Hay ciertos tics ochenteros en la dirección y la propia
película, que en su aspecto acaba por resultar más antigua de lo que en
realidad es. El retrato con las bandas, el alcohol y la violencia nos remite a
cierto cine de esa década, pero Tamahori le da la vuelta, convirtiendo su película
en un fresco social, una crítica dura y una cinta realmente cruda.
El destartalado coche debajo del puente en el que vive Toot,
el amigo de Grace, es un reducto para la paz y la amistad. A ella todos le
parecen feos menos su amigo, una amistad pura y sincera.
Desde el guión se
aclara bien el paso del tiempo, unas semanas, así observamos que las heridas
del rostro de Beth han disminuido y la relación comienza a reconducirse. Las
paces llegarán con la decisión y el dinero que Jake presta para ir a ver a
Boogie.
“Ese es el problema… que te quiero”.
La lucha, la dureza, lo varonil, el combate, son como
reivindicaciones en un mundo hostil, la violencia es aceptada para la
convivencia, considerada un valor predominante, admirada, querida, necesitada…
Compañera constante en la convivencia, para el mal o para mantener o encontrar
las raíces.
La claustrofobia de ese mundo sin esperanza, de sus
rutinarias vidas, acaba resultando más expresiva con el contraste que resulta
al ver el paseo familiar en coche, una liberación momentánea.
El retrato de los personajes huye del maniqueísmo, sus
puntos oscuros son consecuencia del retrato que muestra Tamahori, pero también
son capaces de la ternura, el cariño. El mejor ejemplo de esto lo tenemos en
Jake.
Lo tribal, el pasado, los antepasados, las demagógicas
reivindicaciones… algo a lo que recurrir, a lo que volver para justificarse, un
anhelo que se reivindica pero se le es infiel… Un anhelo sin sentido que no es
capaz de adaptarse. La fuerza física como modo de supervivencia, un anacronismo
sin sentido en la vida moderna, guerreros de antaño redivivos completamente desubicados.
Hay un apego especial a lo ancestral, alejarse de ello
genera vértigo en estos desarraigados personajes, algo lógico teniendo en
cuenta todo lo explicado.
“…es el destino de una mujer”.
Un picado sobre una nueva y decadente fiesta anuncia
conflicto y un plano de un oso de peluche caído en la habitación de los críos
anuncia la perversión de la inocencia, en este caso de Grace. Aquí se inicia el
último tercio, el punto de inflexión final, el desencadenante de la tragedia y
resolución de la cinta.
Grace no sabrá canalizar lo que le ha ocurrido, como
personificación de la pureza que es vivía en el límite en ese entorno. Tras el
horrendo hecho, como es lógico, malinterpretará el casto y puro beso que le da
su amigo Toot mientras comparte un porro en su reducto privado. Grace lleva la
perversión incluso a los sitios sagrados para ella, la lleva gracias al “tío
Bully” (Cliff Curtis). Trauma, aversión.
La purificación que intentará, bañándose, no servirá de
nada… Los cantos religiosos, la lluvia, las prostitutas, una mezcolanza
simbólica insalvable para Grace, que tendrá un momento en un oscuro callejón en
el que mirará a unos chicos ejercitándose, desconfiada… Lo masculino tan
vigente en el entorno que Tamahori nos muestra, visto como una amenaza y con miedo
por la pura Grace.
La incomprensión, la desesperación, la soledad, la falta de
complicidad, la sensación de abandono, la ultrajada pureza…acaban llevando a
Grace al colapso, la sensación de que no hay salida… al suicidio.
El cinismo extremo del mundo masculino, su egocentrismo,
alcanza su cota más alta con el despreciable personaje del “tío Bully”. Cuando
tras la tragedia diga “¡Qué me jodan si lo sé!”, tenemos la sensación de que
serán palabras premonitorias… y acertaremos.
El valeroso “guerrero” Jake quedará inmóvil ante la
imagen de su hija colgada, el egocéntrico macho siempre dispuesto para la
acción será incapaz de mover un músculo, conmocionado, inactivo, cuando la
situación de verdad requiera su intervención.
Hay excelentes sutilezas, como el hecho de que Grace se
suicide en el árbol sobre el que se apoyaba para contar su cuento a sus
hermanos ante la cariñosa mirada de su madre, la primera y la última aparición con
vida de la chica será en el mismo lugar, un lugar con raíces, un árbol, primero
llena de vida, ilusionada, soñadora, y finalmente huyendo de la única forma que
creía posible.
En una cinta tan dura los momentos emotivos tienen un gran
impacto, así será con la escena en la que la madre cuenta a Grace un cuento, el
de su vida. Una bella forma de hacerlo teniendo en cuenta que Grace adoraba los
relatos y los cuentos.
Temuera Morrison está muy bien en su papel, irascible,
violento e imprevisible, logra atemorizar y hacer creíble, temible y en
ocasiones entrañable un personaje del que somos capaces de ver sus ojos
inyectados en sangre en muchos momentos.
