Simpática película en animación Stop Motion que hará las
delicias de los más pequeños y no disgustará a los adultos. De notable
planteamiento y entretenido desarrollo la cinta se va viniendo abajo conforme
avanza su metraje, llegando a un decepcionante final. Una obra correcta que va
de más a menos.
En Cheesebridge, o sea, Puentequeso, la importancia social y
el queso vienen a significarlo todo. Bajo su suelo vienen unos monstruos
llamados Boxtrolls, que atemorizan a las buenas gentes de Puentequeso, sobre
todo porque roban sus pertenencias y a sus hijos. Un siniestro y ambicioso
cazador de Boxtrolls, que alimenta su leyenda negra, se impondrá la misión de
cazarlos a todos a cambio de un sombrero blanco, la más alta distinción social.
Una excelente atmósfera terrorífica inicia la película, la
noche, la lluvia, las sombras, los planos oblicuos, el supuesto robo de un
bebé… Ya aquí veremos los despreciables valores de ese pueblo, más preocupado
por el posible robo de un queso que de un bebé…
La reacción del alcalde de Cheesebridge ante la noticia de
la desaparición de un bebé es de puro formulismo, una reacción de pesar por
pura convención social, no porque de verdad sienta algo por la noticia, lo que
descubrimos con claridad por el contraste con su reacción ante la simple
posibilidad de que desaparezca un solo queso… Aunque el alcalde se redimirá,
esa escena suscita una interesante reflexión, y es que el villano cazador de
Boxtrolls, Birlante, al que dobla Ben Kingsley, comprender mejor los resortes
de los sentimientos, se muestra más humano al poner como primera opción de
presión la desaparición de un bebé, teniendo que recurrir a la solución de
emergencia de los quesos en última instancia por la ausencia de empatía del
alcalde Portley-Rind.
La película posee un sano y entrañable humor, con mención
especial a las bromas lácteas en ese pueblo obsesionado por el queso.
La mitología de ese pueblo y los “terribles” Boxtrolls
empieza a desarrollarse de inmediato. Un pueblo temeroso por la historia del
robo de un bebé, esa fugaz secuencia inicial que vimos, que tiene toque de
queda por su miedo a modo de precaución, cediendo por completo su seguridad al
mezquino Birlante mientras comen queso tranquilamente. Los Boxtrolls, por su
parte, se descubren como unos seres de aspecto monstruoso pero interior
adorable, miedosos, juguetones, traviesos, tradicionales y aficionados a los
artilugios que pueden conseguir para reparar o utilizar en su guarida
subterránea. Huyen de cualquier enfrentamiento escondiéndose, cual tortuga o
caracol, en su caparazón en forma de caja, su camuflaje. Un caparazón que los
camufla y protege, como si de insectos o animales marinos se tratara.
La primera escena de presentación de los Boxtrolls, saliendo
de las alcantarillas para su ronda nocturna, los describe a la perfección sin
palabras. Una escena gozosa y francamente entrañable, como todo lo relacionado
con estas criaturas en el inicio de la cinta.
Los tres esbirros del villano Birlante están muy bien
dibujados, sus diálogos resultan divertidos, aunque una vez pasa la primera
parte de la película se hace necesaria una vuelta de tuerca o algo más de
profundidad más allá de ese esbozo. Uno es un sádico, el pequeñito; otro es un
idealista y un maniqueo, el delgado; y otro es un filósofo escéptico, el
grueso. Debatirán sobre la dualidad del bien y el mal y su reconocimiento,
entre otras cosas. El maniqueo al final irá titubeando.
“¿De verdad crees que estos Boxtrolls entienden la dualidad
del bien y el mal?”
La reflexión sobre el totalitarismo en estos primeros
minutos, donde Birlante se erige en dictador al dominar la seguridad del
pueblo, juzgando la huida y el hecho de que los indefensos Boxtrolls se
escondan por su bien como sinónimo de maldad, es muy aceptable.
Es la idea conceptual más brillante de la película, el
totalitarismo, encubierto o no, que usa el populismo o el miedo falseando la
historia. En este caso el falso robo y muerte de un niño a manos de los Boxtrolls, para usarlo en su contra y adquirir poder. Todo reducido al poder… y
la apariencia.
Estos conceptos convierten al villano Birlante en el
personaje más atractivo de la función, personificación esperpéntica del
arribismo, la ambición y el materialismo más absurdo, la pura apariencia,
aspectos que acaban vinculados a la monstruosidad. Esto queda de manifiesto en
ese deseo irrefrenable del personaje de adquirir un sombrero blanco que le
posibilite acceder a la sala de degustación de quesos, un lugar de privilegio
que sólo tiene 4 miembros. Una aspiración ridícula por absurda, sobre todo
porque Birlante es alérgico al queso y probar esa demente obsesión le convierte
en un monstruo informe, saca a relucir a su aspecto exterior su podrido
interior.
