-El Woody Allen actual es un fino estilista, un pulcro
director que parece haberse alejado por completo de su estilo natural y fresco
de décadas anteriores, con una cámara inestable y fluida que daba una radical
fuerza, vigor y naturalidad a la puesta en escena. Lejos de ser un estilo
descuidado estaba absolutamente medido. El Allen actual gusta del encuadre esmerado, la fotografía preciosista y los movimientos de cámara cuidados y
precisos. En este sentido debemos destacar dicha fotografía, muy bella, de
colores ocres, casi onírica, mágica, ensoñadora, muy en consonancia con el tema
de la cinta, y que vemos a menudo en el actual cine del genio neoyorquino. Los
azules filtrados del sur de Francia y los dorados son un lujo visual.
-Una de las grandes
virtudes del cine de Allen, de las que más me han entusiasmado siempre, son sus
diálogos, sus réplicas brillantes, sus frases deslumbrantemente ingeniosas, sus
diálogos mordaces... Hace tiempo que el nivel de este indispensable elemento en
su cine ha bajado alarmantemente, con bromas repetidas y un talento que sólo
salía a la luz ocasionalmente. Desde el comienzo del nuevo mileno han sido
pocas las películas que destacaran en este sentido con fuerza, y desde “Si la
cosa funciona” (2009), película que parecía recobrar ese vigor en cierta
medida, esos diálogos y frases hilarantes aparecían como un Guadiana de poco
caudal. Aquí, su último trabajo, podemos disfrutar de este ingrediente con notable satisfacción, especialmente con las líneas de diálogo del gran Colin Firth.
“¿Ectoplasma? ¿No es una sustancia lechosa parecida al
yogurt?"
-El plano secuencia sigue siendo una de las columnas
vertebrales del estilo del gran Woody Allen. Veremos muchos, unos más
llamativos que otros, con travellings lujosos o virtuosos, como el que presenta
a Firth entre bambalinas o el que lo recibe a su llegada a Francia junto a su
tía. Lo mismo vemos en el encuentro con los parientes de la supuesta estafada.
Habrá otros planos extensos sin movimientos de cámara, estáticos, como ese
donde vemos a la madre de Sophie, interpretada por Marcia Gay Harden, muy
preocupada por la fundación que la millonaria está dispuesta a subvencionar y
los ingresos que dará.
El mayor defecto de la película está en su desesperante
previsibilidad. Una vez Stanley ha sido convencido tan pronto de que Sophie es
verdadera, no queda otra que recorrer el camino del descubrimiento, el camino
inverso, el de la decepción y el desenmascaramiento. Incluso cuando ha descubierto el
engaño se sabe que queda la vuelta de tuerca romántica…
La pareja aprovechará, castamente, es una sorpresa poco
corriente en el cine de Allen que no haya infidelidades explícitas, la semana
que Brice (Hamish Linklater), el enamorado de Sophie, pasa, oportunamente,
fuera. Música, bailes, paseos bajo el sol, agradables estancias en calas, en el
mar…
Particularmente me parece muy bello el momento en el que
Stanley es capaz de decir la hora del día concreta a la que Sophie está más
bella, las 8 y 20 en verano para los más curiosos, aunque no sea esa la
intención y el mediocre galán termine por convertirlo casi en un insulto.
Tesis verbalizada.
La evidente tesis de la cinta está en la asunción de lo
intangible, de la magia, de la ilógica como esencia del ser humano, pero Allen
entra en contradicción cogiendo por la calle de en medio y decidiendo que
ilógicas y magias valen y cuáles no. Al fin él se queda con el amor como la
única magia ilógica a aceptar, porque le gusta a él, no porque logre defenderlo
con algún argumento coherente… o ilógico.
Este es el conflicto interior ante el que se despierta
Stanley, cuando se da cuenta de su ilógica atracción y creciente amor ante esa
encantadora estafadora, con la que su relación sería absurda, sobre todo
comparándola con la sensata y lógica que tiene ya con su prometida. La
declaración de Sophie quita el velo que cegaba al mago, que abruptamente
entiende lo que sentía y le ocurría, pero que no acertaba a concretar, feliz en
su nueva burbuja.
En definitiva, Allen viene a decir que la ilusión y la
mentira son necesarias para vivir, si esto está focalizado en el arte, más aún.
