El gran John Garfield nos vuelve a regalar una de sus
interpretaciones de villano psicopático dentro del género negro que tanto
valoramos los cinéfilos. Una interesante película de género, muy breve, y que
nos remite a otras mejores, pero que aunque no suponga algo excepcional sí que
resulta un título apreciable.
John Berry muestra un buen pulso en esta cinta de juegos
psicológicos, secuestros, crímenes, psicópatas enamoradizos y pasiones fatales
que no llega a los 80 minutos.
Nick Robey (John Garfield) es un delincuente de poca monta
que decide participar en un robo que promete ser muy lucrativo. Cuando las
cosas no salen como espera se convertirá en un prófugo que usará a la joven
Peg (Shelley Winters), a la que conoce casualmente en una piscina, para
refugiarse y esconderse, tomando como rehenes en su propia casa a la chica, su
hermano y sus padres.
Se nos presenta un personaje desarraigado, con una violenta
y muy compleja relación con su madre, que lo desprecia abiertamente. La presentación
de Nick será en su habitación, desordenada, teniendo una pesadilla, quizá por
malas conciencias, por sus diversos actos delictivos, quizá… La relación
conflictiva con su madre es retratada con acierto en un ligero contrapicado,
que con esa angulación muestra el conflicto, y a través del cabecero de la cama, retratando la
opresión y asfixia de dicha relación.
Un arma que perturba a Nick, no sabemos si porque la utilizó
o porque piensa utilizarla, y un espejo roto que retrata su carácter
psicopático. Sin empleo, levantándose tarde, angustiado, disperso, saldrá a la
calle y no atenderá por el nombre por el que le llaman en primera instancia, sí
por el apellido. Le interpela un compinche, que parece tener una personalidad
más dominante que Nick, habla de un plan, de un trabajito, y de ejecutarlo ese
mismo día. Todo ambientado en pleno verano, con calor, cervezas y piscinas.
Toda la escena del robo y sus consecuencia está
magistralmente rodada. Durante el robo disfrutaremos de buenos encuadres, como
ese donde se aprecia a un policía al fondo del mismo, previo al robo que van a
cometer. Juego con las luces, una sombra rasgando el rostro de Garfield, gran
juego con las angulaciones, un plano oblicuo para el compinche... También
picados. Un robo que se presumía limpio y que se convierte en locura violenta,
con el compinche y un policía abatidos y Nick perseguido. Trenes, escaleras, un
montaje más sincopado, más acelerado, planos oblicuos, angulaciones, todo para
resaltar la tensión y perturbación de la situación y el personaje. Calles
abarrotadas, muchedumbre, piscinas atestadas y prohibiciones de fumar… Grandes
travellings que escenifican una excelente puesta en escena y planificación
siguiendo a Garfield. Estupenda escena. Una película bien dirigida, de estilo
clásico y fluido.
Un picado de sombras enrejadas para la apertura del maletín
en un vestuario por parte de Garfield. Su prisión en la ambición.
Se mantendrá un cabo suelto, un elemento de tensión para el
protagonista, inconsciente de que su compañero en el atraco no ha muerto y la policía
espera su recuperación para que le delate.
Las escaleras tendrán una importancia especial en este
comienzo de relación, fase de transición en la misma. Él la parará a la salida
de la piscina en una escalera y la convencerá para acompañarla a casa, en su
bloque de pisos, con vecinos que escuchan a Toscanini, volverán a charlar en
otra escalera, y tras una confusión con el bolso de la chica, ella le invitará
a pasar a su casa. Un sombrero de hombre hace sospechar la presencia de un
novio o marido, pero descubriremos que la chica vive con sus padres y su
hermano. Una casa y una familia presentada en plano general y con panorámicas,
perfectamente retratada. El padre trabaja en un periódico, en las rotativas, y
está ocupado, precisamente, en el atraco y crimen del ferrocarril. Les dejarán
en intimidad porque van en familia al cine, aún no había llegado la televisión
como entretenimiento familiar. Peg es pastelera, algo adecuado a su dulce
carácter.
Volvemos a disfrutar de grandes detalles de dirección, la
cortina que oculta a la pareja cuando ella propone salir a pasear, una imagen sugerente
de las ocultaciones de él y el mal futuro que les espera. Otro ejemplo es ese
encuadre que muestra a Nick sumido en las
sombras y de negro y a la familia, en contraste, iluminada. Más detalles de este
tipo, un Garfield engrandecido de espaldas en primer plano ante las mujeres de
la casa, temerosas, empequeñecidas al fondo.
La escena del desayuno y el periódico es otro gran ejemplo
de buen encuadre. Un periódico delator, que muestra la foto de Nick y anuncia
el fallecimiento del policía ante un espejo y que pretende ser ocultado por el
padre. En la cocina el encuadre es perfecto, con el periódico y los intentos
del padre por mantenerlo alejado de la vista de Nick, un gran plano general. Lo
más cuestionable es que no procuren deshacerse de dicho periódico lo más pronto
posible… Berry usa mucho el plano general en diagonal con insertos a primer
plano en la planificación de muchas escenas. Aquí es un ejemplo, en la escena
siguiente, con el interrogatorio de los policías a la madre de Nick, tendremos
otro. En el periódico, con el padre contando la historia que acontece en su
casa como si fuera una novela que lee, también tenemos esta planificación.
