Estamos ante una de las comedias románticas más conseguidas
y encantadoras de los últimos años, un género nada fácil porque las pautas de
su fórmula están muy definidas.
John Carney, ex bajista de la banda “The Frames”, se
descubre como un director de sensibilidad musical y vital exquisita. Si ya nos
enamoró con “Once” ahora lo consigue con este título que es su prima hermana. Amistad,
amor, humor y música en una fusión perfecta.
Naturalidad, frescura, autenticidad y sensibilidad son las
columnas vertebrales de esta sencilla película que cuenta la historia de un
desastrado productor musical independiente que tras perder su trabajo conoce a
una cantante amateur en plena crisis sentimental. Juntos deciden emprender un
proyecto que los redimirá.
El concepto esencial del cine de Carney hasta el momento me
fascina. Un tratamiento de las relaciones, su evolución, madurez y cambio
personal de una profundidad y sensibilidad excepcionales. Para Carney las
etapas de transición, traumáticas, de pausa, de dudas, de crisis, son las que
definen la vida, en las que se vive de verdad, donde se madura, se crece y se
evoluciona, donde más se siente. Ahí centra sus miras Carney, no le interesan
las etapas posteriores y anteriores, salvo a modo de referencia, ahí encuentra
el verdadero sentimiento, la autenticidad más exacerbada, la emoción
desgarrada, nuestras emociones más genuinas, nuestra verdadera esencia y
belleza, porque son momentos determinantes, a flor de piel, donde la vida es más
pura porque se renace de la basura en la que nos sumimos, donde volvemos a
valorar las cosas, a sentir la pureza, a ser inocentes de alguna manera. Todo
vuelve a ser nuevo al ir de lo oscuro a lo luminoso. Las épocas rutinarias,
acomodadas, tranquilas, equilibradas, donde damos todo por hecho, porque vamos
como programados, anestesian los sentimientos en muchas ocasiones.
Es por ello que centra sus narraciones en estas etapas de sus personajes, como ya apreciamos en su maravillosa “Once” (2006), en “Viviendo
al límite” (2001) o en “November afternoon” (1996).
Carney se descubre así como un cineasta reivindicador de las
transiciones porque son las etapas donde se vive y siente realmente y porque
ahí es donde nos transformamos y evolucionamos. ¿Qué mejor que la ciudad, la
soledad, el dolor de la ruptura y la música para recrear todo esto?
Y esto es la música, la gran metáfora que usa Carney, ya que
la música adquiere todo su sentido en la intimidad, en la reflexión, en la
soledad, en la evasión, tumbados en la cama y dejándonos llevar por las
melodías hacia nuestro interior, pasado o futuro. Es algo íntimo, aunque lo
compartamos. La música se sublima cuando nos lleva a desconectar de la rutina
vital y cuando se comparte nace la magia.
Esta etapa de tránsito viene también simbolizada por el
metro, lugar donde veremos a ambos personajes en alguna ocasión. En una boca de
metro se separarán Dan y Gretta tras su primer encuentro; veremos a los dos
viajando en él; el amigo de Gretta, Steve, tocará en la boca de un metro, allí
ella se derrumbará tras romper con Dave… Lugar simbólico de esa etapa de
transición que están pasando los personajes.
A través de la música y su relación, ambos personajes
lograrán liberarse de las cadenas rutinarias que los apresaban. Se conocerán a
sí mismos y con la simbólica música serán más libres.
Complementación.
Como ya pudimos ver en “Once”, Carney se centra en parejas
completamente complementarias, donde uno da al otro lo que le falta y lo que
necesita. Aquí, en “Begin again”, ocurre exactamente lo mismo. Él es productor,
ella es compositora e intérprete, ambos están heridos sentimental y
laboralmente, juntos se dan lo que el otro necesita para recomponerse de las
dos facetas.
