Pequeña e
interesante película de clara influencia hitchcockiana de poco más de una hora
que nos recordará a esa obra maestra del cine que es “La ventana indiscreta”
(Alfred Hitchcock, 1954), a la que se adelantó en 5 años. Una película que
puede ser matriz y germen de algunos clásicos del maestro. Tetzlaff fue el director de fotografía en "Encadenados" (Alfred Hithcock, 1946), para hacer este antecedente más evidente.
El
desconocido director Ted Tetzlaff nos cuenta la historia de Tommy Woodry (Bobby
Driscoll), un crío aficionado a las fábulas y las mentiras, a ser posible con
heroicidades, muertes y crímenes como protagonistas, que en una calurosa noche
de verano presencia un crimen verdadero, pero que por causa de la fama que le
precede nadie cree cuando lo cuenta… salvo los asesinos.
Tetzlaff
inicia su película con la fábula de Esopo como referencia, la del muchacho
mentiroso y el lobo, en lo que será una readaptación moderna y urbana de la
misma.
De los planos
generales de la urbe, despersonalizados, universales, nos iremos centrando en
un edificio semiderruido y una oscura ventana donde nos presentarán a unos
chavales que juguetean y a nuestro protagonista, que finge estar herido, un
niño actor en una presentación sencilla de su personalidad.
Las ventanas
y las escaleras tendrá una importancia mayúscula en la película y su
arquitectura, símbolo de la amenaza y el conflicto, la verticalidad será
constante. Las ventanas en concreto nos presentan ese mundo urbano como si
fuera una colmena, pequeñas celdas, que dividen, separan, aíslan e incomunican
a los personajes, por ello veremos como por más que Tommy insiste en que ha
visto un crimen no logra que nadie le haga caso ni le crea, una incomunicación
muy bien mostrada, donde las relaciones fuera del núcleo familiar se
fundamentan en la simulación y la mentira. Tetzlaff hará numerosos planos de ventanas,
desde el exterior de las mismas, resaltando ese aislamiento de los personajes
con respeto a su entorno. Las escaleras tienen también esa función separadora,
aunque sirven de tránsito y acceso, hasta el punto de que cuando desaparecen en
la parte final la vida del chico peligrará verdaderamente. Siempre están
ligadas a la amenaza o la muerte, el conflicto o la violencia, así Tommy huirá
de los asesinos usándolas de forma constante o verá a los villanos a través de la
ventana desde una escalera de incendios.
La orgía de
escaleras y ventanas es bestial. Veremos descender al niño por varias del
derruido edificio por el que juega con sus amigos, incluso entrando en su
propia casa.
Curiosamente,
con respecto a las escaleras, en general se observa que las subidas suelen
implicar tensión y apuros para Tommy, mientras que los descensos implican
cierta liberación.
Un buen
ejemplo del aislamiento que marcan las ventanas lo tenemos en ese plano
exterior en el que mediante un travelling vamos de la venta de la salita a la
de la habitación del castigado Tommy, tras las mentiras sobre una supuesta
mudanza y un supuesto accidente... Un plano excepcional porque frente a las
ventanas veremos las rejas de la barandilla, por lo que esas ventanas se
asemejan a una cárcel, resaltando esa ideal señalada de asfixia, aislamiento e
incomunicación. Aquí oiremos el eco lejano del tren, casi como un anhelo de
libertad en esa claustrofóbica ciudad y en ese claustrofóbico edificio donde el
calor además subraya esa sensación agobiante. De hecho en su huida Tommy
intentará coger un tren pero no lo logrará, está atrapado en esa celda vertical
repleta de escaleras.
Las rejas
mantendrán su opresiva presencia en la escena del crimen, cuando el calor haga
salir por la ventana a Tommy para dormir en la escalera de incendios, incluso se
reflejarán en su rostro las sombras de las mismas.
La escena del
crimen está muy bien modulada, el calor que se siente, la opresión, las sábanas
colgadas mecidas ligeramente por el viento como pequeño alivio que impulsa a
Tommy a subir las escaleras para sentirlo… Será allí, unos pisos más arriba, en
otra ventana, donde el chico presenciará el asesinato a través de la rendija de
una ventana, un crimen con unas tijeras visto a través de una ventana que nos
llevan de nuevo a Hitchcock y películas
como la mencionada “La ventana indiscreta” o “Crimen perfecto”, las dos del año
1954. Un antecedente hitchcockiano.
El olvido de
la almohada puede parecer un truco de guión pero acaba convertido en un buen
elemento de suspense. El morbo y la curiosidad, ya de por sí inherentes a la
infancia, imponiéndose al miedo. Evidentemente la madre, medio dormida, no le
creerá, su padre trabaja de noche, así que los asesinos tendrán vía libre para
deshacerse del cadáver. Una simpática y muy bien llevada escena de suspense.
Hay ciertos
momentos de ambigüedad que juegan con la idea de la realidad y la ficción, de
los sueños, donde cabría la posibilidad de que la imaginación infantil haya
creado todo, ya que el chico no encontrará en su padre tampoco un aliado.
Será cuando el punto de vista cambie y veamos a los asesinos en soledad cuando
las posibles dudas queden diluidas. Los padres no se plantearán en ningún
momento la posibilidad de que su hijo pueda estar diciendo la verdad, incluso ante
sus viscerales reacciones y negación a cambiar de opinión, lo cual dentro de lo
lógico pueda extrañar, ya que en otras circunstancias el chico reculó
enseguida, como vimos al inicio.
La dirección
de Tetzlaff es académica y convencional, muy ajustada y competente. Planos
estáticos y ligeras panorámicas vertebran su estilo, muy sobrio y seguro.
