Me entretuvo esta cinta de Guillermo del Toro, a pesar de
ciertas tonterías y recursos supuestamente humorísticos en la puesta en escena
y ciertas secuencias de acción. La valoración general es positiva, tanto de ésta como de la secuela que el director estrenó 4 años después.
“Hellboy" es una aceptable cinta de acción basada en un
cómic, es la moda, la nueva ola, y eso que aún no se había disparado la cosa
como ahora… Cientos de películas basadas
en comics se suceden una detrás de otra. Una falta de ideas alarmante. Un nuevo
género en sí mismo. La película dirigida por Guillermo del Toro es entretenida,
tiene energía, ritmo y un estilo visual acertado, muy "de cómic". Sus
personajes son interesantes y contiene un tono que va más allá de lo evidente
con cierta profundidad (Hellboy y su enamoramiento por ejemplo), lo que hace de
esta película un digno entretenimiento.
Por supuesto tiene defectos que iré desgranando, los
habituales tópicos de este tipo de películas y clichés en algunos personajes, así
como un guión que en ocasiones resulta un poco deslavazado. Los efectos
especiales son sólo pasables.
La cinta nos lleva a una introducción que escenifica los
recuerdos de un joven Trevor “Broom”Bruttenholm, a la 2ª Guerra Mundial y la
batalla contra los nazis, a 1944. Un “Broom” protagonizado en su juventud por
Kevin Trainor.
Una notable introducción desde el punto de vista formal en
tonos grises, con lluvia y contrastes lumínicos donde los nazis pretenden abrir
un portal a otro mundo, un mundo infernal. Una gran atmósfera.
Una escena inicial donde Guillermo del Toro ya va planteando
la concepción religiosa que subyace en la narración, con símbolos cristianos en
contraposición con los demoníacos invocados por los nazis. Un duelo entre
Rasputín, al que se relaciona con el demonio, no en balde su muerte real fue
sorprendente, y el cristiano “Broom” que adopta un hijo demoníaco.
“Hellboy” explora todo el “universo Del Toro”. Encontramos
un buen número de sus claves conceptuales y estéticas. La comunicación entre
mundos, un clásico de Guillermo del Toro, que aquí representa la amenaza contra
la humanidad y a la vez su salvación, con ese bebé demonio que se cuela y que
será nuestro protagonista. Una comunicación entre mundos que vemos en todo su
cine: “Cronos” (1993), “Mimic” (1997), “El espinazo del diablo” (2001), “Blade
2” (2002), “El laberinto del fauno” (2006), “Pacific Rim” (2013) o la reciente
“La cumbre escarlata” (2015)… Una comunicación entre mundos planteada como un
duelo entre el bien y el mal, con lo demoníaco siempre amenazante y muy
presente, pero a su vez con protagonistas que son antihéroes y que presentan
una dualidad, vinculados a los dos mundos, como este Hellboy o el propio Blade.
Lo exotérico, lo vampírico, la ciencia ficción y el género
fantástico, son temas predilectos del cineasta, un director de género.
Rasgos estilísticos, como ese gusto por lo artesanal, los
efectos artesanales, que conviven con los digitales, pero tienen especial
presencia.
Las presentaciones de los personajes protagonistas de Del
Toro son excelentes. Además, Del Toro siempre gusta de introducir toques de
humor en sus films, momentos excéntricos o peculiares que aligeren la
historia. Aquí, en “Hellboy”, tenemos muchos ejemplos. La presentación de Hellboy es
estupenda, y deja una simpática broma metalingüística sobre los tebeos que le
dedican.
El colorismo, especialmente el color rojo, es uno de los
rasgos estéticos más evidentes en el cine del mexicano. Los rojos de “Blade 2”,
“Pacific Rim”, “La cumbre escarlata”, “Cronos”… Del mismo modo, las sustancias
viscosas de seres orgánicos, verdes o azules, así como la concepción estética
de muchos de los bichos, extraterrestres o seres que nutren su cine, son muy
particulares, reconocibles y abundantes en su obra. Un look muy apegado al cómic,
con apuesta por ese tipo de películas: “Hellboy”, “Blade 2“, “Pacific Rim”…
De hecho, lo orgánico convive con lo mecánico o metálico, lo
electrónico o tecnológico, como esos dos mundo que gusta confrontar al
director. Aquí, en “Hellboy”, tenemos ese look orgánico con muchos de los
monstruos y criaturas que salen, pero que conviven con sofisticadas máquinas o
mecanismos de relojería, como los diseñados por ese robótico nazi antagonista de
Hellboy. Este aspecto mecánico, de mecanismo de relojería, se sublima en el clímax, en ese lugar donde se resuelve todo que está lleno de trampas mecánicas
que nuestro héroe deberá sortear. Esto nos remite a “Cronos” (1993), la película
que lanzó a la fama a Guillermo del Toro.
Visualmente la película es muy aceptable y no solamente por la
mencionada atmósfera de la escena inicial y por esos elementos coloristas
entroncados con el cómic. Hay otras escenas que nos deleitan en este sentido.
