Las alturas son uno de los aspectos más sugerentes de la
película, vinculados a Riggan y a Sam, padre e hija. Si bien Riggan debe su éxito
y celebridad a un papel de “Hombre Pájaro” y le veremos volar por toda la
ciudad en una espectacular escena, Sam se evade del mundo sentándose
temerariamente y sin vértigo en la cornisa de una azotea, donde mantendrá
conversaciones seductoras con Mike.
El mismo final tendrá otro vuelo, fuera de campo para
nosotros, pero visto a través de los ojos de Sam, como metáfora final. Dos
personajes que ansían libertad, que la encuentran en las alturas, en el aire,
en el vuelo, aunque sea alegórico.
“Birdman” sugiere una idea francamente interesante que se
confirma en cierta medida al final. Es la idea de esa búsqueda de relevancia
social en la actualidad, el éxito, llamar la atención, fingiendo ser quienes no
somos, detrás de un avatar, con un disfraz social de comportamiento que es
falso, actuando… pero esa relevancia se logra siendo nosotros sin más,
desnudos, auténticos, aunque sea a menor escala, o no, una relevancia que no
tiene por qué ser social, que puede ser meramente personal, familiar, pero
verdadera. Riggan es Birdman, pero quiere ser otra persona, es decir, lucha por
acabar siendo él mismo, aunque no lo sabe.
“Sólo quería ser como tú querías, ahora paso cada puto
minuto suplicando ser otro, alguien que no soy. Cualquiera…”
Hay muchas referencias cinéfilas en la propuesta de
Iñárritu, desde “Toro salvaje” (Martin Scorsese, 1980), pasando por “Cisne negro” (Darren Aronofsky, 2010), “Noche de estreno” (John Cassavetes, 1977),
“Doble vida” (George Cukor, 1947), “La sombra del actor” (Peter Yates, 1983),
“¡Qué ruina de función!" (Peter Bogdanovich, 1992) en otras muchas que podrían
mencionarse por similitudes en su planteamiento, por ejemplo con el uso del
plano secuencia…
El final.
Muchos han quedado perplejos con el final de “Birdman”, ese
vuelo final que algunos no han comprendido o les ha extrañado. Quizá se deba a la
falta de costumbre de ver recursos alegóricos, simbólicos o metafóricos en el cine
más convencional, es clásica la incomodidad que provocan los llamados “finales
abiertos” o “que hay que interpretar”. Este no tiene mucho misterio, no es un
final abierto, si acaso requiere explicar la alegoría o el simbolismo que
pretende para definir una idea.
Un final que comienza con el estreno de la obra, donde
Riggan vuelve a derribar los muros que separan la “realidad” de la ficción, la
vida del arte, convirtiendo en intento de suicidio real el suicidio ficticio de
la obra, pegándose un tiro en escena con una pistola real, pero acertando en la
nariz y no en la cabeza… Los nervios… el subconsciente... o quizá acertando de lleno donde
pretendía…
Allí dirá: “No existo. Ni siquiera estoy aquí”. Evolución de la frase antes reseñada en rojo. Es la caída
al abismo, donde el conflicto interior de Riggan llega al límite, sin saber qué
es, qué lograr, acomplejado por la crítica pero sacando toda la autenticidad
que lleva dentro, haciendo una interpretación memorable, real, tanto que quizá
no sea ni interpretación… Su intento de suicidio es una consecuencia lógica,
debe desaparecer para renacer. Así, en esta historia de egos, complejos y
redenciones, inseguridades y frustraciones, de descubrimientos y superaciones,
de tormentosos procesos creativos y seres alados, nos encontramos con Ícaro y
Fénix dando la mano a ese Birdman que se hace carne.
Es por ello que el vuelo final, que pensamos suicidio al
principio, pero que la feliz, tranquilizada y sonriente mirada de su hija Sam
lo desmiente, no es otra cosa que una alegoría, metáfora, símbolo… de su redención,
de su renacimiento, el ave Fénix que alcanza la trascendencia, convertido en
superhéroe, que quizá signifique acabar siendo quienes somos o aspiramos a ser en
buen lid. Ese vuelo simplemente escenifica esa idea, que Riggan ha dejado atrás
los complejos, el encasillamiento y la tentación que le impulsaba al
conformismo o la mediocridad, del cual es difícil salir, que alcanzó el
reconocimiento que buscaba, liberándose, redimiéndose y acercándose a los suyos
por fin. Un acto de acercamiento que con respecto a Sam queda también
simbolizado por la cuenta de twitter que le abre. Las lilas que le entrega
también simbolizan esa idea de renacimiento, una flor que significa humildad e
inocencia.
Es intrascendente que Riggan tuviera o no poderes, que se
piense una cosa u otra no altera la esencia de la idea.
“¿Y qué? Ya tiene una nueva. Y si no le gusta le ponemos
otra. Traemos al médico de Meg Ryan. ¡Lo que sea!”
