Nadie daba un duro por ella, pero el tráiler me sedujo,
despertó mi interés e hizo albergar grandes esperanzas. Luego vino el éxito de
crítica, parecía que iba a comerse el mundo, pero se ha pegado el batacazo en
las nominaciones al Oscar… seguramente por polémicas externas sobre su director
y protagonista, James Franco.
Independientemente de prejuicios e historias, “The disaster artist”
es una estupenda película, muy divertida y de gran calidad, que alberga un
retrato magnífico de su protagonista, apreciables reflexiones en su distendido
mundo y un tono perfecto que mezcla el humor y nostalgia, lo entrañable con lo
delirante, lo patético con lo fraternal.
Nada más ver el tráiler, las referencias a “Ed Wood” (Tim
Burton, 1996), vienen rápidamente a la cabeza, y no, desde luego que está lejos de
aquella porque carece de la poesía, amargura y melancolía de la obra maestra
de Burton, pero también es cierto que es una película que logra grandeza, sin
dejar que su humor oculte el dolor que subyace detrás del personaje protagonista,
y lo logra desde la comprensión y el cariño, nunca desde la compasión. Nos
empezamos riendo de Tommy Wiseau, pero terminamos riéndonos con él, o asumiendo
que es él el que se rió de todo el mundo. Finalmente, Wiseau no será el
villano, el Frankenstein, su patetismo se redime.
De alguna manera acabamos comprendiendo a ese otro personaje,
Greg Sestero (Dave Franco), lo que vio en Wiseau, entendiendo, que no asumiendo
su punto de vista, la admiración que despertó en él, porque termina
por fascinarnos a los demás, a todos los fans de “The room” (Tommy Wiseau,
2003), a los que se quitan el traje del escepticismo, por su valentía y
libertad, por absurda que parezca. Es el vínculo con el espectador, tocando su
fibra más íntima, lo que identifica no ya con la obra de Wiseau, sino con su
personalidad y esfuerzo. Mientras el resto se reía, Sestero vio otra cosa… Son
dos seres que se complementan porque tienen un mismo vínculo.
No es paternalista Franco con su personaje, hace un retrato
completo de ese loco absurdo e incomprendido que es también un solitario
soñador fascinante. Un solitario soñador que da por sentadas todas las decepciones
que vengan, quizá por costumbre, pero que aprovecha y se agarra a cualquier
excepción, como la de ese chico que se cruza en su camino porque parece
admirarle…
Es un personaje inolvidable el que nos presenta James
Franco. Tommy Wiseau ama el cine y la interpretación, pero carece de talento
absolutamente, además de carecer de intuición y gusto para el mismo talento.
Parece un colgado medio zombie, colocado continuamente, un tipo que parece
estar como una regadera medio sedada, pero muy cordial… y puede que sea todo
eso, pero también es otras muchas cosas. Es un espíritu libre porque ha
aprendido a serlo, su soledad le ha adiestrado. Es un tipo de puro presente, de
pura iniciativa, extrañamente entrañable, que no se amilana ante nada y en
cuanto encuentra un mínimo apoyo se lanza con todo a por todas, poseedor de una
especie de seguridad acomodada, quizá producto de esas cantidades ingentes de
dinero que nadie sabe de dónde proceden (quizá la mafia como se rumoreo, quizá
alguna indemnización por el accidente que se menciona)… La mención al accidente
que padeció encaja con ese comportamiento extraño, quizá consecuencia de él (su
falta de coordinación jugando al fútbol americano, por ejemplo, es otro
detalle)… o no. El hecho es que tiene momentos, como la película misma, tan
absurdos y delirantes como divertidos y entrañables.
Un hombre de puro presente incapaz de separar vida y obra,
realidad y ficción, algo que no deja de ser complejo, imagino, pero que Wiseau no
logra nunca, trasladando sus propias emociones vitales, de puro presente, al
set, pero no para sacarlas en la ficción, sino para arrojarlas sobre el
ambiente: una vez se sienta traicionado por su amigo por irse a vivir con la
novia, por ejemplo, no será capaz de reconducir eso, manifestando su rencor
hacia él y pagándolo con todos los que participan en su película. Es decir,
como un niño grande con mando en plaza.
Con su amigo es un tipo afable y amable, su aparente
pasotismo y excentricidad es lo que le aleja de los demás, pero también tendrá
sus mezquindades. Será posesivo y obsesivo con ese amigo, egoísta incluso.
Además de su egoísmo con respecto a su amigo por sentirse traicionado, le
obligará a elegir sin necesidad alguna entre su película y una posibilidad en
la serie “Malcolm” junto a Bryan Cranston. Por supuesto, esto llevará al
conflicto, de la misma manera que al perdón.
