Hay formas de valorar las adaptaciones, como tales o como
películas procurando abstraerse de su categoría de adaptación. Algo parecido
pasa con los remakes. Yo siempre elijo la segunda, analizar la película
procurando no compararla con su modelo literario, en muchas ocasiones es fácil
porque se desconoce tal modelo, no se ha leído, pero cuando se ha hecho resulta
complicado a veces. Con todo es obligado el comentario en todos los sentidos,
aunque la valoración como película es la más útil.
La novela homónima de Raymond Chandler es estupenda, si bien
no es ni mucho menos la mejor de su obra. Como muchas de las novelas negras, y
las de Chandler en particular, el narrador es en primera persona. Esto es
llevado por Robert Montgomery hasta el máximo en su adaptación y recreación
cinematográfica. Montgomery muestra toda la historia desde el punto de vista
subjetivo del protagonista para que el espectador se identifique con él,
robando los contraplanos de sus reacciones. Tan solo lo vemos en breves pausas
donde el propio Montgomery, que es también el protagonista, nos habla
directamente a nosotros o cuando se ve reflejado en algún espejo, algo que
ocurre varias veces en la cinta.
El propósito era hacer un alarde de virtuosismo con una
novela que se prestaba a ello. Esto fue meditado y planteado por muchos otros
cineastas pero generalmente desechado (hay otro ejemplo en la película de
Delmer Daves “La senda peligrosa” de 1947, donde en la primera mitad el
personaje de Bogart nos lleva por la película en plano subjetivo).
Lo cierto es que sin esta peculiaridad, ciertamente
interesante y curiosa, la película no habría pasado a la historia del cine, ya
que desaprovecha mucho del extraordinario material de la obra original. Desde
el punto de vista cinematográfico la película es fallida, demasiado esquemática
y repetitiva en su puesta en escena, todo el riesgo se dejó en el
planteamiento, ya que en el resto todo son interiores y personajes hablando en
primer plano. El problema, que han mencionado directores como Hitchcock, que
presenta el que no veamos los contraplanos del protagonista con sus reacciones
es evidente.
Este problema radica en la confusión entre identificación
con el personaje y conversión en dicho personaje. Un personaje en cualquier
arte dramatúrgico busca la identificación, es decir, que el espectador
encuentre afinidad y rasgos comunes en el personaje que ve, que comparta
experiencias o sentimientos, pero no que se convierta en él. Esto es lógico
porque el arte dramatúrgico, a día de hoy, no es interactivo y buscar la
conversión del espectador en el personaje lleva al absurdo y la insatisfacción.
Este absurdo y esta insatisfacción procede de que el espectador no tiene
capacidad de elección, ni elige donde ir, ni elige qué hacer, ni elige qué
decir, eso corre por cuenta del personaje, el espectador simplemente se
identifica, o no, con los hechos o el carácter o las situaciones tanto de la
trama como del personaje que ve, porque es a lo más que puede llegar. La
conversión total, es decir, ir más allá de la identificación, convertirse en el
personaje, se da en los videojuegos de primera persona, donde tú además de
espectador, interactúas, decides y pasas a ser el personaje. Esto en cine no
tiene sentido mientras no exista esta interactuación, el personaje que se ve en
pantalla tiene rasgos personales y comunes que coincidirán en algunos casos con
uno, varios, o ninguno, de los espectadores, pero no más allá. Este es el gran
error de la elección de Robert Montgomery.
La narración en plano subjetivo consiste en que los
personajes nos miran a nosotros, el espectador, ya que la cámara es nuestro
punto de vista, por tanto los personajes se dirigen a la vez al protagonista,
Philip Marlowe, que es la cámara, y a nosotros.
Hablando de las diferencias con la novela, en líneas
generales la historia es la misma, hay diversos cambios, pero se eligen mal las
escenas culminantes, se pierde en suspense y tensión, y muchas partes de la
trama están contadas en vez de visualizadas, quizá por la dificultad que plantearían.
Se pierden personajes estupendos por ese motivo en las tramas que no son
mostradas sino tan solo contadas ligeramente (las tramas que se desarrollan en
exteriores en la novela, la esencial trama del lago y la de los Almore). La
historia de amor, que imagino sería obligada, no está en la obra original.
Otro de los problemas que presenta la cinta es la
personalidad de Marlowe, algo desdibujada con respecto a la potencia del personaje
de Chandler. Uno cree que Bogart o Mitchum son los que mejor captaron al
personaje.
Algo que no puedo evitar mencionar es la lamentable versión
doblada de la película. El tono de voz que le han puesto a Marlowe es penoso y
nada tiene que ver con la dureza, el sarcasmo, la ironía, cinismo y
romanticismo del personaje. Para colmo en la primera escena con el bueno de
Robert Montgomery hablando a cámara se nos presenta como ¡Felipe Marlowe!... ¿qué
más se puede decir? Por tanto, es recomendable verse en versión original donde
gana mucho.
Es muy visible, una vez se conoce la historia, como se
evitan determinadas situaciones, quizá por problemas de presupuesto. Con todo
hay momentos brillantes, como la salida de la casa de los padres de la esposa
del doctor que fue asesinada, o la entrada en la casa de Chris Lavery (Dick Simmons), el
guaperas, donde Marlowe y nosotros nos encontramos con la señora Fallbrook.
“La dama del lago”, la película, está dentro de los cánones
del cine negro, y es una buena muestra de él. Lo contiene todo, detective duro,
trama rocambolesca, mujeres fatales… pero está lejos de los grandes títulos del
género. Es loable por otra parte la intención de Montgomery, ya que aunque sea
fallida, el actor/director se lanza con decisión a su propuesta. La cinta tiene
buen ritmo y unas aceptables interpretaciones, algo exageradas en algún caso
como en el de la protagonista Audrey Totter, en el papel de la señorita
Fromsett.
Virtuosismo formal, buena historia pero planteamiento
fallido. Con respecto a la comparación con la novela remitirme a poco más de lo
descrito. No se saca partido a todo el material, ni a muchos grandes momentos
de la novela aunque la historia sea respetada en líneas generales, el tono no
está del todo conseguido, ni la maestría que posee Chandler, y los grandes
maestros de la novela negra, para el retrato de personajes, con esas
características especiales y peculiares de las que los dotan.
Fallida como película, muy discreta como adaptación,
esteticista, algo superficial y a pesar de todo recomendable.
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