¿Por qué demonios ha llamado la atención esta película y no
lo hizo el año pasado esa joya que es “Sing Street” (John Carney)?
Sobrevalorada película que ha caído en gracia y que lo mismo
pesca en río revuelto, ya puestos. Y es que visto el regalo del año pasado a
“Moonlight” (Barry Jenkins, 2017), que con el tema Trump y la polémica afroamericana del año anterior
de alzó con el Oscar a Mejor Película, no sería de extrañar que con la polémica
feminista, el “metoo” y los abusos alguna cinta dirigida por mujer cantara “bingo”
más allá de sus méritos.
“Lady Bird”, dirigida por Greta Gerwig (también es actriz y
guionista, de hecho el texto de esta cinta es suyo), en la que es su segunda
película tras la cámara después de codirigir “Noches y fines de semana” (2007)
junto a Joe Swanberg, es un aceptable retrato del mundo adolescente, una
película correcta, de frescos diálogos, pero nada especialmente sobresaliente,
que sólo puede entenderse en una selección de lo mejor del año si ese año ha
sido mediocre o encaja con alguna polémica o movimiento concreto que la use
como bandera. Una película que tiene algo de biográfica para Gerwig. Cinco
nominaciones tiene “Lady Bird” (Película, directora, guión, interpretación
femenina principal, interpretación secundaria femenina). Deja perplejo que la
dirección esté nominada, pero es a lo que vamos… no será raro que pesque algo
con todo esto. Lo más lastimoso es que lo apunté en mi cuaderno al preparar el
análisis sin que salieran las nominaciones… Me lo temía…
No va de nada de eso “Lady Bird”, ni de abusos ni de feminismo, es un retrato más o menos
convencional de la adolescencia, en la frontera con los 18, la de la
protagonista, y el paso a la edad adulta, de los que hemos visto muchos, unos
bastante mejores y otros, muchos más, indudablemente peores, protagonizado,
escrito y dirigido por mujeres. Ese es el punto, la distinción en la evidencia
sangrante del reducido número de mujeres directoras nominadas en las grandes
citas.
Las contradicciones (no parará de criticar su ciudad, Sacramento, al tiempo que se pone camisetas reivindicándola), las decepciones (la pérdida de la virginidad), descubrimientos (las relaciones, el sexo), sueños (ir a Nueva York a la universidad), desorientación (el vagar y cambiar de amistades), la prepotencia (pensando que es mejor que el resto, manipulando y despreciando), maduración (la redención final)… La adolescencia.
Las contradicciones (no parará de criticar su ciudad, Sacramento, al tiempo que se pone camisetas reivindicándola), las decepciones (la pérdida de la virginidad), descubrimientos (las relaciones, el sexo), sueños (ir a Nueva York a la universidad), desorientación (el vagar y cambiar de amistades), la prepotencia (pensando que es mejor que el resto, manipulando y despreciando), maduración (la redención final)… La adolescencia.
“El sexo… me gustaba más con el chorro del agua”.
Es una buena película, correcta, clásica cinta de iniciación, fresca, donde destacan los diálogos especialmente, aunque suene a ya visto en líneas generales con una dirección puramente convencional, si bien hay autenticidad en ciertos conflictos y en las relaciones. Esta cinta, que es una especie de “Chicas malas” (Mark Waters, 2004) pero en versión indie con matices de calidad, lo que nos lleva a profundizar algo más en las cosas y a realizar un retrato más veraz, se basa básicamente en la figura de la protagonista interpretada por Saoirse Ronan. Todo ello en un contexto de crisis (quizá por eso se cite a John Steinbeck y “Las uvas de la ira”), la que hemos pasado, con una chica insatisfecha, educada en un colegio católico y que vive en conflicto por largarse de su ciudad. Muy lejos queda de títulos adolescentes más profundos como “Las ventajas de ser un marginado” (Stephen Chbosky, 2012), “C.R.A.Z.Y” (Jean-Marc Vallée, 2005), “Al filo de los diecisiete” (Kelly Fremon, 2016) o la citada “Sing street” (John Carney, 2016), por no citar ejemplos más clásicos…
Habría que añadir que se incluye cierto componente social
relacionado con la protagonista y su bochorno por pertenecer a una clase
humilde, su ambición por subir o simular ser de una más acomodada. Las veremos
en unas Navidades modestas, con apuros económicos, con anhelos y fingimientos…
Vemos repetir patrones a la buena de Saoirse Ronan en su
vinculación con Irlanda y el catolicismo. La hemos visto perder la virginidad en
varias ocasiones, lo que no está mal, así como disfrutado de cómo se
desenvuelve en los bailes típicos de confraternización social al estilo
irlandés, donde se liga más de lo que se piensa. Bailes modosos y católicos.