Los parajes nevados en Moscú o el funeral de “Broom”, relleno de grises en la
lluvia, son dos buenos ejemplos.
En cualquier caso, el punto fuerte de la película está en el
protagonista y su relación con otros dos personajes: ”Broom” (John Hurt), su
padre, y Liz Sherman (Selma Blair), la chica de la que está enamorado.
Hellboy (Ron Perlman) es fanfarrón, presumido (se lima los cuernos
aspirando a la normalidad), egocéntrico, cínico, irónico, duro y macarra, pero
sentimental, tierno y romántico, fiel e íntegro.
Que ame los gatos es un detalle magnífico, ya que el gato
siempre ha sido un animal simbólico, un protector, que tiene contacto con otros
mundos, en el umbral de la muerte.
El personaje interpretado por John Hurt es experto en
ocultismo, religioso, cristiano y el padre adoptivo de Hellboy, al que trata de
inculcarle sus valores, aceptándole a pesar de su naturaleza demoníaca para
convertirle en humano. Es él el que da sus valores al héroe. Está terminal, por
lo que aceptará su muerte como un sacrificio casi ritual, religioso. Siempre
llevará una cruz que heredará Hellboy.
En el inicio, Del Toro deja detalles que insinúan la futura
muerte de “Broom”: Cartas, niños disfrazados de esqueleto…
Liz es otra persona especial y peculiar, que tiene los
mismos complejos que Hellboy, pero lucha por sentirse integrada, aceptada, algo
que cree no podrá junto al héroe demoníaco. Ella tiene poderes, es capaz de
producir una gran energía y fuego, pero no parece controlarlo (influjo negativo
de Rasputín). Su relación con Hellboy es hermosa por ese complejo, por esos
miedos. Cuando aparezca John Myers (Rupert Evans) se iniciará una especie de
triángulo amoroso peculiar, ya que los tres se respetan, comprenden, admiran e
incluso quieren, lo que hace todo más complejo e interesante. Convierten los
celos de Hellboy en un problema divertido.
Tienen la complicidad de la soledad y la incomprensión.
“… si de verdad me
quieres… no vuelvas jamás”.
“Ojalá pudiera hacer algo para cambiar esto”. “Nunca te
dejaré. Nunca”.
La sutileza de Hellboy, en la escena del cementerio en
Moscú, donde resucita a un muerto (parlanchín), por ejemplo, es lo que hace
especial al personaje. El humor funciona aceptablemente porque no busca
continuamente la gracia, puntúa con acierto y oportunamente la narración. Aunque no todas las bromas funcionan igual.
El otro personaje del grupo de los buenos es el mencionado
John Myers (Rupert Evans), un agente novato que sirve al director de la película además para
mostrarnos la Agencia de Defensa e Investigación Paranormal, que será la que
luche contra Rasputín y los suyos. Clásico truco de guionista.
Entre él y Liz nace un vínculo, iniciado con una mirada, lo
que provocará los celos de Hellboy. La escena donde Hellboy los espía es
divertida.
No sólo destaca “Hellboy” en aspectos técnicos como la
dirección o la fotografía, ambas a cargo de Guillermo del Toro, también en el
montaje, muy acertado y expresivo. Recordaré un sencillo detalle: Ese momento
al inicio, en la presentación de Hellboy,
cuando nuestro protagonista dice “quería verla”, y se monta un plano del
monitor donde sale Liz, a la que aún no conocemos. Perfecto y expresivo. Todo
dicho.
Hay muchas referencias, por ejemplo a Indiana Jones en el
inicio, con ese portal a otra dimensión que tiene algo del final de “Indiana
Jones en busca del Arca perdida” (Steven Spielberg, 1977), o a “Blade Runner”
(1982), en esa azotea donde Hellboy espía, como un fantasma de la ópera, la
sencilla cita entre John y Liz, muerto de celos en una incipiente amistad con
un niño, ya que allí lo veremos agarrado a la cornisa intentando no caer
mientras una paloma se posa cerca. Imposible no recordar el final de la cinta
de Ridley Scott. En cualquier caso, la referencia más evidente es a “Alien, el octavo pasajero” (1979), también de Ridley Scott, una película a la que el
mexicano parece homenajear cada vez que puede en sus films.
Sí, Del Toro parece homenajear a "Alien" en muchas de
sus películas, aquí hay varios guiños estéticos, pero el más destacado lo
tenemos en el clímax de nuevo, cuando un monstruo salga del pecho de Rasputín
para enfrentarse a Hellboy.
Además tenemos a John Hurt, mítico actor de “Alien, el octavo pasajero”, que también participa en esta…
La primera escena de acción, la que presenta la competencia
de Hellboy y cómo se las gasta, es muy apreciable, recorriendo la ciudad y el
subterráneo, con un mundo filtrándose en el otro. Una persecución que se inicia
en un museo y nos lleva hasta el metro, con fugaces apariciones del antagonista
Rasputín (Karel Roden). Es la escena de acción más consistente, ya que no
incurre en las tonterías que apreciaremos en algunos momentos de las
posteriores. Hay cameo de Santiago Segura.
