Wes Anderson se ha convertido en director de culto gracias a
su personal estilo y al extravagante tono de sus films, más que por su
profundidad conceptual o transgresión. El hecho es que guste más o guste menos,
y con Anderson no suele haber término medio, es un autor en fondo y forma
completamente reconocible, lo que ya es algo a su favor en principio.
A Anderson o se le ama o se le odia, encanta o repele, tiene
encendidos fans o viscerales detractores, aunque su cine no merece tanta
intensidad. Sus películas no suelen ser ofensivas, son desenfadadas, poseen un
sentido del humor excéntrico, extraterrestre, que no es del gusto del todo el
mundo ni todo el mundo entiende, un estilo visual muy depurado y definido, lo
que lleva al exceso de esteticismo o la vacuidad en muchas ocasiones, y un tono humorístico
con sordina poco habitual en comedias… Todos estos elementos de contraste son
los que generan la controversia y que público y crítica se dividan casi siempre
con cada obra del cineasta.
Esta última “El gran hotel Budapest” ha sido considerada
como más accesible y ha recibido mayor beneplácito del público aunque no se
sale ni un ápice de los habituales postulados éticos, estéticos y conceptuales
del director.
Con “Fantástico Sr. Fox” el director logró amoldar una buena
historia, accesible y reconocible, a su propio estilo, creando personajes entrañables
y haciendo muy efectivo ese humor que en ocasiones produce desconcierto. Aquí
parece haber vuelto a encontrar ese tono, al menos para buena parte del
público.
Las claves tanto conceptuales como visuales de Anderson son
muy reconocibles, las podemos ver a lo largo de toda su obra, así es bueno analizar
todas ellas para comprender mejor su estilo y cómo encaja en esta cinta.
Anderson no suele lograr la perfecta comunión entre todos
los elementos de los que dispone, por lo que sus obras resultan irregulares,
con buenos momentos y otros que provocan el aburrimiento o la más radical
indiferencia. Con “Fantástico Sr. Fox” (2009) eso cambió en cierta medida,
logró su obra más cohesionada, quizá por ser una adaptación. Una película que lograba
la vitalidad de la que carece su cine en muchos momentos, cayendo en el ensimismamiento
o la falta de ritmo y cohesión. Todos esos defectos proceden a menudo de la
manera en la que Anderson se recrea en su peculiar sentido del humor sin acabar
de definir el tono y olvidando el fondo de su historia.
-Una de las características más llamativas del cine de
Anderson es su humor extravagante, algo surrealista, con cierta sordina, absurdo
y también entrañable. Ironía y ternura que se mezclan y que o bien entusiasma o
bien deja perplejo. Un humor muy personal del que aquí desgranaremos algunas de
sus claves.
-La familia, a veces disfuncional, otras desestructurada,
otras normal… sus problemas y desavenencias, sus conflictos y cariños, sus
interioridades... son indagadas con humor, ternura e ironía en casi toda la
filmografía de Anderson.
-El viaje, generalmente físico, pero en ocasiones interior,
con un objetivo mítico que simbolíce la transformación y evolución de los
personajes, un mayor conocimiento de sí mismo, suele vertebrar buena parte de
las cintas de Anderson, uno de sus recursos narrativos y conceptuales
predilectos. Una de las estructuras más queridas por el diretor .
-La aventura sigue la misma línea y mismas intenciones que
lo anterior, de hecho se fusionan a menudo. Un viaje donde siempre se viven
aventuras que ayudan a la madurez y desarrollo de los personajes.
-Un símbolo. Siempre suele haber un objetivo buscado o
deseado, a veces es físico, otras mitológico, inalcanzable, simbólico o
revelador, que sirve de catarsis y aceptación y reconciliación con nuestra
propia naturaleza y ser.
-Suele haber antagonistas, villanos de una pieza que deben
existir para que los protagonistas superen sus retos, vivan las aventuras que
les harán madurar y ejecuten los viajes que favorecerán su desarrollo. Villanos
funcionales sin más.
-Los personajes caricaturescos, a lo que ayuda su estilo
visual, siempre tendrán rasgos definitorios, gestos, elementos físicos o en el
vestuario que los definan y den un toque especial, excéntrico también.
-Apatía, conformismo, desidia, hastío vital… son aspectos
que definen a los personajes de Anderson y sus historia al comienzo de las
mismas, ante los que se rebelarán, luchando contra ellos, para lo que usarán la
aventura y los viajes mencionados como recurso. La búsqueda como apuesta para
recuperar la vitalidad, las ganas de vivir.
-Las relaciones suelen tener siempre un toque entrañable y
tierno, con la amistad como apuesta firme dentro del tono irónico y
extraterrestre de su humor.
-Los personajes de Anderson son muy auténticos a pesar de su
excentricidad y aparente superficialidad. Suelen decir siempre la verdad cuando
hablan de sentimientos aunque su tono parezca frívolo o poco serio, un poco
como manifestación de la propia obra del director, que peca de esteticismo
vacuo en ocasiones. En ese contraste está otra de las claves del humor
extraterrestre de Anderson.
-Anderson gusta de contrastar en sus escenas elementos excéntricos
con otros mundanos, es uno de sus recursos humorísticos predilectos, humor a
través de ese contraste que convive en aparente armonía.
No sólo definen a Anderson como autor sus elementos
conceptuales, visualmente es un director muy personal, con un estilo muy
definido y depurado, completamente reconocible y con rasgos muy marcados y
distinguibles.
