Stephen Frears es un grande, sin lugar a dudas, un director que
me ha hecho disfrutar muchísimo y que ha dejado joyas de todos los colores, de
todo tipo y de toda condición. Las que más disfruto son sus cintas pequeñas, comedias
o comedias dramáticas como “Mi hermosa lavandería” (1985), la memorable “Café
irlandés” (1993), “La camioneta” (1996) o la encantadora “Alta fidelidad” (2000).
Luego en otros géneros y con otro estilo también ha dejado obras realmente
sobresalientes, “Las amistades peligrosas” (1988), la sensacional “Los
timadores" (1990) o “The Queen” con una espléndida Helen Mirren. De hecho
desde “The Queen” el director ha estado algo titubeante hasta llegar a esta “Philonema”,
que vuelve a regalar otra interpretación memorable de una gran dama de la
escena, Judi Dench.
“Philomena” no está entre lo más destacado del director, ni
mucho menos, una película que aunque correcta y con virtudes, en especial el
inicio y una dirección sobria que maneja a la perfección el tono, usando la
comedia para equilibrar un tema tan duro y escabroso como el que trata en una
demostración del talento del director, tampoco está entre lo mejor
del año, con lo que la nominación a mejor película le queda muy grande. Escama
bastante ver que se han quedado fuera cintas como “Rush” (Ron Howard, 2013) o “Antes del anochecer” (Richard Linklater, 2013).
La última obra de Frears es una cinta muy compensada,
equilibrada y medida, emotiva sin cargar, aunque falta de fuerza y que resulta
tremendamente convencional, una cinta más sin nada especialmente destacable,
aparte de la memorable interpretación de Judi Dench. Recomiendo que se deleiten
con las miradas que esta portentosa actriz. Es ella la que logra el componente
emocional que el resto no acaba de transmitir.
“Philomena" es una cinta amena, entretenida, dura poco más de hora y media, que se beneficia del buen hacer narrativo de Frears y su perfecto equilibrio entre drama y comedia. Buen ejemplo de esta fluidez narrativa lo tenemos en la parte inicial, donde Frears apuesta por la fragmentación a tres bandas, la presentación de Martin Sixsmith (Steve Coogan), la de Philomena Lee (Judi Dench) y unos flashback sobre el pasado de la propia Philomena que plantean la trama. Una vez las historias se unen la cinta pierde cierta fuerza narrativa aunque sigue resultando fluida y amena.
El inicial diálogo de Martin con su médico es divertido,
marcando un tono de comedia inicial que es un acierto estructural. Un ex político
depresivo, dimitido, vapuleado por los medios de comunicación, al que le recomiendan
correr por encima de escribir libros sobre historia rusa. Hará caso, como
veremos durante la cinta en varias ocasiones.
Con esta fragmentación se pretende un contraste entre
personajes, drama/comedia, creyente/no creyente. Por ello veremos cómo Martin
sale de una celebración religiosa mientras que Philomena entra en la escena
posterior, rezando en una capilla, donde la película además cambia el tono para
ir introduciendo los aspectos dramáticos. Quizá algo básico y simplista este contraste,
pero suficiente para las profundidades que pretende la cinta. Philomena también
mencionará problemas médicos, su cadera, que ahora es de titanio. Los dos
relacionándose con médicos, uno con problemas más psicológicos y otra con
problemas físicos, aunque solucionados.
La escena en flashback en la feria con los espejos resulta
simbólica, es el momento donde la vida de Philomena cambiará, donde caerá en la
tentación y su vida dejará de ser como era. La iconografía cristiana y católica
está muy presente en la cinta, de forma directa o más metafórica, un ejemplo de
esto último lo tenemos en la manzana que deja caer Philomena al entregarse a la
pasión, la manzana de la tentación, como en Blancanieves, como Adán y Eva en el
jardín del Edén. Tentación que la expulsará del paraíso de la ingenuidad, la
pureza y la infancia.
El pecado, el entorno asfixiante del convento, de las monjas
acusadoras que ponen el dedo en la llaga de su “indecencia, el parto… Todo
esto lo presenciamos en el flashback de Philomena en un montaje paralelo, que retrata
lo ocurrido de forma ágil, rápida y escueta.
Es el día del cumpleaños de ese niño que vimos nacer, el 50
cumpleaños. Este impulso emocional acabará rindiendo a Philomena que contará su
secreto a su hija, Jane (Anna Maxwell Martin). Una foto, su único recuerdo,
será el objeto de la confesión. Jane es camarera y será el vínculo, el nexo de
unión, entre Philomena y Martin, la que posibilitará el encuentro al coincidir
con el periodista en una fiesta en la que trabaja. Tras un primer rechazo
aceptará el trabajo, con detalle de humor de Frears, sutil humor inglés. Jane
quiere que cuente la historia de su madre y la investigue.