Los mayores defectos de “Birdman” radican en que no logra la profundidad que pretende desde los tópicos y clichés que utiliza en demasía, pero sí cree tenerla, con lo que acaba dando cierta sensación de pretenciosidad o prepotencia intelectual. Tópicos como la estrella que quiere ser valorada como actor; la tortura del proceso creativo del actor o de una obra; el actor petulante de prestigio; el egocentrismo artístico; las críticas a la crítica que libera frustraciones artísticas; el conflicto entre prestigio y popularidad… Muchos clichés a los que se debería haber sacado más partido y examinado desde más puntos de vista para darles más enjundia, ya que reiteran ideas muy manidas, vistas y tratadas de forma parecida sin exponer nada nuevo más allá de su propuesta visual. Es decir, hay un exceso de brocha gorda en muchos momentos.
Un año de cintas experimentales que han tenido la suerte de
ser nominadas, en un año bastante flojo, donde a esta “Birdman” hay que sumar
las excelentes “Boyhood” (Richard Linklater, 2014) y “El gran hotel Budapest”
(Wes Anderson, 2014).
Una buena película de propuesta arriesgada y bien ejecutada,
consciente de las servidumbres que tendrá, de una intensidad dramática
excelente, con unas interpretaciones magníficas, con un Keaton que aspira
firmemente al Oscar y me alegraría que se lo llevara (sus duelos con Norton son
de lo mejor de la cinta), porque está esplendoroso, aunque el resto o desmerece
(quizá Naomi Watts tenga un papel menos llamativo).
Sin ser nada sublime, “Birdman” alcanza el notable con
solvencia por sus múltiples virtudes aquí explicitadas, y aunque está algo
sobrevalorada merece la pena dejarse llevar por la atrevida e interesante
propuesta que resulta gratamente satisfactoria.
'“Birdman” sugiere una idea francamente interesante que se confirma en cierta medida al final. Es la idea de esa búsqueda de relevancia social en la actualidad, el éxito, llamar la atención, fingiendo ser quienes no somos, detrás de un avatar, con un disfraz social de comportamiento que es falso, actuando… pero esa relevancia se logra siendo nosotros sin más, desnudos, auténticos, aunque sea a menor escala, o no, una relevancia que no tiene por qué ser social, que puede ser meramente personal, familiar, pero verdadera.'
ResponderEliminarEncontrar su lugar en el mundo?
Decididamente la veré. Pese a los fallos q comentas, me resulta absolutamente atractiva y afín.
Y si Keaton se lleva el Oscar me hará feliz, por tonto q parezca.
Gracias, una vez más, por tu trabajo. Me ha gustado muchísimo este análisis. Mucha reflexión.
Besos
Gracias Reina, cuando he ido leyendo cada entrada, en el repaso justo antes de publicar, también me ha gustado, me pasa mucho, algunos análisis los infravaloro jajaja. Ha quedado muy bien, tengo que reconocerlo jajaja.
EliminarEl lugar en el mundo o el lugar contigo mismo, que a veces es más chungo incluso.
Besos!
Hola Mister,
ResponderEliminarTras los oscars estoy poniendome al día con tus críticas, de las películas que he ido viendo.
En esta, no vamos a coincidir, me aburrió sobre manera, creo que tanta elipsis da demasiado trabajo a un cerebro cartesiano como el mío. Y sobre todo me defraudó el final, donde quería ver a Keaton estrellado (o en el suelo o en el escenario) La parte que mas me interesó de la película, fueron las constantes referencias metacinematograficas, que cualquier friki del cine como yo, intenta que no pasen de largo. Quizá por ello deseé tanto la muerte de Riggan, porque lo estaba viendo continuamente como la reencarnación de Norma Desmond y a esta jamás le perdonaré la muerte de Joe...
Tu crítica, fantástica, como siempre. En este caso aunque no la comparto me ha ayudado a comprender, porque Iñarritu es demasiado para mí.
Un abrazo.
No puedo llevarte la contraria Vicent. BIRDMAN no es una película que me entusiasme, pero a la hora de hacer el análisis es evidente que tiene muy brillantes ideas. Con todo, se me hace muy evidente que se cree más inteligente y lúcida de lo que es, esa prepotencia de la que hablo.
EliminarEste año sólo me ha entusiasmado WHIPLASH.
Me ha encantado tu referencia a Norma Desmond, muy acertada también. Iñárritu no es un director que me apasione tampoco. Vamos, que no estoy tan lejos de lo que dices, pero tengo que ser fiel al análisis jajaja
Apunto Whiplash, no la he visto y no le he prestado atención. Prometo hacer los deberes...
ResponderEliminarYo de las últimas que he visto, en 20 años solo me acordaré de Fury (al a que me niego a llamar Corazones de nosequé...)
De Iñárritu, concuerdo con lo de prepotencia. Como sabes yo soy mucho de Beatles y Ramones, una guitarra y 4 acordes. La genialidad de lo sencillo. La genialidad no pretendida.
Jajajaja qué grande eres! Es muy cierto, pero se ve que cae en gracia... Yo también prefiero los Beatles.
EliminarNo me gustó FURY, ya llegará en breve al blog también. Apúntala a ver si te gusta WHIPLASH.