Al ver esta película me vino el nombre de James L. Brooks a
la cabeza, no supe en principio muy bien por qué, así que indague mentalmente.
No sólo hay paralelismos entre David O. Russell y el director de “Mejor…
Imposible” (1997) por este título, la trayectoria de ambos deja algunos
aspectos que los vinculan. El gusto por la comedia con toques dramáticos, por
cierta transgresión y un fondo repleto de ternura, donde lo amable, lo emotivo, lo sincero y lo entrañable conmueven y acaban por satisfacer
plenamente al espectador. Un ejemplo lo tenemos en la anterior obra de O.
Russell, que tenía momentos realmente conseguidos y muy emotivos, siendo una
cinta divertida, “The fighter” (2010). Es un director que maneja muy bien las
relaciones y la ternura. James L. Brooks quizá sea más ácido y el contraste
acabe por funcionar algo mejor, pero David O. Russell casi siempre logra dejar
un buen sabor de boca y en esta ocasión no ha sido una excepción.
Cuando sales de ver “El lado bueno de las cosas” sientes un
agradable confort, que ha merecido la pena, una cinta que te deja buen cuerpo y
con la sonrisa en la boca. Una comedia romántica y con toques dramáticos donde
se cuida con mimo a los personajes, lo que logra la hondura necesaria para
llegar al espectador de forma sincera.
Ha sido una de las sorpresas del año y se ha colado en las
nominaciones de los premios más importantes, incluidas 8 nominaciones a los
Oscar, siendo candidata en todas las categorías principales. Esto resulta bastante excesivo, se podrían haber ahorrado algunas.
Buenos diálogos, buenos personajes magníficamente
desarrollados, sencillez, buena dirección, una historia divertida, simpática y
con buenas dosis de emoción… Todo muy recomendable.
A pesar de esto David O. Russell no logra evitar en su cine,
que siempre es entrañable y divertido, cierta previsibilidad y algo de
superficialidad, de brocha gorda, causa de la citada previsibilidad y quizá
obligada para esa sensación gustosa y placentera que tienen sus cintas.
Aquí el director es plenamente consciente de que se va a
sumergir en todos los tópicos de la comedia romántica, un género tremendamente predecible,
pero que no olvidemos, lo ha sido siempre, incluyendo las obras maestras. Esta
también lo es, conscientemente, pero se nos cuentan las cosas muy bien, lo que
eleva su calidad con respecto a la media de este género. Cierto es que la cinta va de más a
menos pero, aunque ajustado, creo que merece llegar al notable.
Nuestro protagonista presenta un trastorno psicológico, parece
ser que es un bipolar no diagnosticado. Nos lo presentarán en un hospital siendo
tratado de ello, aunque esto no es “Alguien voló sobre el nido del cuco” (Milos
Forman, 1975). Nuestro amigo, Pat, un excelente Bradley Cooper, saldrá
enseguida gracias a las gestiones de su madre y se llevará a su amigo Danny
(Chris Tucker), que no parará de salir del hospital sin permiso. Su regreso al
hospital, cuando la madre de Pat se entera de que Danny no tiene permiso para salir de
camino a su casa, está resuelto con un gran detalle visual.
Robert De Niro parece haber renacido con esta película,
después de muchos años muy irregulares su papel del maniático padre de Bradley
Cooper le ha dado una nueva y merecida nominación al Oscar como actor
secundario. Tiene problemas económicos pero tiene muchos planes gracias a una
parafernalia supersticiosa que cree le hará ganar mucho dinero con las
apuestas. Los diálogos son muy brillantes y las apariciones del gran De Niro
uno de los puntos más notables del film. Su relación con su hijo y diálogos son
estupendos.
Pat está perturbado, descontrolado, un trastorno que viene
provocado por descubrir a su mujer siéndole infiel en la ducha con un profesor.
