sábado, 3 de marzo de 2018

Crítica COCO (2017) -Parte 1/2-

LEE UNKRICH, ADRIÁN MOLINA












Otra joya indiscutible de Pixar, de la que he dejado de ver sus películas acompañado porque no hay manera de no emocionarse, y uno tiene que mantener la reputación de crítico duro…

Antes de centrarnos en sus innumerables virtudes, comentaré el problema principal de esta nueva propuesta de Disney y Pixar, que quizá, sólo quizá, le impida llegar al nivel de las grandes obras maestras de la productora, aunque coquetee con ellas.




Se trata de que gran parte de los elementos que utiliza tienen el aroma de “fórmula”. Y no me refiero en un nivel estructural que, bueno, se puede pasar más, sino en los aspectos que entroncan con la emoción esencial que pretende el film, y que se reiteran y calcan casi con descaro.

No son pocos los que han recordado a “Up”, esa otra joya Pixar, y no es raro, ya que hay elementos en su trama muy reconocibles y usados aquí casi de la misma manera. Desde la mítica introducción que no dejó a nadie los ojos secos, al uso de las fotos en el final. Pero la parte emocional se entronca con una película aún más reciente: “Del Revés”.

La escena más conmovedora de 2015 fue aquella de la muerte de Bing Bong en “Del revés”, víctima del olvido. Es casi una evidencia que han recogido el éxito de aquel momento para llevarlo a lo grande y lo humano, en base a un tema esencial en buena parte de la filmografía Pixar: el recuerdo. Seguramente “Coco” es una de las más brillantes y emotivas reflexiones sobre el recuerdo, tema clave en un montón de películas Pixar, pero que aquí es de capital importancia. La cuestión es que los recursos utilizados son casi plagios de sus hermanas en muchos momentos.



Lo genial es que usando la misma idea y desarrollo, se le da la vuelta (no hay olvido al final), y conmueve igual.

Lo mismo ocurre con muchas escenas, como cuando los protagonistas son lanzados a una especie de limbo, un abismo que parece no tener salida (en “Del revés” caen, aquí son lanzados), donde los protagonistas tendrán tiempo para la reflexión y aclararán definitivamente las ideas.







El caso es que todos estos aspectos recogidos y readaptados a una nueva historia, que además comparte muchos conceptos temáticos, produce la sensación de aplicación de una fórmula de éxito que restaría autenticidad al conjunto.

Por lo demás, encontramos pocos defectos, más allá del único que suelen tener todas estas películas, lo que sobra: esas flipadas varias de acción para complacer a los más pequeños.




En cuanto a la trama puede cuestionarse que el padre de Coco no aparezca nunca en el altar familiar, habida cuenta de que ella lo quiere, lo recuerda con amor y no siente pizca de rencor siendo como fue en su día la matriarca y organizadora del asunto. Si además cree en esa tradición como es evidente que debe creer (la tradición no se cuestiona en esa familia), es más extraño aún que no aparezca porque sabe lo que supone (Héctor no pudo cruzar nunca en su muerte a visitar a los vivos de su familia). Se justificaría esto con el hecho de que no se sabría que está muerto (aunque es de suponer), pero quizá seguiría resultando extraña su ausencia (recordemos que en la foto sale la propia Coco) y a nadie se le escapa que el cacho que conserva es el que falta en dicho retrato...

En cualquier caso, nada de esto desdeña el resultado final, de una emotividad y profundidad tremenda y no alcanza por casi ninguna de las películas nominadas al Oscar este año. De hecho, es superior a buena parte de ellas.

Tres conceptos serán los pilares en la presentación del film. La música, los zapatos y la familia. Y todo ello para construir una aguda y sentida reflexión sobre el recuerdo.

Recuerdos Pixar.

Los recuerdos es uno de los temas clave en Pixar, quizá el principal en algunas de sus películas más emotivas. El miedo a ser olvidados, además de no utilizados, es uno de los principales temores de los juguetes en “Toy Story 3” (2010), la cinta más intensa y emotiva de la trilogía. En “Up” (2009), el recuerdo del ser querido vertebra todo el armazón sentimental del film. Tanto en “Buscando a Nemo” (2003) como en su spin off “Buscando a Dory” (2016), los recuerdos que no se logran retener definen a uno de sus principales personajes, Dory. En “Cars” (2006), una olvidada leyenda de las carreras redimirá al protagonista. El recuerdo del sabor de la infancia será crucial en el clímax de “Ratatouille” (2007). En “Del revés” (2015) el olvido será la muerte…

La tesis principal aquí es que el recuerdo es vida, la necesidad del recuerdo. Esa es la tesis principal, pero la cantidad de aspectos y matices que se tocan respecto al tema son sensacionales. De hecho, la película, más que una investigación es un viaje a la esencia de los recuerdos, hacia esos matices, sutilezas, nimiedades que sólo recordamos nosotros en ocasiones y que lo hacen absolutamente todo… a nosotros mismos. Y reflexiona sobre ello hablando de la muerte de una forma perfectamente asumible por los más pequeños, que puedan entenderla. Magistral.

Se habla de esos infinitos matices y hechos que se olvidan, más allá de lo que pueda quedar recordado o manipulado, sea célebre, importante o no (esa tía que en realidad adoraba la música, pero se sacrificó por la familia, pero de la que sólo se recuerda el odio a las melodías), esas cosas que nos definen, que nos forman, que nos hacen felices, que se crean en la intimidad con alguien querido o la soledad… eternidades perdidas en el olvido.

La injusticia del recuerdo, que olvida lo importante, lo que merece ser recordado, acordándose de lo insustancial, lo aparente… o lo falso y la mentira (el gran artista aquí fue olvidado, mientras que pasa a la eternidad el farsante).

Y es que en la película no se recuerda a nadie como se debería: Imelda no es mala ni odió siempre la música; Héctor no era frívolo ni despiadado, nunca dejó de querer a los suyos; Ernesto fue un criminal...




Nos empeñamos en olvidar gente que queremos, experiencias que vivimos para evitar dolor, cuando todo ello forma parte de nosotros, de la vida, de la nuestra. Recordarlo es la vida misma. Porque los recuerdos y los olvidos son partes de nosotros que debemos mantener unidas, como esa foto con el pedazo roto (lo que se recuerda y lo que se olvida), que se recompone para da vida, rescatar al olvido.



De esta manera se une la música y la familia, que es donde estaba el conflicto, el alma y el cerebro, con un momento absolutamente conmovedor y ante el que es casi imposible mantenerse imperturbable, como es ese canto a la bisabuela para que el recuerdo reconquiste una cabeza casi invadida en su totalidad por el olvido. Y que lo haga con un tema que se llama “Recuérdame”, no puede ser más genial. Pausa compungida para un momento de llanto en este analista.








Sólo se muere lo que se olvida”.

El juego con esa canción, “Recuérdame”, es sencillamente antológico. Además de lo evidente, observen la diferencia del grandilocuente “Recuérdame” cantado por Ernesto del la Cruz y el íntimo que canta Héctor a su hija, como fue concebido en realidad. La autenticidad de un sentimiento y su vulgarización.






Todas estas reflexiones e ideas sobre los recuerdos se centran en un personaje. Mamá Coco. Es tremendamente poético que el título sea dedicado a ella, esa entrañable abuela a la que dejan en cualquier habitación y que no molesta, que apenas logra retener nada en el cerco de su cabeza, pero que aún sigue recordando a su “papá”, que es la confidente perfecta de Miguel, porque lo fue algunos años atrás, y que despertará al sencillo canto de una palabra: Recuérdame.





Y es que cuando al final piensas en los cebos plantados en la película, que luego tuvieron su eco, cuando recuerdas esas menciones a su “papá”, que creíamos otro, y comprendemos finalmente todo lo que significa, quién es ese “papá” y el sentido de esa canción… es imposible no conmoverse. Es la fuerza del recuerdo, o sea, de la vida.

Por lo demás, dolorosísimo y desolador es ese rincón de los olvidados al que Héctor lleva a Miguel para conseguir una guitarra. A los que nadie recuerda ya, los que padecen la “muerte final”. Es preciosa la escena de la “muerte final” del amigo de Héctor, Chicharrón, con una tonada (que recuerda, una vez más, a la de Bing Bong). El olvido.







Mundo Pixar.

La estructura de la película es muy clásica, y muy utilizada por Pixar. La búsqueda.

Un viaje con una misión, con un objetivo, una búsqueda, un tránsito donde se adquirirá sabiduría, se madurará, superando pruebas, hasta llegar a un destino concreto o hasta resolver la situación. En este caso, Miguel viajará al mundo de los muertos y allí querrá llegar hasta la torre de su admirado Ernesto de la Cruz.

Así ocurre en “Bichos, una aventura en miniatura” (1998), “Toy Story”, “Wall-e”, “Del revés”, “Up”, “Buscando a Nemo”…

Uno de los elementos estructurales más utilizados por Pixar, que aparece en un buen número de sus películas (en casi todas de una forma u otra), es el desdoblamiento de universos, dos mundos distintos o antagónicos en conflicto o diálogo, donde uno puede ser real y el otro fantástico o los dos reales. Y siempre entroncados con la infancia y su esencia, en perfecta coherencia. Los niños, creadores y generadores de infinitos mundos.

El universo de los juguetes y el de los humanos, que no pueden coincidir, en “Toy Story”. En “Up” viajaremos a una extraña isla. En “Wall-e” al espacio. En “Del revés” nos adentraremos en el interior de los sentimientos. En “Monstruos, S.A” un mundo fantástico tendrá acceso al mundo real e infantil para asustar a los niños. En “Buscando a Nemo” los protagonistas abandonarán su idílico hogar para lanzarse a una aventura por lugares recónditos del océano. En “Los increíbles” (2004) los superhéroes conviven con el resto de mortales normales…

En “Coco” este diálogo entre mundos es evidente. El de los vivos y el de los muertos, que, por supuesto, se filtran el uno en el otro.

De igual manera tenemos algunos de los personajes clásicos de Pixar, y me refiero estructuralmente. El colaborador necesario, ayudante del protagonista, que sirve de guía y ayuda, es uno de los más destacados y, además, suele ser de los más recordados o importantes en la trama finalmente. Héctor, que es vital en la trama, hace las veces de ese colaborador necesario en la aventura de Miguel. Como Bing Bong en “Del revés”, que es un referente clarísimo para este film, o Dory en “Buscando a Nemo”, por poner algunos de los ejemplos más representativos.




De hecho, en “Coco” casi todo se desdobla: las ofrendas, los altares (habrá uno para la familia y el “Día de Muertos” y otro infantil dedicado a Ernesto de la Cruz en esa vida clandestina de sueños infantiles, universales, que tiene Miguel; los animales, convertidos algunos en alebrijes, los mundos, entre vivos y muertos…








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