Ni sus responsables podían esperar el éxito y prestigio que
alcanzaría su película entre crítica y académicos. Menos aún las nominaciones
al Oscar que ha tenido, incluidas las de Mejor película y Mejor Director (hay
que añadir otras dos para completar las cuatro nominaciones totales que tiene,
al Mejor Guión y Mejor Actor Protagonista).
Cometí la imprudencia de ver el tráiler, pero es algo a lo
que estoy condenado, si bien es cierto que no recordaba nada al ponerme a ver
la película. Lo que sí recordaba era la breve sinopsis que había leído. Por una
o por otra, a los 5 o 10 minutos de iniciarse la película sabía a grandes
rasgos de qué iba y lo que sucedería, con ciertos matices y sorpresas de poca
importancia que no podía adivinar. Quizá el ver mucho cine, quizá que las
supuestas sorpresas de la propuesta no lo son.
“Déjame salir” no es más que una revisión en clave racial de
“The Wicker Man” (Robin Hardy), película de 1973 de la que Nicolas Cage
protagonizó un remake en 2006 por el que le dieron hasta en el carnet de
identidad, no sin razón. Esta en cambio les ha gustado a los académicos y tal…
Esta ha caído en gracia, porque no nos engañemos, eso es lo que le ha pasado a
esta cinta, que ha caído en gracia y ha sido rescatada de la condena del olvido
y el usar y tirar al que se dirigen este tipo de productos habitualmente. A
veces injustamente. Me alegra que valoren estos géneros al menos.
Una familia o secta de captadores, ya sea de hombres en general o de
afroamericanos en particular, cada una por sus intereses, que donde en una teníamos una apología del
matriarcado que expiaba los pecados del opresor heteropatriarcado, aquí tenemos un
componente racial y económico, salpicado con un poco de “Adivina quién viene esta
noche” (Stanley Kramer, 1967) y detalles frankensteinianos. También podríamos
citar un capítulo de “Los Simpson”, ese donde la familia utiliza el flash de
las cámaras de fotos para derrotar a unos robots en un parque de atracciones
(aquí hace reaccionar a los atrapados afroamericanos en sus propios cuerpos)… O
“Las esposas de Stepford” (Bryan Forbes, 1975).
Al esperar las sorpresas, se me hizo algo morosa la primera
parte del film, si bien modula bien sus sugerencias inquietantes, esperando que
llegara el momento de la resolución, por lo que tuve que ponerme en el papel de
quién no conociera nada ni esperase dichas sorpresas para valorar lo mejor
posible el trabajo en el análisis.
Hay aspectos muy bien elaborados e interesantes. El tempo
está muy bien trabajado. Siendo una película corta, nunca se apresura,
modulando bien la tensión, haciéndola crecer con acierto y sin recurrir a
excesivos golpes de efecto. Sí es cierto que los episodios cómicos
protagonizados por LilRel Howery, el amigo que trabaja en la seguridad del
aeropuerto, con la intención de destensar, no pegan bien y restan impacto a la
tensión creada.
Es un personaje curioso, a pesar de todo, ya que sus
advertencias y suposiciones, en ese carácter paródico, casi dan en el clavo con
todo (mención a la kubrickiana de 1999 “Eyes wide shut” incluida). Además queda
claro desde el inicio, para el ojo experimentado, que será una posible
salida para el muchacho protagonista
cuando la cosa se ponga tensa.
La parte central del film es buen ejemplo de ese tempo bien modulado, con esa noche que pasa Chris en la casa de su novia, donde nadie parece dormir, ni el desvelado Chris (Daniel Kaluuya), ni los siniestros trabajadores negros, Georgina (Betty Gabriel) y Walter (Marcus Henderson), ni la propia Missy (Catherine Keener), la madre de la novia del protagonista, que permanece sentada en la oscuridad, esperando poder hipnotizar a alguien, generando la extrañeza necesaria y la atmósfera adecuada, con la culminante escena de la hipnosis (que parece funcionar con los cigarros), con esa hipnotizadora poco sensible pero eficaz, la desquiciante taza de té y la infancia traumática de Chris. Esto se encadenaría con la escena de la fiesta, que tiene uno de los planos más inquietantes del film, un excelente y escalofriante momento, quizá el mejor de la película, sin énfasis alguno, cuando Chris desaparece escaleras arriba y todos los invitados, que charlaban distendidamente, callan y miran hacia arriba, en dirección hacia donde marchó nuestro protagonista negro. También es interesante ver cómo los invitados observan en segundo plano con miradas curiosas al protagonista, aumentando la tensión sin enfatizar nada. Y es que, salvo algún susto o arranque sorpresivo, la película es bastante respetuosa con el espectador y los sobresaltos a traición.
