En el piso de Cory tendremos algunas revelaciones y el
inicio del pacto entre ambos personajes para seguir investigando. Picados
generales a la entrada del piso. Hallenbeck dará resolución a la incógnita de
las llamadas al senador al que protegía, efectivamente las hacía él, y Dix
descubrirá una cinta que grabó Cory con información comprometida, fotos y
documentos… el mecanismo para devolver su puesto en el equipo a su novio. En el
baño, la búsqueda de Dix y la música nos vuelven a transportar a “Blade Runner”
(Ridley Scott, 1982), la obra maestra del hermano de Tony, y una de sus
películas preferidas.
“¡Oh, sí! Creo en el amor… y en el cáncer”.
”Lo he circunvenido”. “Al baño, ¿quieres venir? El médico no
me deja levantar cosas pesadas.”
Cory se descubre, tras su muerte, como una mujer cariñosa,
enamorada e inteligente, que contrató un detective para conseguir las pruebas
con las que ayudaría a su novio, al estar relacionada con el dueño del equipo,
Marcone (Noble Willingham).
Vínculos.
Uno de los aciertos del guión es la manera en la que está
construida la amistad de los dos protagonistas, Joe Hallenbeck (Bruce Willis) y
Jimmy Dix (Damon Wayans). Como es lógico los comienzos serán complicados y
conflictivos por la propia personalidad de los personajes, especialmente de
Hallenbeck, solitarios, irascibles, individualistas, egocéntricos… pero las
circunstancias, el tener que asumir la presencia del otro, la curiosidad y vocación
detectivesca en Hallenbeck y el interés personal por el asesinato de su chica
en Dix, les llevará a una investigación conjunta, aunque desde el principio se
ven identificados de alguna manera en el otro, se reconocen y caen
irremediablemente bien…
-Ambos personajes estarán relacionados con la infidelidad, a
Hallenbeck le han sido infiel, como hemos comentado, mientras que Dix tendrá
remordimientos y sentimiento de culpa por engañar a su novia, Cory (Halle
Berry).
-El pasado perturba a ambos personajes, un pasado idealista
y exitoso, uno en el mundo del fútbol donde todo le iba bien, y otro como
guardaespaldas, salvando incluso la vida del presidente. Cuando la corrupción
en ambos ámbitos, deporte y política, les salpique saldrán de allí
decepcionados con la vida, cínicos, amargados… Dos seres rotos de vida trágica,
dañados por el pasado. Esta misión o caso supone una suerte de redención
personal además de todo.
-Veremos a ambos personajes defender, como buenos Quijotes,
a damas ultrajadas, Dix en una fiesta al inicio y Hallenbeck de los maltratos
de un senador al que protegía.
-La hija de Hallenbeck tiene 13 años, precisamente el número
que tiene tatuado en el cogote Dix, un jugador de fútbol americano al que
Hallenbeck admira, aunque lo mantiene en secreto. Sólo esa indiscreta hija se
lo desvelará.
Imprevisibilidad y ritmo frenético.
-La perfecta fusión de humor, investigación detectivesca y
acción, es uno de los grandes logros de esta joya de Tony Scott. Un humor que
se filtra en todo momento con ese frenesí de peripecias que no paran de
sucederse de manera imprevisible, la química entre los protagonistas y un
Willis excepcional. La broma con el regalo de cumpleaños de Dix, la cinta que
se come el radiocassette de Willis, es un ejemplo perfecto de ello.
Todo el desarrollo de la acción es completamente
imprevisible, los sucesos sorpresivos son constantes y los necesarios giros en
la investigación, cogiendo otros caminos cuando el tomado queda bloqueado, la
filosofía principal de la cinta. Así, la pista que parecía iba a ser clave para
desenmascarar a los villanos se destruirá y los dos protagonistas deberán
recomenzar su investigación con sólo pequeños indicios de nuevo.
-Acto seguido llegará otra escena de desenlace sorpresivo e
inesperado, un desenfreno que casi entronca la película con el serial. Una
nueva bomba en el otro coche de Cory que Willis logra desactivar, pero que
acabará estallando en un gran juego de anticipación de guión y una tronchante
escena. Con la simple aparición de dos matones, Hallenbeck interpretará a la
perfección y en tiempo récord las circunstancias y la situación, previendo los movimientos
de aquellos y manejando la situación y su modo de proceder con precisión, recurriendo
al disimulo y la distracción, como con el matón del callejón, diseñando su plan
en el acto. Demostrando su impecable competencia. Scott cuida los detalles y a
los personajes, incluso a los más intrascendentes, dotándoles de interesantes
características para darles carisma, por ejemplo a uno de estos dos matones, de
vocabulario peculiar y con un tic que le lleva a tocarse el cuello
constantemente. Muy típico en el cine negro. Es una pena que la bomba estalle,
con lo que cuesta hacerlas…
“Mierda, nos está dando una paliza un académico de la
lengua”.
