Magnífica joya del gran Edgar Neville, uno de los grandes de
nuestro cine, también menospreciado e infravalorado por nosotros, para ser
fieles a nuestra tradición, que es sin duda, a parte de un extraordinario
director, uno de los mejores retratistas de Madrid y de la época que le tocó
vivir.
Esta película que nos ocupa, única en su género, la
podríamos definir como casticismo expresionista madrileño. Ahí queda eso.
Aquí nos entrega una extraña, sugerente y tremendamente divertida película que mezcla mitología, fantasía, ciudades subterráneas, venganzas de ultratumba, asociaciones mafiosas, delictivas y asesinas de jorobados, fantasmas, aventura detectivesca… en 80 minutos. Una película insólita y sorprendente para deleite de todo cinéfilo.
Neville adapta la novela de Emilio Carrere y Jesús de Aragón
y Soldado, “El Julio Verne español”, de forma fresca, divertida y manejando a
la perfección los variados tonos que en la película se suceden, desde la
comedia al suspense detectivesco llegando a momentos de terror gótico incluso.
Una película con dos fases bien diferenciadas, la primera de ellas, rica en
elementos cómicos, con la fase detectivesca y fantástica, donde el protagonista
descubrirá una ciudad subterránea creada por los judíos para ocultarse. La
segunda es la que tiene lugar en dicha ciudad comandada por un grupo de
pérfidos jorobados, al menos algunos, y donde la historia se vuelve oscura y
lindante con el terror gótico y el thriller.
El fantasma del doctor Robinson de Mantua (Félix de Pomés)
contacta con un joven ingenuo y apurado de dinero para que le ayude a descubrir
a sus asesinos y proteja a su sobrina.
Durante los títulos de crédito se marca una sensacional
atmósfera fantasmagórica y surrealista con la niebla, la noche, misteriosos
paseos por los callejones madrileños y jorobados violinistas que se ponen a
tocar ante nadie…
Neville retrata el Madrid castizo en esta primera parte, sus
calles, sus vecinos, sus bares… Un Madrid poco glamouroso. En uno de esos
garitos se nos presentará a buena parte de los personajes importantes de la
película, la “Bella Medusa” (Manolita Morán), artista de variedades que nos
cantará canciones castizas madrileñas ambientadas en Chamberí sobre
supersticiosas a las que poner un piso con piano y ascensor; el inocente
Basilio (Antonio Casal), que será nuestro protagonista; varios de los jorobados
y el propio espectro del doctor Mantua… Un gran retrato de época con sombreros
de copa.
El retrato del casticismo es sutil, por ejemplo en los
porteros del edificio donde vive Inés, la sobrina del doctor Robinson de
Mantua, sus cotilleos y chismorreos ocasionales.
La cara de pánfilo del pobre Basilio, protagonista de
nuestra historia, absolutamente embelesado con la estrafalaria coreografía de
esa gran artista que es la “Bella Medusa”, describe al personaje sin necesidad
de líneas de guión. Un personaje manejable, débil, poco decidido, apurado
económicamente, dominado, que vivirá una aventura que la hará un hombre y le
cambiará de forma sutil. Ver a este pobre desgraciado intentando conseguir
dinero a la ruleta para poder pagar una cena junto a su novia, la “Bella
Medusa”, y su madre, eterna carabina de eterno apetito, deja momentos impagables
de comedia. La cena a la que invita a las dos mujeres es francamente divertida.
Antonio Casal está estupendo en la piel de Basilio, ese
personaje ingenuo, inocente, educado, formal, pánfilo, cándido, sin maldad, que
resulta francamente amoroso. Su comicidad es excepcional, humorísticamente es
un triunfo de la cinta. Un personaje tan entrañable como lastimoso.
Los espejos serán el vínculo con el más allá, el doctor Mantua
se manifestará y aparecerá ante Basilio a través de ellos. El primero que
veremos será en el bar-casino, un espejo gigantesco de cuerpo entero donde el
espectro se personificará y observará a Basilio, al que ayudará a conseguir una
importante suma de dinero. Un efectivo trato, dinero a cambio de ayuda.
Habrá en la ciudad subterránea uno deformante para ocultar
la joroba del doctor Sabatino (Guillermo Marín), es posible que en planos
posteriores sí se vea la joroba, pero es lo de menos. Un interesante detalle
que también parece impedir la entrada al espíritu de Mantua en esa zona.
Al primero que veremos cruzar ante el gran espejo del bar-casino será,
precisamente, a Basilio, perfecta escenificación de que está cruzando a otro
mundo, que estará en contacto con él, y que se encamina hacia una íntima
aventura de madurez y descubrimiento.
La superstición estará presente en este inicio para acabar
convertida en un ridículo sueño. A la canción que cantó la “Bella Medusa” se
suman los gestos supersticiosos de Basilio, especialmente para jugar a la
ruleta. Se lamentará por ver un gato negro, pasará sus fichas por la joroba de
uno de los jorobados, un colmillo como talismán…
Todo en clave de comedia, con personajes oscuros que ahora
son tratados de forma cómica para ir tornando en la segunda parte de la
película, los jorobados, por ejemplo.