El juego de los cebos y los ecos también funciona con
bastante acierto. Esas menciones al abuelo y su derrota en el 36 contra Jesse
Owens, la distraída mención al sótano cerrado, ese sutil plano en la terraza donde
la madre choca una cucharilla en su te frío, justo antes de mencionar el tema
del tabaco y la hipnosis, el mismo tema de los cigarrillos, el marchante de
arte ciego, la mención al jiu-jitsu y la idea de ir varios pasos por delante,
la misma primera secuencia del film (que contiene referencias a "El resplandor" de Kubrick con las menciones a un laberinto, a "La noche de Halloween" en la nocturnidad de ese vecindario, o "Tiburón", en la amenazante presencia del coche blanco)…
“Le costó superarlo”.
También hay un buen uso del segundo plano y el travelling, sobre todo de retroceso, dejando entrar elementos que hacen más inquietante la escena o el plano. Observen la primera secuencia, la entrada en plano del coche, el uso de los segundos planos con ese coche abierto y la aparición del misterioso encapuchado por la espalda… todo con muy pocos cortes. O la aparición de la doncella negra por la espalda y en la lejanía de Chris (Daniel Kaluuya), donde se usan los efectos de sonido un poco a traición para dar el sustillo. La aparición del "guarda” negro corriendo en la noche también es impactante con ese uso de la profundidad de campo, así como la nueva aparición ante la ventana de la doncella.
La casa de los Armitage es lujosa y apartada de todo, pero
el piso de Chris, un fotógrafo de talento, no está mal.
Ejemplos de travelings de retroceso los tenemos en la cordial
bienvenida, tomada en un plano a distancia, donde en el travelling de retroceso
se termina incluyendo al guardián afroamericano de la finca. Una distancia que
se mantiene dentro de la casa, donde sólo nos acercaremos en la arenga del
padre, interpretado por Bradley Whitford, contra los ciervos.
La metáfora con el ciervo también parece evidente desde el
inicio. Peele juega a ese vínculo desde el accidente, con la mirada de Chis al
mismo, herido en el bosque al impactar con el coche. A pocos debe caberles duda
de que la perorata y arenga anticiervos del padre de la chica puede ser
sustituida por una arenga “antinegros”... En la habitación donde permanece
encerrado y atado, habrá una cabeza de ciervo justo enfrente de Chris, que
utilizará como catarsis, clavándosela al padre. Una evidente identificación.
El subtexto racial es lo que ha dado su prestigio a la
cinta, sin lugar a dudas. Y tiene ideas interesantes. Menciones a Obama y una
especie de inquietante recreación de lo políticamente correcto en el tema
interracial, donde los padres de ella, así como todos los blancos que aparecen,
ofrecen una excesiva cordialidad, quizá sincera incluso, sin saber muy bien
cómo comportarse ante alguien afroamericano, más allá de soltar tópicos. Una
relación interracial donde él muestra sus miedos y de ella se recalca su
carácter “no racista”, lo que la hace apestar a sospechosa al primer minuto…
“No voy a dejar que nadie joda a mi chico”.