No hay más que recordar “Brooklyn” (John Crowley, 2015), donde la vimos en la
intimidad, relacionada con lo irlandés y lo católico, papel que le dio su
primera nominación al Oscar como actriz principal (segunda en su carrera).
Surgimos de un conflicto inicial, retratar a alguien
convencional, normal, que a su vez se distinga del resto y nos suscite interés,
o sea, que sea excepcional. Esta chica llamada Christine, pero que se hace
llamar Lady Bird, apodo que ella misma se eliminará cuando eche a volar, al
cumplir su anhelo de marchar de Sacramento, es la protagonista.
Ella es una figura de tintes nietzscheanos y maquiavélicos, decidida a cualquier cosa, dentro de un orden que no se excederá en demasía, para conseguir sus propósitos, tanto sociales como académicos, con una posterior redención. Cuando quiera su primer beso y tenga una primera atracción, un flechazo, con un chico al que ve en una audición, Danny (Lucas Hedges), objeto de deseo católico-irlandés, se las ingeniará para conseguirlo en un tiempo récord, aunque este punto no es complicado; cuando quiera mejorar sus notas no dudará en robar el libro de calificaciones del profesor y mentir acerca de sus resultados; cuando quiera acercarse a otro círculo que le dará mejor imagen y prestigio, no dudará en manipular a la chica popular y acercarse a otro chico, músico, Kyle (Timothée Chalamet), que está dentro de ese grupo, abandonando a su amiga de siempre…
“Si Danny y yo nos casáramos y luego su abuela muriera, heredaría
la Casa de los Sueños… Sí, tendría que matarlos, y matar a sus hermanos mayores
también…”.
“Es tu honor…”
Christine McPherson, o sea Lady Bird, nuestra protagonista,
es vaga, idealista, soñadora, dispersa, busca ser centro de atención, distraída,
desganada, poco aplicada, enamoradiza o interesada, engreída, contradictoria, decidida
y firme, con carácter, determinada, en ocasiones busca la evasión para no
discutir, sobre todo con su madre (la veremos saltar del coche en marcha en las
primeras escenas para evadirse de una discusión y como muestra de rebeldía),
tiene ínfulas artísticas, es ambiciosa, aspira a ir a una universidad
neoyorkina aunque sus notas son mediocres, alejarse de Sacramento (California),
del que parece abominar... Católica de origen irlandés. Sueña también con lujo,
especialmente referido a casas y ropa, le gusta aparentar, miente y manipula
para lograr sus fines, es capaz de abandonar a sus amigas. Es una actriz en
vida, se niega a sí misma, a su forma de ser, una negación que acaba
definiéndose como rasgo de su carácter, cómoda, en apariencia, fingiendo ser
quién no es para integrarse en el círculo que le acerca a sus propósitos. Es
insolente y va de rebelde, como vemos en el desprecio hacia la mujer que habla del
aborto en clase…
-Monitora: Parte de mi trabajo es ayudarte a ser realista.
-Lady Bird: Sí, parece ser el trabajo de todos.
“Si tu madre hubiera abortado, no tendríamos que pasar por
esta estúpida reunión”.
Sus ínfulas, sus ambiciones y complejos de clase, quedan bien expuestos con varios elementos, focalizados por la adolescente de manera errónea. Con su madre tienen una afición que comparten, la de visitar lujosas mansiones y soñar cómo sería su vida allí, algo que Lady Bird tiene pensado cumplir por las bravas. Se avergüenza de su familia, como queda de manifiesto pidiendo a su padre que la deje varias manzanas antes de llegar al colegio “porque le gusta andar”. Un padre que es consciente de esto, pero que simulará no darse cuenta, hasta que la madre, más directa, se lo espete a la cara… Su ambición por acercarse a esos chicos populares y de clase más acomodada fingiendo vivir en una mansión… Da la impresión casi de que la idea de ver noticias de guerra, a las que parece adicta, tiene como función consolarse viendo desgracias ajenas.
Fingirá aficiones, lecturas y gustos para acercarse a chicas
populares o chicos que le interesen (la veremos leyendo el mismo libro que el
chico en el que se fija; intimando con la chica más popular de la escuela
tocando puntos de su interés; abandonando a su fiel amiga; renunciando a una
obra teatral; robando calificaciones de su profesor para medrar; dejará de
comer lo que le gusta para integrarse…).