El personaje de Toot resulta realmente entrañable, muy
emotivo y un contrapunto hermoso en la crudeza reinante.
“Amigos para siempre, ¿te acuerdas?”
La muerte de Grace comienza a gestar una familia de verdad,
uniendo la suya y sumando a su amigo Toot. Una desgracia generadora de algo
positivo.
Desde el guión hay que resaltar el magnífico uso, planteamiento, desarrollo y resolución que se logra con un objeto, a la postre simbólico, como es el diario de Grace. Ese diario era una forma de escapatoria, como en todo diario en sus hojas se derramaban todos los sentimientos y circunstancias de la vida que se mantienen ocultos o en secreto a los otros. En él escribía sus cuentos y sus sueños… también sus tragedias. Jake lo romperá, un acto que desemboca en la decisión del suicidio, como si rompiera el último hilo que la mantenía, el de sus sueños e ilusiones. Cuando al final en un precioso gesto lo recompongan será como un renacimiento, allí leerá su madre, Beth, lo que ocurrió la fatídica noche y desde ahí la familia, liberándose de lastres, se unirá con más fuerza que nuca, Nig, Boogie, los pequeños y Beth. De alguna forma ese espíritu, lo que ella representaba, una vez recompuesto el diario consigue lo que siempre anheló.
Un plano sobre el diario mientras es arreglado por Beth y un
suave zoom al rostro de ella para subrayar el impacto deja claro al espectador
lo que sucede, algo que se logra gracias a la importancia que se ha ido dando a
dicho objeto durante toda la narración.
Tamahori sigue demostrando su talento cinematográfico con
otro detalle visual, en este caso con el uso del montaje como protagonista, del
impacto en el rostro en la escena anterior de Beth, leyendo el escalofriante
relato de la violación a su hija y causa de su suicidio, pasamos sin solución
de continuidad al rostro del “tío Bully” cogiendo unas cervezas, es decir, el
protagonista del horrendo acto, seguido mediante un travelling hasta la mesa
donde le espera Jake y Dooley, sin cortes, hasta que vemos aparecer a Beth con
su hijo Nig para mostrar el diario de su hija con su relato, acusándolo.
Por supuesto, y tras ciertas reticencias donde Jake sigue en
su línea de defender más a sus amigos que a su familia, leerá el diario, lo que
provocará que el “tío Bully” sí acabe “jodido”, como pronosticó. Una paliza
tremenda, salvaje… La violencia reprochada por Beth es aceptada en esta ocasión
ante el fiero ataque de su marido al violador de su hija.
En este sentido también debemos mencionar la buena evolución
de la escena de la violación, donde Tamahori muestra pequeños detalles durante
la película, aparentemente intrascendentes, donde Bully se fijaba en Grace, con
el desenlace final mencionado.
Beth y Jake tendrán fuera del bar una última conversación,
el adiós. Beth será encuadrada en contrapicado, recalcando así su enrome
dignidad. Su reflexión sobre lo que es un auténtico guerrero define una de las
tesis de la película, un guerrero tiene poco que ver con la violencia. Aquí se
acaba definiendo, si no había quedado claro con anterioridad, que ella, Beth,
es la auténtica guerrera en esta historia, la auténtica guerrera digna de los
guerreros de antaño. En una escena anterior se hace un montaje encadenado con
el rostro de Beth y una estatua maorí, perfecto recurso visual que señalaba
clarificadoramente este aspecto mencionado.
El supuesto “guerrero” abatido, machacado y vencido por el
orgullo y la dignidad de la auténtica guerrera. Sólo le quedan las amenazas y
las bravuconadas. La muerte de Grace creando una verdadera familia que vemos
nacer. En otro magnífico detalle visual Tamahori contrastará la piña familiar de
Beth y sus hijos en el coche con la soledad en espacio abierto de Jake.
Todos los intérpretes están fantásticos, sobresalientes, con
mención especial para Temuera y sobre todo Rena Owen.
“Guerreros de antaño”, basada en una novela de Alan Duff, es
un mazazo potente, una cinta poderosa y contundente, ruda, cruda y dura, un
puñetazo vigoroso y brillante en el mentón. Una cinta que apuesta más por una
concepción documental que narrativa en su desarrollo y que demuestra el
talento de un director y unos intérpretes no muy conocidos por el gran público.
Lástima que Tamahori se dispersase.
Una extraordinaria cinta no muy conocida por el gran
público.
Dedicada a Patetric, mi amigo culé con buen gusto cinematográfico.
Me la apuntaré, la caspa no viene mal de vez en cuando
ResponderEliminarNo hay caspa, es muy dura, querido amigo.
Eliminarpedazo de peliculon.....nunca la olvide desde que la vi en 1994
ResponderEliminarCiertamente es una joya, Metaleros! Un abrazo.
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