Inicios del Rey y conflictos contras los sajones
“No hay mal que cien años dure”
Tras
dos artículos tratando los precedentes, el origen de los francos, su llegada a
Francia y los antecedentes familiares del emperador, al fin llegamos al
protagonista. Vamos al lío.
El
bueno de Carlos llega a este valle de lágrimas un mes de abril del año 742, en
Aquisgrán, Lieja o Baviera… No, no es que tuviese desde recién nacido el don de
la ubicuidad, simplemente no está claro cuál fue el lugar concreto que lo vio
nacer. La más plausible actualmente lo situaría en la actual ciudad belga.
Era
hijo ilegítimo hasta que en 749 Pipino "el Breve" “regularizó” la situación a los
ojos de Dios casándose con Bertrada de Laon. Esta ilegitimidad le costó muchas
bromas a Carlos desde pequeño por parte de la alta nobleza franca.
Carlos
contaba con doce años de edad cuando su padre es ungido nuevo monarca el 28 de
julio de 754, en la basílica de Saint Denis, por el Arzobispo Bonifacio en
nombre del Papa Esteban II, otorgándole los títulos de Rey de los Francos y
Patricius Romanorum. Esta gracia llegaba hasta los hijos de Pipino, por lo que
su estirpe pasa a ser la única capaz de aspirar al trono, ya que hasta entonces
la monarquía se elegía en el consejo de nobles franco (como mandaba la
tradición tribal germana).
Durante
su adolescencia, Carlos siguió formándose como guerrero, tanto en el manejo de
las armas como en la equitación, para la que demostró grandes dotes, como se constataría en la expedición para castigar a los levantiscos de Aquitania (sur de Francia)
en los años 761 y 762, expedición que marcaría el espíritu guerrero de nuestro
protagonista.
Durante
esta etapa de la vida de Carlos, su madre Bertrada se empeñaba en que su retoño
cogiera la piedad, la fe y la caridad cristiana aprendiendo la Biblia y otros textos religiosos. Es decir, ella fue la encargada de intentar cultivar el alma
de Carlos, pero su labor, en esa época, no dio los frutos deseados, hasta el
punto de que su poca preparación cultural le granjeó burlas entre los enemigos
de su padre, que le llamaban “Palurdo”.
Se
puede deducir que Pipino no veía en Carlos a un sucesor digno, por lo que hizo
de él un buen soldado y guerrero, demostrando unas grandes condiciones con la
lanza, la espada y la daga, que manejaba con mucha destreza.
ASCENSIÓN AL
TRONO FRANCO (768)
Pipino "el Breve" deja este valle de lágrimas el 24 de septiembre de 768 en
Saint-Denis, repartiendo el reino, para no perder la costumbre, entre sus dos hijos: Carlos I (el futuro Carlomagno) y Carlomán. La Asamblea General de los Francos,
una especie de consejo tribal, reminiscencia del pasado germano, los proclama
reyes con la condición de repartirse equitativamente el reino. En un principio
los dos aceptan, pero los nobles que apoyan a Carlomán quieren romper el acuerdo
para quedarse con la mayor parte de la herencia y el territorio. La predecible
guerra civil se queda en nada al fallecer Carlomán en diciembre de 771.
La
estirpe elegida era la de Pipino, pero al morir un vástago de éste surgió
cierta confusión sobre cómo debía manejarse y dividirse la parte de Carlomán… y
en medio de esta confusión Carlomagno se movió con astucia y rapidez: sus dos
sobrinos sufren una repentina llamada para la vida contemplativa, así Pipino y
Siagrio (hijos de Carlomán) cogen los hábitos, y su madre, la reina Gesberga, es
declarada persona non grata. De esta manera el bueno de Carlos quedó como único
y legítimo sucesor, contando además con el apoyo del Papa Esteban III. Los
nobles tuvieron que aceptar el nombramiento (no les quedaba otra) y en 772
Carlos es elegido Rey de los Francos.
En el
770, dos años antes de esto, Carlos es casado con Desiderata, hija de Desiderio o Didier, Rey de los
Lombardos, porque era conveniente llevarse bien con los vecinos, y los enlaces
matrimoniales eran la mejor forma de lograrlo. El Papa Esteban III se opuso a
este enlace, temiendo una alianza entre francos y lombardos, habida cuenta de
que el Papado estaba en guerra casi constante con estos últimos. Por fortuna no
tuvo que temer por mucho tiempo, ya que Carlos repudió a Desiderata un año
después. Hago este inciso al tener importancia más adelante. De este enlace
nacerá el primer hijo varón de Carlos, de nombre Pipino (sigue la originalidad
de los nombres), y de apodo “el Jorobado” al nacer con ese problema físico.
