¿Sois realistas o idealistas? O mejor dicho, ¿renunciáis a
todo idealismo, fantasía e imaginación o los consideráis la salsa de vuestra
vida o parte de ella?
Uno de los grandes e imprescindibles clásicos navideños, con
todas sus virtudes y ninguno de sus defectos. Un referente indispensable para estas entrañables fechas. Una película de increíble modernidad que se
mantiene plenamente vigente en su inteligente y auténtico retrato de una
sociedad cínica y descreída necesitada de alicientes vitales y algo de magia.
Repleta de ingenio, inteligencia y encanto, “De ilusión
también se vive” es uno de los más grandes ejemplos de cine navideño en estado
puro, reivindicador de los sanos valores cristianos de estas fiestas, con la
Navidad y todo lo que le rodea como núcleo central de la misma. Su influencia
en el cine más comercial, navideño y buenista, que busca una perspectiva
original, es indiscutible, pero pocas veces se ha igualado.
Una visión de la magia navideña, de sus tópicos, sus
clásicos, sus elementos indispensables y que entroncan con el niño que llevamos
dentro, desde un prisma realista, desenfadado, inteligente, brillante y lúcido.
Un punto de vista original.
Un anciano con un asombroso parecido con Santa Claus es
contratado para hacer una sustitución haciendo el papel de Papá Noel durante un
desfile. Su gran labor provoca que le contraten para trabajar como tal en unos
grandes almacenes. La cosa se complicará cuando el anciano afirme ser el
verdadero y único Papá Noel…
Un sorprendente y virtuoso travelling callejero sigue a un
peculiar personaje para dar inicio a la narración. Un peculiar personaje que
dice ser el mismísimo Papá Noel. La primera intervención de nuestro
protagonista será para dejar patentes las claves de la cinta, corrigiendo al
chico que está colocando un escaparate sobre el orden adecuado de las figuritas
de los renos de Papá Noel que en él pone. La locura, la fantasía o la realidad
se funden ya en una primera línea de guión. ¿Quién es ese hombre, un loco o
Papá Noel?
La sociedad que nos presenta “De ilusión también se vive” es
la actual, en la que Papá Noel sería tomado por loco y encerrado en un
psiquiátrico.
Edmund Gwenn interpreta a Kris Kringle, el más encantador
Papá Noel que uno pueda echarse a la cara, con esa prominente barba blanca, su
orondo cuerpo y su pequeña estatura. Este actor hizo un papel similar en esa
joya de Luis García Berlanga que es “Calabuch” (1956).
George Seaton, director de la película, es un más que
competente artesano que con esta “De ilusión también se vive” realizó la que es
su mejor obra, un clásico eterno. “La angustia de vivir” (1954), que dio el
Oscar a Grace Kelly, “Espía por mandato” (1962), una de aventuras en la 2ª
Guerra Mundial protagonizada por William Holden, como la anterior, “36 horas”
(1965) o la mítica “Aeropuerto” (1970) son también cintas destacadas suyas.
Aquí su estilo es invisible y clásico, seguro y poderoso,
con planos largos, una puesta en escena excepcional y una inteligente
socarronería para desenmascarar el cinismo de la sociedad actual, porque sí, es
una cinta que se mantiene plenamente vigente. De hecho asombra su modernidad.
Ver a un Santa Claus borracho, que apenas se sostiene en
pie, motivo que propiciará la sustitución por nuestro protagonista, es una
imagen transgresora, ciertamente. Los planos generales y reales del desfile
navideño son magníficos también, un desfile organizado por la descreída Doris
Walker (Maureen O’ Hara). Una descreída ayudando a la magia global.
Relaciones, personajes y elipsis.
-El conflicto y contraste dramático es evidente y queda
expuesto en estas primeras escenas, como corresponde al excelente guión del
propio Seaton basado en la historia “Valentine Davies”. Kringle, evidentemente,
será un defensor a ultranza de la Navidad y la magia que estas fechas tienen, a
las que él mismo personifica, pero chocará con una sociedad muy descreída,
pragmática, cínica, que parece haber perdido la ilusión y que queda perfectamente
reflejada en el personaje de Doris Walker, interpretada por la gran Maureen
O’ Hara, y su hija, Susan Walker, interpretada por una jovencísima Natalie Wood.
