Benedict Cumberbatch es uno de esos actores que desprende
inteligencia en cada momento. Desde su papel en la serie de la BBC “Sherlock”,
esto parecen pensar los directores que han ido contratándole. No me extraña.
Cumberbatch es uno de los grandes talentos actuales, un
actor de una intensidad y registros extraordinarios, capaz de la mayor
vulnerabilidad y la dureza más aterradora, como en “Star Trek: En la oscuridad” (J.J.
Abrams, 2013). A algunos directores también debe transmitirles cierta
ambigüedad sexual, de ahí sus papeles de homosexual en “El topo” (Tomas
Alfredson, 2011) o esta que nos ocupa. En cualquier caso, y aunque no es la
mejor interpretación del año, Cumberbatch es lo más destacado del film y vuelve a estar
deslumbrante en un papel con una gama de registros extraordinaria, desde la
petulancia egocéntrica y segura a la timidez abochornada, ejecutadas con una
depuración y solvencia natural casi insultante. Estamos ante un actor que
promete convertirse en uno de los referentes en poco tiempo, de hecho es ya uno
de los mejores.
Cumberbatch interpreta a Alan Turing, un genio, un personaje magníficamente construido, lo mejor de la película sin duda. Es un mourinhista auténtico, inteligente, arrogante, chulo, solitario, petulante, egocéntrico, frío, robótico, borde, sin aparente sentido del humor, consecuencias de su inteligencia, seguro de sí mismo y sus capacidades, tenaz, ambicioso, competitivo, poco empático inicialmente con los que le rodean, cerebral, de temperamento excepcional, “meritócrata”… Un personaje que queda definido casi desde el inicio y enriquecido con pequeños matices muy conseguidos, como esa mirada cómplice a un estudioso chico rodeado de otros chavales ruidosos que juguetean junto a él, sintiéndose identificado con él.
Alan Turing, uno de los grandes genios de las matemáticas,
fue contratado para intentar descifrar la más sofisticada máquina de cifrado
del mundo, la alemana “Enigma”. Un asunto que se llevó con la máxima
discreción, una misión secreta que cambió el devenir de la 2ª Guerra Mundial. Turing,
el padre de la informática moderna, de las computadoras que ahora disfrutamos.
Debilidades.
Hay una fragmentación temporal en la película que parece
poco justificada, un medio de dar una especie de agilidad a la narración,
flashbacks ocasionales, flashbacks dentro del flashback incluso, que nos llevan
de 1951 (aunque en un documento al MI6 vemos la fecha 23 de enero de 1952), en
Manchester, Inglaterra, a 1939 y años posteriores, así como a la infancia de
Turing. Así veremos a Turing detenido y al agente encargado del caso dispuesto
a un interrogatorio que será la introducción al grueso de la narración, al
flashback. Volveremos ocasionalmente a ese ”presente” en 1951 para que se
explique vagamente y sin mucho interés los avances de esa investigación que
llevó a Turing a la detención. Se le detendrá por homosexual. El flashback es
la explicación del matemático al agente de la verdadera historia oculta. Estas
pinceladas con la investigación aportan poco y lastran la narración.
Del mismo modo no existe tensión en ningún momento.
Comentarios interesantes a nivel informativo, como las 100 mil toneladas de
alimentos que Estados Unidos mandaba semanalmente a Inglaterra que eran
hundidas en el mar, comparten protagonismo con vanos y ridículos intentos de
generar cierta tensión con otros del tipo “el tiempo es el enemigo, porque
Inglaterra se moría de hambre”… Jamás se aprecia ni siente esa necesidad
imperiosa, esa alarma temporal que cree un mínimo de tensión. Ni convencen ni
satisfacen. No hay foco de tensión en la vertiente de thriller de la película,
que es clave.
En este sentido tenemos un momento tronchante, se habla de
una cuenta contrarreloj para logra que la máquina de Turing funcione,
pero el grupo pide ¡6 meses para lograrlo! Y si no se logra… se vuelve al modo
de proceder anterior… Se masca la urgencia ¿eh?