CARLOS EL
GUERRERO
Aquí
empieza la frenética actividad guerrera del Emperador (todavía Rey) que pasaré
a describir por campañas contra distintos pueblos o reinos. Algunas de ellas,
como es lógico, se solapan en el tiempo. Comenzamos:
REY DE LOS
LOMBARDOS (774)
En ese año 772 se produce un cambio en el
trono de San Pedro: a Esteban III le sucede Adriano I. El nuevo papa pide
socorro a Carlos ante los ataques de Desiderio, Rey de Lombardía. El
enconamiento de Desiderio, o Didier, con el Papado tenía dos principales focos:
la expansión de Lombardía del norte de Italia (la ocupación lombarda daría
nombre a la región) hacía el centro-sur de la península itálica, chocando con
los territorios papales; el otro problema era que el anterior Papa (Esteban
III) se había negado a ungir o reconocer como sagrada a la estirpe de Desiderio, como sí se había hecho anteriormente con los sucesores de Pipino “el Breve”.
Todos
estos antecedentes producen una cascada de acontecimientos: Didier (Desiderio),
al recibir la negativa papal, se pone a fumar en pipa y decide invadir los
territorios romanos, lo que obliga al Papa a pedir ayuda a Carlomagno, que en
773 planta sus huestes en territorio lombardo.
Durante
una guerra de sitio y asedio van cayendo las principales villas lombardas,
hasta que en el 774 Didier, que se encontraba encastillado en Pavía, se rinde
sin condiciones a Carlomagno. El Papa pudo respirar tranquilo, su protector le había
echado un buen cable...
Desde
ese año, Carlomagno será Rey de los Lombardos también, lo que lleva consigo ser
amo de casi toda la actual Italia. Es la primera vez que un rey germánico
acepta el título de un territorio conquistado. Su hijo Pipino “El Jorobado”, de
cuatro años, será gobernante, en nombre de su padre, en los nuevos territorios.
Tras esta guerra, Lombardía y el ducado de Benevento (terreno controlado por
los lombardos sito en el centro-sur de Italia) pasan a control caloringio, de
esta forma en la península itálica sólo quedaban fuera del control franco las
posesiones sureñas bizantinas.
GUERRA CONTRA
LOS SAJONES (772-804)
La
guerra de conquista y evangelización de los sajones es la contienda icónica de
Carlomagno, conflicto que se extiende durante treinta años con idas y venidas
que paso a detallar:
Los
sajones eran un pueblo germánico situado entre el río Elba y el Mar del Norte, y
desde siempre dieron muchos problemas fronterizos a los francos. Los sajones
estaban compuestos por las tribus westfalianas, ubicadas al oeste; ostfalianas,
al este; angrianas, en el centro, y nordalbingianas y wihmodianas, situadas a
orillas del río Elba inferior. Eran paganos y consideraban a la Iglesia y su
doctrina como un elemento de penetración franca (tenían toda la razón). A pesar
de firmar tratados de paz con Carlomagno no cumplían su palabra y seguían
saqueando tierras carolingias, lo que supuso el inicio de una guerra
definitiva.
A
rasgos generales podemos decir que las campañas contra los sajones se
prolongaron desde el 772 hasta el 804. En el 786, Carlos domina ya casi toda la
Sajonia, y entre el 798 y el año 804 logra someter a los lugareños de
Nordalbingia y Wihmode. En su transcurso, diez mil sajones fueron deportados
por considerar que practicaban cultos maléficos y se oponían a la religión
católica, mientras que los restantes serían acogidos en la fe cristiana y
forzados a guardar fidelidad al rey franco bajo juramento, con el fin de formar
un solo pueblo. A partir de aquí, puede considerarse resuelto el problema sajón
para el Imperio Franco. Entonces las fronteras orientales del reino franco
llegaban hasta la desembocadura del río Elba.
Pero
entremos concienzudamente en este gran
conflicto. En total son dieciocho grandes campañas con alguna derrota
significativa de los carolingios. Lo dividimos en tres partes:
Periodo inicial (772-780)
En el
772 las regiones renanas eran devastadas por bandas de sajones lanzados al
pillaje. La guerra comenzó en el 773 con la invasión franca del territorio
sajón, venciendo las tropas de Carlos en la batalla de
Paderborn (Westfalia) y obligando a los habitantes de Angria (actual Baja
Sajonia) a que cortaran y entregaran un irminsul (un pilar o tótem de
madera sagrado) que se encontraba cerca de Paderborn. Imaginen la humillación
que supuso para los westfalios entregar su figura sagrada, la que los conectaba
con sus dioses, equivalente a entregar un Cristo a los enemigos de la fe
cristiana.