Tras perderlo casi todo con sus habituales manías
supersticiosas, la aparición de Mantua le enriquecerá. Es de reseñar que la
figura de Félix de Pomés, que interpreta a Robinson de Mantua, un doctor
tuerto, es imponente. Tuerto, sinónimo de mala suerte que viene a contradecir
de nuevo todas las creencias del bueno de Basilio.
Hay un exceso de subrayados para recalcar el hecho de que al
doctor Mantua sólo puede verlo Basilio, con bastante menos queda claro, pero se
reiteran comentarios y se añaden personajes para insistir en este aspecto.
Con el pacto con Mantua retomaremos los paseos neblinosos
del inicio en los títulos de crédito, donde fusionaremos las dos claves de la
cinta, el tenebrismo mágico e inquietante con la comedia. Mantua comentará con
asombrosa naturalidad que está muerto, su naturaleza fantasmal, primero al
despedirse en esta secuencia y luego al visitar a Basilio en su habitación en la escena
más hilarante de la película, pero nuestro protagonista parece no darse por
enterado, reaccionando como si nada… Es tronchante.
-Robinson de Mantua: No se asuste, es una vieja herida, la
que causó mi muerte.
Neville introduce los elementos fantásticos o intrigantes
con una naturalidad tan sorprendente y sencilla como desconcertante. Así, aparte
de las apariciones de Mantua, dedicará su tiempo a los jorobados, que van
apareciendo ocasionalmente para puntualizar escenas, extraños y risueños
observadores de nuestro protagonista.
El otro gran personaje de la historia es la sobrina del
doctor Mantua, Inés, encarnada por Isabel de Pomés, hija de Félix de Pomés, que
como he comentado interpreta al propio doctor Robinson de Mantua. Todo queda en
familia.
La escena donde Basilio acepta la misión de proteger a Inés
y descubrir a los asesinos de su tío es la más divertida e hilarante de la
película. El momento donde aparece el espectro de Napoleón, al que citaron en
otro piso, en el cuarto de Basilio, siempre a través de un espejo, es
tronchante, especialmente por el desconcierto de nuestro protagonista, que
hasta el final no parece asumir lo que ha ocurrido. Sensacional escena.
Es verdad que “La torre de los siete jorobados” tiene
limitaciones y ciertos defectos, desde los excesos de subrayados innecesarios,
nada raros en la época, a cuestiones técnicas de dirección, como en el
montaje, desastrado a veces, el sonido, la fotografía, que en ocasiones oculta
los rostros en exceso sin motivo, o algunas interpretaciones, limitadas, así
como un apresurado final que ya comentaré, pero nada logra enturbiar en lo más
mínimo el encanto de una propuesta excepcional, sobre todo en nuestro cine.
En este sentido hay ciertas fisuras dramáticas en la
relación entre Basilio e Inés, que hará olvidar a la “Bella Medusa”,
evidentemente, porque la repentina confianza de esa chica con la historia que
trae el atolondrado muchacho resulta poco creíble. Más allá de una leve queja
desconcertada es pura amabilidad, comprensión y disposición. Basilio además es
mal mentiroso, fingirá ser un gran aficionado a la arqueología, como Indiana
Jones, vamos. Una pista encontrada en el estudio del profesor iniciará la
investigación de Basilio. Un jeroglífico.
También hay defectos en la puesta en escena, que resulta
forzada o artificiosa en algunos momentos. Un ejemplo, el experto en
jeroglíficos, que para resolver el que le presenta Basilio tiene, precisamente,
al lado el libro adecuado que le hace falta para tal labor…
“Esta noche en la torre de los siete jorobados”.
Hay un poco o un mucho de kafkiano en “La torre de los siete
jorobados”, algo que se hace muy patente en la escena en el archivo donde
Basilio va a entrevistarse con un experto en jeroglíficos, donde el casticismo
y el caos burocrático lucen en todo su esplendor con esas gentes que discuten
sin parar sin que entendamos nada y con la asistencia perpleja del protagonista y
de nosotros mismos.
Robinson de Mantua murió a la vez que su socio, don
Zacarías, desaparecía misteriosamente.
A partir de aquí el relato se convierte en trama
detectivesca pura y dura, con pistas, investigaciones, registros y
descubrimientos para nuestro deleite. Unos jorobados hipnotizadores, el robo de
unos documentos y Basilio siguiendo el rastro hasta la Plaza de la Paja y la Calle de la Morería, castizos emplazamientos de la capital, donde encontrará el
mismo jeroglífico pintado en una pared, una misteriosa y abandonada casa. Es
aquí donde, por primera vez, uno de los jorobados nos resulta especialmente
inquietante, es el inquisitivo doctor Sabatino, que descubriremos como líder de
la banda de jorobados.
