Intriga que en manos de un director como Hitchcock podría
haber volado a gran altura. De interesantísimo planteamiento inicial la
película se va hundiendo en el absurdo y el tópico destrozando todas las buenas
bases que había ido creando. Seria extenso ir enunciando o enumerando la
cantidad de inconsistencias del guión, sobre todo según avanza la película, sus
innumerables lagunas e irregularidades que dejan una clara sensación de
decepción.
Franchot Tone interpreta a un inteligente, en teoría,
asesino que tiene un elaborado plan para deshacerse de la tía de Bill Kirby
(Robert Hutton) por dinero, lo que posibilitaría a éste heredar su fortuna y
casarse con una amiga de su mujer. El inspector Maigret, interpretado por
Charles Laughton, se hará cargo del caso.
“El hombre de la Torre Eiffel” tiene sus virtudes, una
atmósfera inquietante en ocasiones y un planteamiento interesante y acertado,
que logra atrapar al espectador, con un villano en principio brillante e
inteligente… Una extraña película, incluso a nivel estético con ese color sepia
en que está rodada, envuelta en un estilo enrarecido con momentos brillantes
pero que poco a poco se va dirigiendo hacia lo convencional e incluso el
ridículo.
La escena inicial en el bar está bien rodada, creando
inquietud y extrañeza con numerosos picados y contrapicados siguiendo a Johann
Radek por la Torre Eiffel y al pobre desgraciado que usará, así como los juegos
de miradas en el interior del bar donde se comienzan a desarrollar las
relaciones y presentar a los personajes. Los deseos de Kirby de deshacerse de su
tía, las confesiones de infidelidad, el conflicto a tres bandas entre él, su mujer y la
amiga de ésta, la escrutadora mirada de un misterioso personaje, Johann Radek…
La escena donde el ingenuo Burgess Meredith, director de la
cinta, que interpreta a Joseph Heurtin, descubre el asesinato en el que le van
a involucrar es estupenda, bien rodada, con planos detalle o escindidos, como
los de las gafas y las piernas de la mujer muerta, distorsionados, como el del
verdadero asesino desde el punto de vista del cegado Heurtin, y una atmósfera
viciada y enfermiza con la música y ese asesino que procura no dejar ninguna
huella cubriendo sus manos y sus zapatos para ello.
La cosa es que Meredith pretende guardar en secreto la
identidad del asesino, o al menos eso parece, pero a nadie le cabe duda de quién es en realidad,
la actitud y maneras de Radek (Franchot Tone) no son muy sutiles ni
disimuladas…
Laughton está algo excesivo intentando dar toques de comedia
al inspector que encarna, sin acabar de estar del todo acertado. La película no
sólo falla a nivel estructural y de coherencia, también falla en el tono,
disperso y sin saber bien hacia donde quiere ir, con elementos truculentos
mezclados con otros paródicos, cómicos o esperpénticos… Además el ritmo de la
cinta es irregular, va a trompicones, de escenas interesantes a momentos
realmente tediosos y absurdamente explicativos, sin sentido alguno. Como
ejemplo, la mayor parte de las escenas entre Tone y Laughton.
La policía dejará escapar de la cárcel, en una surrealista
escena, al supuesto asesino Heurtin, para que les lleve ante el verdadero. La
cosa es que le colocan hasta una cuerda para que se escape y nuestro amigo ni
se extraña… Entrañable. Supongo que se pensarían ingeniosos.
Con gran parte rodada en exteriores, en un París retratado de forma bella pero al que no podemos considerar un personaje más, ya que la ciudad
funciona como simple marco de la historia, eso sí muy bonito, podría ser algo
así como un anticipo de la Nouvelle Vague. Habrá muchas escenas de persecución
o seguimiento para mostrar la ciudad con todo lujo de detalles y que podamos
saborear la belleza de la misma.
La cinta es un desperdicio decepcionante, un contraste
frustrante. Torpezas en la puesta en escena a pesar de la presunta
espectacularidad, torpezas en la trama pese a contener interesantes elementos
de intriga, gratuidades, incoherencias y absurdeces de guión a pesar de que éste tenga momentos originales.