La
campaña de Carlomagno llegó hasta el río Weser, destruyendo a su paso varias
fortalezas sajonas. Tras la negociación con la nobleza enemiga, obtuvo un
raquítico tratado de paz y rehenes para centrarse en la guerra contra los
lombardos del Norte de Italia…
Los sajones fueron
distribuidos en cuatro grupos, de acuerdo a sus regiones de
pertenencia: Westfalia, que lindaba por el oeste con Austrasia y, más
allá, Estfalia. En medio de estos dos reinos se encontraba el de Angria, y al
norte de los anteriores Nordalbingia (al norte del Elba), en la base de la
península de Jutlandia.
Durante
la ausencia de Carlomagno, los campesinos sajones, encabezados
por Widukind o Viduquindo, cuyo nombre parecía significar “Niño del
Bosque” (aparece en escena el gran caudillo sajón), aprovecharon para atacar
las tierras francas de la región del Rin, abriendo de nuevo la contienda.
En el
775 Carlomagno atravesó Westfalia y conquistó el fuerte de Sigiburg. Después,
cruzó Angria, donde nuevamente derrotó a los sajones. Por último, en Estfalia,
venció a un destacamento sajón y convirtió a su líder, Hessi,
al cristianismo (suponemos que su conversión sería únicamente de palabra).
En su camino de vuelta por Westfalia, estableció campamentos en Sigiburg y
Eresburg, que hasta entonces habían sido
importantes bastiones sajones. Toda Sajonia se hallaba bajo su
dominio, a excepción de Nordalbingia.
Regresó
a Italia para someter a los duques de Fruily y Spoleto, y una vez
subyugados, Carlomagno tuvo que regresar rápidamente Sajonia en 776, dado
que una revuelta había destruido su fortaleza en Eresburg. De nuevo los sajones
fueron aplastados, pero su líder más importante, el duque Widukind, consiguió
escapar a Dinamarca protegido por el rey Godofredo, familiar de la esposa
del caudillo sajón, donde ya había establecido contacto con vikingos suecos.
En
777 Carlomagno construyó un nuevo campamento en Karlsdat, y llamó a una
dieta (asamblea) nacional en Paderborn para completar la integración de Sajonia
al reino franco. Siguiendo fielmente su política religiosa, hizo bautizar a un
considerable número de sajones.
La
Dieta (Asamblea) de Paderborn impone el catolicismo a toda la estirpe sajona y
Carlos envía misioneros. Pero los sajones se sublevarán una vez más, porque hay
que reconocerles tenacidad, y asesinarán a los predicadores del Evangelio,
obligando a renegar de la fe a los que se habían convertido. Vencidos
nuevamente por Carlomagno, que tampoco se cansaba de vencerles, hace degollar
en Verdún a más de cuatro mil guerreros prisioneros. Algunos de los consejeros
eclesiásticos del emperador, como Alcuino y Paulino de Aquilea, criticaron
aquella postura tan tajante y cruel. Se aprecia ya que lo que procuró su madre
con las enseñanzas del evangelio en la infancia de Carlomagno caló hondo en él.
En el
verano de 779, invadió nuevamente Sajonia y reconquistó Estfalia, Angria y
Westfalia (perdidas en la rebelión del año anterior). En una dieta realizada
cerca de Lippe, dividió el territorio en distintas misiones y asistió
en persona a varios bautismos en masa. A continuación regresó a Italia y, por
primera vez, no hubo una revuelta inmediata sajona. En 780 Carlomagno decretó
la pena de muerte para aquellos sajones que no se bautizaran, no
celebraran las fiestas cristianas e incineraran a sus muertos. Entre 780 y 782,
Sajonia vivió un período de paz.
Periodo intermedio (782-785)
Carlomagno
volvió a Sajonia nuevamente en 782. Estableció un código de leyes por las que
los restos de religión pagana quedaban prácticamente eliminados. Una vez más la
religión daba la ciudadanía. Además designó varios condes, tanto sajones
como francos, lo que volvió a crear problemas, ya que nombrar jerarcas francos
en territorio sajón fue tomado como una afrenta a los oriundos, lo que volvió a
encender la chispa de la rebelión.
