El director Vincent Sherman, autor de algunos títulos más
que interesantes (“Lucha en la sombra”, 1941; “El señor Skeffington”, 1944, “The
Unfaithful”, 1947…) nos deja aquí una peculiar cinta negra con un marcado tono
de comedia que hace de ella una extravagante rareza. Además podremos disfrutar
de cómo el gran Humphrey Bogart coincide con Peter Lorre, como harían al año
siguiente en “Casablanca” (Michael Curtiz, 1942).
El asesinato del señor Miller, un amigo panadero de Glove
Donahue, Humphrey Bogart, un pícaro que se mueve a la perfección en el mundo
del hampa y maneja un buen dinero, lo involucrará en una trama repleta de
engaños y muchos nazis infiltrados en todos los estamentos del país.
La cinta se inicia con una típica discusión de bar donde
todo el mundo sabe más que los demás, en este caso sobre la mejor forma de
vencer a los nazis en la 2ª Guerra Mundial. Todo en un marcado tono de comedia
y planteando las claves generales, nazis, cine negreo y comedia. La parte de cine
negro viene dada por Bogart, “El Guantes”, que no tarda en llegar para presumir
de posición y dinero, dominador de su entorno y de la situación, completamente
ajeno al conflicto internacional que es objeto del debate de los demás
parroquianos. Él prefiere los negocios y las apuestas, por lo que nos queda
claro que el cínico personaje llevará una evolución muy clásica, de la
indiferencia al compromiso, una evolución que le hemos visto a Bogart en más de
una ocasión (“Casablanca”, “Tener y no tener”…). Habrá muchos momentos donde
Bogart haga de Bogart en esta alocada y cómica película negra, por ejemplo le
veremos noquear a una mujer sin pestañear, de la que está enamorado además.
Bogart a veces parece más cómico de lo recomendable durante
la película, o quizá sólo da esa impresión. Su eterna ironía en el cine negro
desconcierta en ocasiones en esta farsa noir, aunque es evidente
que el actor se lo pasa en grande.
Si algo destaca en el estilo de Sherman es el dinamismo de
su puesta en escena, muchos movimientos de cámara y en el interior de los
encuadres con los personajes. Así veremos panorámicas y travellings que siguen
a los actores, por ejemplo ante la petición del pastel de queso que más le
gusta al “Guantes” y cómo se le sirve éste. Gusta Sherman de rodar las entradas
y salidas de los personajes en los lugares, en busca de ese dinamismo.
Otro travelling seguirá a Bogart por las calles, donde
veremos como uno de sus esbirros paga a un taxista como él le pidió, además de
empezar a insinuar la devota y amorosa relación del duro maleante con su madre.
“El Guantes” es profundamente respetado en su barrio, así se
demuestra en la conversación que mantiene con el dueño de la tienda que hace
el pastel que tanto le gusta, el mencionado señor Miller (Ludwig Stössel), y la
devoción que le profesan todos cuantos le ven, especialmente sus compañeros de
trapicheos.
El señor Miller tiene un comportamiento extraño, Sherman lo
seguirá para presentarnos a la encantadora y efusiva madre de Bogart (Jane
Darwell), personaje importante, que recibirá las flores que su hijo le compró y
encargó entregar al propio Miller. Este cambio de punto de vista, que nos lleva
al pastelero Miller, será el desencadenante de la trama negra. El lánguido,
cínico y violento proceder de Lorre, que confirma que el señor Miller se traía
algo entre manos que deberemos descubrir y que acabará con su muerte, contrasta
con el extremadamente cariñoso de Bogart con su madre, algo que nos hará
recordar, guardando las distancias, a la que tendrá James Cagney con la suya en
“Al rojo vivo” (Raoul Walsh, 1949) varios años después.
Lorre siempre efectivo, aquí extorsionando y matando, más
duro que en otras ocasiones. En esta secuencia hay ciertas lagunas, por ejemplo
que la madre de Bogart diga, antes de que todo empiece, que "baja inmediatamente"
a recoger sus flores y no aparezca hasta que Lorre y Miller han tenido tiempo
de hablar, extorsionarse, discutir e incluso de que uno asesine al otro, sin que
la buena mujer, que vive en el piso de arriba, vea a Lorre ni se entere de nada.
Una cosa es lentitud y sordera y otra lo que vemos aquí… Un mal truco de guión,
idea mal elaborada.
Por supuesto será Bogart el que encuentre el cadáver, con
gato y sótanos incluidos, elementos más que adecuados a tan sórdido suceso. Una
misteriosa rubia que pregunta por Miller será otro personaje importante, otro
elemento de intriga al que añadir a este inicio, una rubia atractiva vestida de
negro para que el bueno de Bogart tenga una buena motivación.
El ritmo de la cinta es excelente, en poco más de 10 minutos
la trama está iniciada, los personajes principales presentados y el interés del
espectador conseguido.
La madre de Bogart será como una intrépida detective,
interrogará al “palomitero” que vimos en la presentación de Lorre y será la
mecha que prenda la llama de la investigación que acometerá después su hijo Bogart.
Lo elementos de comedia aparecen casi de forma continua como
digresiones excéntricas, incluyendo personajes secundarios sin peso en la
trama, como el simpático y descarado mayordomo negro de Bogart que usa su ropa.
También tendremos chistosos diálogos. El apartamento de Bogart está realmente
bien iluminado, toda la película lo está, un gran trabajo del director de
fotografía Sid Hickox.
“No se preocupe, las cosas no son tan negras como parecen”.
“¡Si mis clientes empiezan a pensar en el hogar y en sus
madres estoy arruinado!”.
Siguiendo las recomendaciones de la madre, una gran
detective, Bogart llegará al bar donde trabaja la misteriosa rubia y quedará
seducido, especialmente porque ahora viste de blanco. Descubriremos que el
inquietante Lorre, que interpreta a Pepi, trabaja junto a ella y la vigila de
cerca, es su pianista. Aquí Bogart se encuentra en su salsa, vacilando a
diestro y siniestro. Leda Hamilton (Kaaren Verne) reaccionará sutilmente ante
la presencia de Bogart, al iniciar el segundo de los temas que canta, y se nos
mostrará a Lorre en segundo plano en un buen juego de intriga. El libidinoso
personaje no tardará en presentarse cuando vea al mujeriego Bogart hablando con
su vigilada compañera, una tensión bien modulada y creciente.
El vínculo entre Leda y “El Guantes” queda forjado por las
pequeñas pistas que ella da y las mentiras que lanza a su compañero Pepi, que
son otro guiño a su recién conocido amigo. Miedo.
Un travelling con panorámica rápida resaltará otra salida,
la de Lorre con la chica, para meterla en una habitación donde oiremos un
disparo en off. La trama complicándose, la confusión creciendo y nuevos
elementos que Bogart deberá desentrañar. Un gran comienzo.
-Barney (Frank McHugh): No lo entiendo, me caso con Anabel
(Jean Ames) y me paso la Luna de Miel contigo.
-Sunshine
(William Demarest): Bueno, sé cocinar.
Si la muerte de Miller fue en un sótano la del trabajador del
bar será tras entrar desde un callejón, la sordidez ligada a la muerte en otro
detalle estético de Sherman. Además de su dinamismo en la puesta en escena y
detalles visuales interesantes, Vincent Sherman juega con mucho acierto con el
segundo plano, ya lo vimos con Lorre mientras Bogart hablaba con la chica rubia,
y tendremos otro ejemplo con la aparición de un personaje mientras el propio
Bogart atiende al hombre que ha sido disparado, Joe. No hay nada que
aliente más una intriga que un gesto misterioso de un agonizante, una mano
extendida en este caso. Hay otro ejemplo en el último tercio, cuando Veidt y
Lorre siguen a Bogart y la chica por una calle sin que se den cuenta, notable
juego de segundo plano.
Bogart, el irónico y simpático apostador, se verá metido a
detective, algo bien justificado ya que la motivación por una misteriosa chica
podría ser débil, pero el olvido de uno de sus guantes en la escena del crimen,
más su confrontación anterior con el asesinado, lo convertirá en falso
culpable, ese recurso tan hitchcockiano. Lo de Bogart además es vicio con los
guantes, paseará sin el que perdió sin quitarse el otro, para hacerse notar…
Además de los mencionados recursos característicos de
Sherman veremos otros muy tradicionales del cine clásico, por ejemplo en la
escena donde el grupo de Bogart se entera por la radio de cómo están las cosas. Un plano corto que se abre dejando ver el entorno, aquí la central de taxis.
Cuando la radio dé la noticia del asesinato el plano se volverá a acortar sobre
el aparato para subrayar la importancia del momento… Sencillez. Tras terminar
se volverá a un plano más general, lenguaje clásico.
La intriga, la comedia y las excentricidades se mezclan
continuamente, siempre de la mano en esta divertida y peculiar cinta. Un
ejemplo perfecto lo tenemos en la desastrada entrada en el almacén donde buscan
a la chica. ¿Qué demonios hacía un malote allí en la sombra sin hacer nada?
¿Esperar por si por casualidad a alguien le daba por entrar ahí?
William Demarest, como Sunshine, el amigo chistoso y visceral de Bogart, su mano derecha, está muy bien en su papel, francamente divertido y con las mejores líneas de guión. El otro amigo, Barney (Frank McHugh), recién casado, también deja simpáticos momentos de humor y tiene un peculiar ojo izquierdo… En esta escena, donde el primero desaparecerá a manos del malote mencionado, tendremos buenos momentos de acción y un gran uso del ascensor, aunque finalmente resulte algo confuso. El villano acaba resultando ingenuo y torpe, no acaba de convencer la resolución de la escena. De esta forma el ascensor y las escaleras parecen relacionarse con el crimen (en el sótano de la pastelería donde se encuentra el cadáver de Miller también había que bajar unas escaleras, Lorre le agrede precisamente en ellas). Tendremos más ejemplos, violencia en off cuando se liberan de sus ataduras con la ayuda de Leda (Kaaren Verne) antes de subir por unas escaleras, y golpe con el mango de un hacha que recogen en dichas escaleras después de subirlas. Un nueva altura será testigo de violencia y muerte, el villano al que Bogart lanza por un desagüe… Veidt bajará otras escaleras antes de la gran pelea entre comerciantes y nazis y las subirá mientras se produce. Pepi, el personaje interpretado por Lorre, será disparado y morirá cayendo por unas escaleras. Las alturas dando mucho juego, como pueden comprobar.
Dos villanos sensacionales y que harán las delicias de los
más cinéfilos se suman a la fiesta, Judith Anderson (“Rebeca” de Hitchcock,
1940) y Conrad Veidt (que siempre interpretó nazis porque lo exigía en el
contrato, por la repulsión que le producían, como en “Casablanca” de Michael Curtiz,
1942). Villanos que no aparecen hasta los 40 minutos de metraje. Veidt, que
interpreta a Ebbing, tiene una magnífica presentación en contrapicado. De igual
modo Sherman usará otro recurso estilístico para vincular a todos los villanos,
un travelling que sigue a Judith Anderson que acaba con la aparición de Peter
Lorre. Anderson interpreta a una mujer precavida e inteligente, Veidt a un
hombre prepotente, alocado y confiado. Ella es amenazante, pero afortunadamente
para los protagonistas Veidt no seguirá ninguna de sus recomendaciones, de
haberlo hecho la película habría acabado más o menos por esta parte.
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