Otro de los principales defectos del film está en su
exasperante previsibilidad, el espectador anticipa casi todos los movimientos
del protagonista y todas sus sesudas revelaciones… Su propuestas de matrimonio,
su negativa a usar Enigma indiscriminadamente, la muerte de Christopher (Jack Bannon), el
amigo del colegio de Alan…
El flashback que muestra aspectos de la infancia de Turing retrata su soledad, el acoso escolar recibido, su excepcionalidad, su talento,
su excentricidad, su amistad con otro chico, Christopher, y su incipiente
homosexualidad… Aquí demuestra ese talente excepcional suyo, su carácter
cerebral, superando sus miedos, superándose a sí mismo, canalizando y
blindándose de un entorno hostil, algo habitual en solitarios y maniáticos, un
cierto romanticismo intenso e íntimo. La escena donde controla su miedo al ser
sepultado bajo unas maderas es ejemplo de esto. Aspiración de control.
Es bonito el detalle de llamar a su gran computadora como a
su amigo y mentor, inspirador y principal apoyo, el que le dio confianza en sí
mismo, Christopher, como homenaje tras su dura pérdida. Un amigo con el que
compartía mensajes cifrados.
El MI6 tendrá gran presencia, especialmente en la persona de
Stewart Menzies (Mark Strong), que ocultará todo lo concerniente a Enigma y
venderá al héroe que la descifró. En estas primeras escenas tendremos
angulaciones marcadas algo gratuitas, picados y contrapicados… Un robo en casa
de Turing, una detención, un avispado agente investigando en Manchester, el MI6
a la expectativa…
Los planos escindidos del apartamento de Turing irán
cobrando sentido con el flashback que nos lleva a los momentos anteriores a su
detención y, especialmente, cuando retrocedamos a 1939 en Londres.
La escena donde el extravagante Turing y el comandante
Denniston (Charles Dance) charlan sobre la competencia del matemático para
ser contratado, será en estricto plano y contraplano. Estilo clásico.
Paralelismos.
Hay algunos juegos visuales aceptables, como ese misil que
se convierte en cigarro impactando con un cenicero, manera de vincular el
trabajo secreto con Enigma para evitar esos impactos con misiles. El juego con
algunos paralelismos es destacable, otro ejemplo, los crucigramas reclutadores
vinculados a las consecuencias de la guerra… De nuevo una cosa para evitar la
otra.
Otro paralelismo, el conflicto exterior, las ruedas de los
tanques avanzando fundidas con la embrionaria máquina de Turing trabajando.
Es interesante desde el punto de vista visual la evolución
del encuadre con respecto a Turing, casi siempre aislado del resto, incluso
dentro del encuadre aparece alejado del grupo, resaltando su soledad y
excepcionalidad con respecto al resto, pero poco a poco acabará siendo uno más,
formando una piña con todos, algo que también se aprecia en los encuadres.
Mediocridad narrativa.
Nunca considero el “academicismo” un defecto, pero sí el
esquematismo y el acartonamiento. “The imitation game” es narrativamente mediocre,
fuera de la fragmentación, bastante gratuita, jamás logra crear verdadero
interés, nunca se siente suspense ni tensión ni queda claro ni definido un
foco que dote de intensidad al conjunto,
todo es vago, bien facturado pero tremendamente soso.
Ejemplos de esto hay muchos, por ejemplo en la fase de
exposición y la presentación del grupo de trabajo de Turing en la fábrica de
radios Bletchley, mascarada para la verdadera misión, descifrar Enigma, donde,
aunque se prescinde de la estructura de reclutamiento, salvo para el
protagonista, las presentaciones de los miembros con redundantes “les presento”
resultan convencionales y poco esmeradas.
De hecho, en esta fase expositiva la redundancia lastra el
ritmo alarmantemente, más de 15 minutos para concluir que “Enigma es chunga de
descifrar”…
“Es muy técnico, no lo entendería”.
La repentina solidaridad del grupo con Alan tampoco se
entiende, no está bien mostrado el creciente vínculo entre ellos, demasiado
precipitado o esquemático… Curiosamente a partir de aquí sí se verá más este
aspecto. Seguramente se pretende dar más valor al acto, solidaridad por méritos
más que por afecto, pero resulta extraño y poco definido.
“Pedid y se os dará, buscad y hallaréis”.
Tampoco encaja a nivel dramático que se abra con ese
compañero de trabajo repentinamente, un compañero con el que no se ha observado
una afinidad especial hasta ese momento, para confesarle su homosexualidad,
compañero que, por supuesto, será el traidor del grupo…
Es una narración deslavazada, previsible, artificiosa...