En este sentido, la representación tendrá mucha importancia,
mucho que ver en la personalidad de Christine-Lady Bird. Se meterá en el grupo
de teatro del colegio, que es donde conocerá a Danny, para luego abandonarlo
una vez se dispongan a hacer “La tempestad” shakesperiana y dedicarse a actuar
en la vida real fingiendo una vida que no tiene. Incluso haciéndose pasar por
rica. No es baladí ese plano de Lady Bird ante el espejo antes de recibir
dinero de su padre para la universidad. Ante otro espejo madre e hija tendrán
una sincera conversación sobre el dinero, el éxito y la depresión del padre.
De alguna manera, Lady Bird tiene una evolución de 360º,
acabando donde empezó, pero valorando las enseñanzas del camino. Eliminará
absurdos anhelos gracias a las decepciones, la experiencia y ciertos manotazos
de realidad. Querrá ir al baile de graduación con su amiga Julie (bonita escena
juntas en el baile), renunciará a la farsa de amistad que tiene con el grupo de
Kyle (Timothée Chalamet) y Jenna (Odeya Rush), terminará valorando Sacramento y
a su madre, a la que quiere con devoción…
Relaciones.
A parte del personaje protagonista, por el que se apuesta el
grueso del film, lo más destacado de la cinta son los secundarios, o más bien,
matizando, las relaciones de la protagonista con algunos de ellos. Son
entrañables en muchos casos. La amiga, el padre, la novia del hermano que vive
con ellos…
Mi favorito de todos ellos es la encantadora amiga gordita
de la protagonista, Julie Steffans, que interpreta magníficamente Beanie
Feldstein. Un personaje entrañable que bien daría para una película propia y
que me fastidia no tenga más protagonismo, e incluso que desaparezca de la narración
largos minutos. Ella es la representación de la fidelidad y la amistad verdadera.
Encantador es el padre, amoroso y sensible, esforzado y
dispuesto a cualquier sacrificio por su hija, porque cumpla sus sueños, aunque
sean fugaces y arbitrarios, soportando desplantes haciéndose el loco porque sabe que su hija en realidad lo quiere, como la
vergüenza de ella, pidiéndole que la deje varias manzanas antes de llegar al
colegio… Ocultará su depresión y angustia por quedarse en el paro a su hija,
siempre sonriente y complaciente con ella. Poseedor de una comprensión
absoluta, como demuestra mostrando las cartas que la madre escribió
secretamente a su hija… Como encantadora es también la monja a la que fastidia en
alguna ocasión Lady Bird.
La relación más potente dramáticamente es la que tiene la protagonista con su madre. Dos mujeres distintas y a la vez parecidas, complementarias, bien avenidas y a la vez incompatibles… Una madre perfectamente retratada desde el inicio, con comentarios y líneas de guión que la relacionan con bebés, para descubrirnos luego que es matrona. La encarnación que hace de este personaje Laurie Metcalf es espléndida, la mejor interpretación de la cinta. Una relación compleja y real, donde se quieren y chocan constantemente, y donde la hija, que no entiende las recriminaciones y reproches de su madre, parece condenada a ser un clon de su progenitora… Una relación que tiene algo de ciclotímica, como tantas entre padres e hijos. Buena escena de ejemplo la tenemos en la tienda de ropa, con los reproches, ironías y recriminaciones que cesan instantáneamente cuando la madre encuentra “el vestido perfecto” y todo es placer…
Su madre será exigente, pero realista y sensata. Quizá algo
distante, pero bienintencionada. En ocasiones parece exagerar esa exigencia,
pero en absoluto resulta autoritaria con esa desordenada y desorientada hija.
Lady Bird, por su parte, parece entender que lo único que quiere finalmente es
comprensión, comunicación y apoyo, que eso siempre será más importante que la
presión que ejerce su madre sobre ella. Un tercio final donde la chica se
desnuda un poco más.
Las discusiones entre madre e hija son destacadas y ponen el
foco en la problemática adolecente y su conflicto con el mundo adulto, ese que
aspiran conquistar. Hay reproches duros, puñaladas traperas, bofetadas de
realidad… Una madre a veces radical, una hija insolente y también vulnerable…
La parte final deja algún momento emotivo, con ese orgullo
materno que dura poco, regresando al aeropuerto a toda prisa para intentar
despedir a su hija tras el primer desplante, así como el detalle que desvela el
padre, de las avergonzadas cartas escritas por la madre a su hija, temerosa de
que criticara sus habilidades como escritora, recuperadas por el hombre
secretamente para que su hija conociera los verdaderos sentimientos de su
madre…
Subyace la idea de legado, de herencia, donde las nuevas
generaciones mejoran a las anteriores, o esa es la idea, donde las nuevas
generaciones se convierten, imitan y calcan a las anteriores…
La novia de su hermano, Shelley (Marielle Scott), una chica
maja y de estética gótica, vive con la familia de Lady Bird por distintas
circunstancias, algo que agradece sobre manera. Es divertido ese contraste con
el resto el de esta chica seria y taciturna que admira a la madre de la
protagonista, una mujer que además soportó el sexo prematrimonial. Miguel
(Jordan Rodrigues) es el hermano que deberá modificar su imagen para que le
cojan en algún trabajo…
Sus parejas se corresponden a sus repentinos y variables
intereses. Se fijará en Danny en la idea de triunfar en las tablas. Luego se
fijará en Kyle, incluso estando con Danny, para medrar en el grupo que le
interesa, a pesar de ser un intelectual un tanto extravagante y raro que no
quiere participar en la economía global y que no le pega nada, para el que
fingirá una nueva versión suya.