Nuestro amigo
volverá a bajar escaleras para ir a la comisaría y hablar con la policía, en
esta escena un gato, símbolo del destino, será esencial para decidir al muchacho.
Los detectives, también incrédulos, al menos se molestarán en investigar,
aunque con un prejuicio fijado. Esto dará otra escena de aceptable suspense en
la habitación de los asesinos mientras el detective, que finge querer hacer un
presupuesto para reparaciones, investiga. El truco de guión de la gotera queda bastante
forzado y muy oportuno, además deseamos que el detective descubra algo, al
contrario de lo que provocaba Hitchcock en muchas ocasiones, ponernos en lugar
del villano, deseando de forma casi inconsciente que no le descubran en
determinadas escenas.
Una vez esto
sucede es interesante el encadenado que realiza Tetzlaff, que va desde el
inquietante techo que mira Tommy (Bobby Driscoll) al nervioso suelo que pisan
los asesinos, Joe y Jean Kellerson (Paul Stewart y Ruth Roman).
Una vez el
policía deseche la acusación de Tommy la soledad del chico será total. Por lo
que sabemos que en algún momento asesinos y él deberán enfrentarse. La solución
para esto será otro pequeño truco de guión, un cebo creado en la conversación
de la madre, Mary Woodry (Barbara Hale), y la asesina, cuando sube a que Tommy
pida disculpas a sus vecinos. Una mención a la hermana enferma de la señora
Woodry. Esa mención se convertirá en empeoramiento, donde se vuelven a forzar
las cosas con una carta que baja la propia vecina a los Woodry, ante las
sospechas de Tommy. El artificio se fuerza al máximo en una arista de la trama
que no lleva a ningún lado, la que impulsa a Tommy a obligar a sus padres a
llamar a su tío para que confirme que él mandó la carta. La confirmación
llegará y Mary irá a atender a su hermana, dejando solo a Tommy, ya que su padre trabaja por la noche.
Así la
progresión en la tensión de esta pequeña y corta cinta es notable, y la parte
final de la trama se convierte en una persecución de gran suspense de los
asesinos a Tommy, en lo que podría ser un antecedente serio de “Solo en casa”
(Chris Columbus, 1990), antecedente serio y en noir de los años 40.
Habrá una
panorámica a través de ventanas, semejante al travelling que observamos al
inicio, pero que ahora lleva de la ventana del crío a la de los asesinos… Más
vale que la cierre.
En esta parte
final, todo el último tercio, el suspense se sublima, con notables escenas bien
moduladas y cuidadas que incluso estéticamente recurren a elementos
expresionistas de forma muy acertada, juego de sombras, luces, oscuridad, la
noche… Un ejemplo lo tenemos en la huida interrumpida por su padre, Ed Woodry
(Arthur Kennedy) de Tommy. Sustos, tensión y alivios repentinos, como cuando
vemos que es el padre y no el asesino el que aparece.
Otro truco,
la oportuna aparición de una llave maestra que posibilita la entrada de los
asesinos en la casa de los Woodry una vez Tommy se ha quedado solo. La escena es
francamente buena, con momentos escalofriantes en ese juego expresionista de
luces y sombras. La aparición de la linterna que porta la asesina Mary
reflejándose, descendiendo por la escalera de incendios, vista desde el interior
de la habitación de Tommy, la sombra y el juego siniestro con la llave del
asesino Joe en el interior de la casa, son soberbios. Muy buen suspense.
Sin salida
Tommy confesará y le embaucarán para ir a la comisaría, aprovechando el camino
para intentar acabar con él, de nuevo las sombras como recurso estilístico y
amenazante, ya que será un callejón el lugar elegido para intentarlo.
Tras la huida
y posterior nueva captura de los asesinos a Tommy, tenemos una de las escenas
más débiles de la cinta, la del taxi. Meter a un niño por la fuerza en un taxi
mientras éste grita no es ni buena idea ni muy discreto. Tommy se muestra un
poco torpe por no insistir en que no son sus padres y dar los datos del
verdadero. Además se omite al taxista en todo momento, que sólo aparece en la
parte final para mostrarse comprensivo una vez han llegado a su destino. Aún
así el momento, con censura, donde el asesino deja inconsciente mediante un
puñetazo al chico es tan forzado como destacable.
El suspense
se lanza con desenfreno, veremos al padre de Tommy entrar en el edificio poco
antes de la llegada de los asesinos, veremos el pequeño truco de la carta, que
pasó inadvertida al padre en primera instancia, pero que ahora sí verá una vez
el asesino cortó la parte comprometida, una carta que Tommy dejó para avisar de
que se marchaba y acusando a los Kellerson.
En esta parte
final tendremos un derroche de verticalidad, con escaleras por todos lados que
se suben y se bajan, con el edificio derruido como principal protagonista y
lugares en los que Tommy tratará de esconderse de la obsesiva
persecución de los asesinos. Nuevamente tendremos momentos de gran suspense.
Luces,
linternas, verticalidad, altura, escaleras, sombras, oscuridad, escombros… un
gran clímax en el que será necesario que Tommy arriesgue su vida y que el
villano, el lobo, muera para que el mundo le crea. Ya saben, la fábula de Esopo en
nuestros tiempos. Por supuesto un nuevo descenso, ahora más radical, lanzándose
al vacío, traerá la liberación del crío mientras se define la moraleja de la
historia.
Tetzlaff nos
regala una película muy entretenida y divertida, con sus torpezas, pero muy
disfrutable. Una producción de la RKO que además es muy cortita.
Uno de los post mejor documentado y más brillante que he leído en la red. un abrazo amigo mío.
ResponderEliminarMuchas gracias amigo mio. Me alegra que te haya gustado :)) Un abrazo Pepín!
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