Es de resaltar, en cambio, la buena valoración que se hace
de los alemanes de manera indirecta, francamente admirables más allá de la
abominable ideología que provocó la 2ª Guerra Mundial. Aquí se les presenta
como artífices de la mejor y más sofisticada máquina de cifrado del mundo, algo
cierto, y en otra película de reciente estreno, “Corazones de acero” (David
Ayer, 2014), se cita a los tanques alemanes como los mejores y más avanzados
del mundo, sin competencia. Esto aporta credibilidad, ya que aunque la
ideología nazi es deleznable, negar la inteligencia, sofisticación tecnológica
y a todos los niveles de aquella Alemania resulta ridículo.
Tienen cierto interés los tejemanejes del MI6, las
filtraciones interesadas y toda esa red de secretos y mentiras. Lástima el poco
suspense que transmite la cinta, la falta de intensidad dramática y la dispersión
del objetivo de la propia cinta, que resta fuerza y atractivo al conjunto. Una
película que va a fogonazos, repentinas aristas en la trama que acaban casi al
empezar, fogonazos tenues además…
Meritocracia.
El solitario Turing liberará el estrés del trabajo y sus
malos rollos con su grupo haciendo deporte, un empollón deportista, mientras
los previsibles y poco llamativos conflictos dramáticos y complicaciones tienen
que ver con la logística.
Los problemas con su grupo, aparte de por su carácter, vienen
de su concepción “meritocrática” del trabajo. Su convicción, competencia y
ambición le llevarán a convencer a las más altas instancias, Churchill
concretamente, y a liderar, por tanto, el proyecto para descifrar Enigma.
Despedirá a dos y se basará en estrictos conceptos de mérito y competencia, sin
sentimentalismos de ningún tipo. Esto, evidentemente, no lleva a hacer amigos,
pero habrá una notable evolución tanto en Turing como en el grupo, el aspecto
mejor llevado de la película.
En esto tendrá mucho que ver el componente femenino que
personifica Joan Clarke (Keira Knightley), algo clásico en películas de este
tipo y con genios solitarios y asociales como protagonistas. Sólo hay que
recordar “Una mente maravillosa” (Ron Howard, 2001). La sensibilidad femenina
es la que entiende al genio, la genialidad.
Ella será el nexo de unión del grupo, hará comprensible al
grupo la personalidad de Turing. Si Alan descifra Enigma, Joan descifrará a
Alan. Esto se llegará a verbalizar en la escena del bar y dará paso a
simpáticos momentos donde se retrata la torpeza social de Alan. Manzanas y
chistes.
La relación entre Alan y Joan es un buen punto de la
película, la reclutará al ser la mejor en una prueba con crucigramas como
protagonistas. Aquí Alan demostrará su apego a la citada meritocracia al
rebelarse y oponerse al machismo de la época y admitir en la prueba a Joan, que
además será la mejor. Encontrando la excepcionalidad.
-Turing: No, yo tardo 8. Pero la cuestión no es resolver
crucigramas, si no ver cómo afronta cada uno un problema imposible. ¿Ataca el
conjunto de una vez o lo divide en…?
-Turing: 5 minutos 34 segundos.
-Joan: Dijo que fueran menos de 6.
“A veces la persona que nadie imagina capaz de nada es la
que hace cosas que nadie imagina”. Los esfuerzos que Turing hará por tener a
Joan en su grupo son pura meritocracia, vendiendo un entorno decoroso para
lograr la aceptación familiar.
Las escenas de la pareja juntos están bien, las más
destacables son la petición de matrimonio y confesión de homosexualidad por
parte de Alan, y el posterior rechazo para protegerla cuando ella estaba
dispuesta a asumir el reto de casarse con él.
Por supuesto, aparte del retrato del protagonista, hay
buenas reflexiones y momentos. Por ejemplo, la idea de engranaje que elimina la
individualidad, algo contra lo que se rebela Turing, consciente de su propia
excepcionalidad, que prefiere trabajar solo en su visión. El protagonista
readaptará sus postulados, aceptando y asumiendo las ayudas de su grupo, pero
siempre fiel a esa visión e idea. El comandante Denniston apelará al grupo,
precisamente, coartando el desarrollo individual pretendido por Turing, con lo
que la cinta se convierte en una reivindicación del individuo, el individuo
como elemento esencial de todo engranaje.
