viernes, 21 de marzo de 2014

Crítica: EL HOMBRE DE LA TORRE EIFFEL (1949)

BURGESS MEREDITH











Intriga que en manos de un director como Hitchcock podría haber volado a gran altura. De interesantísimo planteamiento inicial la película se va hundiendo en el absurdo y el tópico destrozando todas las buenas bases que había ido creando. Seria extenso ir enunciando o enumerando la cantidad de inconsistencias del guión, sobre todo según avanza la película, sus innumerables lagunas e irregularidades que dejan una clara sensación de decepción.  

Franchot Tone interpreta a un inteligente, en teoría, asesino que tiene un elaborado plan para deshacerse de la tía de Bill Kirby (Robert Hutton) por dinero, lo que posibilitaría a éste heredar su fortuna y casarse con una amiga de su mujer. El inspector Maigret, interpretado por Charles Laughton, se hará cargo del caso.



El hombre de la Torre Eiffel” tiene sus virtudes, una atmósfera inquietante en ocasiones y un planteamiento interesante y acertado, que logra atrapar al espectador, con un villano en principio brillante e inteligente… Una extraña película, incluso a nivel estético con ese color sepia en que está rodada, envuelta en un estilo enrarecido con momentos brillantes pero que poco a poco se va dirigiendo hacia lo convencional e incluso el ridículo.






La escena inicial en el bar está bien rodada, creando inquietud y extrañeza con numerosos picados y contrapicados siguiendo a Johann Radek por la Torre Eiffel y al pobre desgraciado que usará, así como los juegos de miradas en el interior del bar donde se comienzan a desarrollar las relaciones y presentar a los personajes. Los deseos de Kirby de deshacerse de su tía, las confesiones de infidelidad, el conflicto a tres bandas entre él, su mujer y la amiga de ésta, la escrutadora mirada de un misterioso personaje, Johann Radek




La escena donde el ingenuo Burgess Meredith, director de la cinta, que interpreta a Joseph Heurtin, descubre el asesinato en el que le van a involucrar es estupenda, bien rodada, con planos detalle o escindidos, como los de las gafas y las piernas de la mujer muerta, distorsionados, como el del verdadero asesino desde el punto de vista del cegado Heurtin, y una atmósfera viciada y enfermiza con la música y ese asesino que procura no dejar ninguna huella cubriendo sus manos y sus zapatos para ello.




Por supuesto la muerta es la tía de Kirby, la señora Henderson.

La cosa es que Meredith pretende guardar en secreto la identidad del asesino, o al menos eso parece, pero a nadie le cabe duda de quién es en realidad, la actitud y maneras de Radek (Franchot Tone) no son muy sutiles ni disimuladas…

Laughton está algo excesivo intentando dar toques de comedia al inspector que encarna, sin acabar de estar del todo acertado. La película no sólo falla a nivel estructural y de coherencia, también falla en el tono, disperso y sin saber bien hacia donde quiere ir, con elementos truculentos mezclados con otros paródicos, cómicos o esperpénticos… Además el ritmo de la cinta es irregular, va a trompicones, de escenas interesantes a momentos realmente tediosos y absurdamente explicativos, sin sentido alguno. Como ejemplo, la mayor parte de las escenas entre Tone y Laughton.


La policía dejará escapar de la cárcel, en una surrealista escena, al supuesto asesino Heurtin, para que les lleve ante el verdadero. La cosa es que le colocan hasta una cuerda para que se escape y nuestro amigo ni se extraña… Entrañable. Supongo que se pensarían ingeniosos.



Con gran parte rodada en exteriores, en un París retratado de forma bella pero al que no podemos considerar un personaje más, ya que la ciudad funciona como simple marco de la historia, eso sí muy bonito, podría ser algo así como un anticipo de la Nouvelle Vague. Habrá muchas escenas de persecución o seguimiento para mostrar la ciudad con todo lujo de detalles y que podamos saborear la belleza de la misma.