Frears utilizará los reflejos de forma hábil, metafórica en
muchas ocasiones, que revelan secretos o claves, que encierran tras cristales a
personajes ocultos o historias oscuras. Además marcan contrastes, como en el
primer encuentro entre Philomena y Martin con su hija de mediadora. Un encuadre
que parte la pantalla en dos y donde vemos a Martin y el reflejo de la llegada
de las dos mujeres. Una estupenda forma visual de mostrar ese contraste que se
ha venido escenificando desde el principio. Polos opuestos.
-Más ejemplos del uso de cristales y reflejos. Para el hijo
de su amiga, el niño que van a vender, otro momento de vital importancia en la vida de Philomena,
que supone un giro, y que se presenta con los mencionados cristales, como el
día de la feria y su distorsionado reflejo en los espejos. No sólo se llevarán
a la hija de su amiga, también venderán al suyo. Los dos juntos.
-Martin verá a la hermana Hildegard a través de otro
cristal, el de una ventana desde la lejanía.
-Tras un cristal se presentará a Mary, la niña que vendieron
junto a Anthony, cuando Philomena vaya a visitarla.
Este contraste se desarrolla más, tiene más matices. Diferencias culturales, Dench tiene una cultura limitada mientras que Martin es
un arrogante y presuntuoso hombre más o menos culto y que se cree muy inteligente,
y de clase, ella es de clase media, modesta, mientras que él es adinerado. Todo
resaltado con un par de diálogos y algún detalle de humor en esta conversación
con “El mago de Oz” y la artrosis como protagonistas. Esta diferencia cultural
parece confirmar el diagnóstico inicial del protagonista en su consideración de
ese tipo de historias de “interés humano”, aunque irá cambiando de opinión y
terminará involucrándose personalmente de forma intensa.
Las diferencias de opinión observadas acerca de sus ideas
religiosas serán verbalizadas con posterioridad y causa de conflicto. En algún
caso aportan poco. Ella no le juzgará nunca, pero él si la cuestionará por sus ideas,
mucho más intolerante.
Otro flashback sirve para que Dench cuente su historia al
periodista. Una chica renegada por su padre y su familia por la vergüenza de su
embarazo y obligada a trabajar en la lavandería, el trabajo más duro, para
pagar a las monjas por ocuparse de su hijo, al que sólo podía ver una hora al
día.
Frears apuesta por el maniqueísmo, aunque intenta matizarlo
con la presencia de una monja bondadosa, o algo parecido, de papel casi
anecdótica, y la visión de Philomena de las cosas. Esa monja bondadosa aparece
para darle la foto que vimos que aún conserva, su único recuerdo. Eran como
esclavas que podían comprar su libertad por 100 libras. Philomena mantendrá sus
creencias a pesar de todo y en todo momento. Frears presenta a las monjas de
forma siniestra, como si de vampiros se tratara. La escena donde Martin y
Philomena visitan el convento tiene momentos de una atmósfera semejante al
thriller o al cine de terror psicológico, escena que concluye con el
descubrimiento por parte de Martin del cementerio donde están las madres que
murieron en el parto.
Philomena por su parte justificará y será siempre
comprensiva con las monjas, lo vemos en varios momentos de la película, por
ejemplo en esta primera conversación con Martin. La hija será el polo opuesto,
descarnada y poniendo sobre la mesa los puntos más oscuros.
“Algunas monjas eran muy buenas”.
“Dio a luz sin analgésicos”.
Frears hace gala de una gran sobriedad de estilo, dotando a
la narración de ligereza a través del montaje y la estructura fragmentada,
además de los toques de humor.
Es evidente que Steve Coogan, sin estar mal, no está a la
altura de Judi Dench, con todo da bien el pego como el altivo y arrogante
periodista que ayuda a Philomena. Pondrá gestitos varios como reacción
humorística a las ocurrencias de la protagonista. Intuiremos cierta decepción
en él cuando le informan de que la hija de Philomena, Jane, no los va a
acompañar. Tendrá que soportar a la mujer solo.
