de diseccionar películar, madre mía. Un abrazo, crack.

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    1. Muchas gracias amigo mio. Dale una oportunidad a ver! Un abrazo.

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