Un Tret al Cap es una obra que pone sobre la mesa algunas
cuestiones candentes en esta época de sobredosis informativa, manipulación
mediática y periodismo tendencioso. La verdad y la ‘post verdad’, el fin
justificando los medios; pero no es sólo una mirada al periodismo, sino a una
forma moral de hacer las cosas: la transparencia o la honestidad como guía para
vivir sin pesos, en libertad, en plenitud, serenamente.
Tres mujeres, tres secretos
La obra
empieza con una solicitud de ayuda. Una joven (Ulldemolins) acude a una
periodista (Vilarasau), premiada por sus reportajes de compromiso social pero
que ha sido recientemente despedida de su periódico, a pedirle ayuda con su propio caso de despido, que cree injustificado. La periodista, que actualmente escribe
su propio blog, donde vuelca sus experiencias y reflexiones sobre la profesión en
las que se destila mucha amargura, no está por la labor de escuchar la historia
de la joven, que ha sido despedida de una empresa alimentaria por amenazarles
con denunciar malas praxis que estafan y ponen en peligro la salud del
consumidor. A la periodista, desencantada con la profesión, no le entusiasma el
proyecto, desentendiéndose de él, pero su hermana mayor (Colomer), que comparte
vivienda familiar con ella, la anima a hacerse cargo porque ha simpatizado con
la joven.
Durante
el proceso de investigación del caso, que finalmente ha sido aceptado, las tres
mujeres se interrelacionan y conocemos detalles: la hermana, escritora de
cuentos infantiles, superó en el pasado una grave adicción y en la actualidad
lucha contra una enfermedad neurodegenerativa e irreversible que la ha hecho
volver a la casa familiar, domicilio de la periodista, buscando los afectos
primigenios para afrontar su final; el frágil pasado infantil de la periodista,
defendida por su hermana mayor; el abismo de silencio de ambas hermanas abierto
en el periodo yonki de la mayor, que tuvo que ser afrontado en solitario hasta
superarlo...
También
asistimos a saltos al pasado, como el que nos lleva al momento en el que la periodista recibe el encargo del
reportaje que le dará fama y honores. En un momento dado, se nos desvela algo
sorprendente que dará un giro a los acontecimientos: la periodista desenmascara
a la joven, es una becaria de su antiguo periódico a la que le han propuesto
“pillar” a la periodista en un renuncio, su supuesto caso es un intento de desenmascarar la falta de rigor profesional de la periodista.
Cada
una por una razón, las tres llegan a un punto en el que se ven abocadas a decir
la verdad. Y eso hacen: las hermanas se “reencuentran” y hablan del final de la
mayor; la periodista facilita una información explosiva a la becaria para que
pueda luchar por hacerse un hueco en la profesión, liberándose del peso de un
secreto, sintiéndose, por fin, independiente, aunque sea, como sugiere la
becaria, “un tiro en la cabeza”. Ese secreto es que el famoso reportaje por el
que fue premiada tuvo una parte inventada, un “adorno”, una “licencia” para
redondear un escrito.
Pegarse un tiro, buscar la verdad
La obra,
partiendo del periodismo (con una mirada distinta a la que vimos en La Treva, pero que de alguna forma
conecta con la profesión y sus claves), plantea cuestiones más allá de la
intrahistoria a la que asistimos en el montaje. Especialmente en estos
momentos, en los que asistimos a graves circunstancias que son vistas por unos
y otros de una forma radicalmente distinta, en los que las corrientes de
opinión se fundamentan a partir de las informaciones que nos llegan y que se
toman como veraces, descubriéndose después que se han falseado a conveniencia. Se
nos plantean muchas preguntas sobre la Verdad y sobre nuestras verdades. Y estas
preguntas sobrevuelan la sala durante la función, y nos acompañan al
finalizarla.
El
propio autor/director nos las señala en su introducción a la obra, en sus
palabras impresas en el programa: “Es
necesario que haya ciudadanos bien informados para tener los instrumentos
necesarios que les permitan decodificar la sociedad en la que viven, pero ¿es
posible ejercer el periodismo en libertad? ¿La información que consumimos llega
a partir de unos buenos intermediarios? ¿Son libres los periodistas para
desarrollar su trabajo? ¿Se puede
permitir la sociedad un periodismo conformista y poco desafiante con las
versiones oficiales (interesadas) con las que a menudo intentan contentarnos
las estructuras de poder? ¿Quién es el responsable de que el periodista se
sienta condicionado por el paraguas de un medio que le limita, el medio o el
propio periodista que lo permite? ¿Estamos dispuestos a pagar el precio de la
libertad? ¿Qué sociedad falsa estamos legando a las futuras generaciones caso
de no pagar ese precio? ¿Puede sobrevivir una sociedad de forma sana a base de
medias verdades? Y esto se puede trasladar al ámbito personal de nuestra vida
privada. Lo que no decimos, lo que no afrontamos, lo que no queremos ver ¿nos
permite construir relaciones auténticas? ¿Podemos permitirnos no afrontar
aquello que somos en realidad? ¿Nos podemos permitir mirar a otro lado? ¿No es
esta una forma de pegarnos un tiro en la cabeza?”.