Del viaje al pasado en flashback pasaremos al viaje físico a
ese pasado, al convento donde estuvo Philomena, para investigar. Es aquí donde
transcurrirán las mencionadas escenas de atmósfera inquietante. Más presencia
del pasado, las fotos que mira Martin, incluidas una de la hermana Hildegard, la más
siniestra y despiadada de la época de Philomena, y una de Jane Russell,
confundida con Jayne Mansfield. Russell será mencionada en un eco
posteriormente, ella compró un bebé por 1000 libras, de ahí la explicación a su
foto.
Cuando vemos a Philomena pasar por lugares del pasado sobra
la reiteración de las imágenes en flashback y el subrayado de la voz over, es
redundante y no aporta nada.
El retrato siniestro de esas monjitas aparentemente amables
queda cerrado con la que atiende a nuestros protagonistas, mucho más cómoda con
Philomena, con la que se siente fuerte al considerarla manipulable, que con el
fastidioso periodista.
“Sí, lo fui”. También Martin influido por el pasado.
Contraste en decorados, al aire libre asistiremos a una
conversación entre Philomena y Martin sobre Dios, sexo y la coincidencia del
contrato que no se quemó. Liberadora. En el bar, un interior de fotografía más
oscura, Martin recibirá revelaciones de los dueños, secretos, sobre la venta de
bebés a estadounidenses, la quema de documentos y la mentira del incendio.
Los conflictos entre Martin, que sigue corriendo y cogiendo
forma, y Philomena son matizados al inicio, cínico él, comprensiva ella. Jane,
la hija tiene un papel anecdótico, sirvió de enlace y luego se limita a soltar
pullas contra las monjas, atacándolas.
Las miradas de Dench son la película, lo más sobresaliente
de la misma, no sólo es que haga creíble su vulnerabilidad, aunque suela hacer
de mujer dura, es que emociona sinceramente.
América.
La llegada a América para encontrar respuestas nos devuelve
el tono de comedia. Novelas rosa versus libros de historia, “Establos y
herraduras” versus La revolución de Octubre. Dench contará toda la trama de su
libro en un simpático gag que tendrá su eco al final de la cinta, confirmando
la evolución de esa relación. Ahora veremos el rostro aburrido de Martin y al
final él mismo le pedirá que le cuente la historia entera.
“Es gratis”.
Philomena es un personaje absolutamente encantador, un
ejemplo de esto lo tenemos en la escena en el monumento a Lincoln, sus ocurrencias
sobre la obesidad en Estados Unidos y sus dudas sobre ir a dar un paseo o ver
una comedia en el hotel. Mirará con pasión y entusiasmo ese nuevo mundo que visita en América, al contrario que Martin. Es piadosa y agradecida, amable y educada, consciente
de sus limitaciones y sensible, muy lúcida e inteligente, aunque al principio
pueda no parecerlo. Desprejuiciada. La
relación entre ambos personajes es la clave de la película, él es distante y
cínico, egocéntrico y arrogante, pero cortés. Será la afabilidad de ella la que
deberá derrumbar los muros de la decepción vital de su compañero. Martin es
altivo y clasista, ridiculizará a Philomena en una llamada a su mujer tratándola
como un cliché, un tópico que la mujer se encargará de desmontar. Menospreciará
sus gustos.
Philomena gusta de fantasear, con la obesidad, con lo que
pudo ser su hijo, con los nombres falsos con los que presentar su historia…
Habrá varios encontronazos entre Philomena (Judi Dench) y Martin (Steve Coogan). El primero justo antes de que Martin descubra lo ocurrido con Anthony, en el hotel. Él, un borde irascible que está incómodo siempre. Ella, educada y argumentando de forma lúcida, como casi siempre. Enseguida harán las paces todas las veces, aquí cuando Martin de la noticia del fallecimiento de su hijo a Philomena, o más bien ella lo intuya. Muerto por Sida en 1995, miembro del partido republicano. Dench está gigantesca en ese momento, su llanto pone los pelos de punta. Sentirá la comprensión de Martin.
Comenté el uso del flashback por parte de Frears, pero a partir
del viaje a América innovará en su uso. Mediante un truco visual convertirá la
ventana del avión en una pantalla de cine en la que se proyecta un
video sobre la vida de Anthony, el hijo de Philomena. Este video aparecerá de
forma recurrente en varias ocasiones, pero en realidad no es un flashback,
aunque también actúa como tal, sino un flashforward, ya que ese video será el
que le ponga la ex pareja de Anthony a su madre cuando acceda a hablar con ella
al final de la cinta.
Tras diversas dudas seguirán la búsqueda, el plano de
Philomena bajo un anuncio publicitario de una pareja es curiosa, le hará
rememorar el día donde concibió a su hijo en la feria, la impulsará a seguir.
