Es curioso que siendo una película eminentemente musical,
Chazelle haga tanto hincapié en la mirada. Andrew será un observador nato, es
silencioso, del mismo modo que Fletcher a su manera, son grandes observadores y
el director lo resalta de manera continua. De alguna forma vincula el arte de
la observación al musical, donde lo uno acaba filtrado y expresado en lo otro.
Lo que observamos, lo que vemos y lo que eso nos hace sentir, acaba expresado
musicalmente, el arte del oído. “Whiplash” se descubre como una película
especialmente sensitiva, de miradas que se hablan sin necesidad de verbalizar
nada, como la música, como el Jazz.
-Así tenemos un extraño plano bastante significativo, ese
inserto en el que Andrew observa atentamente a una pareja antes de empezar la
clase, él pasando suavemente sus dedos por la oreja de ella apartándole el
pelo. Así se sugiere ese anhelo de Andrew, que está atraído por la chica del
cine pero no se atreve a decirle nada, algo que cambiará en esa misma escena
cuando Fletcher le reclute, y que la caricia sea en el oído, sentido importante
para el disfrute de la música, aunque genios como Beethoven demostrarán que no
imprescindible, resalta el vínculo mencionado.
-Andrew es aficionado al cine, arte eminentemente visual, le
veremos viendo películas en varias ocasiones con su padre. "Muriel" (1963) de Alain Resnais, es una referencia en cita a la relación de Andrew con Nicole. Es solitario,
observará la diversión de sus vecinos con cierta timidez antes de recluirse en
su casa; es un obseso de su pasión, la batería, y aprenderá de todo luchando
por superarse, por ejemplo mirando cómo toca su compañero de clase… Siempre
mirando.
-El segundo encuentro entre Andrew y Fletcher será,
precisamente, visual, nuestro protagonista siguiendo instintivamente su destino
y pasión, espiando la clase que da Fletcher, que también parece intuir ese
destino y lo descubrirá en su secreto vigilar. Chazelle hará especial énfasis
en esa idea con planos cortos de los ojos de Andrew, absorbiendo música
visualmente.
-Hay momentos que me fascinan especialmente, que siempre me
han fascinado de los músicos. Un ejemplo, ver a Fletcher “escuchar” música
simplemente leyendo la partitura, sin que nadie la ejecute. De nuevo la mirada
vinculándose con el arte musical.
-A través de los ojos de Andrew, casi siempre es a través de
los suyos, desde su punto de vista, veremos el lado más humano de Fletcher,
bromeando con un amigo y su hija pequeña. No es ser mal pensado si vemos en ese
hecho otra artimaña para embaucar y confiar a Andrew.
-En la escena de la pizzería entre Andrew y Nicole (Melissa Benoist), las
miradas y los silencios serán especialmente significativas también.
-Por supuesto la banda sonora y la música es extraordinaria,
vibrarás te guste o no el Jazz, sólo por el clímax ya merece la pena toda la
película, un clímax tan sencillo como espectacular. El mundo del Jazz y su
libertad que llega a través de los oídos y también la mirada, con menciones y
fotos a grandes del género, como Buddy Rich, uno de los músicos más mencionados
en la película al ser uno de los baterías más virtuosos y rápidos de la historia.
Joe Jones, Charlie Parker, el citado Buddy Rich, las
baterías Ludwig, Louis Armstrong…
“Si no tienes habilidad el viento te llevará a tocar en una
banda de Rock”.
-La escena del día donde Andrew fracasa en un concurso por
tener un accidente sugiere casi la recreación del Jazz en la vida, el Jazz
vital, la orgía del caos apoderándose de todo y dirigiendo a nuestro
protagonista hacia un destino imprevisible.
-Otra mirada significativa al final, la feliz y contenta al
ver aparecer a su padre para verle en el concierto que le llevará a la gloria.
-En el clímax habrá otras miradas imprescindibles, la del
admirado padre a su hijo cuando ejecuta el portentoso solo y la de Andrew y
Fletcher que cierra la película, sellando una relación tan ambivalente como
satisfactoria. La genialidad.
Antológico clímax.
