Interesante thriller psicológico dirigido por David Miller.
Una cinta con todo el aliento hitchcockiano que suelen tener estas películas,
todas tributarias del genio inglés, aunque carezcan de los matices, malicia,
profundidad y visión enfermiza y malévola del maestro. “Un grito en la niebla”
es un título tan entretenido como tramposo y artificioso. Otro vínculo con
Hitchcock lo tenemos en Doris Day, la protagonistas de la cinta, que rodó con
el maestro “El hombre que sabía demasiado” en 1956.
David Miller, director de “Los valientes andan solos” (1962)
y “Miedo súbito” (1952), se muestra cómodo y fluido en este artificioso
entramado dotando de gran dinamismo a la narración en un Londres tan siniestro
en la noche como luminoso y cosmopolita de día. Londres es una ciudad perfecta
para este tipo de films. El director se recreará en muchas bellas estampas de
la ciudad para nuestro disfrute.
Esta fluidez y comodidad se aprecia ostensiblemente en la
magnífica primera secuencia de la película, que contiene un magnífico plano
secuencia que nos presenta a la protagonista, y crea una atmósfera de tensión
ideal para un thriller londinense, donde la niebla juega un papel clave. Un
parque solitario, un ciego que choca con Kit Preston (Doris Day),
espectaculares grúas con acentuados picados, y una siniestra y amenazante voz
que parece salir de todas partes en la espesa niebla y ante un monumento a
Roosevelt. El pánico no tardará mucho en apoderarse de nuestra protagonista,
como es lógico.
Llama la atención la valentía de Doris Day para adentrarse
en un parque solitario de noche y con esa niebla, aunque su casa quede cerca.
El pánico de Kit contrastará con la increíble tranquilidad y sospechosa
despreocupación de su marido, Anthony Preston (Rex Harrison), que quitará
hierro al asunto por pensar que era una simple broma. Él es un gran empresario,
son gente adinerada, por lo que el espectador entiende que puede haber
intereses económicos en el desagradable incidente del parque.
A partir de aquí el espectador no podrá contenerse en buscar
posibles sospechosos, por si acaso. Todo el que sale es susceptible de ser el
culpable de la inquietante broma, si es que fue una broma. Así, cuando veamos al siempre ambiguo Rex
Harrison en su trabajo observaremos a un extraño secretario, Kevin, que no
volverá a aparecer, y a un miembro del consejo, Charles (Herbert Marshall), que
oculta problemas económicos. El artífico y las trampas comienzan ya desde el
inicio.
Miller salpica toda la narración con escenas que únicamente
pretenden engañar al espectador, confundirle y desviarle de la verdad, una
manipulación poco honesta y muy tramposa, como iremos explicando. La escena de
Charles hablando por teléfono sobre sus deudas, es una de ellas, no aporta nada
narrativamente, es una trama que no tendrá evolución salvo en otra escena que
pretende exactamente lo mismo, llevar las sospechas hacia él. Son escenas que
tienen en el engaño al espectador su único propósito, es decir, la definición
de película tramposa. Charles en ningún momento intenta nada contra Kit y su
trama de deudas se abandona completamente en la parte final, de hecho no sabremos
que ocurre con ellas.
Con todo, se va gestando un buen clima de intriga. Ya al ver
entrar a Kit en el edificio donde trabaja su marido vimos a un poco disimulado
espía que la observaba. Los sospechosos aparecen por todas partes.
Kit, Doris Day, es despreocupada, derrochadora, jovial,
alegre, sencilla, de familia acomodada, ese papel en el que la hemos visto en
otras ocasiones, pero con una amenaza de muerte rondándola.
Cada personaje que aparece es un nuevo sospechoso, Miller se
encarga de dotarlos de los suficientes elementos para que lo sean. Así el galán
John Gabin, que interpreta a Brian Younger, el contratista de las obras que se
están haciendo en casa de los Preston, conoce el nombre de nuestra protagonista
también, cuando no se conocían de antes. Esto no es nada comparado con otra
escena posterior en el colmo del descaro tramposo de la película. Kit comienza
a recibir constantes llamadas de la siniestra voz que la acosó en la niebla,
pues bien, el bueno de Brian irá a cenar a un restaurante cercano a la casa de
Kit, tras hablar de su pasado en la guerra y los posibles traumas que pudo
crearle, algo que ya había mencionado el policía como posible causa de
perturbación del acosador, la camarera se desmarca con un comentario que, de
nuevo, no aporta nada a la narración y tiene el único fin que hacernos
sospechar del personaje de Gavin. Dirá que si apunta a la cuenta las
llamadas que hizo la noche anterior, justo cuando Kit recibió las suyas, desde
la cabina cercana al restaurante. Artificios y trampas poco disimuladas.
A todo esto hay que decir que Kit es muy desafortunada,
además de ser acosada por un extraño casi acaba sepultada en la obra que se
hace en su edificio.
Más sospechosos, el hijo de Nora, la mujer de la limpieza en la
casa de Kit. Un ambicioso y aprovechado que sólo piensa en el dinero, teniendo
en cuanta que los Preston son gente muy pudiente es fácil añadirle a la lista.