El carácter positivo de la mentira, muy infravalorada. El problema es que el
director se muestra selectivo con las magias…y reincide en los temas.
Buen personaje.
-El gran personaje de la película es el de Stanley, (Colin
Firth), petulante, egocéntrico, misántropo, prepotente, cínico, descreído… Una especie de Oscar Wilde neurótico e irónico, o lo que es lo
mismo, un Oscar Wilde fundido con el propio Woody Allen, un alter ego del
director.
-Es pura contradicción, se gana la vida con el engaño a los
demás, concertado, la apariencia, pero que encuentra su mayor satisfacción
desenmascarando a otros magos o médiums. Así mismo cree en la ilusión ilógica
que provoca la magia, se enamorará irracionalmente, pero será inflexible e
intransigente con otras cuestiones “sin sentido” que a él no le satisfacen.
“… es todo falso. Del espiritismo al Vaticano”.
-La evolución de Stanley (Colin Firth), aunque correcta, se
antoja algo superficial y apresurada, poco creíble y concluyente en función de
lo que vemos. Vale que quede hechizado de amor, pero la supuesta inteligencia
deductiva que se le supone no aparece, salvo al final y de manera gratuita. Ya
a su llegada dejaría una posibilidad al mundo espiritual al hablar con su tía.
“…y si lo hubiera no sería una gitana americana la
bendecida”.
-Colin Firth está espléndido en su cinismo y descreimiento,
es un portento de clase, sutileza e ironía, de expresividad.
-Para Stanley todo tipo de creencia en lo que no sea tangible
radica en la desesperación. Así, en la presentación de la insigne vidente,
nuestro protagonista se mostrará todo lo cínico que pueda, dando rienda suelta
a su sarcasmo al estilo Oscar Wilde, con una bella muchacha de ademanes
exagerados y estrafalarios que harían sospechar a cualquiera de su falsedad. El
caso es que no logrará pillarla en un renuncio, para su frustración. Emma Stone
está simpática, poniéndose en trance, como ida, acertada. Firth deberá recurrir
a la mentira, en hipócrita pose, para desenmascarar la supuesta de Sophie (Emma
Stone).
“¿Le vibra la cabeza?”. “Es un buen lugar para abrir un
restaurante”.
Entre chiste y chiste, Stanley se verá afectado por las
revelaciones que Sophie va haciendo sobre él, la de su difunto tío Charles, que
murió ahogado, le perturbará especialmente.
-Stanley cobrará un extraordinario impulso vital,
disfrutando de una pequeña aventura que le permite saborear lo bueno de la vida,
que jamás hubiera podido vivir con su prometida. Es por ello que Stanley pasará
de ser un observador vital a ser un sujeto activo, así lo veremos participar en
una sesión de espiritismo, cuando antes observaba, o bailar, cuando antes miraba
tomando algo…
-El mayor problema en la gestación del personaje es que
Stanley tiene pies de barro. Es supuestamente brillante e inteligente, un
superdotado para desenmascarar farsantes, pero jamás le vemos hacer nada, ni
indagar de ninguna manera para descubrir el posible fraude. Más allá de pedirle
un par de veces que haga revelaciones y observar durante una sesión
espiritista, no hace nada más, con lo que su conversión se resiente, desvelando
los siguientes pasos de la trama por previsibles… descubrir el engaño para su
decepción y su posible redención… Jamás da un argumento satisfactorio ni se
muestra duro o firme en sus postulados. Es una de las claves narrativas por las
que la película acaba resultando tan lamentablemente predecible.
-En cambio, uno de los rasgos que engrandecen el personaje,
es que siendo un gran egocéntrico no es orgulloso, y demuestra una sincera
humildad cuando reconoce su equivocación con Sophie, aceptando que hay algo más
que lo aparente. Ni siquiera hay vergüenza o resquemor, hay satisfacción en su
equivocación porque le hace disfrutar y sentir la vida en plenitud. Sería fácil
que apelase a un irracional orgullo, pero jamás cae en ello.
