No es extraño que una cinta de Cronenberg resulte polémica o
divida al espectador, ya lo vimos con la excepcional “Crash” (1996). Con
“Cosmopolis” ha vuelto a pasar aunque a diferencia de con la anterior el
recibimiento ha sido más negativo. Si bien es cierto que la cinta no es una
obra maestra ni está entre lo más destacado de su director también lo es que se
ha exagerado en las críticas, algo muy común con los grandes directores cuando
no rubrican una obra maestra. El tiempo acaba poniendo todo en su lugar.
“Cosmopolis” es una película pura de Cronenberg,
completamente personal y mucho más cerca de su universo, especialmente, visual,
que su anterior y sobrevalorado trabajo “Un método peligroso”.
La transformación del hombre moderno, la autodestrucción, la
pulsión interior de ese cambio, su manifestación física con autolesiones o
pulsiones internas, los arrebatos incontrolados, su pérdida de humanidad y
búsqueda de sensaciones para suplir esa falta de sentimientos, el morbo, el
sexo, la muerte… son temas habituales del cine de Cronenberg, como he comentado
en otras ocasiones, y que son plenamente reconocibles en esta cinta. Una cinta
que a diferencia de su anterior trabajo, correcto pero no excelso, se muestra más
visual que verbalmente. Además son reconocibles, dentro de la depuración
de su estilo, una depuración y sobriedad a la que recurre a conveniencia, ecos
a cintas anteriores, especialmente a la mencionada “Crash”.
Se intuye cierto piloto automático en esta adaptación de la
novela homónima, y visionaria, del gran Don DeLillo, una novela que es un
perfecto caldo de cultivo para que el director canadiense explore sus temas
más personales e indague en su universo particular. Dos posmodernos con cosas
en común, una novela que le va como anillo al dedo a Cronenberg, como le iba
“Crash” de J. G. Ballard. Aquí el director no se muestra tan acertado como con
su adaptación de la obra de Ballard, a la cual mejora incluso, pero cumple.
Eric Packer, interpretado magníficamente por Robert
Pattinson, es un multimillonario que viste como los hombres de negro y al que se le
antoja cortarse el pelo en una determinada peluquería que está al otro lado de
la ciudad, un capricho que le cambiará la vida y ante el que no cederá a pesar
de los disturbios que se suceden en las calles y los consejos de su jefe de
seguridad de suspenderlo.
Cronenberg retrata un mundo burbuja, lo muestra visualmente
desde la puesta en escena con cantidad de cristales, pantallas y una limusina
ajena al entorno que le rodea. Este tipo de ideas visuales en el manejo de
cristales y demás se está viendo mucho en el cine actual, como he comentado en
alguna otra ocasión también. Además es fácil remitirse, por la temática de la
cinta, a películas como “Margin Call” (J. C. Chandor, 2011) o el documental
“Inside Job” (Charles Ferguson, 2010).
La película se inicia con grandes angulares que resaltan el
entorno habitual en el que se mueve nuestro protagonista, planos de limusinas
agigantadas y mucho aire a los lados de los actores en el interior de las mismas
en los encuadres, resaltando así el lujo y minimizándolos en comparación con
dicho entorno, como si estuvieran engullidos, placenteramente, por él. El uso
de los cristales resalta su aislamiento, su enclaustramiento y encierro con
respecto al resto de la gente.
Por la limusina irán pasando distintos empleados del bueno
de Pattinson. El primero de ellos hará cierta referencia a la superioridad de
los de su clase, algo que también vimos en “Margin Call”, como si fueran una
especie distinta, y sobre cómo depende la sociedad de lo que ellos hacen.
