martes, 7 de febrero de 2017

Crítica LA LLEGADA (2016) -Última Parte-

DENIS VILLENEUVE












Estilo y estética.

Villeneuve es un maestro estilista. No es de extrañar que Ridley Scott haya depositado en él su confianza para la secuela de “Blade runner” (Ridley Scott, 1982), “Blade runner 2049”, ya que en muchos momentos su estilo, tempo narrativo, movimientos de cámara, búsqueda de una atmósfera y tono en el que atrapar al espectador, recuerdan al director inglés. También a David Lynch, y es que Villeneuve también va a adaptar un libro que fue adaptado ya por Lynch, “Dune” (2019).
                                              


Hay dos texturas estéticas bien diferenciadas. Una, la que nos lleva por esos supuestos flashbacks, cuestionada por algunos al ser demasiado lánguida (han citado risiblemente a Malick comparándola), donde vemos a la protagonista con su hija. Es cierto que el contraste chirría, pero es algo buscado, aunque quizá esa opción estética cercana al New Age no es la más afortunada para retratar los flashback/flashforward. La otra es oscura, dedicada a la trama central con la llegada de esas 12 naves extraterrestres que se colocan en distintos puntos de la Tierra arbitrariamente en apariencia.



Es en este trabajo estético donde Villeneuve se encuentra en su salsa. Es un auténtico maestro de las atmósferas y el tempo. Mide con precisión matemática los movimientos de cámara fundiéndolos magistralmente con el de los actores, la puesta en escena y la fotografía de colores fríos. El uso de los azules y los grises, en esa atmósfera densa, casi claustrofóbica, que nos llevará del campamento a la nave extraterrestre, es extraordinario.



En varias ocasiones la cámara sale de la oscuridad de los tejados para encuadrar el escenario, un contexto en grises, como en la casa de Louise Banks (Amy Adams), una prestigiosa lingüista, solitaria y aparentemente depresiva. Grises en un interior que contrasta con la blanquecina claridad del exterior de la vivienda, que apreciamos tras los grandes ventanales que dan a la naturaleza. Y es que los cristales, los plásticos y las pantallas forman parte esencial de la estética, la textura y la decoración del film. Los trajes antiradiación naranjas son un profundo contraste con ese cromatismo apagado del film, que curiosamente escenifican la impersonalidad de la masa.



Villeneuve tiene el don. Ese que logra mantenerte pasmado ante la pantalla, creando un increíble suspense, mientras ves como unas personas miran otra pantalla gris, brumosa, en la penumbra, donde sólo se intuyen unas figuras insinuantes, unos tentáculos… Una bruma que irá aclarándose para dejar ver indefinidas formas.


Heptápodos, como pulpos que escriben con tinta, y sus símbolos circulares en negro en ese fondo gris, son un nuevo elemento intrigante y estético. Muy en la línea del Cthulhu lovecraftiano. Esto por no comentar ese extraño sitio al que acude Louise en soledad tras ser transportada por una pequeña nave (suponemos que es el interior protegido al que no había podido acceder), con una textura acuosa y neblinosa fascinante repleta de sombras sugerentes.





Y es que los movimientos de cámara son una gozada, en ellos radica gran parte de la esencia de esa atmósfera particular e inquietante que tiene el film, que alcanza la perfección al fusionarse con la fotografía citada de grises y azulados en especial cadencia. Movimientos lentos, esos travellings y panorámicas por la desierta universidad, esa curiosa y tímida cámara que avanza hasta adentrarse en el despacho de Louise… Dentro del campamento militar también tendremos grandes travellings sostenidos siguiendo a los personajes mientras se describen esos interiores entre vacunas e investigaciones.




Es majestuosa la presentación de la nave, sólo al alcance de un director del talento visual y seguridad como Villeneuve. Un plano sostenido, largo, aéreo, que nos la muestra en todo su esplendor según se acerca el helicóptero que transporta a Louise, para luego mostrar también el campamento con los precavidos militares.

Un maestro jugando con la luz, los contrastes lumínicos, el expresionismo moderno en suma. Un ejemplo: la aparición del helicóptero en el sueño de Louise, en perfecto encuadre, con ese foco que aparece en segundo plano.




