Un elemento importante en la descripción del personaje
protagonista son esos arranques de ego que tiene, momentos donde Woody (Bruce
Dern) se siente importante y satisfecho, algo que su hijo entenderá en la
maravillosa escena final con extraordinaria lucidez. El ego y el sentirse
valorado e importante una vez está llegando a la parte final de su vida, que
considera mediocre, le dan un aliciente, revitalizan al bueno de Woody. De
alguna forma también es un legado ese regalo final de su hijo, es el legado de
David a su padre, en vida.
-Cuando Woody habla del millón de dólares lo hará siempre con orgullo, así lo vemos en el hospital con el enfermero que le da los puntos. Luego en el bar con Ed Pegram (Stacy Keach), a pesar de la advertencia de su hijo. Cuando quieran hacerle un reportaje Woody quedará completamente complacido, aunque en la foto que le hace el niño fotógrafo muestre su cara de cansado, de hecho presumirá de ello en cuanto pueda. La cara de circunstancias de David ante el reportaje que le van a hacer a su padre es otra de esas sutilezas que hacen tan grande a esta película.
-En la escena del restaurante Ed Pegram rendirá homenaje a
Woody, que recibirá un aplauso. El sutil rostro satisfecho de Bruce Dern, su
mirada orgullosa, denota el placer que siente
en ese momento al verse reconocido… por ser millonario. Ese boleto no le
trae más que satisfacciones.
-El momento de ego definitivo llega en la escena final, con
el regalo de su hijo y Woody paseando su camioneta nueva antes todos,
especialmente ante Ed Pegram.
He comentado la autenticidad que rezuma cada plano, cada
anécdota que cuenta la película. Otro ejemplo más, la familia Grant pidiendo el
menú en el restaurante, otra anécdota cotidiana que define a los personajes y
que tiene una autenticidad y un sentido del humor que asustan.
“Dios mamá, ¿es que el pueblo entero intentaba seducirte?”
La cinta tendrá su lado oscuro con el personaje de Ed Pegram
y sus veladas o explícitas amenazas a David y su padre si no recibe 10 mil
dólares, ahora que Woody es rico, en pago a una difusa deuda. La primera escena
de amenaza será en el baño y a solas con David en un perfecto juego de planos
medios generales y planos-contraplanos según crezca la intensidad de la
conversación y pase de ser afable a amenazante. Perfecto estilo clásico.
“Nebraska” se mete de lleno en la América profunda y extrae
verdad, su lado luminoso y también su lado oscuro, con el egoísmo, la avaricia
y la falsedad como aspectos innegociables.
-Kate: Y una mierda le vas a prestar.
Otra escena digresiva que retrata a los personajes y esa
familia la tenemos cuando todos los familiares están reunidos. Nuevamente
mujeres dicharacheras que hablan de agresiones sexuales versus violaciones, y
hombres silenciosos y obsesionados con los coches y la televisión.
Tras el conflicto familiar Payne relajará las cosas con una
nueva escena de transición, estampas del trabajo rural, el campo, el ganado,
casi desierto… como previo al viaje al pasado, la casa donde Woody se crió.
Planos significativos tras lo que acabamos de presenciar, ese conflicto
familiar desolador.
La casa donde Woody creció está casi en ruinas. El
comentario sobre que está igual que la recuerda sugiere un entorno algo
desestructurado, del alguna forma lo relacionamos con la escena anterior y esos
vínculos familiares falsos. Las miradas y los gestos cómplices de los hijos con
su padre, sobre todo de David, son de una sutileza emocionante y nuevo ejemplo
de la verdad que destila esta cinta.
Payne nos deleita con un recuso estilístico excepcional.
Convierte un contraplano en una elipsis. Veremos a Woody mirar por una ventana al exterior y mencionar el granero, el plano siguiente será del granero pero
una suave panorámica revela la elipsis, ya que descubrimos a David y al propio Woody
abajo, a poca distancia del mencionado granero. Es el sentimiento de abandono,
de una infancia rememorada.
La magia.