Un fundido a negro dará paso al tercio final, la
resurrección. Descubrimos a Andrew trabajando en un restaurante de comida
rápida, intentando recomponer una vida lejos de su sueño, retomando su rutina,
viendo películas con palomitas junto a su padre en su apartamento, incluso
volverá la inseguridad cuando pretenda contactar de nuevo con Nicole, algo que
tras mucho pensarlo hace para recibir otro jarro de agua fría, una esperanza
truncada porque ella tiene nuevo novio…
Abriendo la puerta a la batería de nuevo. El primer plano
sostenido sobre Andrew tras su decepción amorosa con Nicole es magnífico, otro
gran momento de Miles Teller, que se lo juega todo a una carta. Su decepción
contrastando con su determinación musical.
En el clímax hay cierto truco, Andrew podría preguntar cuál
va a ser el repertorio a cualquiera de los allí presentes y percatarse de la
última jugarreta de Fletcher, pero se perdería dramatismo, evidentemente.
Seguiremos una vez más la nuca de Andrew que nos llevará de las sombras a la
luz. Puede resultar extraño que no veamos un batería suplente con la que Fletcher tenía preparada, pero quizá no se muestre sin más, no siendo reseñable a nivel narrativo.
Fletcher (J. K. Simmons) cambiará el repertorio e incluirá una canción que
Andrew no conoce, machacando sin compasión y a pesar de que el resultado del
conjunto sea mediocre. La sensación de fracaso será absoluta, pero su
recomposición, gracias al discurso anterior de Fletcher, será rauda, porque
Andrew toma nota de absolutamente todo. Llega a ser insoportable el sufrimiento
de Andrew tocando a ciegas.
El montaje en el clímax es excelso, así como la dirección y
los movimientos de cámara. Soberbio es el travelling que nos muestra a toda la
banda en funcionamiento, maravilloso es el montaje en todas las actuaciones y
las transiciones, fluido cuando toca, en las partes más melódicas con
travellings y panorámicas, recurriendo al montaje sincopado en los arranques
rítmicos y a los barridos en los duelos y desafíos instrumentales e incluso
psicológicos… Panorámicas por la batería siguiendo el frenético ritmo del
virtuoso Andrew, de los platos a la caja, de la caja al bombo, del bombo al
Charlie, ese Charlie que define tan bien el sonido del Jazz…
Una orgía musical, Caravan, el caos del Jazz, su libertad
excelsa y precisa, sexo instrumental que se reduce a un sencillo golpe de
baqueta para subir de nuevo hasta el orgasmo… Si no te levantas y emociones con
esa actuación final es que jamás has tenido sensibilidad musical. Ese éxtasis que se reduce a un simple golpe de baqueta para volver a subir, es el símbolo perfecto del transitar vital que hemos visto a Andrew en la película, su muerte y resurrección.
Una sonrisa sellando un vínculo, el duro vínculo de la
genialidad. Un nuevo Charlie Parker. El reconocimiento al talento. Del intento
de acabar con la carrera de Andrew a la complicidad máxima en comunión perfecta
de ambos personajes elevándose al firmamento musical, la paulatina conversión
hacia un mismo fin. Fascinante es el detalle de que se omita la ovación y reacción del público, es lo de menos, ha alcanzado la gloria y ambos personajes lo saben, no hace falta más, se han ganado el uno al otro.
Hay cierta concepción religiosa, él dispuesto a morir por
trascender, hay una especie de muerte simbólica y una pasión, el día del
accidente, donde llega a la batería hecho un Cristo… Allí morirá y acto seguido
resucitará para llegar al cielo de la música. Fletcher tiene reminiscencias
demoniacas, como el citado vestuario siempre de negro, es la tentación, un
Mefistófeles despiadado. De hecho, el Jazz siempre ha sido considerada la
música del infierno, y eso es lo que deberá pasar nuestro protagonista para
llegar al paraíso.
Algunos han querido comparar la cinta con otras de militares
chusqueros estilo “La chaqueta metálica” (Stanley Kubrick, 1987) u
“Oficial y caballero” (Taylor Hackford,
1982), pero resulta una comparativa bastante desafortunada porque ni la
densidad y profundidad de las cuestiones, ni la complejidad de los personajes ni las intenciones y
esencia tienen nada que ver. Vuelve a ser resultado de quedarse con ciertos
aspectos formales, en este caso el profesor tiránico o rudo, perdiéndose
los infinitos matices que aquí he intentado desarrollar. Lo que sí hay son algunos homenajes a "Austin Powers 2" (Jay Roach, 1999) o "Le llaman Bodhi" (Kathryn Bigelow, 1991).
