Si hay una pareja mítica y paradigmática de la comedia,
romántica o no, de todos los tiempos esa es la formada por Cary Grant y
Katharine Hepburn. Estos dos genios de la interpretación, dos de los mejores
actores de todos los tiempos, no solo de la comedia, de hecho puede que sean mi
actor y mi actriz favoritos, nos regalaron varias películas juntos, pocas,
demasiado pocas, pero todas ellas soberbias y al menos 3 son obras maestras.
George Cukor en tres ocasiones, “La gran aventura de Silvia” (1935) magnífica,
aunque la menos genial de las cuatro que hicieron juntos, con un Cary Grant muy
canalla; “Vivir para gozar” (1938), uno de los paradigmas de la alta comedia,
absolutamente exquisita e “Historias de Filadelfia” (1940), el referente
absoluto en su estilo, de nuevo la alta comedia, la comedia sofisticada, en la
que Cukor era un maestro absoluto. La cuarta colaboración de la pareja de
actores fue con el maestro Howard Hawks en la cinta que nos ocupa, “La fiera de
mi niña”, comedia loca donde las haya, con clase a raudales y que ha pasado a
la historia como una de las mejores películas de todos los tiempos… Tenían que
haber colaborado más, mucho más…
Si existe eso que llaman “química” en el cine, esos fuegos
artificiales invisibles que el espectador nota en pantalla y siente dentro de
él, pocas veces se ha visto más
claramente que al ver a Grant y Hepburn juntos en un encuadre… o fuera de él
pero sabiéndolos juntos en la cinta.
Grant interpreta a David, es el perfecto hombre hawksiano de
la comedia, de la más loca además, lo tiene todo, es un profesional excelente,
un paleontólogo entregado en cuerpo y alma a su trabajo, es su burbuja, y es
completamente ingenuo e inexperto en la vida, fuera de esa burbuja laboral. Como
hombre en una comedia de Hawks será despistado, tímido, titubeante, torpe, inseguro
y manejado por las mujeres, un pelele que necesita ser guiado. Aquí el hombre
hawksiano está entre dos mujeres, aunque su destino esté marcado de antemano
una vez Hepburn ponga su mirada en él. David está comprometido con Alice
Swallow (Virginia Walker), su boda está fijada para el día siguiente al inicio
de la narración. Debe quedar especialmente clara una de las claves de la
comedia hawksiana, y es que el ingenuo hombre que aparece en ellas, recluido en
su burbuja, en realidad de forma inconsciente lo que quiere es salir de ella,
vivir. Será la mujer la que lo arranque aunque él pretenda negarse, una fuerza
más poderosa, en forma femenina siempre, le impedirá huir porque en realidad no
quiere hacerlo. Ese deseo inconsciente del hombre hawksiano queda perfectamente
ejemplificado con David en este inicio con un par de detalles. Alice, su
prometida, es otra obsesa del trabajo, lo opuesto a la clásica mujer del cine
de Hawks, es estricta, férrea y pretende mantenerle en esa conveniente y segura
burbuja laboral, no cediendo en ningún instante a la debilidad amorosa. Es ella
la que debe controlarle porque David sí que deja escapar en esta primera escena
varios impulsos vitales que son inmediatamente reprendidos por ella, ese
subconsciente saliendo a la luz de forma irremediable…
Es por ello que David soñará con su Luna de Miel y disfrutar
de su futuro matrimonio, con buenas dosis de sexo, ya que no nos cabe duda de
que él es virgen. Un sueño que desde luego resulta atractivo para David, la
idea de evasión y placer, aunque quizá no apasionante, no recuerda que se casa
al día siguiente, por ser con su general particular, Alice, una chica nada
pasional, gélida, dictatorial, seria y contenida. Desde luego no entendemos
para qué quiere casarse Alice, ya que deja claro que su relación será casi
exclusivamente profesional, el matrimonio sería una convención social a cumplir
para ella.
“¡David, este no es momento ni lugar para efusiones! ¿Qué
pensará el profesor LaTouche?”
“No olvides que nada debe interferirse en tu vida
profesional”.
-David: Oh sí, descuida. Después de haber recibido esto me
siento en forma, será un muñeco en mis manos. Acabaré con él.
-Alice: David, frena tus impulsos, recuerda quien eres.
