En muchas ocasiones he comentado la influencia
hitchcockiana de numerosas películas de intriga, ese adjetivo que se suele poner a
las cintas de suspense que como en las del maestro inglés pretenden crear toda la
tensión posible. Son muchos los ejemplos con títulos tremendamente brillantes,
otros notables y muchos otros mediocres. También he comentado que lo que
diferencia esos títulos de los del maestro inglés es la mirada, esa mirada
viciosa, retorcida, fetichista, que esconde algo oscuro, profundo, a veces
insondable e inconfesable en su interior, ahí radica la maestría de Hitchcock,
lo que lo eleva, entre otros muchos aspectos de todo tipo (técnicos,
innovadores, narrativos, conceptuales…), al Olimpo de los más grandes
directores de la historia.
Curiosamente esta magnífica cinta que nos ocupa no destaca
por su trabajo con el suspense, se entronca más con la narrativa y la
concepción del cine negro más clásica, pero en cambio sí que posee esa perversa
mirada, que trasciende la narración típica, de los grandes maestros y en especial
de Alfred Hitchcok. La misma mirada oscura, morbosa, retorcida que nos hace
recordar al maestro. Losey logra acercarse a ese tono perverso del genio inglés, esa
profundidad que marca la diferencia entre los imitadores hitchcockianos y el
modelo, aunque prescinde casi por completo del suspense.
Joseph Losey es otro de esos directores tremendamente
apreciados por los más cinéfilos que no ha acabado de trascender al público
mayoritario, como tantos otros talentos, pero que tiene títulos realmente
espléndidos, obras de arte para gozo y disfrute de los que valoran el buen
cine. “El forajido” (1950), “El tigre dormido” (1954), “Tiempo sin piedad”
(1957), “El criminal” (1960)… cintas donde el componente criminal está muy
presente, mostrando un interés especial por el género negro y el thriller. “El
sirviente” (1963) es la obra maestra de Losey y muestra todas las claves de su
talento, de su mirada y de sus inquietudes, en ese juego de dominaciones y
manipulaciones, aspectos clave de su filmografía, sus principales constantes.
Un policía (Van Heflin), que cree ser injustamente tratado
por la vida, queda prendado por el lujo de una casa que van a vigilar por la
denuncia de la posible presencia de un presunto merodeador. La denuncia procede de Susan Gilvray
(Evelyn Keyes), una mujer casada con un conocido locutor de radio que pasa las
noches sola. El policía, Webb Garwood (Van Heflin), hará todo lo posible por
seducirla.
La película se inicia con una brevísima escena que parece
una declaración de intenciones. Un encuadre dentro de un encuadre, una ventana, donde Losey nos
pone en el papel de voyeur, como el merodeador que vigila a nuestra
protagonista, al mismo nivel, mientras ésta se acicala en el baño, en
intimidad, sorprendida repentinamente por dicho observador. Como en Hitchcock
se aprecia en esta sencilla escena una reflexión sobre el propio cine y su
esencia, si bien en el cine del maestro inglés esto era muy común y uno de sus
elementos básicos a nivel conceptual. Una estupenda escena para marcar el tono.
El inicio es profundamente expresionista, con un constante
juego de luces y sombras, como vemos en la presentación de la pareja de policías.
En esta presentación apreciaremos primero el contraplano, uso de luces con un
foco bañando la fachada de la casa de la mujer, y luego el plano, los que
miran, los dos agentes.
Desde el mismo inicio vemos el contraste entre los dos
policías, nuestro protagonista es irónico y parece rezumar cierta envidia y
fascinación por el lujo y riqueza de la vivienda que deben vigilar. Su
compañero, Bud (John Maxwell), auténtico y modesto, se conforma con disfrutar
de su vida sin excesos de ambición, su fascinación es su familia y su hobby
geológico.
