Continuando...
Hablo de una tierra a la que quiero, de la que tengo grandes
recuerdos, de la que espero tener más y a la que me unen impagables amistades. No
pretendo ser maniqueo en lo que expongo, por ello no voy a omitir el talento e
ingenio de los empresarios y el pueblo catalán, como el que ha habido en otros
lugares de nuestro país, para lograr prosperar, pero debe quedar claro todo el contexto,
todo el panorama, donde nadie con cierto rigor puede extraer animadversión,
odio o injusticas para/con Cataluña, que es la base en la que se fundamenta el
nacionalismo, verdadero y único artífice de las diferencias. No se puede ser
permisivo con un mensaje lleno de falsedades y falacias que se da de bruces
contra la realidad y la verdad, que lucha torticeramente por dividir a una
sociedad que, como demuestran los hechos, ha peleado por estar unida para
prosperar, ayudar y mejorar. Todo esto sólo se refiere a esa burguesía catalana
que tanto rédito saca de esto y al movimiento nacionalista e independentista
bajo el que se amparan todo tipo de peligrosos desmanes.
La causa del victimismo, donde yo insulto, desprecio,
injurio y acuso, pero luego lloro cuando me responden y digo “que no me quieren”,
es el cenit de la manipulación y el descaro. Una sociedad, la española, que
siempre guardó respeto, hasta que desde las instancias políticas, votadas por
los catalanes, llegaron sus “amables” mensajes… Eso no suponía escándalo ni
agravio alguno, estaban legitimados porque ellos lo decían, y cualquier
reacción de la gente normal de otros lugares de España cuando les acusaban de
ladrones o vagos, sólo podía recibir condena como demostración de la falta de cariño
hacia Cataluña. Un “win-win” para tontos.
La manipulación nacionalista, independentista, nunca ha
buscado mejorar la sociedad, como ha quedado demostrado con datos económicos
escandalosos y salidas de empresas (vamos por las 3000) una vez se dio la mera
posibilidad de un anuncio ilegal y falsario de independencia, sino la
prosperidad y protección personal de unos cuantos que se dieron cuenta de lo
rentable que era este tema de bonito mensaje en el que se podía movilizar a
tanta gente. Unos agitan para ocultar sus muchas historias con las que han
logrado un cuantioso beneficio, mientras otros les siguen en su ingenuidad y a
los que poco se puede reprochar en realidad, salvo más tiempo para la lectura y
menos para el fanatismo… Un egoísmo kamikaze donde todo vale, donde lo mío es
mío y lo vuestro también. Si se diera el caso de una hipotética independencia,
es una evidencia que nada terminaría, querrían sumar a Aragón, a Valencia, a
las Baleares, a parte de Francia… quizá al resto de España, ya puestos, para
rizar el rizo… porque la idea es estar siempre contra algo o alguien, poder ser
víctima para enfatizar un mensaje, porque hace tiempo que la historia no la
escriben los vencedores, sino el que es capaz de aparecer como víctima del
mayor atropello.
Eso fue lo que pretendieron hacer exactamente tras el 1 de
octubre de 2017, en un plan tan previsible como preparado de antemano.
Escenificar una falsa opresión, un falso victimismo lleno falsas agresiones,
falsas fotos, falsos mensajes y falsos videos.
Mucha culpa de todo esto la tienen los medios de
comunicación. Han callado tropelías, pero eso no ha sido lo peor. La
manipulación y mezquindad generalizadas ha sido la norma. Al lavado de cerebro
en Cataluña, que ha ido mucho más allá de la manipulación, hasta límites
surrealista, no hay que obviar la manipulación interesada que se ha hecho en
todo el territorio con la simple intención de incendiar y enfrentar,
exagerando, diciendo medias verdades, enfatizando y colocando el foco en
elementos marginales o mintiendo directamente. Un manejo que simplemente tiene
la intención de sacar réditos de la fractura, creando dos bandos radicalizados
a base de insuflar odio para recibir la audiencia de turno, enfrentarnos a
todos, llevarnos al límite para luego, cínicamente, hablar de diálogo y tender
puentes en el abismo que ellos mismos han diseñado como arquitectos de la
destrucción. Y no es sólo cosa de los medios españoles, que viene de largo, se
han sumado a la postmodernidad de la postverdad un buen número de medios
europeos y mundiales.
No hay más que ver el ejemplo vasco, con la idea del
independentismo bajo mínimos, desde que dejó de ponerse el foco en eso, desde
que la propaganda ha cesado, desde que no se les da bombo y publicidad, desde
que hay calma (a pesar del coste económico).