Cary Grant está sencillamente perfecto y tronchante en su
sutileza, su variedad de registros es infinita y eso que Hepburn tiene un papel
aún más lucido. La forma de “reflexionar” de Grant, sus gestos y pequeñas
decepciones ante las palabras de su novia, su recomposición corporal cuando
ella le llama al orden, su torpeza al abrir la puerta… todo, pequeños detalles
de un talento sin límites.
En esta escena Hawks no mueve la cámara, salvo al inicio de
la misma en la presentación, salta de planos generales a otros más cortos
siempre con sentido narrativo y un perfecto y clásico dominio del lenguaje
cinematográfico, incluyendo en el encuadre a los tres, David, Alice y el
profesor LaTouche, cuando el tema sea más general y sólo a la pareja cuando el
tema sea más íntimo y hable de su relación. Incluso usará un plano más general
en medio de la secuencia enseñando parte del dinosaurio cuando Alice se refiera
a él como “nuestro hijo”. Por supuesto los actores se irán pisando los diálogos
en un trepidante ritmo.
En el partido de golf podemos disfrutar de la elegancia de
Cary Grant, siempre presente, en cada momento, con su jersey, su señorial estilo
y clase.
El destino.
-En las relaciones hawksianas una fuerza invisible parece
querer unir a la pareja, el destino irremediable. Por mucho que intenten
separarse esa pareja siempre acabará junta. Un destino procedente de una deidad
o mejor aún de su propio subconsciente, que en realidad se siente atraído hacia
el otro, sobre todo en el caso del hombre, ya que la mujer suele tenerlo claro
pronto. Este destino o fortuna que une a Grant y Hepburn, David y Susan, está
simbolizado en objetos, básicos en el cine de Hawks, en este caso una pelota de
golf. Esa fuerza invisible, esa deidad traviesa y ese subconsciente que busca
liberarse movilizando una pelota de golf para crear el vínculo. Otro objeto
esférico, la aceituna, volverá a ser usado por Hawks, el destino en el segundo
encuentro de la pareja.
-Por supuesto, Susan conocerá a Alexander Peabody (George Irving), lo que posibilitará un acercamiento entre David y él… y a la vez un mayor número de dificultades. De nuevo el azar y el destino claves en esa relación. Aquí la puesta en escena se hace deslumbrante, vimos como Peabody no puede ver a Susan en el campo de golf, ya que el coche tras los arbustos sólo deja ver el torso de David, mientras que en la cena Susan ni mira con las prisas por salir del restaurante, no dando a Peabody ni la más mínima posibilidad de hablar. La locura y el sinsentido haciéndose coherente con la puesta en escena clásica de Hawks. Cuando la pareja vaya a despertar a Peabody, será Susan la que lance piedras, pero posteriormente el representante de la posible mecenas mencionará en una conversación que fue David el que le lanzó las piedras, como si no viera a Susan, como si esta fuera producto del subconsciente que aleja a David de su responsabilidad, de Alice, de su compromiso y de los huesos de dinosaurio.
-Un cartero traerá la ansiada clavícula intercostal y hará un
comentario que redunda en esa idea de destino prefijado, ya que le advierte de
que se aleje de ese compromiso con Alice sin siquiera conocerle.
“No deje que le pesquen, amigo”.
-Hawks va llevando a sus personajes hacia lo que de verdad
desean, a amoldarse a su propia naturaleza, que a veces, como he comentado,
está reprimida o desconocen. Esto en los hombres de la comedia hawksiana sucede
siempre.
-¿Quién si no el destino provocaría que precisamente la tía
de esa mujer que perturba a David, Susan, fuera la posible patrocinadora de sus
estudios, la que está dispuesta a donar el millón de dólares por el que lucha
nuestro protagonista…? ¿Y además que el leopardo “Baby” sea un regalo para tía
Elizabeth, precisamente?
“¿Por qué tuve que tropezarme con usted entre 7 millones de
personas?”. El destino en estado puro.
-La escena del vestido es otro perfecto ejemplo, Susan decide dejar a David, pero el destino mueve sus fichas por lo que nuestro protagonista pisará el traje de la señorita… así se interrumpe la separación.
-La escena del vestido es otro perfecto ejemplo, Susan decide dejar a David, pero el destino mueve sus fichas por lo que nuestro protagonista pisará el traje de la señorita… así se interrumpe la separación.