El manejo que se hace de los videos y las fotos es interesante, son elementos
del pasado que guían al presente para alanzar el futuro, vínculos y rastros a
seguir. Veremos a Martin observar las fotos en el convento, donde ve a la
hermana Hildegard y a Jane Russell. Por internet e indagando descubrirá lo
ocurrido con Anthony. La pista sobre el interés irlandés del chico también lo
descubrirá Martin en una foto. Philomena descubrirá en otra foto que Martin
conoció a su hijo, haciéndole recordar al periodista y logrando de él unos
pequeños pero reconfortantes detalles para una madre, su saludo firme, su
amabilidad, su inteligencia, su “Hola”…
Uno de los mayores y más sutiles detalles del talento de
Stephen Frears en la dirección es cómo logra insinuar un vínculo especial, casi
místico, de Dench con su hijo, especialmente a través de las miradas y el uso
de esos recuerdos y videos. Un amor que trasciende toda la situación. Un ejemplo
lo tenemos al ir descubriendo en esa veterana mujer a alguien desprejuiciado y
liberal, que habla sin tapujos del sexo y recibe con total naturalidad la noticia de que su hijo era homosexual, incluso intuye que murió de Sida por su
aspecto. Además argumenta con pasmosa lucidez acerca de la posibilidad de que
pudiera tener hijos y la fachada que debía llevar.
Además el trabajo de Dench y Frears luce en otros aspectos brillantes, ya que vamos descubriendo poco a poco en ese personaje una mujer realmente inteligente y deductiva. Es como otro parto, otro nacimiento que va creciendo ante nuestros ojos muy bien llevado por Frears. Esta Philomena en su ingenuidad e inteligencia recuerda en algo a la protagonista de “Fargo“ (Joel Coen, 1996). Además actriz y director transmiten a la perfección con los planos de miradas ya reseñados el amor materno, profundo y sincero, a través del recuerdo, donde los videos actúan de sucedáneo acelerado del crecimiento y la vida de su hijo. Esto se sublima cuando Philomena ve el video de su hijo, como es lógico. Una bellísima escena donde tiene su gran revelación, saber que su hijo también la buscaba, que le mintieron, que está enterrado en el convento donde estuvo con su madre por voluntad propia.
El gran conflicto entre Martin y Philomena reaparece con el
tema de la religión, donde el periodista vuelve a mostrar su intolerancia. Aquí
Philomena sacará las uñas y la veremos más firme y contundente que nunca. Su
llanto en la confesión es otro momento de actriz inconmensurable. Las
reticencias de Pete a entrevistarse con ellos parece interrumpir la búsqueda,
pero el poder de una madre tirará por tierra las resistencias de la ex pareja de
su hijo.
La sonrisa orgullosa de Dench viendo el video de su hijo es
el momento que más se clava en el espectador de toda la película. ¡Qué miradas
tiene Judi Dench en esta cinta!
“Sepa que la perdono”.
“Yo no puedo perdonarla”.
De estas diferencias pasamos a la comprensión y aceptación
mutua con dos gestos frente a la tumba de Anthony. Martin, el no creyente,
comprará un Cristo para regalárselo a Philomena, que lo pondrá en la tumba, y
ella accederá a que Martin cuente la historia. Los dos cediendo y confirmando
su amistad, que tendrá la rúbrica en el mencionado detalle donde Martin accede
a escuchar la trama del libro que leyó Philomena. Una gran resolución.
“Philomena” se basa en el artículo “El hijo perdido de
Philomena Lee” que Martin Sixsmith publicó en 2009 sobre la historia real de
Philomena, y que denunció los muchos casos de niños irlandeses que fueron
adoptados y que estaban siendo buscados por sus madres biológicas. En el
epílogo sabremos que Philomena vive feliz con su familia y que Martin escribió
los ansiados libros de historia rusa.
Película que no pasa de correcta, convencional, con una
magistral Judi Dench, lo mejor de todo con diferencia, una buena interpretación
de Steve Coogan, una buena banda sonora del talentoso Alexander Desplat y la
competente dirección de Frears. Sin pasiones ni desprecios, una aceptable
película más.
“No dejaremos de explorar y el fin de nuestra exploración será
encontrar el punto de partida y conocer el lugar por primera vez”. T. S. Eliot.
Gracias Sambo. Me encanta Judi Dench. Sea haciendo de Q, de madre o de reina…
ResponderEliminarBss
Un espectáculo de actriz! Gracias a ti Reina. Besos.
Eliminar