Nick no parece tener excesivas luces, un psicópata de medio
pelo más bien torpe. Tampoco tiene mucho
temple, a las primeras de cambio encañonará a la familia a su regreso del cine
y confesará quien es sin necesidad alguna, sobre todo porque nadie le ha
reconocido… Un ser inestable que pasa de la sumisión a la amenaza de forma
radical. Además su carácter no parece corresponderse con el de las primeras
escenas. Con todo, la película pretende huir del maniqueísmo en el retrato de su
protagonista, un ejemplo lo tendremos en la escena donde la madre tiene un
accidente con la máquina de tejer debido a la perturbación que le causan las
palabras del atracador, para acto seguido ser atendida por él con cariñosos cuidados.
También su relación con el niño deja momentos interesantes, es divertida la
escena de la noche durmiendo con la pierna atada para que el niño no se escape.
Peg comienza a padecer una mezcla de sentimiento de culpa,
mala conciencia y síndrome de Estocolmo también excesivamente rápido. Tendrá
tentativas de acercamiento hacia su captor, pero todo resulta ambiguo, no
sabemos hasta qué punto es sincera o sólo finge, aspecto que nos situaría en el
punto de vista de Nick y sus dudas.
Con el secuestro la película se emparenta con títulos del
estilo de “Horas desesperadas” (Wiliam Wyler, 1955) o “El bosque petrificado”
(Archie Mayo, 1936), aunque queda lejos de ambas.
Como curiosidad debo decir que uno de los policías que
investiga el paradero de Nick, interrogando a la madre de éste, parece tener el
mismo doblador que Garfield en la película…
Peg tratará de mediar por Nick ante su madre, pero ésta
renegará de él, además tendremos enredo amoroso cuando una compañera le busque
un ligue para pasar la noche, lo que creará las dudas, los celos y la
desconfianza en Nick. Peg va adquiriendo cierta conciencia de su feminidad.
Es interesante el planteamiento de la adopción familiar. El
desprecio de la madre de Nick y cómo le afecta va cobrando sentido. La escena
de la cena organizada por él es muy significativa al respecto. Nick no huye
porque está cómodo en esa farsa, fingiendo pertenecer a una familia, aunque
para ello deba usar la amenaza, el miedo. Allí será rechazado, se sentirá
desplazado, por lo que querrá imponerse por la fuerza. La religión y la familia
son conceptos ajenos a Nick. Es una secuencia con una gran puesta en escena,
resolviendo el suspense de una forma algo escapista con la llamada a la puerta.
Las panorámicas que benefician dicho suspense, el uso de la profundidad de foco
retratando la soledad de Nick… son ejemplos de talento.
Inteligentemente Berry juega con la atmósfera crecientemente
asfixiante y con los fenómenos atmosféricos de manera simbólica. La tensión, el
calor, la sensación de bochorno, el no poder salir de la casa, la tormenta
veraniega, las panorámicas por el exterior de la casa... Una tormenta
premonitoria que enmarca una escena de amor en la penumbra, con besos y
promesas. Peg surgirá de las sombras y seducirá con su vestido a Nick.
La tensión va creciendo conforme se acerca el clímax,
convirtiéndose en un duelo entre la familia y Nick por el amor de Peg... y un
coche como prueba del mismo. El padre y Nick pelearán y Peg accederá a comprar un
coche para huir con el atracador. Buenos encuadres de los tres en plano. Los
impulsos homicidas, que no apreciamos al principio de la narración, se hacen
cada vez más patentes en él. La madre, por su parte, acudirá a la policía para
complicarlo aún más todo… ¿Por qué no lo hizo antes? Buena pregunta.
La paranoia se va apoderando de Nick y Berry lo retrata bien
desde el encuadre, con ella en primer plano y él, nervioso, detrás, acechante.
El clímax es excelente, de lo mejor de la película, de nuevo
con las escaleras presente, juegos con los segundos planos para crear suspense,
como la vecina que aparece, y un padre justiciero que busca proteger a su hija.
Un final fatalista muy en la tradición del cine negro clásico. Era previsible
que él muriera a manos de ella, tanto como irremediable. Como defecto debemos
poner la puesta en escena, que resulta algo artificiosa con el juego del
revólver para que caiga finalmente en manos de Peg.
“¿Era esa tu forma de quererme?”
Lo mismo ocurre con la aparición del coche comprado que
debía suponer la definitiva prueba de amor de ella, pero que no aparece hasta
el final. Este aspecto es muy bueno en ese final fatalista, pero resulta
también algo artificioso, porque mirando el recibo que dicen no encontrar no
cabría duda… El hecho es que la aparición del coche significa una prueba
definitiva de amor para Nick, que entiende que juzgo mal a la chica, pero se va al
otro mundo sintiendo que alguien le quiso una vez. Un final muy efectivo con
una gran muerte en un charco y ante el foco del coche recién comprado.
Nick Robey es un ser trágico y desconfiado porque jamás
sintió cariño de nadie, ni nadie le demostró la más mínima confianza… Esa es su
tragedia. Trágica también fue la vida de John Garfield, que murió a los 39 años
de edad, pero que se ha convertido en un clásico indiscutible, en especial del
cine negro. Un auténtico duro de Hollywood. Este fue su último trabajo y sólo
por eso merece ser honrado. Él no delató en la caza de brujas.
“Yo amé a un asesino” es una película muy correcta de menos
de hora y cuarto dirigida por uno de los directores incluidos en las listas
negras de la caza de brujas estadounidense.
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