Los personajes no pararán de elogiar a los afroamericanos (y ya se sabe que el elogio debilita, dicen). El padre con Obama como el mejor presidente que ha tenido, el hermano (Caleb Landry Jones) elogiando a Chris por su genética y cuerpo (que uno piensa que quiere hipnotizarlo para convertirle en la bestia que dice), los invitados con adulaciones y alabanzas de todo tipo (su tono de piel, su sexualidad…)… Todo esto desarrolla una idea más que interesante, sobre todo porque puede resultar sincero, los blancos valoran de verdad a los afroamericanos, hasta el punto de querer robarles sus corazas… Es una digievolución racista desde el estado del bienestar y lo políticamente correcto. Eternizarse y mejorarse cuerpo y mente a través de todo joven negro que logren captar.
Pero donde la reflexión alcanza su punto más brillante es en
lo referido a los propios afroamericanos. Peele nos deja claro que no hay
blanco de fiar, no se salva ninguno en la película, son todos malvadísimos,
pero su mirada hacia los afroamericanos no es complaciente. Ni los propios
afroamericanos creen que semejante maldad hacia ellos sea posible. Los policías
se reirán de Rod, el amigo agente de aeropuerto de Chris; el propio Chris se
creerá todas las excusas que le pone su familia política e incluso sospechará
primero de los de su propia raza, por su rareza, que de cualquier otra
circunstancia; Chris nunca se alarma, incluso Rose se lo menciona; la colección
de víctimas de Rose es numerosa, es decir, ingenuos crédulos ante la maldad caucásica.
Afroamericanos adormilados y acomodados en lo políticamente correcto, en esa
sociedad del bienestar que dice aceptarlos e integrarlos… Ese mecanismo de
control, con el uso de la hipnosis, la sustitución de la personalidad, se va
haciendo evidente y está bien mostrado y desarrollado.
“Esta tía está loca”. Es en relación a Chris y que sospeche
antes de los de su propia raza, donde podemos encontrar sentido al peluche del
león que gira en la mesilla, como si el instinto de supervivencia, la
agresividad, la autodefensa natural, se hubieran perdido en ese estado de
bienestar, suponiendo una condena. Recuerden la presentación del protagonista,
con la crema de afeitar blanca, como si hubiera asumido ese falsario orden de
cosas bajo apariencia de cordialidad, que esconde un puro racismo, como si se
pusiera una máscara blanca donde se le acepta…falsamente. Me pregunto si
ciertas ideas no tienen un componente racista en sentido contrario. Esta
película al revés sería tachada de eso.
Es satisfactorio que cuando la película decide caer en su
vertiente más pulp, violenta y sangrienta, lo haga sin complejos y sin
concesiones, y además sin resultar vulgar o excesiva.
A parte de la previsibilidad, especialmente si conoces
referentes, y la convencionalidad general de un thriller de terror al que su
subtexto tampoco logra elevar donde pretenden hacernos creer algunos, tenemos
ciertos defectos menores en la parte final.
La supuesta sorpresa que más se guarda es la naturaleza de
Rose, la novia, pero es una evidencia que es la mayor villana de todas, no cabe
otra resolución, por ello cuando se revela con las fotos que descubre Chris y
su reacción con la llave, el impacto es básicamente nulo. Más divertido resulta
el tema de la nueva identidad y cuerpo de los abuelos de la familia en esos
misteriosos afroamericanos. Eso sí, es divertido verla comiendo chucherías con
leche mientras escucha la banda sonora de “Dirty Dancing” (Emile Ardolino,
1987).
“Ve a por él, abuelo”.
El uso del flash con el abuelo de Rose debería ser visto por
ella, porque Chris lo usa a pocos metros de distancia, pero Rose parece no
darse por enterada y cede su escopeta a su abuelo ante la posibilidad que
podría darse… En cualquier caso, con la locura lanzada, tampoco nos vamos a
quejar, por lo que es mejor elegir dejarse llevar por ese desenfreno y esas
ocurrencias, sabrosas en algunos casos (es irónico y divertido, con un punto de
maldad, que Chris creyese que su abuelo se sentía atraído por su nieta).
Una película entretenida que no es para tanto, ni mucho
menos, y a la que una nominación como mejor película del año le queda muy
grande. Respetos para el aceptable trabajo de Daniel Kaluuya, que también ha
tenido nominación.
tus analisis son acertados iluminadores
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras, Emiliana. Un abrazo fuerte.
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