En
otoño de ese mismo año, Widukind regresa para liderar una nueva revuelta, la
cual se tradujo en varios ataques contra la Iglesia. Los sajones invadieron el
territorio de los chatti, tribu germánica que ya había sido convertida al
cristianismo por San Bonifacio y que pertenecía al Imperio de
Carlomagno. Widukind aniquiló a la caballería de élite en Süntelgebirge,
mientras Carlomagno se encontraba luchando contra los sorbios (pueblo
eslavo ubicado entre las actuales Alemania y Polonia).
Vuelta
a las andadas. El emperador debe rearmar un gran ejército para vencer en las
batalla de Lippspringe. No se andaba con “chiquitas” Carlomagno, buscando
ejemplarizar, por lo que ordenó en Verden (Baja Sajonia),
la decapitación de 4.500 sajones que habían sido capturados
practicando su paganismo nativo después de haberse convertido al cristianismo,
lo que no era más que la consecuencia de esas conversiones forzadas que los
sajones sólo formalizaban. Este hecho es conocido como la Masacre de
Verden, pero Widukind consiguió escapar nuevamente hacia Dinamarca.
Poco
después, Carlomagno vuelve a derrotar a los sajones en la batalla de
Delmont (783) y, finalmente, consiguió someter a los frisones,
aliados de los sajones, en la batalla del río Hase, incendiando una
gran parte de su flota. Estos dos años fueron los más sangrientos de la
guerra y significaron el traslado forzado de unos 30.000 sajones a otras
regiones del Imperio (para desarraigar a un pueblo, práctica muy común a lo
largo de la Historia), cifra monstruosa para la época.
Me
gustaría destacar el ardor guerrero de las mujeres sajonas, llegando incluso en
algunas batallas a lanzarse con los pechos desnudos al combate; una de
ellas era Fastrada, hija de un conde sajón, que en 784 se
convertiría en la cuarta esposa del emperador Carlomagno.
Gradualmente,
las huestes francas se iban imponiendo y en la primavera de 785 será cuando
el gran guerrero Widukind se rinda oficialmente, aceptando su bautismo. Este hecho motivó una larga tregua y durante los siguientes siete años hubo paz
en Sajonia, aunque con alguna revuelta esporádica… Pero no sería el final del
conflicto.
Periodo final del 792 al 804
En 792
los westfalianos (pueblos sajones del oeste) se levantaron contra sus señores por
el reclutamiento forzoso para las guerras contra los ávaros (pueblo eslavo
establecido en el Danubio). Los habitantes de Eastfalia (sajones del este) y
Nordalbingia (sajones al norte del Elba) se les unieron al año siguiente.
Carlomagno, que estaba luchando contra los ávaros, tuvo que regresar a poner
paz en el 793, y un año después había sofocado la rebelión.
Dos
años más tarde se produjo una revuelta en Angria, aunque fue aplacada
rápidamente gracias a la presencia combinada de eslavos, tropas de élite
francas y de sajones cristianos, hecho muy importante a destacar, pues nos
muestra cómo iba calando la conquista carolingia.
La
última rebelión se produjo en 804, en esta ocasión fue la tribu de los
nordalbingios, la más indómita de todas, la que se levantó en armas. Esta vez Carlomagno
no se anduvo con chiquitas: deportó a 10.000 familias a Neustria y
cedió sus territorios al leal rey de los abroditas (tribus eslavas occidentales en los actuales estados de Mecklemburgo y Holstein en el norte de Alemania). Este último escarmiento supuso la dominación del
indómito pueblo sajón.
En
esta conquista que acabamos de relatar, y que duró tres décadas, se utilizaron
dos grandes armas: la espada y el evangelio. Iban unidas, una sometía y la otra
civilizaba (desde el punto de vista franco). La religión te otorgaba la
ciudadanía, una forma de vida y un pensamiento totalmente distinto al que
conocían los sajones, que estaban cerca de las creencias germanas que había
combatido Roma ocho siglos antes. Evidentemente
la conversión no se produjo de un día para otro e iría calando poco a
poco.
Dejamos
la vida del Emperador en este megaconflicto, me tendrán que aguantar otro
articulillo donde hablaremos de Roncesvalles, los ávaros, Aquisgrán…
Un
saludo y espero que hayan disfrutado de la lectura.
Por LLEVADOR DE BOTIJOS
Lee aquí las anteriores entradas sobre Carlomagno.
Interesante post.
ResponderEliminarMismos vicios y ninguna virtud que en los anteriores artículos de este autor. Que osada es la ignorancia.
ResponderEliminarUsted siempre positivo nunca negativo.
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