Ella compone y toca, él produce, ella necesita un propósito,
él alguien que le haga sentirse importante de nuevo, ella tiene el talento y el
material, él la sabiduría para llevarlo adelante, los dos se sienten solos y
desamparados. Él sabe vender el producto, ella tiene ese producto… Dos personas
que se reconocen muy cercanas.
La química entre la pareja protagonista es perfecta, cuesta
recordar algo así en una comedia romántica moderna. Sus vaciles, sus bromas, su
sincera amistad que coquetea con algo más sin llegar nunca a consumarse. Una
insinuación romántica que sólo queda en eso, en algo intangible e invisible,
latente, efímero, vaporoso, pero sincero.
Su relación también pasará por distintas fases. Una vez el
proyecto se ha afianzado y la amistad va desarrollándose, Dan y Gretta darán un
paso más, se sincerarán y se echarán en cara sus lastres sentimentales y
psicológicos, nos descubrirán sus traumas y explicarán de donde vienen sus
baches y heridas. Esto sucede a la hora de película, el primer y único conflicto dramático, que será breve. La conclusión de esa escena es sencillamente
mágica, con ese abrazo que ella le da a él por la espalda, con la cámara de
Carney observándolo todo a discreta distancia. Un gesto entre dos personas
temerosas, engañadas, que esperan que algo o alguien los rescate y que se han encontrado.
La suya es una relación de intimidad sincera, de confesiones
románticas, de música vinculadora, de miedo por lo que está sucediendo… Aunque
no terminen juntos ambos recordarán esa relación eternamente, porque fue la que
les levantó, les cambió, les hizo renacer. Hilos musicales invisibles que los unirán para siempre. Una relación de amor/amistad digna de ser vista.
Sus miradas incontenibles cuando Dan se va con su familia
de la fiesta, dicen más que cualquier discurso. Un amor real e imposible, o
posible pero innecesario, una relación regeneradora, que aporta lo que debe
aportar aunque no desemboque en algo más. Es de un romanticismo tan ambiguo y
rico, tan intenso, que rinde al espectador.
La primera escena de la película, con la actuación de esa
tímida cantante que iremos conociendo y que interpreta Keira Knightley, será
mostrada tres veces desde distintos puntos de vista, dejando algunos de los
mejores momentos de la película. Allí veremos como su actuación seduce a Mark
Ruffalo, el único cliente de los presentes en el bar al que parece haber
gustado su canción. No sabemos si ese hombre es un perturbado, un aficionado
selecto de la música o un cazatalentos, pero aparece completamente entregado al
talento de la chica.
El retrato y dibujo de los personajes es perfecto. Primero
nos centramos en Dan (Mark Ruffalo), un desastrado productor musical de vida
desordenada, levantándose para volverse a dormir, aseado de aquella manera (sensacional el detalle de las negras plantas de los pies), poco puntual y
organizado, algo alcohólico, algo torpe, divorciado y un padre “regulero” de
una adolescente… Su anacrónico coche es otro rasgo diferencial del personaje.
En este inicio tenemos planos discontinuos, es decir, que se
usa un montaje que pega pequeños cortes en una misma acción para agilizarla,
algo que viene de la Nouvelle Vague, por ejemplo la salida de su casa de Dan,
que además transmite naturalidad con la caída del móvil. Intentará cazar algún
talento en el radiocasete de su coche mientras va camino del trabajo… Volveremos
a ver el uso de este tipo de montaje en las divagaciones etílicas y creadoras
de Gretta junto a su amigo Steve, por ejemplo.
“Esto es algo, esto está bien… ¡hasta que has empezado a
cantar!”
A Ruffalo le han adjudicado en esta película al doblador de
Brad Pitt (Daniel García), lo cual le rejuvenece algo…
Dan es fundador de una compañía indie de música, pero la
evolución parece dejarle fuera, por lo que se marchará amagando con hacer un
Jerry Maguire. Su despido, su soledad, su situación familiar, harán tocar fondo
a Dan. Llorará para desahogarse y beberá para coger fuerzas e intentar
suicidarse… Es en ese momento, en el último instante, donde la música lo
salvará. Es divertida la broma con los folletos religiosos que le dan en el
metro al verle en esa situación.
