Con el éxito de “Midnight in París”, Woody Allen parece
haber encontrado un camino firme y recurrente, a través del romanticismo
nostálgico, al que recurrir ocasionalmente, buscando, quizá, una buena taquilla
que le financie más proyectos siendo completamente fiel a sí mismo. El pasado
idealizado y añorado, el romanticismo, el sentimentalismo, la nostalgia y el
humor, todos esos tonos tan queridos por el genio neoyorkino, que vimos en la
cinta que protagonizó Owen Wilson y que ahora se repiten en éste, su último
trabajo.
De todos es sabido que el nivel medio del cine de Allen ha
bajo marcadamente, sin que ello evite el disfrute de la mayoría de sus cintas,
que siempre dejan detalles y atisbos de su indiscutible talento, entregando
cintas eficaces y correctas con insultante sencillez y sin aparente esfuerzo, pero
nada evitará que se añore, siguiendo su senda de tonos, su proverbial genio.
“Magia a la luz de la luna” es una golosina romántica en
celuloide, bonita y encantadora, superflua y vacua, chispeante, como una
burbuja de champagne, y desquiciantemente previsible, su peor e imperdonable
defecto.
Un prestigioso y egocéntrico mago tiene como una de sus
principales aficiones desenmascarar a otros magos o espiritistas. Cuando le
informan de la presencia de una joven sorprendente, no dudará en lanzarse para
tratar de descubrir su falsedad, pero contra todo pronóstico queda seducido por
ella a todos los niveles.
Este planteamiento parece estar de moda, el
“desenmascarador”, así es fácil que este último título de Allen sea relacionado
con la mediocre y vacua “Ahora me ves” (Louis Leterrier, 2013), “Luces rojas”
(Rodrigo Cortés, 2012), también con magos y mentalistas a los que se pretende
desenmascarar, o incluso con “La mejor oferta” (Giuseppe Tornatore, 2013),
donde tenemos un subastador experto en detectar falsificaciones y fraudes. La
diferencia es que esta está bañada en la habitual neurosis de Allen.
Curiosamente, en la mayoría la figura del “desenmascarador” es vista de forma
negativa, como un corruptor de la ilusión o la magia.
Woody Allen es un tradicional y no renunciará a sus guiños y
elementos clásicos, como el Jazz en la banda sonora, que sonará en los títulos
de crédito en fondo negro antes de la repentina irrupción del primer plano de
la película. Así nos iremos al mencionado pasado, añorado y nostálgico, en esta
ocasión a 1928 en Berlín.
Temas clásicos de Allen.
No se sale un ápice de los postulados conceptuales y
temáticos habituales del cine de Allen. En “Magia a la luz de la luna” tenemos
un gran número de los temas básicos y claves de su filmografía, algo habitual
en el excelso autor neoyorquino, pero de nuevo simplificados y sin evolución en
los mismos, con lo que la reiteración produce el efecto del anquilosamiento, no sólo en las ideas, sino también en las tramas, haciéndose previsibles y llevándonos
a otros títulos similares y, por desgracia, muy superiores de su misma filmografía. Todo parece un
pastiche frankensteiniano de la propia filmografía del autor, obras encantadoras
en muchas ocasiones, pero adelgazadas y simplificadas.
-El conflicto entre realidad y ficción, realidad y arte o
fantasía, es una de las columnas vertebrales del cine de Allen. Aquí de nuevo
es la base de la historia, centrándose el aspecto artístico o de ficción en el
mundo de la prestidigitación, la magia, los médiums y los sensitivos, para
contrastarlo con la realidad tangible. La magia y sus trucos ya fueron tocados por
Allen en “Scoop” (2006), por ejemplo, como sostén para una trama que mezclaba
comedia y thriller a lo “Misterioso asesinato en Manhattan” (1993). Aquí, Colin
Fith interpreta a un exitoso mago de look oriental y Emma Stone a una médium,
una sensitiva que dice percibir cosas y a la que Firth querrá desenmascarar.
También podemos acordarnos de “Match point” (2005) cuando vemos un partidito de tenis, aunque habrá otros momentos más significativos.
La presentación de Firth será actuando, con grandes planos
generales, y enseguida se le describirá con un gran travelling entre bambalinas
y sin cortes. Un visceral y prepotente mago. Brillante puesta en escena.
“Podría haberte matado y se me habría ensuciado el traje”.
“No se te paga por respirar”.