Reflexiones sobre la violencia, muy interesantes… “…pero si
eliminamos la satisfacción, el acto pierde sentido”.
“Es exactamente el hombre que esperaba que fuera”.
Otra interesante reflexión la deja Turing acerca del uso que
hacían de Enigma. Jugando a ser Dios, decidiendo sobre la vida y la muerte de
gente para no descubrir su ventaja. Es el juego de imitación, que aparece casi
al final y se le saca poco partido dramático.
“¿Si me creía Dios? No, porque Dios no ganó la guerra. La
ganamos nosotros”.
Otros momentos destacables, el primer plano sobre el Turing
niño recibiendo la noticia de la muerte de su amigo. Desconozco si pretendía
ser una sorpresa la noticia, porque es algo que se da por sabido al menos media
hora antes, pero la previsibilidad es seña de identidad de la película.
Una de las reflexiones más lucidas la tenemos con ese
epílogo psicológico donde Turing, el gran héroe de la guerra desde las
matemáticas y su despacho, es juzgado por su condición sexual. Una reflexión
que es una extraordinaria paradoja, una guerra que se gana para mantener la
libertad y la democracia, para que esa democracia y libertad se muestre
intransigente y cruel con aquel que la hizo posible, machacándolo por
homosexual.
De todo esto se extrae otra, una de las principales tesis de
la película. Lo duro, durísimo, que es ser y sentirse diferente, aunque se sea
excepcionalmente brillante. Desciframos a un extraordinario personaje al tiempo
que él descifra una máquina para ganar una guerra y la libertad.
Hay una excelente escena con Benedict Cumberbatch en primer
plano aferrándose a su máquina, mientras vemos a Keira Knightley desenfocada al
fondo. Alan temeroso de su soledad. Un desenfocado que visualiza cómo esa
persona queda fuera de su vida… Cuando Alan se rompe Joan se hará “visible”
para darle apoyo moral en una bonita escena… que no evitará el suicidio de su
amigo tiempo después. Lo hizo con 41 años de edad tras un año de pena hormonal.
Terrorífico.
“Nadie normal habría hecho algo así”. “Quizá desees haber
sido normal. Te aseguro que yo no. El mundo es un lugar infinitamente mejor,
precisamente, porque no lo eres”.
Las fiestas, la distensión, harán a Alan más humano y
genial, en una confesará su homosexualidad y dará con la clave para descifrar
Enigma, lo que llevará a la creación de la mayor oficina de información de
inteligencia militar de la historia de la humanidad. ULTRA.
Se pretende algo de oscuridad con la idea de los sacrificios
para no delatar que Enigma ha sido descifrada, idea desarrollada en una escena
tan artificiosa como forzada, a la par que alargada una vez el concepto ha
quedado claro. Los excesos explicativos lastran insoportablemente la narración
en muchos momentos.
La parte final es más psicológica, con el héroe oculto
siendo masacrado por los prejuicios de una sociedad reaccionaria, lo
opuesto a la valoración del mérito que ejerció el propio Alan, dando prioridad
a tonterías como las inclinaciones sexuales. En esta parte final descubrimos en
Alan a una persona que debe renunciar a todo, gran conclusión para un buen
personaje bastante bien desarrollado. Renunciará a su matrimonio con Joan,
renunciará a Christopher, renunciará al otro Christopher creado por él… hasta
que sienta que no es nadie y desaparezca.
Alan Turing recibió honores de la Reina en 2013, un poco
tarde. Se estima que salvó 14 millones de vidas por descifrar Enigma… Murió
víctima del prejuicio y la intolerancia, dos de los tumores sociales más
belicosos.
Alexandre Desplat deja otra hermosa partitura, muy en su línea.
Había material para mucho más y un actor portentoso que
demuestra todo su talento. Benedict Cumberbatch es lo mejor, con diferencia, de
la película, así como la evolución de su personaje. Una película que sólo deja momentos sueltos, alguna escena
aceptable o algún momento de alguna secuencia, dentro de la deslavazada
narrativa y concepción dramática de la misma. Convencional, elegante, rígida en
exceso.
“The imitation game” adapta el libro “Alan Turing: El
enigma” de Andrew Hodges.
“Hoy nosotros los llamamos computadoras”.
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