Casi todas las relaciones y personajes que intervienen en la
película y se entrevistan con Pattinson lo hacen en el interior de la limusina,
salvo su mujer. Con su mujer se entrevistará siempre en otros lugares, pero nunca
en su “lugar de trabajo”, la limusina, tan solo lo veremos en un taxi junto a
ella para salir poco después. Dos de las tres veces que estos dos personajes
hablan lo hacen en restaurantes, para comer, en la otra toman algo, siempre en
bares o cafés. Su mujer, Elise Shifrin, interpretada por la guapa Sarah Gadon,
resulta un personaje simbólico. Ella es perfecta, casi pura, bella, rubia,
culta, la mujer ideal para el mundo ideal de Pattinson, pero por el contrario
él, en su paulatino viaje impotente hacia su humanización, buscará mujeres
mayores o no especialmente bellas, más humanas, como el personaje que
interpreta Juliette Binoche (una amante) o el de la guardaespaldas negra (otra
amante). Un amor desapasionado, gélido, frío, como los que veíamos en “Crash”, y
con diálogos donde el bueno de Pattinson compara los pechos de su esposa con
los de la madre de ésta. Ella parece completamente asexuada mientras él siente
pulsiones internas que no puede contener. Insistirá siempre, impotente, en tener sexo con
ella, idea esencial para remarcar su pureza e imagen
de mujer perfecta.
La limusina estará repleta de pantallas, como he comentado.
En relación a esto veremos a su segundo empleado, una especie de alter ego o
escisión de sí mismo obsesionado con su tableta táctil donde mira índices, que
se va alejando paulatinamente de él en el interior de la limusina, hasta
situarse enfrente mientras hablan de las ratas como monedas de cambio, algo que
irá teniendo su eco con posterioridad.
Robert Pattinson alcanzó la fama por su interpretación de
Edward Cullen, el vampiro virgen de la saga “Crepúsculo”. Aquí interpreta a
otra especie de vampiro, un muerto en vida, su mirada perdida, apática,
completamente vacía, su falta de sentimientos, su ansia inconsciente de
alcanzar la muerte, su frialdad, su carácter especial (es un visionario)… nos
remite al mundo vampírico de alguna manera. Además se hará mención, en un tramo
de la cinta, de forma insistente, a las edades de varios personajes, el de
Juliette Binoche, el del alter ego mencionado de Pattinson, y del propio
Pattinson, que en primera instancia ni siquiera contestará pero posteriormente
“confesará” tener 28 años. Además de valerse de todos los de su alrededor y
consumir con avaricia, es como la necesidad de sangre en el vampiro, él necesita
comprar, consumir…consume porque puede. Reflexiones sobre el dinero, una
adicción, sobre movilizarlo, usarlo, consumirlo sin sentido... es una necesidad casi
fisiológica. Una adicción que, como todas, lo desnaturaliza como ser humano.
Obsesión por la compra, por la venta, una vida que se crea y se consume en el
gasto, la ganancia y la pérdida.
“El talento es más erótico si se malgasta”.
La tensión crece, las amenazas, pero todo sucede en el
exterior, el interior sigue siendo un mundo burbuja, perfectamente confortable.
Pattinson, Eric Packer, verá satisfecho un asesinato televisado, profundamente
cruel, ni siente ni padece. Es lo grotesco, tan ligado a Cronenberg, surgiendo
de una pantalla, coherente con respecto a su puesta en escena. También verá por
su ventana a una mujer enseñándole una rata, algo que despierta una sutil
sonrisa en Pattinson.
La tercera empleada, la deportista Jane Melman, interpretada
por Emily Hampshire. Junto a ella Pattinson hablará de los tipos de interés
chinos y la confirmación de la crisis, por eso la novela, que es de 2003, es
bastante visionaria. Una escena donde también se sumará un doctor para
realizarle el chequeo diario a Pattinson, momento en el que su mundo burbuja se
hará aún más oscuro con los cristales tintados, que ya vimos en la escena de
sexo junto a Juliette Binoche. El doctor palpará la próstata de Pattinson
haciendo subir la tensión sexual con su empleada, otro elemento esperpéntico y
perturbador y donde se unen el sexo y la muerte, la excitación de la situación
y el miedo a la muerte manifestado por el rico hombre de negocios, causa por
la que se hace esos chequeos diarios. Un chico aprensivo.
Cristales, ventanas, pantallas… una visión distorsionada de
la vida, pero real al fin y al cabo. La soledad y la panorámica dentro del
coche, el ejemplo perfecto de su aislamiento. En este momento veremos como
Pattinson, a través de una ventanilla, ve a Paul Giamatti, que interpreta a
Benno Levin, sacando dinero, un personaje que intenta matarle. Esto lo
confirmará Pattinson en la escena final, que lo vio en este instante.