Un espejo preside el camerino del mago y devolverá su
reflejo y el de su amigo, Howard (Simon McBurney). Ese plano, donde se presenta
al amigo a través de un espejo, es clave en la trama, avanza su falsedad.
La actuación de Stanley (Colin Firth) no será la única que
veremos, ni el único escenario. Asistiremos a varios garitos donde habrá bandas
tocando e invitando a bailar, agradables ambientes bohemios, así como gran
parte de las intervenciones de Sophie (Emma Stone), su madre y el propio
Howard, son pura actuación. Realidad contra ficción.
Como buen egocéntrico que es y su amigo conoce, Stanley
aceptará el reto, con lo que viajaremos al sur de Francia. Antes, en Westminster,
conoceremos a la cerebral, sensata, madura y lógica pareja de Stanley, su mujer
ideal, “una pareja hecha en el cielo”. Se describe a esa pareja como dos
iguales, donde ella descubrió el truco de magia el día de su declaración cuando
encontró un rubí en su comida.
-La realidad contrastada con la ficción en esta cinta
pretende desarrollar la idea de la ilógica como esencia del ser humano, del
sentido de la vida en esa ilógica, en la magia vital, lo intangible.
-Allen toca muchas de estas obsesiones particulares pero de
una manera superflua, contradictoria y algo manipuladora. La muerte, la magia,
Dios, el amor, el más allá, una realidad fuera de lo tangible… son
planteamientos que comenzarán a salir cuando Firth se muestre incapaz de
desenmascarar a Stone. Esto llevará a la posibilidad de la existencia de Dios,
pero en este punto Allen decide tirar por la calle de en medio y seleccionar
que “magias e ilógicas” son aceptables y cuáles no… de manera torticera.
-Por supuesto, habrá referencias culturales, desde oír el
bolero de Ravel a menciones a Hobbes, a Nietzsche, filósofo fetiche de Stanley
por su oposición a la existencia de Dios, y bien traído al venir de Alemania, a Dickens, a Beethoven…
-El psicoanálisis aparecerá también, como no podía ser de
otra forma, con el personaje del psicoanalista, que nos dedica ante un espejo,
en una escena casi sacada de la manga sin estar muy bien integrada en la
narración, el retrato psicológico del protagonista. Escapista, infeliz,
neurótico, de padres brillantes con los que no se llevaba bien… Casi nada. Es
curioso que estos especialistas se muestren predispuestos a creer, demostrando
una mentalidad más abierta al continuo cambio y descubrimiento de la propia
“realidad” que nos rodea. La neurosis también tiene su papel, relacionada con
el propio protagonista.
-La muerte, mencionada en varias ocasiones o columna
vertebral en las habilidades de Sophie, una espiritista, vuelve a estar
presente. El accidente de la tía Vanessa vuelve a incidir en el tema de la
muerte y qué hay más allá de ella. Con esto se entronca con la idea de Dios, su
existencia o inexistencia, algo que Allen parece tener claro aunque no lo
demuestra, en esa obsesión por dejar patente que no cree.
-Las relaciones, el amor, vuelven a vertebrar una historia
de Allen, un romántico empedernido.
La sesión espiritista tiene momentos brillantes a nivel de
puesta en escena. Un picado inicial la presenta y veremos a Stanley
desenfocado, ajeno a la sesión, sin participar en la misma, buscando junto a su
amigo Howard el truco. Golpes y velas voladoras desconcertarán al mago. En la
secuencia posterior Firth nos deleitará con su maestría, está sensacional,
especialmente en la sutil satisfacción que muestra ante los elogios de Sophie que pasan a una sutil decepción y crispación cuando los convierte en desprecios.
Él será descubierto por ella y Allen le hará un primer plano
en el momento de la identificación. Es un puñetazo para el ego del mago, ya que
ha sido descubierto antes de que pudiera hacer lo propio con ella. Las
menciones orientales se referían a su identidad de mago chino, Wei Ling Soo.
“Pero que usted pueda duplicar mis milagros no prueba que no
sean reales”.
Este ego tocado se visualizará con los malos sueños de
Stanley, al que le cuesta dormir, adornados con música clásica.
Estas escenas se recrearán en el artificio, donde Sophie
visualizará cosas muy concretas del pasado del mago para la perturbación y
desconcierto de éste, con remate final en la casa de su tía. Aquí, al
espectador más avezado, o tampoco tanto, le queda claro que tanta información
puede deberse a una buena documentación aportada por otros personajes para dar
una lección al engreído, egocéntrico y descreído mago.