Hay un detalle de puesta en escena que va definiendo
claramente a Webb (Heflin), es el momento en el que, tras haberse mostrado
indiferente al problema de la mujer y más preocupado por los lujos que la casa
contiene, le pregunta a la dueña que si quiere que se queden para que esté más
tranquila. En ese momento, justo al salir de la casa, Webb nos dará la espalda
y para acentuar este aspecto en el contraplano veremos cómo su engreído rostro
se sumerge en las sombras al cerrarse la puerta. Todo ello muestra su falsedad,
su lado oscuro, su personalidad retorcida, de una forma sencilla, sutil y brillante visualmente. Todo con un perfecto
manejo de las luces y las sombras.
La distinción de personalidades de los dos policías, ya
mencionada, se verbaliza en la posterior conversación entre ellos. El más
veterano, Bud, habla de su hobby, sus libros y su mujer, mientras que Webb no
puede ocultar su creciente obsesión e interés por el dinero de ese matrimonio,
la mujer que allí vive, la casa… una conversación que no es tal, porque cada
uno habla de una cosa sin atender apenas al otro.
La mirada hitchcockiana de Losey en estas primeras secuencias
se mantiene, un ejemplo lo tenemos en esa pequeña escena donde vemos a Susan
tumbada en su cama tomando un té, su relajado y sensual movimiento de cabeza y
su pie en alto. Morbosa mirada… antes del regreso de Webb.
Un travelling que integra a Webb en el entorno de la casa lo
sigue en su husmeo por el piso, allí empezará a intimar con Susan, que contará
su pasado como actriz frustrada, que tiene un marido locutor de radio al que
escucha todas las noches y que son del mismo lugar, que quizá se conocieron en
el pasado. Este último aspecto es lo que crea los lazos y facilita el coqueteo
del agente.
Aunque mantendrá que está felizmente casada, intuiremos que
lo que está es felizmente acomodada, ésta será la debilidad que explotará Webb.
La sutil sonrisa de Susan al despedirse del policía y apagar la luz la delata.
“Hasta pronto Susan”.
Los encuentros se van sucediendo, la relación
desarrollándose. Webb irá como invitado, vestido de calle. En estas
conversaciones entenderemos sus motivaciones, no le gusta ser policía y está
frustrado porque piensa que merecía mejor suerte. Susan poco a poco va estando
más tentada por las atenciones de Webb, una sensual escena la tendremos en el
juego con la horquilla. Los diálogos están repletos de segundas intenciones,
insinuaciones, tensión y desafío sexual.
“¿Eso es lo que pretende? ¿Retrasar las cosas?”
En su investigación por el piso y gracias a la horquilla,
Webb descubrirá el testamento del marido de Susan, algo que será mostrado de
forma sutil y aparcado hasta el final.
Son muy interesantes las escenas de seducción del decidido
policía con la incómoda y constante presencia de la voz del marido, que parece
presidir el flirteo. Así Susan confesará que su manifestada felicidad no es
tal, que está atrapada, pero que tiene una vida cómoda, adinerada… también
manifiesta su frustración por no poder tener hijos, su marido es muy mayor.
Faltan excitaciones, por eso le tienta cada vez más el policía, aunque sus
principios al inicio la frenen. Muy bien elaborado el progreso de la
relación, con profundidad, desarrollo y paciencia, sin precipitación ni prisas.
Cuando Webb se lance será rechazado con contundencia, fiereza y bofetadas. Lo
echará.
Webb es maquiavélico, sus fines justifican sus medios, pero
también es la decisión y la tenacidad personificada. Insistirá. Como en la
primera ocasión en la que la vemos abrir la puerta, Susan no mirará por la mirilla, sí
lo hará la segunda vez, muestra de confianza y de que no esperaba el regreso de
Webb. Aunque pueda resultar forzado, el hecho es que Webb logrará hablar con
ella para disculparse y conseguirá su identificación al hablar de la soledad, el
punto débil de la chica, que pasa las noches, sola, esperando al marido. Se
reinicia la relación.
Más sensualidad, el baile, la reticente Susan no opone
resistencia en el regreso, en realidad su dignidad anterior era forzada, su
pulsión interior la incitaba a caer en esa tentación. Consumándola.
La consumación será acompañada por un disco, no por la voz
del marido. Pequeña liberación.