Con todas estas relaciones, la buena de Lady Bird aprenderá
algo que la ayudará a madurar. Todas las complicidades de Lady Bird son
retratadas desde picados (con la madre al inicio del film, con la amiga, Julie,
mientras hablan de masturbaciones, con el primer amor, Danny, hablando de tetas
y amor…). Pero es la distancia, ese tono con cierta distancia, el gran acierto
del film, sin tomar partido, exponiendo pros y contras de los personajes, sin
juzgar, pero con cariño a todos ellos. Aunque queremos más de algunos de los personajes, Gerwig
tiene tiempo suficiente para todos. Respeto y mimo.
El humor, con frescos diálogos y algunas trasgresiones (las
dos amigas hablando de masturbaciones en la bañera con la alcachofa mientras
tapean unas hostias sin consagrar), es el otro punto fuerte de la película. Una
buscada desdramatización constante como rasgo de estilo.
-Lady Bird: No entiendo por qué no soy buena en matemáticas.
Mi padre es muy bueno en matemáticas.
-Julie: Tal vez sea culpa de tu madre.
Ejemplos de estos arranques de humor, más allá de los
diálogos, son ese nuevo profesor teatral que en realidad es entrenador de
fútbol y que da sus instrucciones como si estuviera en un vestuario; esa
mención a la cama bronceadora en pleno magreo con Kyle; la mentira pillada
sobre su vivienda por Jenna; el llanto del cura con trágico pasado…
“Ellos no lo entienden”.
En el tercio final veremos su redención, que es capaz de
bondad, algo que no habíamos comprobado en el resto del film, por ejemplo
apoyando a Danny, su ex novio gay (ciertamente esto sucede mediado el film). Una redención donde la ambición deja paso a
la nostalgia, donde la comprensión viene de la mano de la madurez. Algo que
puede parecer abrupto, aunque se intuye con la despedida de su amiga y sus
conversaciones con su padre (además de con la escena de transición donde la
vemos en su trabajo veraniego, sacándose el coche, cumpliendo 18…), que tiene
su culminación con la visita final a la iglesia, a escuchar un coro, al que
echa de menos, porque le gusta y emociona, en la llamada a su familia. Es
cuando las poses dejan de tener sentido y se desvanecen, cuando por fin no hace
falta fingir, cuando aceptas lo que eres y de dónde vienes, lo que te gusta, y
te sientes a gusto con ello, sin ocultarlo, expresándolo. La soledad como maestra de madurez. El punto final de su
redención con planos en paralelo de madre e hija, destinadas a parecerse más
de lo que creerían. Nos convertimos en nuestros padres...
Como suele ser habitual en este tipo de cintas, hay bastante
música y algunas referencias musicales. Alanis Morissette, Keith Richards, Jim Morrison, el musical “Into the
Woods”, Justin Timberlake, Dave Matthews band, Love… Una música que se
hace más rockera en la parte final. Muchas de esas canciones pretenden vínculos
y referencias a temas e ideas que se suceden en la película, lógicamente.
Con unas interpretaciones correctas, donde destacaría la de
Laurie Metcalf, en el papel de la madre, y Beanie Feldstein, por encima de la
nominada Saoirse Ronan, la película es previsible y convencional, con sus
mencionados aciertos. Se ve con agrado y entretiene.
Bueno, bueno…pues es una peliculilla amable. A ver q pasa en los Oscar!!!
ResponderEliminarGracias Sambo!
Besos!
Es amable y simpática, si la ves ya me dirás!
EliminarBesos, Reina!
A veces las películas normales sobre personas normales que cuentas sus problemas (y a la veces estos pueden ser los nuestros) son las que triunfan. Veremos esta "Lady Bird" a ver como le va.
ResponderEliminarHemosVisto!
Ciertamente. Un saludo, Joan!
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