Narrativamente la aparición del jefe de policía sobra, no
aporta nada, aunque su desaparición resulta un gran momento, tan sólo es útil
para informar de un caso sobre tráfico de billetes falsos que descubriremos
también relacionado con la banda de jorobados… Una arista en la trama que
podría haberse ahorrado tranquilamente.
Nada explica la tardanza de Basilio en acudir a su cita con
Inés, sólo le vemos ir a la Plaza de la Paja, que no está lejos de la casa de
la muchacha… Esa tardanza posibilita el secuestro de la sobrina de Mantua, por
lo que resulta un truco de guión poco elaborado.
El expresionismo comienza a hacerse con las riendas. Las
sombras, la noche, la escena de la hipnosis a Inés para raptarla, el robo, la
investigación de Basilio junto al agente de policía… Una atmósfera estilo
“Nosferatu” (F. W. Murnau, 1922) sobrevolándolo todo. En este momento, en plena
y sugerente noche, descubriremos el sentido del jorobado violinista que nos
extraño en los títulos de crédito, una contraseña para acceder a la abandonada
casa donde Basilio encontró pintado el jeroglífico. Su desaparición e imperiosa
necesidad de encontrarle aumenta el interés de la película en esta segunda
parte, dando inicio a una sucesión de descubrimientos apasionantes.
Esta parte es casi hipnótica, sin palabras, sugerente y
sugestiva, sensacional a nivel visual y de atmósfera, como entrar en un mundo
de fantasía, quizá el de “Blancanieves y los 7 jorobados”… Una perversión a los
cuentos.
Aquí encontraremos a Zacarías (Antonio Riquelme), el socio y amigo del doctor
Robinson de Mantua, un tanto loco, desorientado, cantando canciones infantiles,
de nuevo el cuento a la cabeza, y obsesionado con su trabajo. Un inocente
confesor. Del mismo modo el jorobado Sabatino mostrará toda su maldad detrás de
las buenas maneras. Su interpretación en el cambio de rostro es muy
expresionista también. Él dará una tercera versión a la muerte de Mantua, para
sospechas de nuestro ingenuo detective, Basilio.
“Freaks” (Tod Browning, 1932), con la monstruosidad y la
deformidad ligándose a la maldad, la atmósfera gótica de "Drácula" (1931) con su Igor y
la chica reducida a su voluntad, es decir, el terror muy en la línea de Tod Browning es fácil
que también venga a la cabeza. La estética en las catacumbas, además de
expresionista, será tenebrista y truculenta, con esqueletos presidiendo algunas
estancias.
Lejos de ser siete, vemos salir jorobados por todas partes,
a cascoporro, con un líder maquiavélico, Sabatino, pero una sociedad que
Neville presenta alejada del maniqueísmo, con jorobados bondadosos o positivos,
como el desventurado Malato, que perecerá por hablar de más, como el detective que
acompañó a Basilio hasta allí.
El intento de asesinato de la hipnotizada Inés a nuestro
protagonista y la persecución por las catacumbas a ambos, dispara la acción y
el suspense en la parte final. Grandes escenas y soberbios decorados.
El final es uno de los mayores defectos del film. La buscada
ambigüedad entre la ensoñación pesadillesca y la realidad no funciona por la
cantidad de cabos sueltos y una conclusión apresurada, donde los jorobados
lograrán ocultar la ciudad secreta y Basilio, al menos, parece quedarse con la
chica, con Inés. Nadie creerá su versión, incluso Inés manifestará sus
recuerdos, producto de la hipnosis, como una ensoñación, pero nuestro
protagonista tiene fácil demostrar su aventura o hacerla creíble. ¿Por qué
nadie se acuerda del agente desaparecido que acompañó a Basilio? ¿Por qué no
pregunta al ama de llaves para que confirme su versión, ya que como él vio
que Inés había desaparecido?
Un clásico de nuestro cine, perfecta definición de película
de culto, que aunque con algún defectillo sin importancia y ante los que hay
que ser indulgente, satisfará a todos los grandes cinéfilos, especialmente los
que gusten de nuestros clásicos. Final con lagunas, pero gratamente inconcluso.
Una pequeña joya. Puro encanto. Recomendada.
La joya q prometiste!!\
ResponderEliminarDesconocía totalmente la peli, pero me parece muy interesante, gracias a tu detalladídsimo comentario.\
Tienen un no sé qué estas pelis en B/N y m encanta ver cómo en nuestro cine hay historia y cintas honrosas y destacable!!\
Muchas gracias por tu trabajo, y por la atención a las imágenes, marca de la casa.\
Muy entretenida la lectura. A mi saco de pendientes. Gracias de nuevo!!\
Bss
Muchísimas gracias Reina, es muy interesante. Una joya sorprendentes. No te la pierdas.
EliminarUn beso.