La escena donde Webb conversa con Bud y su mujer sobre las
aficiones de éste, muestra a las claras la personalidad del personaje. Aburrido,
deseando irse para asistir a su cita con Susan, no le importa lo más mínimo lo
que su amigo dice o hace, sólo le interesa cumplir su propósito, parece incapaz
de la empatía. Su entusiasta compañero no se percatará y mostrará sus rocas con
delectación. Losey nos muestra su talento al hacer que sea la mujer de Bud la
que se percate de la incomodidad de Webb, las mujeres mucho más atentas siempre
a los detalles y las sensibilidades. Losey nos enseñará en un plano sutil y general
todo esto, cuando veamos a la mujer extrañada por la actitud de Webb al darse
un momento la vuelta. Gran detalle de puesta en escena delicado e inteligente.
Posteriormente verbalizará sus sospechas, incluso a solas con su marido, en ese
tierno momento tras la marcha de Webb. Un marido, Bud, que parece no enterarse
de nada.
Aparente rutina de la clandestina pareja, ella encantada, el
retorciendo su cabeza para seguir el plan fijado. El marido en la radio, una
pequeña pistola, las vacaciones de él, una fuga juntos, los miedos y la
frustración por tener que ocultarse… son los elementos que van generando la
tensión y haciendo intuir hacia donde encaminará sus pasos el resuelto Webb.
Webb poco a poco va consiguiendo su propósito, tener
controlada, manipulada y dominada a Susan, su amante y víctima. La chantajeará
emocionalmente con total frialdad para que vaya haciendo lo que él quiere.
Querrá que se vaya con él de vacaciones a Las Vegas.
“Tienes que hacerlo y lo harás”.
Contra lo que tenía pensado ella no se presentará, pero nada
arredrará a Webb, que irá a verla y mantendrá una conversación con Susan donde
ésta dirá que su marido sabe que tiene un amante y una consiguiente amenaza de
muerte y posterior suicidio. Webb va generando en ella un sentimiento de culpa
que le servirá en esa manipulación psicológica que ejerce.
Posteriormente, marido y mujer mantendrán una breve conversación en off, que
oiremos desde el punto de vista del protagonista. La idea de no mostrar apenas
al marido es muy buena, incluso hubiera sido más efectiva si no apareciera en
ningún momento y tan solo fuera una presencia fantasmagórica personificada en
la voz de la radio.
Narrativamente hablando “El merodeador” es notable. El
espectador no acaba de conocer cuáles son los propósitos y el fin último del
protagonista, ni siquiera conoce claramente sus intenciones ni el porqué de sus
repentinos cambios de actuación, esto se va aclarando conforme avanzamos en
dicha narración de forma magistral.
¿Y dices que la película no se caracteriza por el suspense? Pues me he quedado la mar de intrigada. Mañana nos pasamos por aquí:)
ResponderEliminarUn abrazo,
Patricia
Jajaja entonces misión cumplida. Un abrazo.
EliminarBuena idea MrSambo la de no "spoilearla totalmente". Me he quedado intrigado yo también. El argumento me recuerda a un thriller más moderno, del montón, protagonizado por Ray Liotta. ¿Es este último una versión modificada?
ResponderEliminarHola Keyser, bueno, creo que mañana acabo de destriparla jajaja. La de Ray Liotta creo que se llama FALSA SEDUCCIÓN y no es un remake, aunque efectivamente creo recordar que tiene puntos en común, pero van por sitios distintos. Buen título te has sacado, no recordaba esa cinta de Liotta. No sé hasta que punto pudieron basarse en ésta, pero no sería del todo desdeñable la idea como bien apuntas.
EliminarUn saludo crack.
Hola Amigos:Existe la posibilidad de ver El Merodeador como si todo sucediera en un sueño. Así, las contradicciones de los personajes, el paso abrupto de una escena a otra ,la conducta corrosiva de Webb y el desierto bizarro del final, configuran para mí un verdadero cuadro onírico, lleno de las oscuridades propias de una lógica pesadillesca y ensoñada.¿No les parece?
EliminarPues puede ser una interesante interpretación en la que indagar, aunque de inicio presentaría problemas de coherencia y punto de vista.
EliminarMuchas gracias por el aporte, Pacane.