-Que los conductores que llevan al peligroso leopardo se
paren a consultar un mapa justo donde están Susan y David es otro descarado
ejemplo del juguetón destino que pretende liarlo todo. Con todo este artificio
queda poco justificado, más allá del mencionado arbitrio del destino.
Katharine Hepburn interpreta a Susan, paradigma absoluto de
la mujer hawksiana, por ello desde el mismo inicio, sin conocerse si quiera,
comenzará a perturbar a nuestro serio protagonista. Ella es descarada, segura,
decidida, obstinada, loca… lo que provoca que las inseguridades de David se
hagan más patentes, tartamudeando y completamente desorientado. Cayendo en el
ridículo de forma constante y sufriendo las perrerías de ella… Sólo un actor
con la clase de Cary Grant, capaz de mantener la elegancia y la dignidad en
todo momento y en toda situación, es capaz de hacer creíble, entrañable y
divertido todo esto sin despeinarse, resultando encantador y atractivo a la
vez.
Así veremos a Hepburn jugando al golf, muy bien además, y es
que la actriz gusta de hacer y relacionarse con el deporte en sus películas, la
vimos jugando al tenis, al golf y demás en “La impetuosa” (George Cukor, 1952),
junto a su eterna pareja Spencer Tracy, o criticar el beisbol en “La mujer del
año” (George Steven, 1942) también junto a Tracy, que interpreta a un
periodista deportivo. El deporte apasionaba a Hepburn, que lo practicó desde
muy pequeña.
-Susan: ¿Lo ve? Un círculo.
-David: Pues claro, ¿cree que si fuera cuadrada rodaría?
…
-Susan: ¿Quiere decir que es de su propiedad?
-David: Exacto.
-Susan: Su pelota de golf, su coche… ¿pero hay algo en el
mundo que no le pertenezca?
-David: Sí, ¡gracias a Dios, usted!
Susan es egocéntrica, no escucha y parece vivir en su mundo,
con lo que se logra que el espectador sienta la misma impotencia que el rígido
y formal David ante su imposibilidad de comunicarse con ella. Sentimos la misma
fascinación y frustración que Grant. Su comportamiento es surrealista y
anárquico desde el mismo inicio, así se define su personaje. Es la enviada del
caos. Representa la anarquía, el caos y, sobre todo, la libertad, perturbando
frívolamente y con ligereza el cerrado, ordenado y estricto mundo de David, que
representa el orden, la sensatez y la represión de sentimientos.
Susan deformará la realidad a conciencia, la adapta a una
personal donde ella es el centro de atención, un caos ante el que Grant no
puede hacer más que sucumbir, ya que ni puede ni quiere huir. Su conversación
con el psiquiatra, donde acaba convirtiendo en trastorno de David su propia
locura, es buen ejemplo de esto.
Las maquinaciones de Susan serán constantes para lograr su
objetivo, siempre manipulando, mintiendo o utilizando todas las armas a su
disposición para retener y rendir a David. A este respecto me gustaría destacar
de forma especial una escena del último tercio de la película, un momento
memorable con Hepburn llorando para chantajear emocionalmente a David y ese
sutil cambio en la voz que pasa de la pena a la sensualidad con ese “Ohh Daaavid”,
al ver la boca y atenciones de éste.
Todos los tipos de comedia, todos los tipos de humor.
-Ver a Cary Grant montado de verdad en el lateral de un
coche conducido por Hepburn pasar tras un seto ante la anonadada mirada del
señor Peabody, su compañero de juego y representante de su mecenas, es
sencillamente tronchante y un perfecto ejemplo del manejo del gag visual por
parte de Hawks. Uno de los infinitos recursos del cineasta para provocar la
carcajada. Ese encuadre desde el punto de vista de Peabody, que muestra sólo el
torso de Grant pasando raudo tras el seto mientras cruza, es un ejemplo de
maestría y un recurso clásico del director, recordemos otro parecido, también
con Grant como protagonista, en “La novia era él” (1949) con un tren ocultando
de forma intermitente los apuros del actor con la barrera levadiza.
-La escena del vestido roto y Grant situándose detrás de Hepburn,
caballerosamente, para que no se vea nada, es uno de los gags visuales más
inolvidables de la cinta, imitado hasta la saciedad a lo largo de la historia
de la comedia, llegando a nuestros días. Una de las escenas eternas de esta
película.
-La piedra lanzada por Susan que golpea en la frente del
pobre Peabody, puro gag visual, puro slapstick.