Este juego de ecos, como el referido a Paul Giamatti, se
repetirá en otras ocasiones, por ejemplo con la guardaespaldas negra, a la cual
veremos al lado del coche primero y luego sentada en la librería donde
Pattinson se volverá a encontrar con su mujer. Estas apariciones de este
personaje concluirán con una escena de sexo entre ambos. Pattinson tendrá sexo
con otras mujeres, menos idealizadas, así calma su frustración de no poder
estar con su mujer y se acerca de paso a un espejismo de humanización. En la mencionada librería, que comienza con el citado plano
de la mujer negra, Cronenberg se marcará
un largo travelling por sus pasillos, hasta encontrar a Elise, su esposa. El ansia, la búsqueda.
Por si fuera poco claro su aislamiento del mundo en esa limusina,
Pattinson mencionará, en su almuerzo con su mujer, que su coche
está insonorizado acústicamente, además de hablar de sexo, como es de suponer.
El coche es, por tanto, una parte de sí mismo, la mencionada burbuja que le
permite regodearse en su ego. Son muy habituales las conversaciones
intrascendentes, las divagaciones o digresiones banales, conversaciones
absurdas que ejemplifican a la perfección el mundo que rodea a Pattinson (el
vacío, el absurdo…). Un ejemplo lo tenemos en la conversación sobre el corcho que se utiliza
para aislar el sonido en los coches. En esta escena de la cafetería junto a su
esposa volveremos a ver el tema de las ratas cuando dos activistas entren
portando dos de esos animales muertos. Pattinson volverá a mostrar su
satisfacción con una divertida sonrisa e impidiendo a su guardaespaldas
intervenir. Su visión, con el tema de las ratas que mencionó a ese alter ego
al inicio de la película, parece estar cumpliéndose. Como buen visionario.
Una nueva asesora entra en escena, Vija Kinsky, interpretada
por Samantha Morton. En esta escena las pantallas cobrarán aún más importancia,
de hecho esta nueva colaboradora se referirá a ellas como “la luz del
cibercapitalismo”. En un momento de esta escena el personaje de Morton mirará
tranquila y silenciosamente al exterior donde el caos, los disturbios, las
peleas… las ratas… lo llenan todo.
Dedicada a Patricia L., dulce y simpática cinéfila.
Pensaba recordarte que hoy era jueves, pero no ha hecho falta: qué sorpresa me he llevado al ver que la entrada ya estaba publicada. Tenía muchas ganas de leer tus comentarios sobre Cosmópolis porque es una de las pelis que más me han gustado este año, y te leo y recuerdo el porqué de la fascinación que sentí viéndola. Espero con expectación la segunda parte. Y jo, mil gracias por la dedicatoria. Me ha hecho mucha ilusión. :)
ResponderEliminarNo hacía falta en absoluto querida Patricia, lo tenía todo planificado jajaja. Me alegra que te haya gustado, a ver si rubricamos bien mañana. No tienes que dar las gracias, era obligada la dedicatoria.
ResponderEliminarUn abrazo.
Mañana volveremos a pasar por aquí :) Quedan grandes MOMENTAZOS.
ResponderEliminarUn abrazo,
Patricia
Sin duda, los mejores querida Patricia. Mañana los veremos.
ResponderEliminar"Eric Packer, interpretado magníficamente por Robert Pattinson".
ResponderEliminarNo parece que usted haya leído la novela no?? Es un atentado su interpretación, en ningún momento se capta la esencia del personaje. Es que ni se acerca... Supongo que se lo impondrían a Cronenberg para poder llevar a cabo la película, porque madre de Dios, que decepción...
Hola Anónimo. Sí, la he leído. Lamento su decepción. Cronenberg no se aleja un ápice de sus inquietudes y formas de proceder, coge lo que le interesa de la novela de DeLillo, y la interpretación de Pattinsson es clavada a la de las cintas más típicas de Cronenberg. Quizá usted desconozca usted su obra, no sé.
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