“En esta ciudad uno se tiene que ayudar a sí mismo. Es lo
que hace un hombre de verdad”.
“Esos miserables bichos no pueden ser rivales de un hombre y
su sueño”.
Las apariencias son uno de los temas más socorridos de la
cinta, una obsesión para los personajes, en unos casos por ocultarla, en otros
por la consideración social que demuestra, en otros para engañar…
-Los mandamases del pueblo tendrán en sus sombreros blancos
la mayor dignidad que puedan soñar, símbolo de superioridad social basado en un
mero objeto. Ese sombrero blanco será la obsesión del villano Birlante por lo
que representa, precisamente, por su carácter simbólico de “líder” social.
Birlante además usa el disfraz para engañar, travistiéndose de mujer, en una
artista de variedades llamada Fru-Fru. Tal es su obsesión. La primera vez que
veamos a Fru-Fru revelará en una actuación la farsa sobre los Boxtrolls para
desconcierto de Eggs.
-Los Boxtrolls utilizan sus cajas, que llevan como ropa a
modo de caparazón, para protegerse, para ocultar una identidad que saben es mal
vista.
-El chico protagonista, Eggs, usará también el disfraz en
dos ocasiones, una intentando mimetizarse en el único referente de su especie
que conoce, un hombre en una portada de un disco, imitando su vestuario; y otra
en la fiesta en casa de Winnie, donde tendrá que imitar los modos sociales y la
hipocresía para intentar pasar desapercibido. En estos actos lo veremos
reflejado en espejos o el agua de una alcantarilla, símbolo de su farsa.
“Esto lo pienso de verdad”.
-Una mentira, una farsa, una falacia, es la que se cuenta
sobre los Boxtrolls para hacer posible el obsesivo arribismo de Birlante. La
mentira sobre que robaron y se comieron a un bebé.
La educación y los buenos modales son vistos como una forma
de hipocresía más que de convivencia.
La guarida de los Boxtrolls, donde descubrimos al bebé al
que supuestamente habían asesinado y se habían comido conviviendo
tranquilamente con ellos, hasta el punto de creerse un boxtrolls más, es un
deleite visual. Se retrata su mundo y su carácter bondadoso, ingenuo, simpático
y encantador, una mezcla de los minions y su encantadora y afable torpeza, los
Fraggles e incluso el mundo de “Donde viven los monstruos”… Un mundo retratado
sin palabras también, con planos secuencia o muy sostenidos.
Las escenas con el niño, Eggs, que será nuestro
protagonista, perfectamente integrado, y el Boxtrolls que lo robó, Fish, son
bellas, cálidas y entrañables. Por ejemplo la del osito, del que interesa su
mecanismo musical, no su acolchada suavidad. Su apariencia.
Duermen todos juntos, formando una acogedora pila de cajas
que mediante elipsis veremos reducirse conforme sean cazados por Birlante, en
cruel hallazgo visual de previsible fatalidad. Brillante elipsis.
Su dieta se basa en tapear insectos, lo que no la hace muy
apetitosa. Viven para el hedonismo, la camaradería y el riesgo. Cuando pierden
su caja, elemento de seguridad, protector, al que vinculan su personalidad, se
sienten desnudos, perdidos, asustados, alarmados, desprotegidos. Unos seres que
viven con miedo al rechazo y la persecución, podrían ser una alegoría del
pueblo judío. En el mundo de los Boxtrolls será donde se descubra la verdad a
través de un flashback, cuando Eggs lleve a Winnie allí, la bondad del padre,
la amenaza de Birlante, su supuesto secuestro y asesinato…
El retrato social resulta espeluznante aunque se trate de
una cinta infantil. Una clase dirigente obsesa del queso y la posición social,
frívolos sin escrúpulos, despreciando cualquier problema o necesidad que
necesite la gente, un pueblo al que parece darle igual todo… Preferirán dedicar
el tiempo y el dinero a catar queso que a financiar una escuela; un gigantesco
queso a un hospital infantil o el sombrero blanco a su propia hija, como en el
caso de Portley-Rind…
Al cuarto de hora se nos presenta a Winnie, la hija del
alcalde, uno de los personajes claves de la historia. Una niña necesitada de
atención y cariño, que ve como su padre siente más amor por un queso o un sombrero que por
ella. A la madre no se la ve. Es la única mujer importante de la trama. El
primer encuentro entre los niños, Winnie y el pseudo Boxtroll Eggs, resulta
algo forzado con el lanzamiento del sombrero blanco a la calle en un rapto de
ira de la niña y su posterior arrepentimiento. Cuando salga a recogerlo se
cruzarán una mirada vinculadora. No será el único encuentro algo forzado de
ambos personajes, al siguiente le ocurrirá lo mismo.