-Uno de los momentos que más recuerdo por su poder simbólico
e icónico es cuando David y Susan buscan a “Baby” y caen por un pequeño
terraplén. Al llegar al suelo el cazamariposas que porta Susan atrapa la cabeza
de David. Ya definí la estructura de caza de la película y las comedias
hawksianas, así como el papel de cazadora de la mujer y de presa del hombre. No
puede quedar mejor expuesto de manera visual que de esta forma. Una maravilla.
Una divertida escena con la contagiosa risa de Hepburn inundándolo todo.
-Habrá múltiples caídas, algo habitual en el torpe hombre
hawksiano de las comedias, pero Susan no le irá a la zaga, eso sí, cuando ella
tropieza siempre es para que juegue a su favor, por ejemplo cuando acaba con el
cazamariposas en la cabeza de David, momento simbólico, o cuando al tropezar
acaba rompiéndole las gafas, dejándole el aspecto que a ella le gusta. Cuando
Susan se ponga a llorar desconsolada porque David quiere que vuelva a casa, se
volverá a caer, para lograr así que él rectifique. En la escena final Susan
debe ser rescatada de caer desde gran altura para ganarse un apasionado beso.
Las caídas de David serán simplemente humillantes.
El gag visual, como el suspense cómico, así como toda la
película en realidad, se benefician del magistral uso del plano general y el
americano que realiza el maestro Howard Hawks.
Ironía y diálogos.
Hawks juega de forma maestra con los diálogos y la ironía,
ya hemos visto varios ejemplos de diálogos memorables y seguiré resaltando
muchos más. Además tenemos esa forma especial de recitarlos, a toda velocidad,
de sus actores, en un ritmo tan endiablado que si no se está atento es posible
que se pasen auténticas gemas del humor verbal. Por si fuera poco en su cándido
y universal humor Hawks y su guionista, Dudley Nichols (también trabajó en el guión
la autora de la novela, Hagar Wilde), introducirán elementos irónicos
francamente extraordinarios, como ese genial momento en el que el psiquiatra,
que debería estar tratando a Susan (Katharine Hepburn), acaba hablando del
supuesto trastorno que sufre el sensato David (Cary Grant). La psiquiatría
ridiculizada de forma magistral. De hecho Hawks goza uniendo locura y amor. Una
película que podría ser calificada de freudiana que ridiculiza el
psicoanálisis. La forma en la que se juega con el tema de la locura es
simplemente genial.
“El impulso amoroso en el hombre se revela con frecuencia en
algunas demostraciones violentas”.
Todos los diálogos son geniales pero no sólo por su ingenio,
sino porque toda invención o idea que se menciona y se pone sobre el tapete
aparecerá posteriormente para complicar la vida a David. La mención a los
perros que le gustan a “Baby”, la afición a la caza del Mayor Applegate
(Charles Ruggles), mencionada anteriormente también por Susan… Todo esto se
relaciona con el tema de los cebos y los ecos que comentaré posteriormente.
-Un brillantísimo ejemplo de ironía lo tenemos en ese
jardinero que esconde botellas de licor del mismo modo que el perro George
esconde huesos y botas, mientras cuestiona la “civilización” de los comensales
en casa de tía Elizabeth.
-También es irónica la aparición de un circo, sobre todo
teniendo en cuenta el tono alocado y desenfadado de la narración.
Dedicada a Juanitoj, riendo con películas de hace casi 80 años.
Completamente de acuerdo con la química de los dos actores. Dos de mis favoritos, sin duda.
ResponderEliminarSolo con sus expresiones llenan la pantalla. Se complementan, y hacen que cada plano cada réplica sirva para su mutuo lucimiento.
Los gags, los diálogos…es gloriosa. Pero sus gestos…buff…me arrebatan las expresiones de resignada exasperación de Cary, y la pícara vitalidad de Kate. Brillan.
Los gags, los diálogos…es q es simplemente una de las mejores comedias de la historia junto con CON FALDAS. Jamás cansa, funciona siempre. Si no te ríes, es q estás muerto.
Gracias Sambo, lo estoy pasando muy bien!!
:-)))
Besos!
Esta comedia tiene todos los ingredientes con los que se puede hacer humor, todos, y todos inspirados. Es un referente fácil de demostrar.
EliminarMe alegra que te esté gustando, Reina. Besos.