“Veo una pareja hecha en el cielo”.
En la escena con la tía sí que habrá un claro indicio de
engaño, donde los espectadores más observadores verán clara la situación. Es el
momento donde Stanley le pide a Sophie que diga algo sobre su tía, pero ella se
evade de la cuestión momentáneamente con la excusa de llamar a su prometido
para avisarle de su retraso. Cuando vuelve no tendrá problemas en acceder a la
petición. Su revelación, sobre un antiguo amor de la mujer y unas perlas,
acabará por convertir a Stanley en creyente, de forma poco clara y concluyente, ya que
alguien tan supuestamente brillante debía suponer que existe la opción de que
alguien que supiera esas cosas se lo hubiera contado a la chica… Esta escena se inicia con
otro travelling hacia la casa de la tía.
“El pez no sabe quién cambia el agua de la pecera”.
Aquí Stanley le plantea sus primeras dudas a su tía, que es
su confidente, aspecto que Allen respeta en todo momento con gran precisión.
Del plano secuencia pasamos al plano-contraplano para escenificar sus dudas.
“Siempre creí que la trágica realidad era todo, pero usted
es la prueba de que hay más”. “Tuve una mala vibración cuando el motor empezó a
echar humo”.
Al final de la película hay otra escena donde tía y sobrino
conversan, magníficamente dirigida y planificada, pasando del plano general con
los dos en cuadro a la escisión de los encuadres, con Stanley incorporándose.
Sus planos se dividirán cuando Stanley y su tía critiquen a Sophie y hablen de
la irracionalidad de plantearse una relación con ella, para encuadrarlos juntos
de nuevo cuando empiezan a surgir los elogios hacia la encantadora estafadora.
Firth está magnífico, su cara de hastío y aburrida apatía conforme habla de la
perfecta conveniencia de su matrimonio con Olivia (Catherine McCormack), su
sensata y cerebral prometida, es magistral en su contraste.
Hablando de la lluvia, es curioso lo mucho que aparece en
los últimos títulos de Woody Allen, además relacionada con la sensualidad o el
romanticismo, como en “Match Point”, “Midnight in Paris” o “A Roma con amor”,
por ejemplo. Un elemento vinculador.
Resulta divertida la sesión de espiritismo donde Stanley
participa activamente, con un fantasma muy fiel e íntegro, aunque no sabemos si
sincero…Stanley, de pasivo a activo.
“Sólo se vive una vez… o 2 o 3, depende de tu reserva de
ectoplasma”.
Muy completo. Como sueles.
ResponderEliminarPero, aún estando de acuerdo contigo en que Allen ha perdido fuelle, y que resulta enojosamente previsible, me quedo con dos cosas: la primera, tu comparación de la cinta con las burbujas de champán. La segunda, Colin Firth.
A veces, un ratito burbujeante puede darte el oxígeno q hace falta para seguir.
Y Colin Firth me parece un valor seguro, y tus palabras lo reafirman.
El resto, el ambiente, q me ha gustado mucho (una vez más, gracias por tu arduo trabajo de edición, q tanto ayuda), la música, y poderte dar mi impresión personal una vez vista.
Voy con notas, así q lo aprovecharé mucho más.
Muchas gracias, Sambo.
Bss,
Claro, es una película agradable y deja la sonrisa, que no es poco. Firth está estupendo, como casi siempre. Recuerdo cuando ya me encantaba en VALMONT!
EliminarYa me contarás qué te parece! Besos.
Buenos días Mr.Sambo,
ResponderEliminarAyer vi la película y la verdad es que no sé si son las fechas navideñas o qué pero la disfruté mucho. Ciertamente, sigue la estela de esas películas que ya no entran dentro de las de Allen que nos gusta ver una y otra vez, no te deja poso, pero sí una sonrisa. Coincido con vuestro gusto por Firth, está siempre magnífico. Y los diálogos con la tía... :-) Esperamos la segunda parte.
Un abrazo,
Patricia
Es que es eso, Patricia, una agradable golosina, que se disfurta sin complejos a pesar de su previsibilidad constante, lo que no es poco. Es el nuevo Allen, no es un Allen genial pero no deja de satisfacer. A ver que te parece la 2ª que acabo de colocar jaja
EliminarBesos.