Es brillante el recurso metalingüístico en el que se
escenifica un flashback usando los poderes de Abe Sapiens (Doug Jones).
Posteriormente se utilizará algo parecido cuando Rasputín haga visualizar un
posible futuro a “Broom”.
También es brillante como está resulta la muerte de “Broom”,
aparte de su efectividad dramática, con la estatua de la muerte del demonio a
manos de un ángel en plano.
Es interesante desde el punto de vista de la trama, que
tanto Liz como Hellboy sean indispensables para los malos, justificando que los
atraigan y no los maten. Así cobra sentido la ambivalencia mencionada antes,
que alberga el propio protagonista, demonio y hombre...
Torpezas.
Los mayores defectos de la película, aparte de los
comentados al inicio (guión algo deslavazado, personajes poco desarrollados,
uso de tópicos y clichés…), están en ciertos aspectos de las escenas de acción,
que son numerosas. Defectos evidentes y absurdos, tonterías en sus
planteamientos y puesta en escena.
Un perfecto ejemplo de esto lo tenemos con el regreso de
Hellboy y los suyos al metro para ver posibles crías de monstruito. Ahí se
diversifica la acción, multiplicando escenarios y tramas: Abe Sapiens y su
aventura subacuática; el ninja nazi con el agente Clay (Corey Johnson) y Hellboy con los monstruos. Una escena que tiene momentos efectivos tanto en la acción
como en el drama (la muerte de Clay), pero que recurre a tonterías como el momento donde Hellboy acaba con un monstruito agarrando una caja que contiene un gato sin soltarla. Está bien que ame a los gatos, ¿pero por qué no la suelta?, ¿para
qué necesita hacerlo así mientras pelea con un monstruo que le ha dado un
meneo? Una tontería que como chulería está muy bien pero resulta ridícula.
Simpática la caracterización de Clay y su obsesión con el
pelo.
El otro ejemplo lo tenemos en el clímax, en el edificio de Moscú,
donde hay demasiadas estupideces. Ese edificio funciona como un mecanismo de
relojería, lo que nos lleva de nuevo a “Cronos”, pero algunos momentos de
puesta en escena resultan lamentablemente artificiosos: Ese péndulo destructivo
que unas veces se toma su tiempo para regresar y otras acelera; ese
Hellboy que se entretiene en mirar a dicho péndulo, como hipnotizado, como un
tonto, para terminar teniendo que esprintar desesperadamente; esa puerta
que en un plano está a punto de cerrarse pero a Hellboy le da tiempo a
ensimismarse, poner gestitos, soltar alguna gracia, caer casi al abismo y, por
último, cuando ya no hay más remedio, correr antes de que se cierre del todo, para
que descubramos que la puerta está a la misma altura que cuando la vimos antes
de que todo esto aconteciera. Porque resulta que a Hellboy le entran las prisas
al ver cerrarse la puerta y lanza a su compañero, Tom Manning (Jeffrey Tambor),
desde la distancia, y aunque él se entretiene con todo lo mencionado esperando
a que vuelva el péndulo, cuando llega la puerta sigue a la misma altura… Queda
muy cutre.
No terminan aquí las tonterías. Tras escapar del puente
derruido armando una escandalera tremebunda, llegan a otro pasadizo que da a una
habitación donde el ninja nazi escucha música clásica, es un tío cultivado y
sensible, que parece no haber oído absolutamente nada aunque parezca imposible, ensimismado, pero acto
seguido, cuando se acercan, el calvo Manning se hiere la mano y emite un
pequeño quejido, que alerta a nuestro villano, que repentinamente parece
recuperar el oído…
La posterior resolución sí funciona bien y además forja una
camaradería entre Manning y Hellboy, que no se llevaban muy bien. Salvarse la
vida une mucho.
Rasputín usará el chantaje emocional contra Hellboy (Ron Perlman) para que
asuma su condición de demonio, a la que renunciará a través de la cruz y el
recuerdo de su padre.
La resolución es clásica en Del Toro con esas vísceras de
monstruo de colores azules y aspecto gelatinoso. Es bello el momento de la reconciliación
de la pareja, con ese beso abrazados por el fuego que ella desprende, una chica
ardiente, aunque me deja perplejo que aunque Hellboy no se queme, debido a su
procedencia, su ropa tampoco lo haga… ¡Yo quiero un jersey así!
En definitiva, una película vibrante, efectiva, confiada y
segura de sí misma, que cumple con su cometido y parece adaptar con solidez y
respeto el cómic de Mike Mignola, “Hellboy”, que escribió para “Dark Horse Comic”. El autor además actúa
de productor ejecutivo. Una adaptación fiel aunque algo más cómica que el
cómic, que resulta más oscuro y macabro. Una película realizada con ganas y
cariño.
La película esta bien, pero la secuela es un coñazo de quedarte dormido viéndola.
ResponderEliminarYo no la recuerdo tan coñazo, pero tendré que revisarla, ya puestos...
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