Invenciones a las que se suman las redes sociales,
convirtiendo en virales auténticas aberraciones, de todos lados y de todas las
ideologías, que sólo amontonan leña en el fuego de la crispación.
Se ha jugado y se juega con fuego y aunque, por supuesto,
son otros tiempos y hay más experiencia, más conocimiento, más controles, no se debería despreciar ni subestimar la condición humana llevándola a esos extremos,
porque, sencillamente, es temerario.
Es alarmante cuando lo evidente y diáfano se hace obtuso y
oscuro para parte de la sociedad, así lo ha demostrado la historia. Tragando y
regurgitando mentiras históricas y fábulas idealistas falsas, ajenos a los
hechos. Las empresas largándose, Europa dando la espalda, la merma económica en
todos los ámbitos, el totalitarismo subyacente y el explícito… y ellos en lo
mismo… Cuando se celebra una guerra dinástica como reivindicación
regional/nacional, cuando se identifica como héroes independentistas a gente
que gritaba explícitamente que luchaba por España… Esa concepción totalitaria
que pretende cambiar la carga de la prueba sistemáticamente, con ramalazos
nazis (supremacistas, nacionalistas), comunistas (la CUP, Podemos…) donde el
manejo de la propaganda lo es todo, siguiendo las directrices de Goebbels o
Lenin.
Y es que el miedo toca la fibra sensible de la sociedad,
pero el miedo, per se, no es positivo ni negativo. Yo puedo elegir o no elegir
tener miedo por la más absurda de las chorradas, reales o imaginarias, como
indica su definición, sin que se pueda deslegitimar a lo que lo produce.
Vivían con miedo porque se lanzaban proclamas apocalípticas,
el discurso del miedo, decían, claro, donde sus anhelos serían un desastre para
todos, como estamos viendo. Tienen que vender miedo, un miedo que no han
sentido nunca. Para desarrollar el discurso del miedo deben recurrir a lo que
les suena, o sea, al franquismo, abanderado en la calle por un alto porcentaje
de gente que ni siquiera lo vivió. Esa gente o esa izquierda que busca a su
Franco particular, y en ese vacío, donde se permiten fingir valentía, se ven
obligados a revivir “al tío Paco”, que al fin y al cabo ya no está por aquí,
haciendo gala de su enorme cobardía, afeando actitudes a quienes vivieron la
dictadura en su osada ignorancia. Te tienes que reír cuando apelan al miedo,
ese miedo con el que es tan duro vivir, como explicaba Roy Batty, gran filósofo
de nuestro tiempo.
La hipocresía del miedo. Un miedo que no reconocen o al que
niegan ante atentados terroristas, manejando el eslogan una vez más (“no
tenemos miedo”), pero bajo el que se cobijan belicosa y confortablemente cuando
sale la palabra España. Esa palabra que les hace saltar como a un gato el agua.
No les dan miedo las cargas de los Mossos, a los que ahora aplauden (o no,
según el grado de independentismo del asunto), ni las que ven por toda Europa
(lo de Francia en estos tiempos es tremendo), América o los más potentes países
democráticos, donde se dan verdaderos palos, porque son una mentira, su miedo
es mentira, tan solo pretenden manejar su concepto, el concepto del miedo. Sólo
tienen “miedo” a lo que viene de España, a la policía “españolista”, a la Guardia
Civil, entonces el pavor les atenaza sus independentistas cuerpos, la opresión
amedrentadora y terrorífica que les permite insultar al resto, a las
instituciones, votar en libertad y manifestarse contra lo que estimen
conveniente es lo único que les hace temer...
Que alguien sea víctima de la actualidad, la inmediatez y el
prejuicio ideológico no la exime de la realidad.
Y nada de esto hubiera ocurrido de haber sido firmes, si los
distintos gobiernos no se hubieran esmerado en demostrar sus complejos
democráticos, donde ser más consentidor era entendido como la esencia misma de
la democracia, donde el todo vale es confundido con la libertad… Esos gobiernos
y la sociedad del “pero”, del ponerse de perfil y usar la adversativa para no
mojarse o como guiño velado a lo que de verdad se siente pero no se reconoce. Un
complejo que nunca se ha escenificado mejor que con este gobierno de Rajoy,
preso de la luz y los taquígrafos, de la infinitud de medios de comunicación y
redes sociales, donde cualquiera con un pequeño grupo de seguidores puede
terminar creando una corriente de opinión en forma de hashtag. Complejo de
inferioridad democrático, del cual el PP es adalid y, a la vez, principal
víctima.