No serán los únicos personajes no creyentes, del mismo modo que Kringle no será
el único que defienda la Navidad, la ilusión y la magia.
-El momento en el que Kris decide fingir locura,
decepcionado con el entorno que le rodea, perdiendo momentáneamente toda
esperanza, retrata, precisamente, a una sociedad, ya en los 40, descreída, fría
y falta de verdadera ilusión, que acepta sin discusión y sin preguntar nada la
opinión de un falso analista y se muestra incapaz de apreciar y valorar a
alguien especial como Kris Kringle, la bondad y generosidad de Santa Claus. Una
sociedad que no logra entender las múltiples caras de la realidad, por lo que
decide ponerle muros. Es decir, los valores más positivos vistos como una
anomalía.
-Doris ha educado a su hija en el cinismo y el pragmatismo, en la incredulidad ante la magia, en la ausencia de fe e ilusión, gestándose
así la evolución dramática que ambas sufrirán en su contacto con Kris y el
abogado Fred Gailey (John Payne). Se hace evidente que Doris se ha hecho cínica
por un pasado decepcionante relacionado con su pareja, en el amor, ya que es
madre soltera. Un guión que no necesita explicitar nada para sugerirlo todo,
aunque este aspecto se mencionará, confirmándose la suposición anterior, de
forma sutil. Doris organiza desfiles navideños pero de manera funcional,
hipócrita incluso, puro trabajo, ya que no cree en nada de eso y educa a su
hija para que tampoco crea en esas historias y mantenga los pies en la tierra
para evitar así que se lleve desilusiones. Una forma de ser gestada a fuego
lento tras su divorcio siendo Susan, su hija, un bebé. Un príncipe azul que
salió rana y la llevo al descreimiento. Todo esto se lo verbalizará la niña al
amable vecino interesado en su madre.
Lo cierto es que Doris tiene poca relación con Kris a lo
largo de la película, especialmente en la primera parte, y la que tiene no es
precisamente cordial, es desconfiada y fría. Por eso, cuando la oímos decir que
le tiene cariño no acabamos de creerlo o verlo sincero porque no lo apreciamos en
pantalla en ningún momento. En cambio, las dudas de Kris hacia ella y sus
opiniones sí son coherentes con este punto. Con Susan, su hija, sí que pasa
bastante tiempo, y con Fred alguno. Eso tiene una compensación, y es gracias al
magistral uso de la elipsis que tiene la cinta, que ahorra desarrollo dramático
con breve líneas de guión que rellenan esos lapsos de tiempo no mostrados.
Posteriormente Doris hará otra manifestación, esta mucho más
acorde con lo que hemos visto hasta ese momento. Será durante el juicio y
vendrá a decir que aunque Kris es un amor, hay que ser realistas… no se le
puede creer.
-El personaje de Susan, la pequeña hija de Doris que
interpreta Natalie Wood, es aún más interesante, posiblemente el
mejor de la película porque es el mejor desarrollado. No podía faltar la
infancia, su mirada, sus deseos y su esencia en una cinta navideña, y el
retrato que de ella hace Seaton es excelente. Una hija influida por su madre, por su
escepticismo y pragmatismo, pero en la que desde el principio observamos la
curiosidad y una pulsión infantil que la lleva a querer creer. Es por ello que
disfrutará como una enana viendo el desfile que ha organizado su madre, aunque
sus reflexiones sean todas contrarias a ilusiones, magias y fantasías. Renunciando
a cuentos de hadas y gigantes, como el de Juan y las habichuelas mágicas.
-Es interesante la planificación del encuadre en el primer
encuentro de la pareja, Doris y Fred. Un plano general en la cocina, con ellos
en primer plano y la niña al fondo disfrutando del desfile. De esta forma se
plantea esa relación como una conquista por la inocente de forma sugerida,
donde la madre quiere educarla desde el realismo, el escepticismo y el pragmatismo,
y a él le gustaría que no perdiera la ilusión por las cosas y se fascinara por
lo intangible y la magia, por el impulso vital que moviliza a las personas, por
la fe y el amor en definitiva. De hecho, el siguiente paso del abogado será llevar
a Susan a ver a Santa Claus a Macy’s, en coherencia con sus ideas, lo que provoca
de forma natural su encuentro con Kris Kringle, el verdadero Papá Noel.