Sentir la vida no es lo mismo que transmitirla en el arte, en
el proceso está ese talento tan valorado. De alguna manera la película
cuestiona la relación que plantea Stanislavski. Un sentimiento verdadero no
plasmado, un sentimiento imitado o recordado para dotar de emoción.
Del mismo modo, la película escenifica a la perfección esa
idea de que una obra deja de ser de su autor cuando sale al público, momento en
el que se convierte de cada espectador, del que la mira con sus propios ojos.
Wiseau creerá haber hecho un drama, pero nadie ve aquello ni se lo toma en
serio, la gente disfruta de la película como una comedia, una gran broma. Desde
luego “The room” es una comedia involuntaria, de la que es paradigma.
Pero también recibirá lo suyo. El bofetón de realidad en Los
Ángeles, cuando un productor lo ridiculice en público, cuando él y su
particular talento comiencen a convertirse en un lastre para Greg, que parece
tener más opciones en solitario: comenzarán a insinuarle que es un problema
para que le contraten… Le ridiculizarán en las audiciones (se reirán de él y aconsejarán
que haga de villano), se burlarán de él en el rodaje… tocará fondo emocional,
quizá un lugar que ya había visitado en soledad.
Una fidelidad infantil, la de Wiseau, decisiones infantiles
por su arbitrariedad, prontitud, ingenuidad y falta de reflexión. Es una
especie de niño grande, infantil e ingenuo, como si careciera de experiencias
vitales básicas, que se siente halagado por la petición de ese desconocido,
Greg Sestero (Dave Franco); que quiere tener su propio planeta, en el que ya
vive, de hecho, pero que a la vez es capaz de sacar del cascarón a ese tímido e
inseguro chico, otro soñador como él que tiene una revelación al verle, en un
restaurante delante de todo el mundo, porque carece de filtros, porque parece
haber sufrido tantas decepciones que todo le da igual, especialmente lo que
piensen los demás… aspecto que se matizará luego.
Una independencia aprendida, que ha hecho callo, endurecida
por burlas y desprecios. Una visión obligadamente incomprendida por los demás (sus colaboradores en la película),
conscientes, más o menos, de estar haciendo algo desastroso, pero en ello se expone
una radical diferencia. Las burlas que recibe son patéticas, mezquinas, porque
su impulso y trabajo es honesto, procede de una creencia, pero el de los otros
es por puro interés, por el cheque.
Una relación que en cuatro meses, de julio a noviembre de 1998,
pasará de San Francisco a Los Ángeles para intentar cumplir su sueño. Y todo
será misterio con respecto a ese personaje, ante el que Franco guarda una
acertada ambigüedad. Su origen (ese acento de Europa oriental que él niega), el
origen de su fortuna, su edad (tronchante aspecto), incluso su sexualidad, con
ese apego a su amigo, esos celos cuando aquel coquetea con una camarera que
luego será su novia, que más que romántico tiene que ver con una soledad que se
alivió con esa presencia, una soledad asumida y resignada de Sestero vino a
redimir y que la presencia de otra persona hace temer a Wiseau…
Cuando toque fondo, se sincerará en un lugar similar al que
inició su ilusión, su apuesta en Los Ángeles, sobre una azotea, nocturna
primero, diurna después. Manifiesta una consciencia de sí mismo que es lo que
hace doloroso al personaje. Consciente de lo que despierta en los demás, de su
patetismo, de la incomprensión que genera… de ahí su apego a ese chico que
pareció ver algo en él. Será precisamente Sestero el que lo anime, porque
Wiseau también vio algo en él que ningún otro hizo. Será el germen de la idea
de realizar su propia película. Un Sestero que demostrará su extraordinaria lealtad
y agradecimiento renunciando a ir a una exitosa serie, “Malcolm”, por la película
de su amigo Wiseau, quitándose la barba que pedían para el otro papel. En su
ruptura, Sesteo utilizará el teatro como refugio, como un volver a empezar pero
con el bagaje de la experiencia.
Un tronchante proyecto de más de 2 años. Desde mayo de 2001
con la escritura del guión a junio de 2003 con su estreno por todo lo alto. “The
Room” está considerada una de las peores películas del cine moderno, algo así
como el “Plan 9 from outer space” (Ed Wood, 1959) del nuevo milenio. Una película
que fue recibida con las peores críticas y desprecios, lo que la convirtió en
cinta de culto inmediatamente. El mejor peor clásico del cine moderno. De los 6
millones de tuvo de presupuesto, recuperó 1800 dólares en su semana de estreno,
pura catástrofe. Un desastre que ahora se proyecta habitualmente en sesiones
nocturnas y especiales en Estados Unidos para los miles de fans que tiene la
obra, definitivamente rentable.
El rodaje, que comenzó el 12 de junio de 2002, y la preparación
del mismo, no pueden ser más hilarantes. No se pierdan el casting, tanto
técnico como artístico, sin tener la más mínima idea de nada, porque no tiene
desperdicio, o la sesión de fotos o….