Un complejo que en el PP se acentúa con los múltiples casos
de corrupción, tristes y patéticos, usados sistemáticamente contra ellos para
intentar invalidar cualquier actuación, sea justa o se esté inevitablemente de
acuerdo con ella. Es indiferente que otros hayan sido tan corruptos o más, con más casos y más dinero estafado. El complejo es el complejo y
parece que en política es más poderoso que el deber, como lo son las encuestas…
Un complejo, un miedo, que lleva al silencio, a veces cómplice, a tantos catalanes
también. Aunque esto último, al menos, parece que se acabó.
Refulge en esto Ciudadanos, un partido que guste más a unos
u otros, al menos no amenaza la integridad del conjunto, que es moderado, que
no pretende derribar el sistema, que ha servido de escudo ante pujantes amenazas
y que, básicamente, están limpios. Y es que algo bueno estamos sacando de todo esto,
como que los antisistema, que pretenden derruir todo lo que tanto esfuerzo
costó crear, (Podemos, La CUP y cía) han quedado retratados. Hemos asistido al
bochorno del uso partidista y electoralista, una vez más, algo que por fortuna
algunos están pagando, porque lo ocurrido y lo que ocurre trasciende a toda
ideología, porque hay temas con los que no se juega, porque la mayoría, del
lado que sea, no quiere ni admite que se juegue.
Voltear esta situación gestada durante décadas con el
beneplácito interesado de todos no es fácil, sobre todo cuando se ha apelado a
los sentimientos, a lo emocional de la gente, ante lo que rectificar se hace
misión casi imposible. Es muy difícil reconocer que se está equivocado,
especialmente si tratan de convencerte, si es otro el que discute y trata de
hacerte ver una postura distinta a la que se ha convertido en creencia o
manifestación de fe, por muchos argumentos que des o que te den. La única forma es que la
realidad te dé de bruces, que tú mismo seas capaz del análisis que rebata lo
que antes te movilizaba… Nada fácil.
Al final abochorna la falta de análisis de la sociedad, que
decimos está más preparada… Han visto cómo han mentido, han reconocido que han
mentido, han asumido al segundo siguiente que todo lo que habían escenificado no
servía para nada, riéndose de la gente y del dinero de sus impuestos, corriendo
al corral en cuanto Rajoy convocó elecciones al grito de “tonto el último”.
Muchos volverán a votar la misma basura con orgullo. Al final Rajoy ha sido
como esos padres en exceso permisivos y con poca autoridad ante sus hijos, que
se muestran desobedientes y maleducados, casi como una rebelión o un reto a esa
falta de autoridad, que cuando ven un atisbo de firmeza agachan el lomo y
obedecen dócilmente. ¡Qué mayor incongruencia que sumarse a las elecciones
convocadas por aquellos de los que dices haberte independizado! ¡Hasta los
antisistema de la CUP!
Como optimista que es uno, espero que todo esto esté siendo
para bien. Que se eliminen complejos democráticos con mala infancia, que los
distintos partidos disciernan con claridad cuando toca remar juntos y para qué
es esencial hacerlo, que no se vendan burras a los electores de cada uno escenificando cuando no toca que eres
distinto al de enfrente, que sigues odiándolo y despreciándolo; que las cuatro
o cinco cosas indispensables y esenciales no se toquen, no se juegue con ellas.
Quizá esto sea para bien y a la fuerza se hayan roto los grilletes de ese
complejo democrático.
Hemos vivido décadas en esto, con legislaturas enteras
dedicadas al “ombliguismo” y la ocultación, donde partidos radicalmente
distintos en todo se unían para seguir la senda del independentismo, obviando,
como no podía ser de otra forma (es imposible con esa amalgama de centro
derecha, izquierda y antisistemas), la gestión diaria, la gestión eficiente, el
gobierno para el bienestar y las necesidades del pueblo.
Se abre un escenario ilusionante con las elecciones si
cayera de una vez el independentismo, donde las raíces de esos atisbos
positivos podrían agarrar para generar algo bueno de verdad, que se preocupe de
lo que importa, de lo que no se ha hablado en estos años para ocultar la
infinidad de chanchullos de un movimiento ideológico tan oscuro como
pernicioso, donde las farmacias no tengan que rezar para tener medicamentos y
las empresas no huyan despavoridas, para que la gran región catalana vuelva a
ponerse al frente de un gran país.
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