Angulaciones imposibles para esa particular gravedad que tiene la nave, una cámara que encuadra al revés, por ejemplo. Tiene encuadres muy característicos, como esos en los que deja mucho aire en un lado del encuadre, dejando al objeto o personaje principal desencuadrado en apariencia, apartado. También dedica muchos planos a nucas, un recurso muy de Villeneuve (Adams, Renner, Whitaker…). Y el uso de los desenfocados, habitual.




Gracias al dominio del encuadre y la seguridad en los planos, sin cortar con desenfreno, logra un buen suspense en muchos momentos. Ejemplos son esos hipnóticos planos ante la pantalla gris con esas insinuantes figuras extraterrestres que van apareciendo, o el momento con la bomba, donde Villeneuve pasa su cámara distraídamente por el reloj encuadrando a la vez a los protagonistas y los visitantes en dicha pantalla.





Para redondear la cosa, la música casi robótica, fría, de Jóhann Jóhannsson, se integra a la perfección con todo lo anteriormente mencionado.





No se queda sólo ahí, pretende que las sensaciones también se extrapolen al tacto en alguna ocasión, como en esa escena donde los protagonistas acarician la nave extraterrestre. Logra además un magnífico contraste entre la tranquilidad interna en ese campamento y esa nave y la histeria que se desprende de los informativos con el caos mundial (Venezuela, Sierra Leona, Reino Unido…).

Villeneuve consigue un tono entre onírico y ensoñado en su ambición por introducirse en la psique de su protagonista, hipnotizando con sus sugerentes y poderosas imágenes, aunque su poesía final no esté tan conseguida porque la supuesta sorpresa no funciona como debería.

No deja bien parados al periodismo y el ecologismo el bueno de Villeneuve, dos gremios muy apegados al alarmismo social con cualquier cosa que pasa… o no pasa.

Tiempos.

Como el bueno de Nolan, Villeneuve se adentra en profundos y complejos vericuetos temporales, pero desde un punto de vista casi antagónico como planteamiento y concepción.

Logra exponer la idea del tiempo como dimensión física con una claridad excepcional desde una sencillez pasmosa, al contrario del barroquismo retorcido de la propuesta de Nolan. Bien es cierto que Villeneuve se agarra más a lo poético, incluso ingenuo en ocasiones, sin enfatizar la teoría científica, pero la tesis queda escenifica con plena claridad, algo que Nolan no lograba del todo.



Ian explicará que la forma de comunicación extraterrestre, con logogramas, carece de tiempo, su lengua escrita no va hacia delante o hacia atrás, lo que redunda en la idea que luego se irá descubriendo.



Villeneuve va definiendo un diálogo entre el presente y esos viajes al pasado/futuro, donde podemos encontrar un buen número de claves y pistas. Como ese dibujo que hace la niña con dos figuras humanas (su madre y su padre) y un canario, como el que llevan a la nave al estilo minero, o esa figura de plastilina simulando uno de los heptápodos aliens… Lo mismo ocurre con ese caballo desenfocado junto a una niña (la hija de Louise), la oruga con la que juguetea ésta, el palo en el agua… objetos que se asemejan a las patas tentaculares de los extraterrestres.



La figura circular resulta simbólica con respecto a esta idea. Se insinúa con las primeras frases de la película en esa confusión sobre los inicios y los finales, los nacimientos y las pérdidas, el ciclo continuo. Lo mismo ocurre con ese juego entre pasado y futuro, confundidos en la narración, donde todo parece regresar, en flashbacks y flashforwards… Quedará simbolizado con las figuras comunicativas escritas por los alienígenas, todas circulares, y un plano de una de ellas contorneando la cabeza de Louise.

En esa línea va el nombre de la hija de Louise, Hannah, un palíndromo, un nombre que se lee igual de derecha a izquierda que de izquierda a derecha. Circular, cerrado… El número 18 también se significativo, dos gestaciones humanas. Cada 18 horas se abre una puerta en la base de la nave. Louise verá el futuro que acontecerá 18 meses después, en su entrevista con el general chino.

Incluso hay planos que se repiten, dando sensación de estructura circular, como ese que desciende del techo de la casa de Louise al inicio, que también vemos en la parte final.

Es un aspecto interesante narrativamente que ese pasado/futuro vaya filtrándose cada vez más a menudo en la historia, en la mente de Louise, teniendo más presencia en la película conforme avanzamos, en progresiva coherencia. Imágenes semi oníricas, idealizadas, muy estéticas, que contrastan con las de la historia central. Hay incluso reminiscencias auditivas. La hija constantemente, el padre ausente, las enseñanzas… Esto creeremos parte del pasado, pero no será así.



