Una joya dirigida por John Sayles que conjunta los dos
géneros más completos y complejos del cine, el western y el cine negro. Ambos
géneros tienen más aspectos en común de los que pueda parecer gracias a la
versatilidad de los mismos, los dos géneros que admiten cualquier tipo de tema, los dos únicos géneros que lo admiten sin forzar,
sin estirar o mezclar con otros géneros o matices, de forma natural. La venganza,
el odio, la bondad, el humor, el crimen, la inocencia, la perversión, el
orgullo, el héroe, el antihéroe… todo lo que se nos ocurra tiene cabida en
estos dos maravillosos géneros que Sayles ha tenido el acierto de unir en esta
estupenda cinta.
Para ello nos sitúa en la frontera, lugar mítico en ambos
géneros, desde idílico y paradisiaco a desmitificado y lugar de acogida de
delincuentes. Un lugar de libertad o un lugar donde todo acto delictivo tiene
cabida.
La frontera es indispensable en el western y en el cine
negro, el lugar de la huida, el refugio, el lugar donde encontrar respuestas y
resolver crímenes, el cobijo del delincuente, el caldo de cultivo de la
corrupción, libertad y libertinaje. Un lugar que es más que eso, un lugar
simbólico, que implica tránsito, cambio, descubrimiento, superación…
“Lone Star” es una historia moderna de frontera, de mestizaje,
de mezcla, de conflicto entre razas, también de contrastes, de amor y odio
entre ellas, tanto de solidaridad y ayuda como de racismo y persecución, de temores y
complejos, de pasados enquistados que da miedo superar a un presente que pretende quitarse prejuicios
y dichos complejos.
Una película de historias cruzadas, compleja y potente.
La dirección de Sayles es deslumbrante, de una sobriedad
extraordinaria, que es la base de la categoría y nivel que adquiere la
película, y de una originalidad y brillantez en la puesta en escena y
soluciones visuales que maravillan.
El pasado, los secretos, las familias, los relatos orales,
las mentiras… Sayles teje un entramado realmente fascinante donde a través de la
típica estructura de investigación descubrimos un mundo que permanecía oculto o
que pretendían mantener oculto los múltiples personajes que pueblan la
narración.
El pasado, su concepto, es casi la base de la película, un
pasado sin el que no es entendible el presente, un pasado que no se debe
olvidar y que es necesario aclarar y mostrar, entender en toda su inmensidad,
es ahí donde la puesta en escena de Sayles tiene sus momentos más originales, en
esa vinculación que se hace del pasado y el presente en un mismo plano moviendo
la cámara con una suave panorámica, sin que ningún corte medie aparentemente. Una
panorámica que nos sitúa del presente en el pasado y viceversa, mostrando que
lo uno es consecuencia de lo otro siempre.
Estas transiciones que se suceden en varias ocasiones son
realmente brillantes, uno de los aspectos más destacados de la puesta en
escena.
Todo ello nos lleva a temas de enjundia, tratados con
profundidad y con un magnífico aliento clásico, de hecho se la puede considerar
así con toda tranquilidad. Corrupción, amor, miedo, racismo, la desmitificación
de la leyenda, como en John Ford… Todo tratado con talento y saber hacer.
Sayles opta por la sobriedad, un tono árido, seco, como la
arena que rodea ese pueblo de Texas en el que se mueven los personajes, sin
concesiones ni alardes, sin adornos, directo, como la buena novela negra, hipnotizando al espectador que quedará atrapado en su excelente dirección.
El descubrimiento de un hombre muerto en Texas, en un pueblo
habitado por numerosos inmigrantes mejicanos, hará que Sam, el sheriff
interpretado magníficamente por Chris Cooper, desentierre hechos del pasado que
pretendían ser ocultados por muchos, algunos íntimamente ligados a él mismo y
su padre.
Narración pausada pero intensísima.
Buddy Deeds, interpretado por Matthew MacConaughey, es el
padre de Sam, un padre que aparece en pantalla más joven que su hijo en esas
transiciones al pasado, y al que Sam no admira como lo hace el resto del
pueblo, que lo considera un mito, un sheriff excepcional. Sam conoció a su
padre y cuando descubre ciertos aspectos de su pasado sospecha que de mito
tiene poco.
