domingo, 15 de octubre de 2017

JO NESBØ: El Muñeco De Nieve

LITERATURA










La novela negra escandinava se ha convertido en un género en sí misma, y en uno de los principales referentes de la novela negra mundial en la actualidad.

Sus gélidos contextos, que encajan a la perfección con ese clásico tono escueto y directo de la novela negra clásica, que esconden la podredumbre social en el aparente estado de bienestar, o sus detectives atormentados, solitarios y amargados, crepusculares y hastiados, son rasgos de identidad que han seducido a millones de lectores.

De entre los muchos y destacados autores que están en boga ahora dentro del género, Jo Nesbø destaca por encima de todos como punta de lanza. Sus retorcidas historias de la serie Harry Hole, de la que van ya 11 títulos (este es el séptimo), que son un éxito por todo el mundo (tiene otras exitosas series, quizá menos conocidas, como la juvenil del Doctor Proctor y la de Olav Johansen), se supone debería seguir la tradición nórdica, con ese toque más político, que vendría desde Sjöwall y Wahlöö, y que ha tenido su principal referente moderno en el gran Henning Mankell, icono del género. Pero lo cierto es que la novela negra de Nesbø, aunque enmarcada en esos entornos gélidos, algo estáticos, congelados, investigados por un detective depresivo y angustiado, remite más a la novela negra americana, tanto en ritmo como en tono. Una dureza muy de Chandler, Hammett, pero sobre todo de Jim Thompson, donde lo retorcido, lo humanamente cruel y mezquino, aparece brillantemente plasmado. Un escandinavo muy americano.

Ese ritmo incesante, trepidante narración, es lo que tenemos en esta “El muñeco de nieve”, con una prosa potente y muy cuidada, una novela muy bien escrita, que no se pierde en divagaciones y contextos políticos, ni en excesivas introspecciones, muy bien insertadas dentro de la historia principal de investigación, que siempre es lo predominante y presente.

Un soberbio entramado, un brillante puzle perfectamente elaborado que incluso se deleita en las piezas más pequeñas, repleto de magistrales paralelismos llenos de distintos matices y sentido narrativo, de cebos y ecos que van cobrando sentido de manera esencial o sutil y minimalista (a veces siniestros, otras bellos). Cada frase de la novela puede significar una clave importante, y a menudo lo es, donde el olfato y la mirada adquieren especial relevancia en muchos momentos.

Tras un caso de desaparición, el comisario Harry Hole descubre que durante años han estado desapareciendo un sorprendente número de mujeres casadas y con hijos. Tras recibir una carta, Hole relacionará los casos, donde siempre aparece un muñeco de nieve. Ya que él ha sido el único agente noruego capaz de detener a un asesino en serie, parece el adecuado para enfrentarse a este “Muñeco de Nieve”, el primero que aparece en Noruega, que tiene aterrado a todo el país con sus rebuscados, truculentos y retorcidos asesinatos.

Desde el clásico “whodunit”(¿quién lo ha hecho?) y con todas las características de la novela negra clásica, con una trama retorcida y compleja, el “hard boiled”, “El muñeco de nieve” desvela una sociedad inmoral, que soterradamente se sustenta en el engaño, la farsa y la apariencia, en la mentira y la hipocresía, desposeyendo de sentido a sus pilares básicos, o convirtiéndolos sino en ídolos con pies de barro sí en falsos ídolos, como serían el matrimonio y la familia. Un lugar pequeño donde toda la miseria y la mezquindad se guardan ocultas bajo el bello manto de la nieve, que acaba siendo metafórica en las continuas menciones y referencias que tenemos en la novela. Farsas matrimoniales, hijos ilegítimos, padres inconscientes… Una sociedad enmascarada (tampoco son baladíes las menciones a las máscaras), en pura pose y apariencia. Todos menos nuestro protagonista. El 20 por ciento de la población tendría un padre distinto del que piensan…

Y desde aquí caemos en una reflexión acerca de la paternidad, el sentido de la misma, de su pura esencia y dónde radica, con algunas bellas escenas y motivaciones en los personajes.