Se ha cuestionado cierto aspecto de la trama por poco riguroso. Al verse flashbacks desde el inicio, algunos han interpretado que Louise contaba con el don antes de la llegada de los alienígenas, no después, como parece explicitarse en la película (ese contacto a través del cristal que lleva a Louise a más visiones de su hija e inspirándola para escribir su primera palabra en la lengua extraterrestre), como un don de estos a la lingüista, pero en un análisis más sosegado debe insistirse en que no hay error, ya que todo el film está contado como un flashback desde la primera voz over, por lo que no existe tal error. Juego coherente con lo explicado con anterioridad.



Es cierto que crean confusión las reacciones de la protagonista en montaje paralelo con esos aparentes flashbacks antes del contacto que la dotaría de tal poder, con lo que la trampa bordea con la manipulación lícita. La cuestión estriba en si la confusión procede del uso incoherente de los recursos narrativos con malas artes por parte del director con la intención de engañarnos, guiarnos hacia un determinado punto únicamente a nosotros, los espectadores, haciendo tambalearse la coherencia de la narración, o si por el contrario se trata de una transgresión de las estructuras narrativas convencionales a las que estamos acostumbrados y que al cambiarlas nos pillan con el pie cambiado. Si es la segunda podría haber manipulación, pero lícita; si es la primera la película es tramposa, por tanto un grave defecto.




Resulta algo tramposa o manipuladora, porque el lenguaje corporal, el comportamiento de la protagonista, siempre van encaminados a hacernos pensar que perdió a esa niña, no que va a perderla, que busca en esos visitantes recuperar lo que perdió, como si fueran hijos suyos a los que debe enseñar, cuando no es así.

Y no lo hace simplificando ideas, sino que además añade un juego metacinematográfico, usando el lenguaje cinematográfico como apoyo a su explicación, convirtiendo los supuestos flashbacks en flashforwards. Ahí estriba la complejidad o posible elemento de desconcierto para el espectador, pero que Villeneuve expone con solvencia para que todo el mundo pueda entenderlo. El problema lo tenemos en que esa solución en ocasiones parece incoherente, tramposa.

¿Cómo es esa frase?” “Si es de ciencia llama a tu padre”. “Un juego de suma cero”.

Había olvidado cuánto me gusta que me abraces”.

Extraña lo mucho que saben los militares del funcionamiento de los aliens y la nave en un principio, para lo poco que avanzan luego si no es por Louise

No funcionan del todo bien, o no funcionan en absoluto, esas escenas que parecen ajenas al relato y la narración, con varios soldados, unos hablando con sus familias, otros oyendo la televisión, todo para justificar el repentino atentado a la nave visitante… Todo para ese ataque que alejará a las naves circunstancialmente y precipitará acontecimientos bélicos. Se supone que en el último momento los aliens protegen a sus amigos Louise e Ian, descubriendo su carácter pacífico. Un futuro que suponemos conocían...


También resulta absurdo que se nos oculte forzadamente el rostro de Ian como marido de Louise, ya que la película se hace tremendamente previsible desde la mitad del metraje y resulta imposible que, tras la conversación con su hija sobre la ausencia del padre y una enfermedad rara, alguien no caiga en ello… Se intuye, por tanto, una pretendida sorpresa que no funciona, un artificio entre tramposo y manipulador baldío y vano.



Desde la sencillez, Villeneuve ha logrado lo que no pudo Nolan con su opera estelar, aunque no significa que una sea mejor que otra, ya que “Interstellar” (2014), con sus defectos, también es una estupenda cinta, y mucho más entretenida.

Una película pura de autor perfectamente fusionada con el espectáculo de Hollywood, que huye del tópico y parece más compleja de lo que en realidad es una vez descubierta su particularidad.



Una película desoladora que logra no transmitir esa sensación, lo que es un acierto del director, a pesar de lindar con la ingenuidad. Desgraciadamente, no logra la emoción y el desgarro porque el giro supuestamente sorprendente no lo es, lo que amortigua su impacto. Además, esa parte final resulta en exceso reiterativa, sumado a la idea de cierta manipulación o trampa.


Adaptación del relato de Ted Chiang, “La historia de tu vida”.





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