“Nebraska” es una de esas películas que tienen magia,
montones de momentos mágicos. La magia de “Nebraska” radica en lo que revelan sus silencios y las cosas que no se dicen, con mención especial al personaje que
interpreta de forma sublime Bruce Dern.
“No me acuerdo. No importa”.
La escena del robo del compresor es memorable e importante. Es
la escena donde se aprecia mejor la evolución que está sufriendo David, el
contenido y discreto protagonista toma la iniciativa y propone la idea, por dos
veces. Sin más palabras cogerán/recuperarán/robarán el ansiado compresor de su
padre. Lo que acontece a continuación es el puro placer que ofrece la mejor
comedia con situaciones y diálogos hilarantes.
Incluso habrá suspense cuando los hermanos vayan a restituir
el compresor. Magistral Dern en su desorientación y tremenda Squibb en sus matices
al enfrentarse a los dueños de la casa.
-Woody: Supongo.
Tras la amenaza de Pegram asistiremos a un nuevo robo, el de
los primos a Woody para quitarle la carta “premiada”. Un nuevo suspense donde
la frontalidad y los planos generales y fijos serán los aspectos predominantes de
la escena, como de costumbre.
La sobriedad del papel de Dern puede despistar, pero la
cantidad de matices de su actuación es casi inabarcable, logra transmitir una
variedad de emociones con un minimalismo gestual y una depuración que hacen de
su trabajo algo excepcional. Es un hombre “apalizado” por la vida, que se
siente cansado, hastiado, decepcionado con la misma. Cuando Pegram desvele
secretos de su pasado Dern transmite la humillación y vergüenza que siente su
personaje en ese momento de forma sublime, sutil, precisa y perfecta. Del mismo
modo transmitirá su desolación y su tremenda y resignada decepción cuando le
roben la carta premiada. Cuando su adorable hijo le dé soluciones, ir a buscar
la carta que han tirado sus primos, la reacción de Dern será inmediata,
entusiasta, con leves gestos y un trabajo corporal excelso. Un hijo que aunque
propone varias veces dejar la quimérica epopeya de ir a recibir el millón de
dólares reaccionará enseguida a los pesarosos gestos de su padre para
complacerle.
La escena donde encuentran la carta, en manos de Ed Pegram, y Woody aguanta estoicamente las burlas con dignidad, marca un nuevo paso, el definitivo, en la evolución de David. El momento donde David golpea a Ed es magnífico, ejemplo del poder y seguridad de la dirección de Payne, que nos hace sentir el mismo instante donde David se transforma y adquiere la fuerza para soltar sus sentimientos, dejar de contener sus impulsos. Es cuando se da la vuelta y queda en un primer plano grandioso, el trabajo de Will Forte, especialmente con sus ojos, es perfecto para resaltar ese momento culminante en el personaje.
Esto desemboca en la confesión de Woody, soltando todo el
peso del pasado que le atenazaba. Un Woody que parece rendirse y someterse a la
realidad, resignándose a no ir a Lincoln… aparentemente.
Aquí se vincula de forma expresa la vida de Woody a su
ilusión, ligados. Cuando Woody cree quedarse sin objetivo se debilita, se
desmaya. Por supuesto el fin para Woody no ha llegado y su ilusión es la vida misma,
por lo que volverá a escaparse para sorpresa de su hijo, iniciando la conmovedora
parte final de la cinta.
David lo encontrará vagando de nuevo, un encuentro sin
palabras con la siempre tierna y comprensiva mirada del hijo a su padre, como la
que le vimos al velarle mientras dormía.
La decepción será relativa al llegar a Lincoln, la tranquilidad
con la que Woody acepta la negativa no deja de ser cómica, pidiendo una gorra
de regalo incluso, aunque la decepción va por dentro. Una decepción que su hijo
paliará en parte, aunque su gesto es pura magia y una demostración de amor
sincera como pocas veces vemos en el cine. Satisface ver cosas así en pantalla
grande, con esa autenticidad.
“Se cree todo lo que le dice la gente”.