Mandamases blancos que dominan el cotarro, racismo a
raudales del que el padre de Sam era partícipe, un Sam que está enamorado de
Pilar, (Elizabeth Peña), de sangre mejicana. Sam vive acomplejado bajo el peso
del prestigio de su padre, pero no busca reivindicarse, busca la verdad,
especialmente de su pasado.
La mayoría de escenas son conversaciones entre personajes,
a menudo dos, y bien se cuenta un relato informativo o bien se dilucida un
conflicto, por ejemplo en la primera vista al pasado donde charlan Buddy con el
despreciable Charlie Wade (Kris Kristofferson), y donde Buddy se niega a hacer el trabajo de saqueo a
los mejicanos que le manda Wade. La conversación está rodada en perfecto
plano-contraplano, donde para resaltar el conflicto Wade aparece de pie y Buddy
sentado, marcando la diferencia. La tensión que transmite Sayles con su estilo
sobrio es asombrosa en todas las escenas de este tipo. Cualquier cosa puede
pasar en esa calma tensa.
Sayles usará la cámara al hombro en escenas de tensión, como
el crimen que se comete en el bar de negros.
La idea del pasado, su verdad, está siempre presente, por
ejemplo en la discusión sobre la asignatura de historia y sus contenidos, donde
los mejicanos y los norteamericanos no se ponen de acuerdo acerca de cuál fue la
verdad de esa historia.
El conflicto, las relaciones entre padres e hijos, es uno de
los vehículos dramáticos de la cinta, no sólo el mencionado entre Sam y su
padre, también lo veremos con Pilar y su hijo, e incluso con su propia madre, o
con el Coronel Del, interpretado por Joe Morton y su hijo, al cual presiona y
pretende definir su destino en la creencia de que para superar los problemas de
raza deben ser superiores a los demás; como también tendrá un conflicto con su
propio padre, Otis (Ron Canada). Todas las líneas dramáticas están
fundamentadas en conflictos familiares, especialmente entre padres e hijos, y
todas ellas están unidas y entremezcladas.
Otra conversación, esta vez entre Sam y Hollis (Clifton
James), está rodada en plano-contraplano y con diferentes alturas, siendo por
tanto los planos y contraplanos en picado y contrapicado sucesivamente. Aquí se
vuelve a recalcar la tensión y diferencias entre los conversadores, uno
defendiendo la reputación de Buddy y otro, su hijo, creyendo que su mito puede
estar fundamentado en un crimen. Su padre va a recibir un homenaje en esos días
además.
No hay ni una pizca de maniqueísmo, vemos a blancos defender
y ayudar a negros, a negros siendo exigentes con los de su propia raza,
discusiones entre un blanco y un negro acerca de otro negro donde el blanco es
el que se muestra comprensivo con aquel…
Un nuevo viaje al pasado es resuelto con violencia, tensión
y conversaciones en plano y contraplano a distintas alturas. Wade (Kris Kristofferson), comenzará sentado pero
acabará de pie ante un chaval tirado en el suelo al que ha derribado de un
puñetazo y apuntándole con una pistola, siempre se muestran de esta forma las
disputas, una forma sencilla, expresiva y eficaz.
“Lone Star” también es una reflexión sobre la justicia y la
ley, un ser despreciable asesinado, un hecho que todos ocultan y ante el que el
protagonista busca luz, una muerte que todos deseaban pero que debe ser aclarada
y juzgada. Las motivaciones de Sam dan una ambigüedad excelente a la película
en este sentido. ¿Busca la verdad, hacer justicia o cumplir la ley, o es más
bien un ajuste de cuentas con su padre por impedir su relación con Pilar?