Gretta (Keira Knightley) es una compositora indie sin visión del espectáculo,
también en crisis sentimental al haber roto con su pareja, también músico. Es
idealista, no le interesa la vertiente de espectáculo que tiene la música, su
amor por ella es íntimo, sincero, auténtico. De hecho su primera conversación
con Dan versará sobre estas cuestiones: la autenticidad y sinceridad del
producto reivindicadas por ella, contra la visión de conjunto de él, que incluye lo superfluo, lo aparente. El conflicto entre dignidad e independencia
artística con el aspecto o ambición comercial. Dan explica que para que algo
auténtico llegue hay que saber vestirlo y venderlo, embellecerlo, la
importancia del gancho comercial para llegar al mayor número de personas y
luego dejar que “la música haga de verdad su trabajo”; mientras que ella sólo
valora la esencia, que sin el impulso adecuado está destinada a perderse en el
olvido o, mejor dicho, en la ignorancia y desconocimiento ajeno. Bob Dylan,
Norah Jones, The Cardigans, Debra Harry, Carol King, Randy Newman… saldrán en
dicha conversación. Especialmente divertidas son las reflexiones de Dan sobre
la estudiada imagen de Dylan. Posteriormente habrá otras referencias musicales,
como Leonard Cohen.
Todo esto crea ese vínculo que vimos poco antes y que se
mantendrá firme durante toda la película, ya que son dos personas que se
complementan a la perfección.
Todas las conversaciones son visceralmente sinceras, pero
nunca desagradables ni duras ni bruscas. Esa sinceridad y autenticidad es una de
las claves del triunfo artístico de esta cinta. Así ambos personajes se
sincerarán en esa primera conversación, pero será algo que también veremos en
momentos posteriores y con todos los personajes. Dan le contará, abriéndose en
canal, su situación sin escatimar detalle ni edulcorar nada, lo que ganará a
Gretta. Allí también dará a conocer su atractivo currículum musical a la chica.
Ambos ven en el otro al complemento perfecto, un clavo
ardiendo vital al que agarrarse. Ella puede volver a situarle en su trabajo. Él
puede darle una carrera. Ambos ayudarán al otro a redimirse y hacer que se
sienta útil de nuevo.
Ella quiere huir de Nueva York, siente que no tiene nada que
hacer allí tras su ruptura sentimental.
Por tres veces llegaremos al momento esencial de la
actuación de Gretta en el bar. ¿Por qué tanto hincapié en esa escena? Pues
porque es el momento determinante en la vida de esos dos personajes, el inicio
de la superación de ese momento de crisis, de transición, de pausa, el inicio
de la recuperación de esas etapas que tanto interesan a Carney, como comenté al principio. En esa escena se conocerán los dos protagonistas, se producirá la
proposición de trabajo y proyecto, se salvará Dan cuando lo veía todo perdido a
través de la música y ella se sentirá valorada de nuevo.
La primera será con la escena inicial, cuando veamos la
actuación acústica de Gretta. La segunda será desde el punto de vista de Dan,
cuando llegue allí en el momento más dramático de su depresión y descubra ese
talento en ciernes, descubriéndonos a nosotros también el suyo, añadiendo
arreglos en su cabeza, en un momento mágico. La última cuando conocemos las
circunstancias de la ruptura, ese pasado que creó la crisis en Gretta, y
entendemos su dolor. Steve la llevará allí para intentar animarla un poco.
Qué chulo!
ResponderEliminarAunq es extraño q haga dos veces la misma peli…
Esa relación d amistad es digna de ser vista y vivida!!!
Paralelismos…
Esperando las siguientes!!
Gracias!!!
Bss,
Es casi un remake, pero tiene sus diferencias. La cosa es que las tesis son las mismas jajaja.
EliminarGracias a ti, Reina. Besos.