La historia de Eggs entronca de alguna manera con Tarzán o “El
pequeño salvaje”, un chico que no es consciente de que lo es, extrañado cuando
le llaman niño, ajeno a la sociedad y sus convenciones, falto de educación, que
entrará en contraste y conflicto con esa sociedad y sus normas sociales, su
falsedad, su obsesión por la apariencia e hipocresía, elementos que le son
ajenos.
La paternidad.
“Los Boxtrolls” acaba siendo también una más que aceptable
reflexión sobre la paternidad, la paternidad como algo más que una mera
cuestión genética, la importancia de la figura paterna, su influencia en la
niñez. Winnie anhela la atención de su padre, a Eggs le falta el suyo, los Boxtrolls, especialmente Atún, actuarán como sustitutivos de esto, como padres.
Hay varias escenas de huidas, actividad habitual de los
boxtrolls. La primera de ellas, donde secuestrarán a Atún, el Boxtroll al que
se le encargó la tutela de Eggs, tiene algunos momentos algo exagerados, donde
a los directores se les va un poco la pinza. Además, todas estas fases comienzan
a hacerse previsibles, ya que era evidente que un hecho así sería el que sacaría a
Eggs de su cascarón, una misión de rescate a su amigo y “padre”. El sentimiento
de culpa que no se definió en su momento ante su ignorancia, crece con la
ausencia de Atún.
Esa misión es la que acaba definiendo al personaje, que
hasta ese momento se creía un Boxtroll más, asumiendo por fin que no lo es, que
es un humano. Estas diferencias quedarán marcadas por sus pequeños actos de
rebeldía o insumisión, características contrarias a los Boxtrolls, que aceptan
todo como les viene sin enfrentarse a las dificultades, ocultándose o huyendo
de ellas. Cuando Eggs cuestione el comportamiento sumiso de sus amigos concreta
su personalidad, acepta su humanidad, y desde ahí intentará inculcarla al resto
de Boxtrolls. Volveríamos a estar cerca de Platón y su mito de la caverna.
Otra huida la tendremos una vez rescate a Atún, momento
donde llevará a Winnie al subterráneo mundo Boxtroll, una escena que resulta
muy simpática. Todo esto sigue siendo muy previsible, era evidente que en un
momento u otro Winnie acabaría allí abajo para descubrir la verdad.
El ataque de Birlante con la infernal máquina al mundo
subterráneo de los Boxtrolls tiene una imaginería casi apocalíptica. Capturados
y secuestrados asistiremos a una escena clave, el encuentro entre el hijo y su
padre, que no estaba muerto, sólo fue secuestrado y está enloquecido, un loco
lúcido, y al cambio de los Boxtrolls ante las interpelaciones de Eggs para que
salvaran su vida. Es muy bueno el momento donde vemos a las cajas dejar de
temblar un instante antes de ser aplastadas, detalle que delata su huida.
La ausencia de muertes, de los Boxtrolls y el padre de Eggs,
encuentra un aceptable sentido desde el guión, son ellos los que acaban
construyendo la máquina infernal de Birlante. Brillante plan del villano.
-Padre loco: ¿Quién eres tú?
-Eggs: No lo sé.
“No cambiarán su naturaleza”.
Rebelión.
Desde aquí se apuesta por el cambio, la transformación, la
adaptación, la evolución y la redención, por eso todos los personajes se salvan
siempre que se acojan a esos parámetros, aceptándose su perdón, esa redención.
El único personaje que no cambiará será Birlante, que se mantiene firme en sus
postulados explícitamente y por eso será condenado. Tanto sus esbirros como el
padre de Winnie reaccionarán y se redimirán, cambiado sus anteriores ideas o
renunciando a sus prejuicios.
Lamentablemente el último tercio del film resulta
tremendamente mediocre, con cambios de opinión repentinos y sacados de la nada,
comportamientos arbitrarios, redenciones ridículas y sin fundamento dramático
ni consistencia narrativa… Una parte final muy pobre que acaba siendo consecuencia del desarrollo
errático que se venía mascando, que tira por tierra los correctos
planteamientos iniciales. Además, el comportamiento final del villano produce
resquemor, que alguien que se ha mostrado inteligente, paciente, sibilino,
planeando y planificando durante años, ceda repentinamente a la estupidez y la
torpeza perdiendo los papeles sin sentido, no funciona, perfecto ejemplo de
esos comportamientos arbitrarios mencionados.
Una vez desaparecido el elemento del caos, del
totalitarismo, el populismo y el miedo, la convivencia será feliz y pacífica
entre humanos y Boxtrolls. Unos simpáticos títulos de crédito despiden la
cinta.
Una película de magnífico look visual, pero discreto guión.
Una película que comienza bien, pero va cayendo en la mediocridad, haciéndose
previsible y pobre hasta llegar a un decepcionante tramo final.
Adaptación del libro de Alan Snow, “Here be monsters!".
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