“Yo me encargo de aguantar la bronca”. Con esta frase
llegamos a un clásico del thriller moderno, el jefe de policía comprensivo, que
abronca y luego da vacaciones o apoyo al protagonista.
Esta escena sella el pacto a sangre, que ya se había fijado
antes. Willis dudará si seguir con el caso, pero entre pitillos, que el protagonista encadena
en los momentos de relajación y especialmente con Dix presente, aceptarán su
mutua amistad. De aquí irán a la intimidad de la casa de Hallenbeck. Una
amistad asentándose en sonrisas.
La broma sobre el apellido de Hallenbeck, Cornelius, y la
mención al programa “Soul Train”, creado y presentado por Don Cornelius, sólo
tendrá gracia a nivel doméstico americano o si alguien conoce dicho programa.
-Lo mismo ocurrirá con el momento donde otros matones lanzan
por un puente al bueno de Dix, un hecho sorpresivo e imprevisto. De esos
placeres que regala la película.
“No sé cual de vosotros se parece más a mi polla”.
-Son giros de serial. Tras la escena reflexiva, en casa de
Hallenbeck, volveremos al frenesí de sucesos imprevistos. El citado lanzamiento
de Dix desde un puente y el secuestro en su propia casa a Hallenbeck, que nos
lleva a una de las escenas míticas de la película.
“Sí, la verdad es que sí tenemos un problema. Este revolver
tiene demasiadas balas”.
El protagonista y su escudero. Quijote y Sancho.
Uno de los aspectos menos conseguidos de la película está a nivel dramático, con el personaje de Jimmy Dix. Siendo lo que le moviliza, su conflicto, sentimiento de culpa y de pérdida, no está bien mostrado ni desarrollado, no sentimos ni se aprecia desde el guión, la interpretación o la dirección, que el personaje esté verdaderamente afectado por la muerte de su novia, salvo en la escena del apartamento donde suelta una lagrimita, más allá de alguna verbalización o frase suelta… Esto en parte se debe al tono desenfadado de la película, su ironía, pero el personaje de Dix queda desdibujado en este sentido, al contrario que el de Hallenbeck, enriquecido y perfectamente definido en su conflicto interior con las escenas cotidianas y familiares. La lagrimilla puesta oportunamente en el rostro de Dix resulta algo ridícula y claramente insuficiente para retratar su conflicto interior a lo largo de la película.
Hallenbeck, en cambio, sufrirá una excelente evolución que tiene
su desarrollo en toda la peripecia de la película, desde la infidelidad de su mujer
hasta el caso en concreto donde incluso participará su hija. De la apatía al
cinismo, del cinismo a la redención, la corrección, la asunción de culpas y el
perdón.
“Tiene 13 años y como
se te ocurra mirarla te meto un paraguas por el culo y después lo abro”.
“Joe, es casi tan encantadora como tú”.
“Está cabreada porque no la he dejado ir a una fiesta con su
amigo Tommy”.
-Darian (Danielle Harris): No pienso hablarte.
-Hallenbeck: Pues es una pena. Echaré de menos esas cosas
tan agradables que me dices.
-Hallenbeck: Darian, tu eres mi hija, estás en mi casa y vas
a respetarme, ¿me entiendes? No vuelvas a llamarme cabrón.
-Darian: ¿Y por qué no? ¡Mamá te lo llama a todas horas!
“Sí, era un auténtico boy scout”.
-Jimmy: Una vez me hice una foto así con Don Johnson.
-Joe: ¿Todavía guardas la foto?
-Jimmy: No, la tiré.
-Jimmy: Sí, pero ese mierda intentó que te matasen.
-Joe: Bueno, los amigos no pueden ser perfectos.
El momento donde Hallenbeck (Bruce Willis) se sincera
reconociendo que sigue enamorado de su mujer y Dix (Damon Wayans) cuenta la
historia de su hijo muerto, nacido el mismo día que hizo el partido de su vida
y fallecido tras 17 minutos de existencia, es sensacional, un momento dramático
de gran altura y que vuelve a distinguir esta película de otras de su estilo.
El final del relato de Dix será ante un espejo, símbolo de
su desnudez. Reflexiones, frustración, debilidades y vínculo de dos seres rotos
y dañados por su pasado. El boy scout Willis no perdonará la debilidad con las drogas de Dix, al menos
inicialmente, mostrándose inflexible.
“A la hija del último boy scout. Jimmy Dix".
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