La música, por supuesto, es extraordinaria, más allá de los
valores resaltados de guión, dirección, montaje e interpretaciones, un lujo
para los melómanos. Las bandas de Justin Hurwitz y Tim Simonec.
Estamos ante una joya, la mejor cinta del año, que
trasciende lo musical y que te hará vibrar si te gusta la música,
independientemente de que lo haga el Jazz. Las interpretaciones y el montaje son
dignos de todo galardón, lo mejor del film, así como su exposición de ideas y
valentía conceptual, radicalmente trasgresora. Hay mucho de Ayn Rand y "El manantial" en estos personajes. Y en realidad soy injusto,
porque el conjunto es excepcional de cabo a rabo. Recomendada no, recomendadísima.
Gran explosión final.
ResponderEliminarQ intenso ha sido todo. Orgánico casi.
Buscaré esa peli. La veré. La sentiré.
Y me acordaré de ti.
Muchas gracias. Gran trabajo. Lo son todos, y lo digo a menudo, pero ha habido dos o tres q se me han clavado hondo. Este es uno d ellos.
Bravo.
Besos.
Tanto te ha gustado este? Tenía muchas ganas y mucho interés en que quedara bien, porque las ideas que expone la película me encantan y las comparto. Muchas gracias a ti.
EliminarBesos.
Excelente crítica.Completamente de acuerdo en que era la mejor película nominada.
ResponderEliminarLa interpretación de J.K.Simmons es soberbia
Cuando empecé a leer la primera parte de tu crítica pensé en Ayn Rand,concretamente en su libro "La virtud del egoismo",me ha sorprendido ( gratamente) que al final la mencionaras.
Enhorabuena por lo que haces.
Muchísimas gracias Alf. Tenía que mencionarla, era obligado jejeje. Gracias por concretar en el libro, magnífico por otra parte, de Ayn Rand y me alegra especialmente que alguien que la conoce valore así esta pequeña joya.
EliminarUn abrazo y gracias de nuevo.
Hola Mister,
ResponderEliminarAyer cumplí mi promesa y vi Whiplash. Cuanta razón llevabas. Lo mejor de los últimos oscars, sin duda.
Como buen fan de la música (y novicio en el gusto por el jazz) esta peli me llega desde el principio, porque si bien la orgía final es fantástica, yo me quedo con la introducción. Me encanta como se plantea la película, desde el cine mudo, hay pocas películas que necesiten de menos dialogo para mostrarnos a los personajes. Con cuatro frases ya conoces el carácter de profesor y alumno, todo se logra con un fantástico montaje de planos y contraplanos. Miradas y gestos. Espectacular.
Es la peli que todo mourinhista querría ver, nos trae tantos recuerdos y podemos hacer tantos paralelismos...
Como siempre, un placer leer la crítica, me ayuda a hurgar más y en casos como este, a disfrutar más aun si cabe.
Un abrazo.
PS.- Una curiosidad, me has hecho 2 recomendaciones, Nebraska y Whiplash. La primera, la vi el dia del padre y Whiplash en Viernes Santo, un día, también, mas que adecuado por aquello de la pasión, muerte y resurrección. Quedo intrigado como será la próxima...
Sííííííí! Qué bien descrito. Efectivamente, el inicio es impecable, como se van construyendo las personalidades y como va evolucionando la del chico. Mourinhismo puro. Muchas gracias por tus palabras. El tema de los sentidos, esas miradas y gestos, me fascina en una película tan auditiva.
EliminarRecuerdo tu comentario sobre NEBRASKA, lo recuerdo porque me emocionó. Espero que la siguiente esté a la altura!
Sin duda esta película se merece todos los reconocimientos que tiene J.K Simmons, hace erizar la piel de cualquiera con la pasión que interpreta a su personaje, sin duda Whiplash es una película que vale la pena ver.
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