-Stanley, como he comentado, es una contradicción andante,
en su progresar a lo largo del metraje empezará a dudar de sus rígidas
creencias. Una vez que se ve impotente para desenmascarar a la espiritista, la
médium, se abrirá el debate sobre la posible existencia de Dios, con un exceso
de verbalización explicativa. Un hombre que manipula la realidad con su trabajo
de mago, pero que se niega, con fundamentos algo limitados, a asumir que esa
“realidad” tenga infinitas dimensiones inexploradas y que esté en continuo
crecimiento, como la propia ciencia demuestra.
-En las últimas escenas, Stanley incorporará a su vocabulario
de forma apasionada y habitual palabras como alma, química, magia…
El baile nocturno de luz lechosa será un momento
indispensable en la evolución de Stanley. Volverá a apreciar la belleza de
Sophie, tendremos escenas silenciosas, muy raro en Allen, dedicadas a las
sensaciones del baile, ya sea de la pareja o con tía Vanessa (Eileen Atkins),
para desembocar en la declaración de amor romántica de la chica. Una escena
divertida, donde Stanley parece esconder su enamoramiento creciente en
perturbación, desconcierto y presunta indiferencia. Son estas cosas las que
hacen interesante el personaje de Stanley, coces sin miramiento cuando menos se
lo espera nadie.
“Siempre supe que no eras de mi sexo, si a eso te refieres”.
Es divertido observar que el entregado Stanley, embriagado
de amor, locura e ilógica, está dispuesto a rezar por salvar a su tía, pero
finalmente reaccionará al darse cuenta de que a tanto se ve incapaz de llegar,
apelando a su descreimiento y descubriendo el engaño de Sophie y Howard. Se
niega al reconfortante sentimiento de una vida tras la muerte. La plegaria
interrumpida será rodada en un solo plano. Y encima la tía se salvará.
“La felicidad no es la condición natural humana”.
Declaración de amor, de matrimonio y decepción, momentánea,
para un egocéntrico descreído que recibe una lección de vida y madurez. Una
escena donde las posturas filosóficas se tornarán y será ella la que apelará al
raciocinio y la lógica mientras que él apostará por el amor romántico y sin
sentido. Es graciosa la torpeza de Stanley en asuntos de amor, disculpándola
incluso aunque ella no se lo pida… Es inteligente, salva en cierta medida y por
unos minutos la previsibilidad que ella no acepte de primeras, que pase el
tiempo. Él romperá su compromiso con Olivia (Catherine McCormack), reflexionará,
disculpará a su amigo… y entonces Sophie llegará a él. La fotografía en la escena
de la petición de matrimonio simula casi un jardín del Edén.
Un travelling comenzará la citada escena para luego pasar al
plano y el contraplano como planificación, sin estar en cuadro juntos casi en
ningún momento, y cuando lo están mantendrán las distancias, escenificando
visualmente el rechazo. Esto contrasta con la siguiente secuencia, la
reconciliación con su amigo Howard, rodada en un plano general que se va
acortando, sin cortes y con ambos juntos en el plano, escenificando
visualmente esa reparada amistad.
La idea de la reunión amorosa es excelente, sellada con una
broma que incide en el cambio y evolución del protagonista, que se comunica con
un supuesto más allá que le declara su amor a golpes en la mesa, como si fuera
una sesión de espiritismo. Un bonito final.
Uno de los grandes problemas del último Allen y que también
observamos en este último trabajo, es el exceso de verbalización, pero no
referido a que sus personajes hablen mucho, algo que siempre ocurrió en su
cine, sino a esa manía por explicar con pelos y señales las tesis de la cinta,
las conclusiones, explicarlo todo para dejarlo mascado aunque haya quedado
meridianamente claro en el desarrollo de la historia. La moraleja verbalizada
que desemboca en simplismo didáctico.
En cualquier caso, el mayor problema de la película radica en
su desesperante previsibilidad, vamos anunciando casi cada paso durante todo el
metraje, hasta el punto de que cuando llegan las supuestas sorpresas, que se
ven a la lagua, el bochorno llega con ellas.
Bonita y decepcionante. “Magia a la luz de la luna” es
romántica, es bonita, es correcta, consigue en cierta medida centrar sus
postulados creando cierta ambigüedad, pero no puede evitar resultar algo
manipuladora, superficial y, sobre todo, lamentablemente previsible. Jamás
logra elevarse a la altura esperada. Una agradable golosina sin más… lo que no
es poco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario