martes, 1 de abril de 2014

Crítica: LA FIERA DE MI NIÑA (1938) -Parte 2/5-

HOWARD HAWKS












La pareja definitiva de la comedia.

Si hay una pareja mítica y paradigmática de la comedia, romántica o no, de todos los tiempos esa es la formada por Cary Grant y Katharine Hepburn. Estos dos genios de la interpretación, dos de los mejores actores de todos los tiempos, no solo de la comedia, de hecho puede que sean mi actor y mi actriz favoritos, nos regalaron varias películas juntos, pocas, demasiado pocas, pero todas ellas soberbias y al menos 3 son obras maestras. George Cukor en tres ocasiones, “La gran aventura de Silvia” (1935) magnífica, aunque la menos genial de las cuatro que hicieron juntos, con un Cary Grant muy canalla; “Vivir para gozar” (1938), uno de los paradigmas de la alta comedia, absolutamente exquisita e “Historias de Filadelfia” (1940), el referente absoluto en su estilo, de nuevo la alta comedia, la comedia sofisticada, en la que Cukor era un maestro absoluto. La cuarta colaboración de la pareja de actores fue con el maestro Howard Hawks en la cinta que nos ocupa, “La fiera de mi niña”, comedia loca donde las haya, con clase a raudales y que ha pasado a la historia como una de las mejores películas de todos los tiempos… Tenían que haber colaborado más, mucho más…



Si existe eso que llaman “química” en el cine, esos fuegos artificiales invisibles que el espectador nota en pantalla y siente dentro de él, pocas veces se ha visto  más claramente que al ver a Grant y Hepburn juntos en un encuadre… o fuera de él pero sabiéndolos juntos en la cinta.

Grant interpreta a David, es el perfecto hombre hawksiano de la comedia, de la más loca además, lo tiene todo, es un profesional excelente, un paleontólogo entregado en cuerpo y alma a su trabajo, es su burbuja, y es completamente ingenuo e inexperto en la vida, fuera de esa burbuja laboral. Como hombre en una comedia de Hawks será despistado, tímido, titubeante, torpe, inseguro y manejado por las mujeres, un pelele que necesita ser guiado. Aquí el hombre hawksiano está entre dos mujeres, aunque su destino esté marcado de antemano una vez Hepburn ponga su mirada en él. David está comprometido con Alice Swallow (Virginia Walker), su boda está fijada para el día siguiente al inicio de la narración. Debe quedar especialmente clara una de las claves de la comedia hawksiana, y es que el ingenuo hombre que aparece en ellas, recluido en su burbuja, en realidad de forma inconsciente lo que quiere es salir de ella, vivir. Será la mujer la que lo arranque aunque él pretenda negarse, una fuerza más poderosa, en forma femenina siempre, le impedirá huir porque en realidad no quiere hacerlo. Ese deseo inconsciente del hombre hawksiano queda perfectamente ejemplificado con David en este inicio con un par de detalles. Alice, su prometida, es otra obsesa del trabajo, lo opuesto a la clásica mujer del cine de Hawks, es estricta, férrea y pretende mantenerle en esa conveniente y segura burbuja laboral, no cediendo en ningún instante a la debilidad amorosa. Es ella la que debe controlarle porque David sí que deja escapar en esta primera escena varios impulsos vitales que son inmediatamente reprendidos por ella, ese subconsciente saliendo a la luz de forma irremediable…







Es por ello que David soñará con su Luna de Miel y disfrutar de su futuro matrimonio, con buenas dosis de sexo, ya que no nos cabe duda de que él es virgen. Un sueño que desde luego resulta atractivo para David, la idea de evasión y placer, aunque quizá no apasionante, no recuerda que se casa al día siguiente, por ser con su general particular, Alice, una chica nada pasional, gélida, dictatorial, seria y contenida. Desde luego no entendemos para qué quiere casarse Alice, ya que deja claro que su relación será casi exclusivamente profesional, el matrimonio sería una convención social a cumplir para ella.



Los dos impulsos inconscientes que tiene David y que son reprendidos por Alice son los apasionados besos que le da a su prometida tras la buena noticia de haber recibido la clavícula intercostal del brontosaurus, última pieza del mismo, y su arranque competitivo ante el partido de golf que va a jugar con el representante de su mecenas. Alice contendrá su pasión y su competitividad, recriminándoselos y pidiendo que deje ganar al señor Peabody (George Irving). Por tanto queda claro que David (Cary Grant) muestra ya esos impulsos que controla, que no es consciente de tener y que Susan (Katharine Hepburn) sacará a la luz, quitándole todo miedo y complejo. Y es que el sexo, siempre soterrado, es uno de los temas fundamentales de la película, siempre presente y clave última de los deseos de los personajes. Siempre tratado con dobles lenguajes o metáforas. De la represión al desenfreno.



¡David, este no es momento ni lugar para efusiones! ¿Qué pensará el profesor LaTouche?

No olvides que nada debe interferirse en tu vida profesional”.

-David: Oh sí, descuida. Después de haber recibido esto me siento en forma, será un muñeco en mis manos. Acabaré con él.

-Alice: David, frena tus impulsos, recuerda quien eres.

Cary Grant está sencillamente perfecto y tronchante en su sutileza, su variedad de registros es infinita y eso que Hepburn tiene un papel aún más lucido. La forma de “reflexionar” de Grant, sus gestos y pequeñas decepciones ante las palabras de su novia, su recomposición corporal cuando ella le llama al orden, su torpeza al abrir la puerta… todo, pequeños detalles de un talento sin límites.

En esta escena Hawks no mueve la cámara, salvo al inicio de la misma en la presentación, salta de planos generales a otros más cortos siempre con sentido narrativo y un perfecto y clásico dominio del lenguaje cinematográfico, incluyendo en el encuadre a los tres, David, Alice y el profesor LaTouche, cuando el tema sea más general y sólo a la pareja cuando el tema sea más íntimo y hable de su relación. Incluso usará un plano más general en medio de la secuencia enseñando parte del dinosaurio cuando Alice se refiera a él como “nuestro hijo”. Por supuesto los actores se irán pisando los diálogos en un trepidante ritmo.


En el partido de golf podemos disfrutar de la elegancia de Cary Grant, siempre presente, en cada momento, con su jersey, su señorial estilo y clase.


El destino.

-En las relaciones hawksianas una fuerza invisible parece querer unir a la pareja, el destino irremediable. Por mucho que intenten separarse esa pareja siempre acabará junta. Un destino procedente de una deidad o mejor aún de su propio subconsciente, que en realidad se siente atraído hacia el otro, sobre todo en el caso del hombre, ya que la mujer suele tenerlo claro pronto. Este destino o fortuna que une a Grant y Hepburn, David y Susan, está simbolizado en objetos, básicos en el cine de Hawks, en este caso una pelota de golf. Esa fuerza invisible, esa deidad traviesa y ese subconsciente que busca liberarse movilizando una pelota de golf para crear el vínculo. Otro objeto esférico, la aceituna, volverá a ser usado por Hawks, el destino en el segundo encuentro de la pareja.





-Por supuesto, Susan conocerá a Alexander Peabody (George Irving), lo que posibilitará un acercamiento entre David y él… y a la vez un mayor número de dificultades. De nuevo el azar y el destino claves en esa relación. Aquí la puesta en escena se hace deslumbrante, vimos como Peabody no puede ver a Susan en el campo de golf, ya que el coche tras los arbustos sólo deja ver el torso de David, mientras que en la cena Susan ni mira con las prisas por salir del restaurante, no dando a Peabody ni la más mínima posibilidad de hablar. La locura y el sinsentido haciéndose coherente con la puesta en escena clásica de Hawks. Cuando la pareja vaya a despertar a Peabody, será Susan la que lance piedras, pero posteriormente el representante de la posible mecenas mencionará en una conversación que fue David el que le lanzó las piedras, como si no viera a Susan, como si esta fuera producto del subconsciente que aleja a David de su responsabilidad, de Alice, de su compromiso y de los huesos de dinosaurio.







-Un cartero traerá la ansiada clavícula intercostal y hará un comentario que redunda en esa idea de destino prefijado, ya que le advierte de que se aleje de ese compromiso con Alice sin siquiera conocerle.

No deje que le pesquen, amigo”.

-Hawks va llevando a sus personajes hacia lo que de verdad desean, a amoldarse a su propia naturaleza, que a veces, como he comentado, está reprimida o desconocen. Esto en los hombres de la comedia hawksiana sucede siempre.

-¿Quién si no el destino provocaría que precisamente la tía de esa mujer que perturba a David, Susan, fuera la posible patrocinadora de sus estudios, la que está dispuesta a donar el millón de dólares por el que lucha nuestro protagonista…? ¿Y además que el leopardo “Baby” sea un regalo para tía Elizabeth, precisamente?

¿Por qué tuve que tropezarme con usted entre 7 millones de personas?”. El destino en estado puro.

-La escena del vestido es otro perfecto ejemplo, Susan decide dejar a David, pero el destino mueve sus fichas por lo que nuestro protagonista pisará el traje de la señorita… así se interrumpe la separación.

-Que los conductores que llevan al peligroso leopardo se paren a consultar un mapa justo donde están Susan y David es otro descarado ejemplo del juguetón destino que pretende liarlo todo. Con todo este artificio queda poco justificado, más allá del mencionado arbitrio del destino.


Katharine Hepburn interpreta a Susan, paradigma absoluto de la mujer hawksiana, por ello desde el mismo inicio, sin conocerse si quiera, comenzará a perturbar a nuestro serio protagonista. Ella es descarada, segura, decidida, obstinada, loca… lo que provoca que las inseguridades de David se hagan más patentes, tartamudeando y completamente desorientado. Cayendo en el ridículo de forma constante y sufriendo las perrerías de ella… Sólo un actor con la clase de Cary Grant, capaz de mantener la elegancia y la dignidad en todo momento y en toda situación, es capaz de hacer creíble, entrañable y divertido todo esto sin despeinarse, resultando encantador y atractivo a la vez.

Así veremos a Hepburn jugando al golf, muy bien además, y es que la actriz gusta de hacer y relacionarse con el deporte en sus películas, la vimos jugando al tenis, al golf y demás en “La impetuosa” (George Cukor, 1952), junto a su eterna pareja Spencer Tracy, o criticar el beisbol en “La mujer del año” (George Steven, 1942) también junto a Tracy, que interpreta a un periodista deportivo. El deporte apasionaba a Hepburn, que lo practicó desde muy pequeña.








-Susan: ¿Lo ve? Un círculo.

-David: Pues claro, ¿cree que si fuera cuadrada rodaría?


-Susan: ¿Quiere decir que es de su propiedad?

-David: Exacto.

-Susan: Su pelota de golf, su coche… ¿pero hay algo en el mundo que no le pertenezca?

-David: Sí, ¡gracias a Dios, usted!

Susan es egocéntrica, no escucha y parece vivir en su mundo, con lo que se logra que el espectador sienta la misma impotencia que el rígido y formal David ante su imposibilidad de comunicarse con ella. Sentimos la misma fascinación y frustración que Grant. Su comportamiento es surrealista y anárquico desde el mismo inicio, así se define su personaje. Es la enviada del caos. Representa la anarquía, el caos y, sobre todo, la libertad, perturbando frívolamente y con ligereza el cerrado, ordenado y estricto mundo de David, que representa el orden, la sensatez y la represión de sentimientos.



Susan deformará la realidad a conciencia, la adapta a una personal donde ella es el centro de atención, un caos ante el que Grant no puede hacer más que sucumbir, ya que ni puede ni quiere huir. Su conversación con el psiquiatra, donde acaba convirtiendo en trastorno de David su propia locura, es buen ejemplo de esto.

Las maquinaciones de Susan serán constantes para lograr su objetivo, siempre manipulando, mintiendo o utilizando todas las armas a su disposición para retener y rendir a David. A este respecto me gustaría destacar de forma especial una escena del último tercio de la película, un momento memorable con Hepburn llorando para chantajear emocionalmente a David y ese sutil cambio en la voz que pasa de la pena a la sensualidad con ese “Ohh Daaavid”, al ver la boca y atenciones de éste.


Todos los tipos de comedia, todos los tipos de humor.

El gag visual. El slapstick

-Ver a Cary Grant montado de verdad en el lateral de un coche conducido por Hepburn pasar tras un seto ante la anonadada mirada del señor Peabody, su compañero de juego y representante de su mecenas, es sencillamente tronchante y un perfecto ejemplo del manejo del gag visual por parte de Hawks. Uno de los infinitos recursos del cineasta para provocar la carcajada. Ese encuadre desde el punto de vista de Peabody, que muestra sólo el torso de Grant pasando raudo tras el seto mientras cruza, es un ejemplo de maestría y un recurso clásico del director, recordemos otro parecido, también con Grant como protagonista, en “La novia era él” (1949) con un tren ocultando de forma intermitente los apuros del actor con la barrera levadiza.





-La escena del vestido roto y Grant situándose detrás de Hepburn, caballerosamente, para que no se vea nada, es uno de los gags visuales más inolvidables de la cinta, imitado hasta la saciedad a lo largo de la historia de la comedia, llegando a nuestros días. Una de las escenas eternas de esta película.


-La piedra lanzada por Susan que golpea en la frente del pobre Peabody, puro gag visual, puro slapstick.




-Uno de los momentos que más recuerdo por su poder simbólico e icónico es cuando David y Susan buscan a “Baby” y caen por un pequeño terraplén. Al llegar al suelo el cazamariposas que porta Susan atrapa la cabeza de David. Ya definí la estructura de caza de la película y las comedias hawksianas, así como el papel de cazadora de la mujer y de presa del hombre. No puede quedar mejor expuesto de manera visual que de esta forma. Una maravilla. Una divertida escena con la contagiosa risa de Hepburn inundándolo todo.




-Habrá múltiples caídas, algo habitual en el torpe hombre hawksiano de las comedias, pero Susan no le irá a la zaga, eso sí, cuando ella tropieza siempre es para que juegue a su favor, por ejemplo cuando acaba con el cazamariposas en la cabeza de David, momento simbólico, o cuando al tropezar acaba rompiéndole las gafas, dejándole el aspecto que a ella le gusta. Cuando Susan se ponga a llorar desconsolada porque David quiere que vuelva a casa, se volverá a caer, para lograr así que él rectifique. En la escena final Susan debe ser rescatada de caer desde gran altura para ganarse un apasionado beso. Las caídas de David serán simplemente humillantes.




El gag visual, como el suspense cómico, así como toda la película en realidad, se benefician del magistral uso del plano general y el americano que realiza el maestro Howard Hawks.

Ironía y diálogos.

Hawks juega de forma maestra con los diálogos y la ironía, ya hemos visto varios ejemplos de diálogos memorables y seguiré resaltando muchos más. Además tenemos esa forma especial de recitarlos, a toda velocidad, de sus actores, en un ritmo tan endiablado que si no se está atento es posible que se pasen auténticas gemas del humor verbal. Por si fuera poco en su cándido y universal humor Hawks y su guionista, Dudley Nichols (también trabajó en el guión la autora de la novela, Hagar Wilde), introducirán elementos irónicos francamente extraordinarios, como ese genial momento en el que el psiquiatra, que debería estar tratando a Susan (Katharine Hepburn), acaba hablando del supuesto trastorno que sufre el sensato David (Cary Grant). La psiquiatría ridiculizada de forma magistral. De hecho Hawks goza uniendo locura y amor. Una película que podría ser calificada de freudiana que ridiculiza el psicoanálisis. La forma en la que se juega con el tema de la locura es simplemente genial. 

El impulso amoroso en el hombre se revela con frecuencia en algunas demostraciones violentas”.

Todos los diálogos son geniales pero no sólo por su ingenio, sino porque toda invención o idea que se menciona y se pone sobre el tapete aparecerá posteriormente para complicar la vida a David. La mención a los perros que le gustan a “Baby”, la afición a la caza del Mayor Applegate (Charles Ruggles), mencionada anteriormente también por Susan… Todo esto se relaciona con el tema de los cebos y los ecos que comentaré posteriormente.

-Un brillantísimo ejemplo de ironía lo tenemos en ese jardinero que esconde botellas de licor del mismo modo que el perro George esconde huesos y botas, mientras cuestiona la “civilización” de los comensales en casa de tía Elizabeth.

-También es irónica la aparición de un circo, sobre todo teniendo en cuenta el tono alocado y desenfadado de la narración.


 

 
Dedicada a Juanitoj, riendo con películas de hace casi 80 años.






2 comentarios:

  1. Completamente de acuerdo con la química de los dos actores. Dos de mis favoritos, sin duda.
    Solo con sus expresiones llenan la pantalla. Se complementan, y hacen que cada plano cada réplica sirva para su mutuo lucimiento.
    Los gags, los diálogos…es gloriosa. Pero sus gestos…buff…me arrebatan las expresiones de resignada exasperación de Cary, y la pícara vitalidad de Kate. Brillan.
    Los gags, los diálogos…es q es simplemente una de las mejores comedias de la historia junto con CON FALDAS. Jamás cansa, funciona siempre. Si no te ríes, es q estás muerto.
    Gracias Sambo, lo estoy pasando muy bien!!
    :-)))
    Besos!

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    1. Esta comedia tiene todos los ingredientes con los que se puede hacer humor, todos, y todos inspirados. Es un referente fácil de demostrar.

      Me alegra que te esté gustando, Reina. Besos.

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