Su comportamiento y reacciones serán impredecibles, desde la calma y la
felicidad a los raptos nerviosos que le llevan a críticar en mitad de la noche a Hemingway y
su “Adiós a las armas”, despertando a sus padres. Las referencias al final de la obra de Hemingway pueden interpretarse como una broma a esa consciencia del final feliz típico de las comedias románticas, que se aplicará a sí misma esta película. Él lo que quiere son cosas
positivas que le permitan cambiar su actitud para así probar a su mujer que
está recuperado, algo que él cree le permitirá reconquistarla. Una canción, la que
sonaba en el momento del desgraciado descubrimiento, le hace dispararse, perder
el control. Era la que sonó en su boda, además. Su encierro es debido a que dio
una buena paliza al lascivo profesor.
O. Russell muestra muy bien, con pequeños detalles que
ejecutan los actores, aspectos de su personalidad, por ejemplo los arduos
esfuerzos del protagonista por el autocontrol y la positividad para evitar
arranques violentos, uno de estos detalles lo vemos en esa pequeña panorámica
que hace el director hacia el jugueteo con las manos de Pat mientras habla con
el doctor. De igual manera mostrará su peculiar comportamiento en todo momento
con divertidas escenas, como en esa con la profesora del
instituto o el forcejo con su padre por el teléfono.
La cena con su amigo Ronnie (John Ortiz) y su mujer (Julia
Stiles), que no lo soporta, supondrá un punto de inflexión en el estado de Pat,
el comienzo de su catarsis. Llevará una inadecuada camiseta de fútbol americano
de DeSean Jackson, es un hombre sin filtros… y allí conocerá a Tiffany
(Jennifer Lawrence), la hermana de Verónica, la mujer de Ronnie, que es viuda.
O. Russell muestra objetos en detalle de algunos personajes,
lo vimos con el policía, del cual muestra la chapa con su nombre y la placa,
ahora con Tiffany, de la que muestra las uñas, la cruz…
Pat, como verbalizará, no tiene filtros, dice lo que piensa
sin tener nada más en cuanta, ni convenciones sociales ni posibles
consecuencias o daños que pueda producir… curiosamente Tiffany es idéntica a
él, lo que supondrá un vinculo inmediato entre ambos, vínculo que ella aprecia
desde el mismo inicio pero del que Pat parece querer huir, negárselo a sí
mismo. Pedir música de Metallica para el bebé es un ejemplo de esa falta de
filtros.
La complicidad entre la pareja se inicia en la estupenda
escena de la cena con los diálogos sobre medicamentos, allí no se tiene en
cuenta ningún tipo de convención, como mencioné, unos magníficos diálogos para
un flechazo sólo reconocido por una de las partes. Un paseo silencioso hacia la
casa de la chica, comportamientos imprevisibles, sobre todo de ella, pero
coherentes en estos dos peculiares personajes que parecen hechos el uno para el
otro, y una proposición de sexo por parte de ella que él rechazará concluirá la
primera fase de esta relación. Una supuesta bipolaridad que se muestra a la
perfección en el abrazo y posterior bofetón que Tiffany propina al anonadado
Pat.
Este encuentro con Tiffany perturba a Pat, que se siente
irremediablemente atraído por ella, lo que le crea un gran sentimiento de culpa,
miedo a desviarse de su objetivo marcado. Necesita negarse a sí mismo la
realidad, lo que siente y lo que le ha provocado esa chica, para no perder de
vista su misión, recuperar a su esposa. Es por ello que tendrá un ataque de
nervios y volverá a despertar a su padres buscando su video de bodas, un
espectáculo de histeria que acabará con un golpe involuntario a su madre, una
pelea con su padre y despertando a toda la vecindad, una escena tan cómica como
dramática. La escena se iniciará con Pat mirándose el anillo de bodas, su muro
ha empezado a resquebrajarse sin que él se dé cuenta. Con el video busca
reafirmarse, veremos pequeños flashes de lo que ocurrió el día de la
infidelidad.
Drama, la situación; humor, la forma de contarlo y
elementos como el chico con su cámara que quiere hacer un trabajo sobre
problemas psicológicos.
El uso de la cámara en mano en este tipo de escenas resalta
bien el estado agitado de los personajes y la situación, un buen rasgo
estilístico.
Otro rasgo estilístico interesante está en esos travellings
circulares sobre el protagonista, vimos uno en su rapto violento al oír su
canción de bodas en la consulta del médico y otro en su cita, al ver aparecer a Tiffany, resaltan momentos
emocionales intensos del personaje.
