Crítica: ¡BIENVENIDO, MÍSTER MARSHALL! (1953)

LUIS GARCÍA BERLANGA

 

Clásico incontestable del cine español, dirigido por uno de los mejores directores que ha dado nuestro país. Por si fuera poco encontramos como autor del guión junto a Bardem y el propio Berlanga, nada más y nada menos que a don Miguel Mihura, uno de nuestros grandes genios. 

Con un talento y una habilidad para sortear la censura de la época "¡Bienvenido Míster Marshall!", es una brillantísima comedia costumbrista de gran calado.

 Ante la llegada de los americanos enviados con motivo del "Plan Marshall" que facilitaría ayuda económica al país, en Villar del Rio se empiezan a suceder todo tipo de preparativos ante la perspectiva de recibir grandes beneficios de los visitantes. 

Con una duración de 75 minutos Berlanga nos muestra la vida en un pequeño pueblo, que bien podría ser cualquiera, y que retrata la situación que se vivía en aquellas fechas en un tono distendido que no esconde un trasfondo duro, nostálgico, amargo pero también alegre, optimista y entrañable. Introducida por la voz over de Fernando Rey nos vamos sumergiendo en la vida cotidiana del pequeño pueblo y conociendo la vida de los personajes más representativos del mismo. Personajes bien dibujados y un retrato del pueblo recalcando su miseria con divertidos elementos metalingüísticos. Tenemos todos los personajes característicos de los pueblos, el alcalde, el cura, la maestra solterona, el barbero, el médico, el hidalgo...las cotillas, que en un pueblo es algo común a la mayoría de sus ciudadanos, pero siempre hay unas "oficiales"... La utilización de la voz over si bien pudiera resultar polémica, lo cierto es que con su brillantez y fluidez anula cualquier debate. 

 

 

"Míster Marshall" correspondería a la primera época de Berlanga, películas como “Calabuch” (1956) o “Los jueves milagro” (1957), una época menos amarga, menos negra, más ingenua (positivamente) y optimista. Eso no significa que no haya ironía, mala baba, sarcasmo y crítica, poco después haría comedias negrísimas como “El verdugo” (1963) o desoladoras como “Plácido” (1961). Ya se intuía en su estilo el gusto por las historias corales y el virtuoso manejo de amplios grupos de actores en la puesta en escena de los planos, pero apenas tenemos muestras de lo que sería su estilo futuro con grandes planos secuencia repletos de personajes. También están presentes los brillantes diálogos cargados de ironía y sarcasmo, aunque el estilo general del director estaba en formación. Recursos de guión como los enlaces entre escenas con la palabra o frase que se deja colgando en la anterior y repetida o encadenada en la nueva, son detalles que aportan frescura a una película increíblemente ágil de por sí. 

Los momentos de comedia son tantos y tan brillantes que es complicado hacer una selección ya que toda la película, desde que empieza hasta que acaba, está repleta de ellos, desde sutiles a descacharrantes. Muchos son hitos del cine español. 

Extraordinarios momentos con personajes que se oponen a recibir a los americanos, con otros que los admiran y con otros más que intentan sacar todo el provecho posible. La parodia de lo hispano, que se nos conozca solamente por los toros y el flamenco, como tristemente ocurre en muchos sitios, está magistralmente tratada (espléndido ese plano repleto de sombreros que miran hacia arriba al discurso del alcalde). La improvisación y la imaginación como uno de los grandes valores de "lo nuestro" también está mostrado de forma sublime, la falta de escrúpulos de todo el pueblo para lograr un propósito, para conseguir esos ansiados "regalos" que se supone traerán los americanos es retratado sin recurrir al patetismo, de una forma entrañable, irónica y divertida (los decorados andaluces, las clases de toreo, de baile, los vestuarios... el talento para adaptar la personalidad de los personajes a la surrealista situación, sin olvidar a ninguno, como esa maestra que enseñaba cosas de los americanos y ahora enseña las características del vestuario andaluz...), de un ingenio que sale a borbotones. 

 

 

Critica a la situación económica, cultural (economía rural, cultura baja...), parodia de muchos de los clichés americanos (western, gangsters, Ku-Kux-Klan, caza de brujas...), son más ejemplos de ese talento e ingenio.  

Son multitud las escenas memorables, de hecho cada escena tiene un hallazgo o rasgo talentoso. Como no recordar y ver retratada a tanta gente que conocemos en el discurso de Isbert, el alcalde, y Manolo Morán, peleándose en el balcón ante la atenta mirada del pueblo, marcando territorio y poder, ese ego que da el cargo, que hace sentirse tan importantes a tantos por mucha que sea su incompetencia, lo vemos en cada comunidad de vecinos, cuando uno de ellos llega a presidente de dicha comunidad y se convierte en una especie de ministro trascendido (esto se retrató también maravillosamente en la serie “Aquí no hay quien viva”). “Si quieres conocer a Pepito, dale un carguito”.

Algunos de los momentos más recordados de la película son los que se refieren a los sueños de algunos de los personajes, dando rienda suelta inconsciente a sus deseos y a las peticiones que han hecho a los americanos, como niños a la espera de los Reyes Magos. Ahí la estructura cambia y vamos viendo esos sueños, todos brillantísimos, y la cinta adquiere ese aire tierno y entrañable, que también es muy de Berlanga, sobre todo en esa primera época, donde los personajes desnudan sus pequeñas miserias y sus anhelos, sus inconfesables miedos y aspiraciones, se acaban humanizando en definitiva, (mítico el sueño del alcalde ambientado en un bar del oeste y donde no se oyen los puñetazos).  

Que alguna interpretación de algún extra puede ser "débil", que la voz over pueda resultar excesiva en ocasiones, cosa con la que no acabo de estar de acuerdo, y que el estilo de Berlanga aún no esté definido del todo, son los pocos defectos que se podrían señalar a esta cinta. De los mencionados sólo consideraría lo de las interpretaciones de algún extra, pero nada mancha su calidad.

Todos los intérpretes están soberbios y hay gran cantidad de ellos, lo mejor de la época, Pepe Isbert (magistral), Alberto Romea, Lolita Sevilla, Manuel Alexandre, Rafael Alonso, Manolo Morán, Elvira Quintillá, Luis Peréz de León, Félix Fernández...  

Lo de Pepe Isbert no tiene nombre, mi debilidad por este genio es completa, qué talento para la comedia, la su sordera, su voz ronca, sus gestos… un actor y una interpretación absolutamente irresistible.

Por si fuera poco tenemos una canción que es un clásico ya, "Americanos", escrita por Miguel Mihura, y un final memorable, colofón perfecto para esta obra maestra.  

Premiada en Cannes, llegó a escandalizar a Edward G. Robinson en su exhibición por la escena en la que una bandera americana flota en un charco.

Sin desvelar chistes y bromas, ironías y sarcasmos continuos no puedo más que recomendar esta cortísima obra maestra que les dejará una sonrisa amplia en la boca y el estallido de no pocas carcajadas.

No hemos cambiado tanto en el fondo.