Uno de los mejores detalles de dirección, de más talento, es
el juego de los planos y contraplanos, y su significación. A lo mencionado, que
es simplemente un apunte, esa confrontación remarcada en las distintas alturas,
añadiremos la maestría con la que están ejecutados todos ellos. Las
conversaciones a menudo encuadran a uno de los personajes solamente, a veces
con mucho aire a los lados (aire se refiere a que no es un plano sobre el
rostro, sino que se muestra el entorno y los márgenes del cuadro con
generosidad), incluidos en su entorno. Cuando un plano es ocupado por uno solo de los actores nos
indica las diferencias que tienen los dos conversadores, su distancia. Un gran
ejemplo lo tenemos en la conversación entre padre e hijo, Del y Otis, en el bar
del segundo, cada uno habla en su cuadro, pero en sutiles momentos de
acercamiento se les incluirá a los dos en el mismo plano aunque sea de forma
leve, están intentado recomponer una relación. Fijarse en cómo están rodados
los planos y contraplanos es un auténtico lujo que nos regala la película.
Sobriedad y sencillez para la significación.
Preciosa escena de amor, con una iluminación muy matizada,
oscura e íntima, un deseo desbordado, un amor que aún debe quitarse complejos
del pasado.
Los personajes de “Lone Star” están atrapados, encarcelados,
esclavizados por los prejuicios, los complejos y el pasado.
La escena entre Frances McDormand, su ex mujer, y Chris
Cooper, donde ella muestra su inestabilidad, redunda en ese universo de
personajes insatisfechos, amargados e infelices que parecen haber seguido un
guión prefijado que nada tiene que ver con lo que hubieran deseado. Un mundo
repleto de frustración y abatimiento al que la relación entre Sam y Pilar
intenta poner un toque positivo.
Las resoluciones, los conflictos que se aclaran o se
perdonan, los prejuicios y rencores que se vienen abajo también están tratados
con suma sobriedad, una emoción contenida, buena muestra la tenemos en la
escena en la que Del va a ver a su padre y descubre, mediante la actual mujer
de éste, que lo ha admirado siempre, que ha estado muy orgulloso coleccionando y
guardando todos los recortes con sus éxitos. Gestos preciosos, parcos,
austeros, contenidos, sencillos…
Los giros de guión en la resolución son sorprendes y
perfectamente llevados, repletos de coherencia y lejos de la búsqueda de
impacto gratuito tan de moda en la actualidad.
“Lone Star” es también una película sobre el perdón y la
madurez, sobre el conocimiento de uno mismo y la asunción de los defectos,
sobre orgullos superados y prejuicios desmontados. Como ejemplo de estas
cuestiones podemos poner cualquiera de las múltiples historias que Sayles nos
cuenta y donde se superan conflictos, ahí tenemos la de Del con su padre y su
hijo, por ejemplo.
La historia central, la de Sam, también tendrá su resolución
con la ¿desmitificación? del padre por su hijo, un padre infiel, ¿corrupto? y ¿asesino?…
En el desvelamiento de lo que ocurrió con Charlie Wade tendremos una nueva
transición al pasado en un solo plano espectacular con un sutil movimiento de
cámara. Una vez en el pasado se hace el presente.
La banda sonora blusera en esta escena es tremenda.
Un reparto excepcional donde grandes actores tienen pequeños
papeles pero donde todos están sublimes, un elenco amplio en estado de gracia y
un guión y una dirección excelentes.
Un final brillantísimo, final, desprejuiciado y atrevido, que sublima con maestría una de las grandes películas del cine
contemporáneo. Un final que da sentido a todo, a todos los comportamientos, de
forma maravillosa y que con la decisión de Sam y Pilar, ante el cine donde
Buddy les separó, se rompe con el lastre de ese pasado omnipresente de forma
definitiva, o al menos se intentará.
Una excepcional obra de John Sayles, repleta de libertad,
talento, inteligencia y emoción.
Ya echaba de menos pasarme por aquí (el día tendría que tener 35 horas) y creo que ha sido un acierto hacerlo con este post:) No había oído hablar de esta película, y por todos los temas que toca y el buen hacer de su director, debe ser una película maravillosa. Me encanta todo lo que cuentas de la FRONTERA, y sobre el western y el cine negro. Para tomar apuntes:)
ResponderEliminarUn abrazo,
Patricia
Hola Patricia, ya se te echaba de menos. Creo que es posible que te guste, si la ves cuéntame tus impresiones enseguida...
EliminarUn abrazo fuerte.
Cuenta con ello! ;)
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