David es un hijo de verdad, un modelo que debería servir de
ejemplo. Adorable. Comprará la ansiada camioneta y el compresor a su padre vendiendo su coche, incluso seguirá la mentira cuando Woody crea que ha llegado a
un acuerdo con “los del premio”. Luego le dejará conducir por el centro del
pueblo para que pueda exhibir su camioneta nueva delante de todos los que se
rieron de él, hasta el punto de esconderse a petición del padre bajo el asiento.
La mirada secreta, casi robada, del padre a su hijo tras
esto, sorprendido en el momento, lo dice todo, absolutamente todo. La mirada
del hijo escondido en el coche a su orgulloso padre, que tiene su momento de
satisfacción y ego definitivo, dice aún más…
Ese momento con Woody recreándose en su orgullo y su ego
deja, además del satisfactorio momento con Ed Pegram, una mirada a su ex novia,
Peg, que desprende cariño mutuo. Un perfecto contraste que también define la
película, de la envidia al cariño. Es la vida, lo bueno y lo malo. También
habrá una despedida a un miembro de la familia, también afable, no hace falta
recalcarlo con todos. Más sutileza. Además pedir a su hijo que se esconda
denota una lucidez que va más allá de lo que suponíamos. David acepta contento.
Todo esto será mostrado con absoluta sobriedad, un tacto y sensibilidad exquisitos, como esos planos fijos que escenifican lo cambios al volante, el que lleva a conducir a Woody y el final que devuelve el volante a David. El primero lo veremos desde el interior del coche, íntimo, el gesto que rubrica la relación y la evolución de los personajes. El segundo a distancia en plano general, confirmando el fin de la evolución mientras nos despedimos de ellos, comprobando que Woody también se ha transformado, que lo que quería era sentirse útil, aceptado, admirado, y no tener que soportar que se lo digan todo y traten como un desvalido. Es lo que David comprende.
Woody y David buscaban un millón de dólares y se encontraron
a sí mismos y a su cariño mutuo.
La decisión del blanco y negro para esta película pequeña y
sencilla, enorme en su belleza, es un acierto mayúsculo. Ojalá se apueste más
por esta idea. El blanco y negro da autenticidad, le quita excentricidad,
provoca la emoción más sincera, desnuda los sentimientos y la hace más directa,
más universal. El color con casi toda seguridad le hubiera restado fuerza
dramática y emotiva.
Gigantesco Bruce Dern, enorme June Squibb, entrañable Will
Forte, genial la dirección de Alexander Payne y ejemplar guión de Bob Nelson.
“Nebraska” es una obra maestra que logra emocionar en
multitud de ocasiones, pero de una forma muy intensa y honda, nada superficial,
sin énfasis alguno, desprendiendo autenticidad con su sobriedad, ternura y
precisión. Sin apenas palabras… como en la escena final o en la del compresor.
Esta es una película que no os debéis perder, de la que
debemos aprender y que, sobre todo, debéis sentir.
Gracias!
ResponderEliminarUna peli a tener en cta.
Bss
Y mucho además. Besos.
EliminarHa sido una película perfecta para ver hoy. Nunca he celebrado el día del Padre, y supongo que ver esta película, podría ser una manera de celebración.
ResponderEliminarMe gustan estás películas de la América profunda. A la ya señalada por ti, Una historia verdadera, yo añado, Ni un pelo de tonto y Pequeña Miss Sunshine. Películas de relaciones humanas, pueblos pequeños y camionetas. Que por muchas veces que las vea, siempre me dejan reconfortado y con una sonrisa idiota.
Bruce Dern está enorme, a partir de hoy, en mi cabeza dejará de tener la cara de Freeman Lowell en Naves Misteriosas, para quedarse con los pelos de loco de Woody Grant.
Como siempre un placer dejar mi huella, aquí, en otra fantástica crítica.
Un abrazo Mister.
Cómo me alegra verte Vicent, grandes referentes y muy acertados, complementan a la perfeccion el análisis. Creo que sí ha sido una buena celebración del día del padre, una película perfecta para ello. Coincido contigo en lo del cambio en la memoria colectiva de Dern y me alegra que aprecies NAVES MISTERIOSAS!
EliminarMe has dado una alegría apareciendo por aquí, un abrazo amigo.