En posteriores escenas incluso se mostrará amenazante.
Una vez comienzan las llamadas Miller nos impedirá oírlas,
sólo veremos a Kit hablar y reaccionar ante ellas, de esta forma añade el
elemento de la ambigüedad, de la posible doble personalidad de la protagonista
con la que se juega desde el guión y baraja la policía. Nadie parece oír la voz
de las llamadas, así se acrecienta la ambigüedad. Los comportamientos de Kit a
veces son algo torpes, no se entiende que cuelgue antes de que su marido pueda
oír qué la dicen. La policía parece ir centrando sus sospechas en ella, en que
todo es invención o perturbación de Kit para llamar la atención de su marido,
en ese sentido veremos varias escenas cerrándose con el inspector fumando y
poniendo cara de sospecha.
Myrna Loy interpreta a la tía de Kit, Bea. Aunque parece su
apoyo acabaremos teniendo malos pensamientos también con respecto a ella, que
no está muy segura de la sinceridad de su sobrina. En este sentido tendremos un
primer plano de ella en la velada con Anthony y Charles, que sale con Bea. Una
parte de la secuencia que se inicia con un primer plano de la tía, con mirada
inquietante, que se abre al interpelar ésta a un preocupado Anthony para
preguntarle si una de las llamadas que recibió Kit fue antes de recibir la
noticia de la suspensión de un viaje que tenían planificado a Venecia, para
cerrarse de nuevo significativamente sobre el rostro de ella.
El artificio es la mayor seña de identidad de la cinta, así
tenemos una buena escena de suspense, la del ascensor donde queda atrapada
Kit, que se transforma en un momento gratuito. Es evidente que el director
pretende transmitir la angustia de la protagonista, pero la actitud del
contratista, silencioso y parsimonioso al subir la escalera, resulta forzada.
Es en esta parte central donde Miller se recrea en una
sucesión de planos y escenas tramposas para hacernos sospechar artificialmente
de todo el mundo. La de Brian, el hijo de Nora, Malcolm (Roddy McDowall),
Charles… Además se añadirá otro siniestro personaje, el espía que vimos al
inicio y no sabíamos quién era a ciencia cierta porque no vimos su rostro.
La escena de la sombra tras la ventana de Kit nos deja otro
buen momento de suspense.
La narración es aceptable, los peros están en esas
escenas tramposas que salpican la misma para darle el suspense que quizá no
tendría de otra forma.
Otra notable escena es la del casi atropello del autobús, rodada con una Doris Day vestida de llamativo rojo, como si de Caperucita Roja se tratara, y seguida por el siniestro hombre de negro, que parece el lobo.
La progresión dramática hacia la desesperación y la locura
de Kit está muy lograda. Doris Day se muestra aceptable en su encarnación.
Cuando Anthony descubre que el villano realmente existe al
oír la llamada se produce cierto anticlímax, cierta debilidad en el suspense
que debe reconducirse al final. Una debilidad que busca más el golpe de efecto
y la sorpresa del giro final.
En la parte final es donde salen a la luz todas las
debilidades de los cimientos en los que se ha sustentado la cinta. Veremos que
personajes intrascendentes como el de Charles, el miembro del consejo, no
aparecen en esa parte ni se resuelven los cebos que nos habían dejado con él, exponiendo a las claras lo artificioso de su presencia. Igualmente ocurre con el hijo de
Nora, Malcolm, del que su historia es otra arista de la trama sin ningún
sentido, o el galán Brian, que actúa como Sherlock Holmes en esta parte final,
pero ni resolverá nada ni aportará nada a la resolución del caso, un personaje
puesto ahí nada más que para despistar e insinuar una especie de triángulo
amoroso y posible salida romántica, tras la decepción de la desconcertada
esposa al ver que su marido era un auténtico psicópata.
La sorpresa final recupera el suspense, con altibajos, en
el clímax, todo en busca del golpe de efecto del giro inesperado.
Si bien hay altibajos el espectador no pierde nunca el interés
por la historia, bien contada y con muchos elementos de intriga y suspense para
lograrlo.
El reparto es correcto, Rex Harrison muy bien en un papel
que le va como anillo al dedo, el de rico retorcido; el habitualmente
inexpresivo John Gavin también cumple. Myrna Loy está my bien.
Un correcto entretenimiento, tramposo y divertido, que no
hará pasar ningún mal rato a nadie.
Un poquillo de spam, Sambo:)
ResponderEliminarQuería anunciaros oficialmente que Norma Editorial va a llevar a papel Tiempo de Héroes. Creo que será a finales de 2013, cuando ya hayan salido publicadas las tres novelas de la saga en que se basa, la primera de las cuales (Hoy me ha pasado algo muy bestia), está en las librerías desde el pasado 28 de septiembre.
Buenas Osiris, esa noticia es TOP, voy a tener que ahorrar para comprar todo lo que van a sacar jaja.
ResponderEliminarPonlo en la siguiente entrada de nuevo, que la acabo de enganchar.