Hay un vínculo tremendo entre al menos tres personajes, Pat,
su padre y Tiffany, los tres son extravagantes y tienen sus rarezas. Al chocar
con la “normalidad reinante", sufren, deben lograr la armonía entre ellos para
que todo funcione, se necesitan. Visualmente se muestra el vínculo, además de
por las rarezas de los personajes, con esa escena donde padre e hijo se miran
sus heridas en espejos.
El interés ha cazado a Pat, que desviará su recorrido cuando
sale a correr para mirar la casa de Tiffany, que se encontrará con él al estar
haciendo también deporte. Luego descubriremos que estos encuentros recibieron
la inestimable ayuda de la madre de Pat. Los choques y discusiones no paran de
sucederse, es la necesaria catarsis que debe pasar Pat y sufrir Tiffany. Un
estupendo desarrollo el de esta relación.
Tiffany perdió a su marido, con lo que cayó en una espiral
de sexo sin freno, otra forma de evadirse. Al encontrar a Pat parece vislumbrar
el camino.
Todos los que están a su alrededor usarán la obsesión que
tiene Pat con su mujer para ir llevándolo por el camino adecuado. Así su doctor
le recomendará hacerse amigo de Tiffany para acercarse a su mujer, ya que ella
la conoce. Esto llevará a una nueva carrera cerca de su casa y a un nuevo
encuentro para hacer deporte, que desembocará en una especie de cita para cenar.
Estamos en Halloween.
En esta “no cita”, con cereales y té, ambos personajes se
sincerarán, Tiffany contará como se acostó con toda la oficina, 11 personas sin
distinción de sexo, una conversación que fascinará a Pat, que no estaba muy
acostumbrado a hablar de estas cosas con su mujer. Un Bradley Cooper muy
divertido en esta escena, un nuevo punto de inflexión en su relación.
Una excepcional escena donde el diálogo se iniciará en
estricto plano-contraplano, con un Pat aliviado por poder hablar un poco de
sexo. Cuando Pat se sincere la planificación cambiará, cambiará el eje y se
enfocará su perfil, mientras habla de la canción de su boda que le hace estallar.
Se vinculará desde ese momento a ambos desde la puesta en escena, del
plano-contraplano se pasará a pequeñas panorámicas que los unen en el mismo
plano sin cortes, sincerándose, vinculándose, uniéndose y compartiendo sus
problemas, que son similares.
Pat es la negación de sí mismo, cegado en su frustración y
obsesión, vive en una apariencia de realidad de la que pretende convencerse.
Tiffany es lo opuesto, parece casi su terapeuta. Es la negación de uno mismo
contra la plena consciencia de su personalidad. De ahí nacen los problemas. Al
final de esta conversación en la cena tendremos otro conflicto, por lo que se
volverá al plano-contraplano del inicio de la misma. Gran detalle de puesta en
escena.
En muchas ocasiones los personajes aparecen justo en el momento
oportuno, algunas de estas apariciones se justificarán, pero en otros casos
quedarán como pequeñas licencias de guión.
A pesar de los encontronazos, la dependencia de ambos es
absoluta, por ello Tiffany acabará sacando a Pat del pequeño problema donde lo
había metido ella msima a la salida de la cena, y él parará los pies al policía que se
insinúa a la chica.
“Ella ya no es así”.
Su relación con su padre sigue dejando buenos y divertidos
momentos, enmarcados en estupendos diálogos.
“No quería despertarte”.
Justo hoy he visto el cartel de la peli. Y he pensado que la prota tiene una cara dulcísima, y el prota una mirada limpia.
ResponderEliminarMe la anoto!!
Me gusta la trama y me parece amable…justo lo que necesito!!
Gracias sensei!!! Mua!
Reina, dale un vistazo, creo que te gustará, es la que te recomendaría ahora.
EliminarUn beso
Buena crítica y buenas referencias a otros films. A mi me encantó este film, ya es mi favorito para los Oscar. Un saludo.
ResponderEliminarMuchas gracias Juan, me alegra que te haya gustado tanto película como análisis. A mí también me gustó, veremos qué pasa el 24.
EliminarUn saludo.