La
Verdad y las verdades. La comunicación como negocio, con el lastre comercial
que encadena; la connivencia con las corrientes de opinión (involuntaria o
voluntariamente) por parte de quien dirige la información, propiciando que se
lancen medias verdades, para las que hasta se ha fijado el término “post verdad”, empleado (sin
rubor por su significado) para justificar una afirmación falsa en un mundo cada
vez más saturado de contenidos, pero también cada vez más perezoso por
contrastar, reflexionar, valorar diferentes puntos de vista hasta alcanzar un
criterio propio que guíe nuestras acciones, nuestra vida.
El
egoísmo, la pereza, el acomodarse al pensamiento colectivo y esa desidia que va
más allá en el plano vital: la falta de empatía por el prójimo camuflada por las
sufridas “exigencias vitales”. Las huídas personales hacia adelante perseguidas
por las propias sombras, por los demonios particulares, la falta de valor para
afrontar un examen personal sincero.
En
resumen, las reflexiones plantean la necesidad de la honradez en la búsqueda de
la verdad, como hilo vital conductor. Somos humanos y, por tanto, falibles, pero
no por ello hay que desistir de esa búsqueda honrada, manteniendo en mente que
podemos errar, ya que recordarlo es el salvavidas ante posiciones totalitarias.
Pero
esa búsqueda es exigente: la verdad no sale gratis. Requiere valentía y supone
dolor a veces, si bien el camino honrado hacia ella es lo único que nos permite
caminar sin cargas, sin deudas. Libremente. Aunque al final erremos.
Valoración
Nos
perdimos la obra durante el Festival Grec 2017, por eso corrimos ante la
reposición. Y no quedamos defraudados.
La obra
nos gustó. Una curiosa puesta en escena, que se inicia con tres monólogos por
parte de las tres actrices que configurarán su papel en la obra. Tres textos
que forman parte de los diálogos y que, en un momento dado, recitarán en la
escena de la que forman parte.
Un
ambiente cercano (propiciado por la sala), acogedor, recrea diversos espacios del domicilio en el que se desarrolla la acción. Varias veces las paredes de la
“habitación” son utilizadas de pantalla de ordenador en la que vemos (a la vez
que oímos) los escritos de la periodista (una poderosa Vilarasau, que encara a
la perfección a esa mujer de mediana edad, aún fuerte, pero con un cansancio
interior muy acusado, sarcástica, condescendiente, endurecida ante los
afectos). También se emplean para situarnos temporalmente y que entendamos los
saltos al pasado en los que la periodista trabajaba para su diario.
Una Ulldemolins
fresca y vigorosa, el contrapunto estupendo para los personajes de Vilarasau y
Colomer, pero con esa amargura que conocemos en los jóvenes profesionales
luchando por abrirse camino en unas circunstancias competitivas y
decepcionantes.
Lo
mejor de la obra se lo debemos a las escenas de diálogo entre Vilarasau y
Colomer, cargados de humor o emoción, una química evidente. Hay que destacar el
papel de Colomer, una actriz con unos problemas reales de salud que dotan de un
punto adicional de verdad a su sentida interpretación de preciosos monólogos
llenos de sensibilidad.
Curioso
el planteamiento entre escenas. Las actrices se retiran del escenario y pasan
al fondo de la sala, a la vista del público, donde se sientan y esperan su
nueva entrada.
Sólo un
“pero”: una vez conocemos el desenlace de la obra, tras la escena final, las
tres actrices acuden a escena y explican conjuntamente una historia. Un último
cuento en el que se habla de la enfermedad, de la decadencia física y de las
decisiones drásticas. Un cuento que nos pareció algo “postizo”, tras una escena
final potente, y que no acabamos de entender, puesto que diluye un poco el
efecto interpretativo y dramático dentro de la obra que, como dijimos, nos
gustó mucho.
FICHA TÉCNICA
Autor y director: Pau Miró
Intérpretes: Emma Vilarasau (Periodista), Imma Colomer
(Mujer), Mar Ulldemolins/Vicky Luengo (Joven); Colaboración especial: Jordi
Bosch
Género: Drama
Sala: La Beckett
Escenografía: Sebastià Brossa
Iluminación: David Bofarull (A.A.I.)
Espacio Sonoro: Marta Folch
Producción: Sala Beckett y Grec 2017 Festival de
Barcelona
Por @Menudareina
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