La cinta es un desperdicio decepcionante, un contraste frustrante. Torpezas en la puesta en escena a pesar de la presunta espectacularidad, torpezas en la trama pese a contener interesantes elementos de intriga, gratuidades, incoherencias y absurdeces de guión a pesar de que éste tenga momentos originales. 

Laughton, el inspector Maigret, sospechará “porque sí” de Radek, aunque como digo el hombre discreto no es… Un juego del perro y el gato bastante absurdo en su inicio, desarrollo y conclusión. Los comportamientos de los protagonistas son a menudo aleatorios y gratuitos, sólo justificados para mantener en vigor una trama artificial e incoherente. Como ejemplo tenemos cada cosa que hace el personaje que interpreta Meredith, Heurtin, dejándose ver por el bar sin razón para posibilitar el encuentro entre Maigret y Radek o su huida de la cárcel sin preguntarse nada…


Lo mismo podemos decir del papel del protagonista, el inspector Maigret, siguiendo los pasos por intuición y raptos de lucidez deslumbrantes.

Lo de la numeración de los billetes el gerente del hotel tiene tela.




En cualquier caso el que se lleva la palma es el villano, Radek, supuestamente inteligente y que va dando todas las pistas, por si el inspector tenía dudas, para que le puedan coger. Que el inspector se atasca, allí está él para darle unos billetes e insinuar que es muy malo. Lo mejor es que después de estos actos de generosidad, nuestro villano se preocupa por la posibilidad de ser cogido… Asombroso pero cierto.

Un villano egocéntrico y exhibicionista, que gusta de ser contemplado en sus “hazañas”.



La relación de Radek, el psicópata, con su madre parece también querer remitir a Hitchcock y el gran trabajo que hacía en este sentido siempre. 





La Torre Eiffel tendrá gran protagonismo como es de suponer, allí veremos a los antagonistas, Maigret y Radek, comer relajadamente y dirimir sus diferencias en el clímax final. Las vistas son excelentes.

La escena en el restaurante con los violinistas es realmente soporífera.



Algunos de los planes del villano pueden resultar ingeniosos o divertidos, aunque la mayoría están cogidos por los pelos, pero con todo permite disfrutar de la cinta en algunos momentos. Por ejemplo las cartas a las dos mujeres relacionadas con Kirby, el ansioso heredero que acabó suicidándose por no poder aguantar la presión. El suicidio de Kirby es otro tremendo artificio cogido por los pelos y justificado con la frase de un profesor de Radek en el que decía que diagnosticaba muy bien la muerte y captaba con precisión las debilidades de la gente…

Todas las incongruencias se amontonan en la parte final, una parte final que no acaba de funcionar en ningún momento con ese juego psicológico entre asesino e inspector que se acaba resolviendo de forma convencional, si bien es cierto que la escena cumbre de la película en lo alto de la Torre Eiffel es espectacular, la mejor de la cinta. 

Además de los problemas de guión mencionados, e incluso de cohesión en la dirección, debo explicar algunas de las cuestiones que hacen que esta parte final no funcione a nivel de intensidad dramática y suspense. Una pérdida de tensión achacable también al guión o a su estructura. Se nos muestra al asesino controlándolo todo, creyendo que está jugando con la policía, pero en realidad sabemos que la policía tiene un as en la manga que hemos visto antes. Heurtin, el hombre al que el asesino pretende inculpar, no ha muerto ni está desaparecido, así sabemos que el plan del asesino no va a ir a ningún sitio, la policía sólo tiene que usar ese as y todo quedará resuelto. Esto provoca que el suspense o la presunta tensión que pueda tener la situación se difumine o atenúe hasta el punto que cuando la vemos nos lleve a la decepción.





Al menos tendremos una espectacular persecución con la Torre Eiffel como protagonista para dar rúbrica a una cinta que pudo dar mucho más de sí, que tenía material para lograr una intriga aceptable, pero que acaba hundida en la incoherencia, la irregularidad de ritmo y enterrada en sus propias torpezas.

La historia está basada en una novela de Georges Simenon.






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