Laughton, el inspector Maigret, sospechará “porque sí” de
Radek, aunque como digo el hombre discreto no es… Un juego del perro y el gato
bastante absurdo en su inicio, desarrollo y conclusión. Los comportamientos de
los protagonistas son a menudo aleatorios y gratuitos, sólo justificados para
mantener en vigor una trama artificial e incoherente. Como ejemplo tenemos cada
cosa que hace el personaje que interpreta Meredith, Heurtin, dejándose ver
por el bar sin razón para posibilitar el encuentro entre Maigret y Radek o su
huida de la cárcel sin preguntarse nada…
Lo mismo podemos decir del papel del protagonista, el
inspector Maigret, siguiendo los pasos por intuición y raptos de lucidez
deslumbrantes.
Lo de la numeración de los billetes el gerente del hotel
tiene tela.
En cualquier caso el que se lleva la palma es el villano,
Radek, supuestamente inteligente y que va dando todas las pistas, por si el
inspector tenía dudas, para que le puedan coger. Que el inspector se atasca,
allí está él para darle unos billetes e insinuar que es muy malo. Lo mejor es
que después de estos actos de generosidad, nuestro villano se preocupa por la posibilidad
de ser cogido… Asombroso pero cierto.
Un villano egocéntrico y exhibicionista, que gusta de ser
contemplado en sus “hazañas”.
La relación de Radek, el psicópata, con su madre parece
también querer remitir a Hitchcock y el gran trabajo que hacía en este sentido
siempre.
La Torre Eiffel tendrá gran protagonismo como es de suponer,
allí veremos a los antagonistas, Maigret y Radek, comer relajadamente y dirimir
sus diferencias en el clímax final. Las vistas son excelentes.
La escena en el restaurante con los violinistas es realmente
soporífera.
Algunos de los planes del villano pueden resultar ingeniosos
o divertidos, aunque la mayoría están cogidos por los pelos, pero con todo
permite disfrutar de la cinta en algunos momentos. Por ejemplo las cartas a las
dos mujeres relacionadas con Kirby, el ansioso heredero que acabó suicidándose
por no poder aguantar la presión. El suicidio de Kirby es otro tremendo
artificio cogido por los pelos y justificado con la frase de un profesor de
Radek en el que decía que diagnosticaba muy bien la muerte y captaba con
precisión las debilidades de la gente…
Todas las incongruencias se amontonan en la parte final, una
parte final que no acaba de funcionar en ningún momento con ese juego
psicológico entre asesino e inspector que se acaba resolviendo de forma
convencional, si bien es cierto que la escena cumbre de la película en lo alto
de la Torre Eiffel es espectacular, la mejor de la cinta.
Además de los
problemas de guión mencionados, e incluso de cohesión en la dirección, debo
explicar algunas de las cuestiones que hacen que esta parte final no funcione a
nivel de intensidad dramática y suspense. Una pérdida de tensión achacable
también al guión o a su estructura. Se nos muestra al asesino controlándolo
todo, creyendo que está jugando con la policía, pero en realidad sabemos que la
policía tiene un as en la manga que hemos visto antes. Heurtin, el hombre al
que el asesino pretende inculpar, no ha muerto ni está desaparecido, así sabemos
que el plan del asesino no va a ir a ningún sitio, la policía sólo tiene que
usar ese as y todo quedará resuelto. Esto provoca que el suspense o la presunta
tensión que pueda tener la situación se difumine o atenúe hasta el punto que
cuando la vemos nos lleve a la decepción.
Al menos tendremos una espectacular persecución con la Torre
Eiffel como protagonista para dar rúbrica a una cinta que pudo dar mucho más de
sí, que tenía material para lograr una intriga aceptable, pero que acaba
hundida en la incoherencia, la irregularidad de ritmo y enterrada en sus
propias torpezas.
La historia está basada en una novela de Georges Simenon.
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