Wiseau irá completamente a su bola en el rodaje, derrochando
dinero en baños a pesar de tener otro al lado, dando instrucciones surrealistas
a sus actores y técnicos, apareciendo desnudo y siendo cruel en escenas de sexo
hilarantes (penetrando a la altura del ombligo), revolviéndose ante las burlas
que escucha de sus trabajadores; sus impagable escenas como actor repitiéndolas
hasta el infinito o con interpretaciones sin sentido.
No se pierdan la escena postcréditos, irónica y
autoconsciente, donde sale el verdadero Tommy Wiseau charlando con el falso
Tommy Wiseau interpretado por James Franco.
“¿De qué va esta película?”
Son múltiples las referencias culturales, teatrales, cinéfilas, que tiene la película, algunas divertidas. Desde el inicio, con esa infame representación de “Esperando a Godot” de Samuel Beckett, que es muy adecuada en este teatro del absurdo que se cuenta en la película, y la hilarante interpretación que justo después hace Wiseau de “Un tranvía llamado deseo” en honor a su adorado Marlon Brando, presentado de espaldas. Todo bajo la supervisión de una irreconocible Melanie Griffith. Tennessee Williams, Shakespeare, “Hamlet” y “Solo en casa” con Macaulay Culkin; Orson Welles, que también era adorado por Ed Wood; Rick Astley; “Seven” (1995) de David Fincher, “Listos para luchar" (Brian Robbins, 2000) y “Shakespeare in love” (John Madden, 1998) en su estreno; “Malcolm” con Bryan Cranston, que hace de sí mismo, y la mención a “Las chicas Gilmore”; Stanislavski, por supuesto; Matt Damon, o “Mark”, como lo llama Wiseau, en “El talento de Mr. Ripley” (Anthony Minghella, 1999); Star Wars y Jar Jar Binks; Kubick, Hitchcock y sus “Los pájaros”; “Muerte de un viajante” … Pero, por encima de todo, destaca la pasión de los personajes por James Dean, su trabajo y sus tres películas esenciales: “Rebelde sin causa” (Nicholas Ray, 1955), “Al este de Edén” (Elia Kazan, 1955) y “Gigante” (George Stevens, 1956).
Además, James Franco ha contado con varios artistas que
comentan la excepcionalidad de la película, que la consideran asombrosa, de la
talla de J. J. Abrams, Kevin Smith o Kristen Bell. Estas referencias no son
pose o mero recurso que se relaciona con la dedicación de los protagonistas,
sino que pretenden enfatizar el amor por ese arte que sin duda sienten los
personajes, su vocación.
Y en el reparto encontramos muchos nombres conocidos. Melanie Griffith, Sharon Stone, Seth
Rogen, Zac Efron, Josh Hutcherson…
James Franco apuesta por una dirección sin pretensiones, cediendo a la fascinación que le provoca el propio personaje, al que encarna con vigor. Deja, con largos planos, que los personajes se desenvuelven entre ellos, en especial con los diálogos entre los dos protagonistas, pero también con sus entornos, creándose situaciones hilarantes de la forma más natural, con el pilar principal de ese personaje casi extraterrestre que es Wiseau. Con todo, sí hay rasgos que se adecúan perfectamente a las situaciones escenificadas. Utilizará montajes fragmentados para los momentos creativos o dar dinamismo en fases de transición de la historia; panorámicas bruscas y cámara en mano con poco corte para los momentos de tensión y conflicto (broncas en el rodaje, por ejemplo); sobriedad general y una búsqueda de realismo en el retrato de ese rodaje en el que se calcan escenarios e incluso escenas plano a plano y gesto a gesto…
Basada en el libro de Greg Sesteo sobre “The room”, su rodaje
y su relación con Wiseau. Es ligera y tiene superiores referentes esta cinta
metalingüísitica, defectos a los que añadiremos que la relación de los
personajes inicialmente es algo apresurada, le falta desarrollo, sobre todo
respecto al personaje de Greg. No soy de citar errores de raccord salvo que
sean muy divertidos o evidentes, pero aquí me llamó uno tanto la atención que
no sé hasta qué punto es voluntario o involuntario. Es en la limusina que
llevan al estreno Wiseau y Sestero, con un montón de merchandising en cajas
junto a ellos, que desaparece de un plano a otro por arte de magia…
Franco, como Burton con “Ed Wood” (1996), reivindica el
querer crear por encima del saber crear, la pasión por el arte más que el
talento que se tenga para ello. El éxito del fracaso o el fracaso del éxito.
Por cierto, os dejo el tráiler del nuevo proyecto de Wiseau
y Sestero también. “Best F(r)iends” (Justin MacGregor, 2017).
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