En su primer encuentro, cuando Doris va a recoger a su hija
a la casa de Fred donde está viendo el desfile, que es su vecino y al que tiene en visión directa, se dice que no se conocen,
incluso tiene una conversación con la doncella donde se plantea la conveniencia
de tal hecho, de que la niña haya ido a casa de ese vecino, quitándole importancia
enseguida… El caso es que estas incertidumbres extrañan, ya que también se dice
que la niña ha pasado mucho tiempo con ese hombre y que incluso la ha llevado
al zoológico, junto a la doncella… Resulta estrambótico que deje a su hija con
un extraño al que no conoce ir de aquí para allá y luego se angustie por verla
en su casa justo enfrente y vigilada… Confuso.
-La ironía y el simpático humor sobrevuelan toda la
película. El momento en el que descubrimos que el ofrecimiento e invitación de
la niña a Fred, poniendo en un compromiso a la madre, es un plan preconcebido
por el sibilino pero agradable abogado, es buen ejemplo. Una cría que hace de
tal, indiscreta. Fred tiene un comportamiento femenino, usa artimañas
brillantes, inteligentes, sibilinas, para lograr sus propósitos, siempre
bienintencionados.
-La relación de esta pareja, Doris y Fred, está
sensacionalmente manejada desde la elipsis, una resolución francamente moderna,
que casi desconcierta en el cine clásico. A través de breves pinceladas en
líneas de diálogos, como sus íntimos apelativos (“cariño”), entenderemos que ha
pasado cierto tiempo y ellos han intimado, se han unido y han hecho planes de
futuro.
Una vez se confirme que Doris y Fred están juntos saldrán a
la luz con más fuerza las diferencias que ya se reseñaron entre ambos, entre
otras cosas porque el futuro de Kris, y de la Navidad, está entre ellos. Ella
apelará al realismo, aceptando la locura de Kris y la conveniencia de que sea
encerrado, aunque de forma ambigua y sutil, mientras qué él apostará por su
defensa, por creerle y ayudarle. En la discusión, durante el juicio, en casa de
ella, Fred utilizará palabras que ella abomina, “creer”, “fe”… que provocarán
el enfado y a la vez el cambio en la mujer.
“Últimamente habíamos hecho unos planes maravillosos y de
repente te entra la vena idealista…”
“… y cuando suceda no olvides esas maravillas intangibles,
comprenderás que son las únicas cosas que merecen la pena”.
El cambio repentino que se produce en Doris (Maureen O’ Hara)
no es convincente. Es cierto que quedó tocada en esa conversación con Fred,
pero que aparezca acto seguido como una ferviente creyente resulta excesivo en
su desarrollo. No es un gran defecto ya que se ve una progresión, pero al tener
menos relación con Kris su personaje aparece algo peor desarrollado. Desde el
guión se querrá salvar en cierta medida este aspecto incluyendo una escena
junto a su hija donde manifestará su confianza y creencia en Kris, a modo de
transición.
-Fred es un puro idealista, el principal aliado de Kris,
luchador de causas perdidas, un Quijote legalista, que se lanzará a defender al
entrañable anciano como reivindicación personal de sus propias ideas, la
defensa de las mismas, del idealismo y la imaginación.
Ay q caramelito!!!
ResponderEliminarQ linda cinta!! Q Santa Claus tan dulce!! Q bonicas Maureen y Natalie!!
Q peli tan bien elegida!!!
Que soy de ilusiones!!! Y aunq la amargura sobrevuela mis días, siempre espero con fe el milagro, la magia…
Besos Sambo, y ¡¡Feliz Navidad!!
Encantadora! No hay que perder la ilusión nunca!!! :)))
EliminarBesos Reina. Feliz Navidad.