Harry Hole se define en esta novela a través de otro personaje, calificándolo como su alma gemela: “Una relación poco saludable con el alcohol, un temperamento difícil, un lobo solitario, de moral dudosa y conducta muy censurada”. Si bien coinciden en ciertos aspectos, Hole parece ser duro consigo mismo, ya que esa breve descripción no le hace justicia, mucho más humano, donde algunos de esos aspectos no se observan o son al menos cuestionables y matizables.

Este detective tan humano, lleno de debilidades y defectos, de vuelta de todo, pero en absoluto indemne a los acontecimientos, a lo que le importa, porque aún le importan cosas más allá de su competencia en el trabajo, uno de los pilares de su existencia, es arisco, de pocas palabras (ese “Ya” con el que contesta en numerosas ocasiones), huraño, taciturno, amargado, cortante… algo que nos sonará de otros muchos detectives, pero con sus particularidades y su muy definida individualidad.

Ese trabajo, el de detective, es su impulso vital, una característica también de muchos detectives del Noir, escandinavos también. El villano llega a decirle, lúcidamente, que vive para la lucha, aunque sepa que sus victorias sólo serán provisionales. Es esa lucha continua la que lo mantiene en pie y activo, caminando paso a paso hacia delante. Sin ello su vida carecería por completo de sentido. Esto quedará simbolizado en la tentación del alcohol, al que renunciará en distintas ocasiones gracias a un nuevo impulso en la investigación, una vez que parecía dispuesto a caer en ella. Otro simbolismo, el de los hongos de su casa (también invisibles), junto a su extrema delgadez creciente, mencionada por todos los personajes, definen cómo toda esa podredumbre que le hace vivir, a la vez lo consume por dentro.

Hole era alcohólico, un solitario héroe en declive, estropeado, crepuscular, obstinado, atormentado y depresivo, de vida en apariencia casi destruida de manera permanente (a veces parece despreciarla), intentando aferrarse a los momentos luminosos que vivió y destruyó, quizá conscientemente (como ocurre aquí con su relación con Oleg y Rakel), pero de buen fondo y cierto poso romántico, que parece bloqueado, incapaz de imponerse, encarcelado en sus tormentos, complejos y dolores.

Su relación con Oleg y Rakel, sus comportamientos en algunos momentos, su melomanía, la novela está salpicada de referencias musicales directas o indirectas (no en balde Nesbø es líder del grupo de Rock noruego Di Derre), lo convierten en un personaje tan doliente como entrañable. Y es que en esta novela, aunque haya algún personaje que podamos considerar positivo, todos ocultan algo, todos mienten o engañan, menos Harry Hole, curiosamente, que como mucho oculta un dolor que no es ajeno al resto, dignificándose en absoluta autenticidad con todos sus defectos y sus principios.

La mayor parte de la novela sigue el punto de vista de Hole, lo que al experimentado lector, en ocasiones, le genera sospechas por ciertas omisiones, donde las averiguaciones de otros personajes no se exponen, en legítimo artificio (no diré nombres). Eso sí, ese punto de vista, desde la tercera persona, no es estricto, permanente ni constante. Hay capítulos donde el punto de vista varía y vemos actuar a otros personajes, incluso capítulos donde el centro será Hole, pero desde la mirada de otros, buscando lograr la sorpresa en el lector.

Es innegable que la novela no puede huir, quizá tampoco lo pretende, de ciertos tópicos del género con "asesino en serie", con sus buenas sorpresas, giros y emoción, pero también convencionalismos. Además, algunos diálogos chirrían, extrañan. Quizá se pretende eso precisamente para que recordemos, pero ya en el momento preciso de su lectura desconciertan en ocasiones, punzando al agudo lector, que se pone alerta con sus sospechas.


Ni que decir tiene que si te gusta la novela negra, esta está más que recomendada. Aprovechen, que la película que adapta la novela se ha estrenado este fin de semana con Michael Fassbender de protagonista y Tomas Alfredson en la dirección.


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