-La frontalidad y el estilo geométrico es el principal rasgo
estilístico que define el cine de Anderson. No hay plano en la película que no
sea frontal, sin angulación alguna al encuadrar, algo común a toda su
filmografía, una depuración estilística extrema. Incluso los planos y
contraplanos serán frontales, situando la cámara frente al actor para que
recite su diálogo sin mostrar al otro, aislado. Cuando quiere mostrar a los dos
lo hará desde un lateral, también de manera frontal. Esta frontalidad a la que
me refiero es con planos estáticos, aunque se mantendrá en todo momento, con
travellings o al término de panorámicas. Los travellings de acercamiento o retroceso,
manteniendo escrupulosamente la frontalidad siempre, también son habituales de
su cine.
-La frontalidad no implica prescindir de movimientos de
cámara, sus travellings también serán frontales, cogiendo a los personajes
desde su perfil y acompañándoles o retrocediendo ante ellos, pero siempre desde
la extrema frontalidad.
-Anderson siempre usa el gran angular, unas veces de forma
más marcada que otras, aspecto clave en su estilo visual que le permite
desvirtuar ligeramente la imagen, acentuar la extravagancia, caricaturizar a
personajes y entornos, darles ese aspecto irreal que tiene su cine y que se
amolda a la perfección al tono y trama de sus historias.
-Las panorámicas son otro rasgo estilístico muy reconocible
en Anderson y también coherente con las reglas de frontalidad y estilo
geométrico y rígido que tiene su look visual. Serán panorámicas siempre de 90 o
180 grados estrictos, ni uno más ni uno menos.
Narrativa metalingüística.
“El gran hotel Budapest” nos relata la historia de Gustave, un
competente, brillante y seductor de maduras conserje de hotel que se ve
involucrado, junto a su mozo de portería, en una aventura al recibir un cuadro en
herencia de una de sus huéspedes y amantes sin comerlo ni beberlo, provocando
el recelo de su perversa familia.
La película de Anderson es un goloso juego metalingüístico,
como si de un homenaje velado a “El Quijote” de Cervantes o un saludo a Paul
Auster se tratara. Estamos en un relato que nos incluye en otro relato que a su
vez nos incluye en un tercer relato... relatos que se transmiten de generación en
generación, como Anderson muestra magistralmente al situar a una niña que lee el
relato escrito de un joven que ahora es viejo al que se lo contó otro anciano…
La cinta se inicia con una joven estudiante, seguida con un travelling lateral frontal, por supuesto, que va a homenajear y leer un relato ante la estatua del autor de la obra que tiene en sus manos, autor en sentido abstracto, ya que no se cita su nombre. Esto nos introduce en el relato, que es contado por dicho autor en su mesa, interpretado por Tom Wilkinson, un flashback que nos lleva a 1985. Por supuesto, la presentación de Wilkinson, el autor, y su prólogo a la historia que va a relatar, introduciéndonos en otro relato, será con un plano frontal. La interrupción del niño es el típico elemento excéntrico de Anderson, lo cotidiano y familiar infiltrándose en lo creativo o especial… Un niño que parece un villano de James Bond y que es perdonado simpáticamente por el escritor. Está brillante Wilkinson en la escena, ya que deja traslucir su inquietud antes de la interrupción, como viéndola venir.
Esa interrupción es mostrada con una de las mencionadas
panorámicas de 90 grados, donde vemos a alguien pintando la pared también.
Muchas de estas panorámicas son precedidas por un travelling de retroceso.
También las hay de 180 grados, son las dos opciones para las panorámicas, un
ejemplo lo tenemos en las comidas de los trabajadores del hotel presididas por
Gustave, ante las que recita poemas.
Estas panorámicas muestran fuertes vínculos entre un
elemento de importancia o urgencia y un sujeto.
Al concluir la cinta saldremos de todos los relatos de la
misma forma en la que nos introdujimos, recorriendo el camino inverso, de la
historia de Gustave (Ralph Fiennes) en 1932 a la del escritor en 1968, de ahí veremos al
escritor veterano y de ahí a la niña que lee el libro… De esta forma se cierra
el círculo narrativo metalingüístico con plena coherencia.
Anderson recurre a la animación, lo artesanal y el stop
motion, técnica que ya usó en “Fantástico Sr. Fox” (2009), por ejemplo en la
presentación del hotel al introducirnos en otro relato, la vivencia del autor. Hay cierto
toque Méliès. Aquí seguimos con la frontalidad, evidentemente, mientras nos
introducimos en un nuevo flashback, flashback del flashback, 1968.
Los ascensores tendrán bastante presencia en la cinta, los
veremos en esta parte del relato y también en la de 1932. Representan la
indagación del relato, el misterio al profundizar en el interior de un
recuerdo, la evolución. Como primer aparato elevador veremos el que lleva a los
huéspedes a la cima donde está el hotel, que veremos subir cuando se nos relate
la fama que tuvo el lugar y bajar cuando se hable de su declive. Una ciudad
balneario para cuidar la salud, cosas como la neurastenia…
Tendremos otro en 1932, uno rojo donde se recitan poemas y
precedido de bromas sobre esmaltes. Aparecerán muchas veces durante la historia
para ver subir y bajar a los personajes, incluido en el clímax final.
El último ascensor que veremos será el que se lleve a Zero
Mustafá tras haber contado su historia y despedirse del escritor. Un romántico
amoroso, no por el mundo que representa Gustave.
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